Posada en las cercanías del río

Un suspiro por parte de la musa de Clío dio pauta a que un portar paralelo a esa realidad se abriera, adsorbiendo su hoz, pues la dama se había dado cuenta que no valía la pena en ese momento atacar a una aliada. Relamiendo sus labios simplemente se limitaba a ver el frente, el como aquella vagabunda de poco en poco se iba recuperando de su malestar corporal.

-Ja… sea como sea, aquí se entabla que no habrá una muy buena comunicación entre nosotras Calíope, gracias a los Dioses, sólo nos une la devoción a Apolo y por ello desgraciadamente como hermanas nos debemos de tratar… sabiendo ambas esto, tendremos cuidado y caminaremos correctamente sin molestar a la otra… se podría decir, que sólo así tendremos una cierta paciencia para ambas…

Dicho eso la mujer giró su rostro hacia la izquierda divisando el completo desastre que había provocada la nueva reencarnación de una de las musas. Arqueó su ceja y ladeó la vista para simplemente bufar, mostrando una cierta pena en ello. Tronando su cuello aquella se distraía escuchando las palabras de Hécate, no pudiendo evitarlo formaba una ligera sonrisa, por la barbaridades que musitaba la muchacha.

-¿Roma? ¿Purificación? Como quieras niña, te acompañaré a Roma, pero recuerda que como musa debo de regresar al templo de Apolo y mi deber es llevarte a ti conmigo, el Dios debe de ver el rostro de una de sus nuevas guerreras, si es que sobrevive a las fuerzas divinas de los dioses que ha traicionado para su beneficio… ¿Quieres ir a la posada? Jaja ¿para qué? Para que te tortures viendo el producto de tu frenesí, y te decepciones sólo un poco más de la situación… que agallas las tuyas, o mejor dicho que estupidez más grande, pero como quieras, has de pensar que tenemos demasiado tiempo para desperdiciarlo…

Dicho eso la dama divisó como Hécate retomaba fuerzas para comen zar a caminar rumbo a la posada. Cassie guardó silencio, pues veía que sería una total perdida de tiempo si se contraponía con aquella musa de que era en verdad una perdida de tiempo ir a la posada mortal para lamentarse lo que ya no se podía restaurar. Suspirando y pasando las yemas de los dedos sobre su cabeza, peinando sus largos cabellos, golpeó el tronco donde yacía recargada, sonrió y en silencio comenzó a caminar, siguiendo por detrás los pasos débiles de Calíope, lo cierto era que a Cassie, aquella musa fría, le llamaba mucho la atención que iba a hacer aquella débil mujer cuando viera lo estragos que podía hacer al no saber controlar su cosmos. Aquella simplemente lo catalogaba como intrigante… por lo que no refutó ya nada y siguió en silencio a su querida hermana de reino.

La musa iba por detrás de Hécate. Se podía ver a simple vista que Cassie permanecía sumida en sus pensamientos. Y es que desde algunos minutos atrás una corazonada negativa que envolvía el bienestar de su deidad la distraía por completo. Tanto que hasta que escuchó un constante sollozo por parte de terceros en derredor suyo fue cuando despertaba de su trance. Alzaba la mirada y veía como la posada estaba destrozada por completo. Fuego y ceniza danzaban tanto en el suelo como en el viento. Parecía que el poder de aquella musa por ser un elemento demasiado independiente causaría problemas a futuro.

Clío arqueaba una ceja y en su rostro una preocupación se remarcaba. Observaba de reojo los cadáveres que permanecían carcomidos por las lenguas de fuego provenientes de Calíope, quien viendo las consecuencias de su cosmos se asustaba al grado de practicante lamentarse con lágrimas, si es que no lo estaba ya haciendo. Cassie ladeaba el rostro a otro lado, para que ésta no se pusiera intranquila mostrando su debilidad, estaba bien que se lamentara por su irresponsabilidad. Cassie sabía que era difícil de asimilar al principio las consecuencias de ser un guerrero de algún Dio, pero que de poco en poco se iba acostumbrando a su terrible destino.

Se sonrió al ver como Hécate se acercaba a ella y así se expresaba. En silencio escuchó toda palabra y esperó a que aquella culminara para poderle expresar sus ideas. No podía actuar tan indiferente con Calíope sabiendo que estaba un tanto inestable, eso lo vería muy mal su Dios y amante Apolo, al final de cuentan eran hermanas de reino y debía apoyarla. Alzando su mano derecha Cassie se atrevía a sostener la mejilla de aquella dama y repasando su pulgar por debajo de los parpados de la damisela, limpiando el residuo de sus lágrimas, ladeó el rostro, sonrió y dijo:

-Al principio, todos sufrimos, este don viene envuelto en mucho sacrificio y sufrimiento. Es el precio de no ser normales y tener el favor de los Dioses. No creas que todo sea bueno con tener tanto poder. Es duro acéptalo, pero se sobrevive con esta maldición niña. Debes de aprender a controlarte para que no causes dolor a seres inocentes… yo lo aprendí, cundo perdí a mi única familia, un primo, por ir con Apolo… tranquila, no estás sola en este juego… tranquila. Ahora bien debemos de partir ¿lista para conocer el recinto de…?

De repente casi guardaba silencio, su cuerpo comenzaba a sentir un terrible frio. Giraba su rostro hacia la izquierda donde el fuego aún estaba vivaz ardiendo sobre los escombros mortales. Quedándose fija mirando su vaivén, pequeñas y difusas imágenes se formaban ente aquel elemento carmesí. Non entendía muy bien, pero presentía que Apolo estaba en verdaderos aprietos…

-No… Apolo… ¿no puede ser posible? ¡NOOOO!

Gritaba alterada mientras se levaba las manos a su boca, para tapar su alarido. Rápidamente su cuerpo comenzaba a agitarse. Observando por todos lados, como si sufriera delirio de persecución, su cosmos comenzaba a despertar y en su mano, una nova de energía oscura se acumuló. Aquella corría hacia Hécate, posándose por un costado de aquella para simplemente lanzar un puñetazo al vacío. De inmediato un portal paralelo a aquella dimensión se formaba, succionando todo lo que permanecía en derredor de las doncellas. Cassie sin dar explicaciones tomaba a Hécate en un abrazo y simplemente elevaba más su cosmos para que un manto de energía pura las envolviera. Con una seriedad nueva en la joven gurrero, ésta dijo:


-Hemos perdido mucho tiempo Calíope, Apolo… Apolo… maldición, Apolo… es qué no puede ser posible… no. ¿Por qué?… suficiente… debo tranquilizarme, pero es que no puedo, Apolo está… Apolo… ¡AH! Ya, cierra los ojos niña y no digas nada…

Aquella lloraba mientras se hablaba prácticamente a ella misma. Agitada y con una mirada perdida hacía un movimiento de manso que generaba que el portal que las transportaría se explayara y de inmediato las envolviera, desapareciendo de inmediato de los restos de aquella posada.

El recorrido por fin tenía un destino, y aunque el lugar resultaba sencillo servía para el hospedaje de viajeros. Era el lugar perfecto para resguardarse a un módico precio, sitios en los que las personas acudían y era de los pocos en los cuales no se vendían bebidas no se alquilaban mujerzuelas, esto era, que el establecimiento ofrecía un entorno familiar.

Claro que un carromato estacionado en la entrada hubiera dado una mala reputación al menos en estos distritos no desencajaba del todo. Morticus había dado instrucciones precisas a uno de los guardias de desencadenar a los celtas, mantenerse en su posición mientras los demás entraban a comer y a preparar todo para alquilar habitaciones y acordar en resguardar el carromato en los establos.

Todos los esclavos sintieron un alivio al ser liberados, si bien ahora ya no estaban tan limitados por las cadenas les hacía bien estirar un poco los brazos. Mantenerlos todo el tiempo en la espalda les había producido adormecimientos, incluso uno que otro había resentido calambres. Zelg extendía y encogía los dedos de sus manos, le hacía sentirse bien tener algo de movimiento.

Ya para este momento todo resultaba un poco más descansado y aunque no había tomado un sueño se sentía descansado a pesar de que sus ojos estaban irritados, vidriosos y con claras evidencias de un prolongado desvelo. Él miraba el anuncio de la posada, intentaba entender lo que la cuidada caligrafía daba a entender pero esas palabras aún no las había escuchado. Eran cosas banales a final de cuentas pero le servían para mantener sus ideas activas, para que su mente funcionara y no le dejara pensar en problemas.

Pasaron unos cuantos minutos, la sensación de tranquilidad se extendía junto a los ladridos lejanos de un perro, la entrada y salida de personas al lugar y los pequeños golpes de las patas delanteras de los caballos en el pavimento. Morticus y compañía salían del lugar y aquel sujeto de baja estatura sujetaba por ambos brazos unos tazones de madera embrocados uno sobre el otro.

- Nos quedaremos un par de días en este lugar. Hacen falta más personas como ustedes y provisiones. Así que por ahora disfruten estas vacaciones pues tendrán unos días bastantes complicados y necesitarán todas sus fuerzas para salir adelante.

La voz de Morticus resultaba conciliadora, no parecía tan terrible a pesar de sus facciones. De hecho sus acciones parecían indicar que se preocupaba de todos ellos, muy distinto de sus captores romanos. El lanista ordenó al guardia distribuir aquellos recipientes entre los reos. El aroma era bastante agradable, y sobre todo estaba caliente. Aquel estofado estaba muy bien condimentado y bastante generoso en porciones de carne.

Todos los prisioneros comieron como si hubiera sido la mejor de sus comidas. Zelg usaba sus dedos, para ellos el lujo nunca había sido conocido por lo que no le hicieron falta utensilios para comer como lo hacían las personas por las que había trabajado. El alimento estaba libre de grumos, de sustancias viscosas de dudosa procedencia y por ahora aquel pelirrojo comenzaba a pensar de manera equivocada que su suerte estaba mejorando.

Tres días desde su llegada, el grupo se había mantenido destacado en aquella modesta posada. Sin duda, el líder del grupo había logrado finiquitar todos sus negocios y como lo había anunciado el grupo de esclavos se había incrementado. Las provisiones alcanzaban para partir, de hecho el lanista y su gran habilidad para el comercio de armas había dado una fructífera ganancia y esta ya había sido destinada para la compra de una pequeña carreta la cual estaba provista de un par de mulas.

El dueño, un campesino caído en la más absoluta miseria, se había visto acorralado, la necesidad de llevar un poco de dinero a su hogar, así como alimento le impulsaron a desprenderse de aquel bien por un par de monedas de oro. Era claro que la prosperidad en Roma no era algo que se repartía a partes iguales, todo iba en decadencia.

Zelghadis aunque disfrutaba de este pequeño tiempo de tranquilidad también comenzaba a dudar de que se extendiera aquel lapso de su desafortunada vida por un tiempo más.

- En marcha, ya no hay nada que nos retenga en Roma.

Anunció Morticus y tanto esclavos como custodios abordaron los carros, ahora sólo dos guardias en el vehículo de los prisioneros mientras los otros tomaban el puesto de conductor y de copiloto en el de las provisiones, mismas que les daría para pasar el mes. Todo esto era habitual para Morticus, recurría mensualmente a Roma a reabastecerse, para Zelghadis este era posiblemente el último día en la ciudad romana.