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Escuelas de Gladiadores [Al Borde del Colíseo]
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Escuelas de Gladiadores [Al Borde del Colíseo]
Caminando lentamente por el Coliseo, no entró a él, solamente lo bordeó con su paso y llegó hasta su parte trasera. En ese lugar donde el sol no era un privilegio, eran como madrigueras que bordeaba toda aquella colosal estructura. Allí entrenaban los gladiadores se hacían mas fuerte, combatían los unos con los otros con espadas de madera poniendo a prueba sus instintos para cuando sea la hora de debutar en la arena.
Allí estaba Palumbus, quien ya había cosechado cuatro victorias en el coliseo. Todas fueron tan buenas que nunca se mandaron a mandar a matar a sus enemigos, lo que quería decir que su oponente no solo había dado un buen combate sino que el triunfador también había entretenido a sus pares. A Mauritius no se le daba mucho el hecho de la violencia, si bien había sido un soldado prefería pelear cuando se debía no siempre y por divertir a los demás, pero si le gustaba la competitividad por eso tenía a Palumbus.
Cuyo Gladiador fue comprado en uno de los mejores mercados que exportaba a los mejores esclavos, no solo eran bien alimentados sino que les enseñaban a dominar muy bien el arte de las espadas. Palumbus estaba haciéndose sonar ya entre la gente que vivía en Roma, si bien Mauritius le encantaba tener esclavos con Palumbus era compasivo, debido a que le dejaba en libertad por toda Roma, mientras que regresara por las noches a comer y seguir su entrenamiento por las mañanas.
El Senador caminó en esos lugares, donde las espadas de madera se hacían sentir chocar unas contra otras y algunos que recién se despertaban estaban comiendo vegetales, si bien todo el mundo creía que los Gladiadores comían carne, pues no era así. Debido a que la carne era muy cara para ‘simples esclavos’, así que estos se alimentaban de vegetales, tenían los suficientes nutrientes y no se gastaba tanto en su comida.
Buscando al maestro, lo encontró sin lugar a dudas, les estaba enseñando a un par de jóvenes como empuñar una espada y el Maestro al ver a Mauritius, le cedió la espada de madera a uno de sus aprendices y giró la cabeza un momento hacia todos sus alumnos para decirles a todos. - En un momento regreso, sigan practicando ustedes…
El hombre tenía una carrera irrefutable, había ganado cincuenta peleas en el coliseo, incluyendo un par más en de contra animales cuando se festejaba a lo grande. Sin duda alguna era un gladiador con experiencia, era por eso que Mauritius había escogido a ese hombre como maestro de Palumbus. El hombre era tosco, pero tenía suficiente escuela para hablarles bien a las personas, sobretodo cuando de un hombre tan importante como el senador que tenía enfrente se tratase.
- Senador, es un halago que esté usted aquí, ¿En que puedo ayudarle?
- Quiero ver a Palumbus.
- Si, señor, ¿Quiere seguirme donde está entrenando o quiere que se lo traiga?
- Te sigo.
Dijo el senador para que el antiguo gladiador juntara sus manos como si diese un aplauso y asintió con su cabeza para darle la espalda. Comenzó a caminar hacia donde estaban todos entrenando, allá a lo lejos se podía ver a Palumbus, prácticamente un joven, no poseía un gran físico, más bien era pequeño lo que le servía para escapar en los combates. Era uno de los pocos que había escapado de la ‘red’, esa arma era mortal, debido a que lanzaban la red encima y no había forma de escapar; sin embargo gracias a la pequeña contextura que éste tenía cuando le lanzaron la red comenzó a moverse de lado a lado hasta liberarse y poder ganarle a su rival solo con su escudo. Una gran pelea épica que se hablaba a cada rato al mencionar el nombre Palumbus.
El hombre señaló a Palumbus con su mano y Mauritius comenzó a caminar a él, mientras su maestro se iba a seguir enseñando a los demás el arte del combate. Allí estaba Palumbus, golpeando con sus puños una enorme tabla de madera para endurecer los nudillos en caso de ser desarmado en mitad de un combate.
- Buenos días, Palumbus.
- Buenos días, Señor.
Musitó con todo respeto el hombre mientras seguía golpeando la madera. Mauritius observaba todos los movimientos del hombre, su mirada se centraba en su gladiador, tenía buen físico, lo que quería decir que no estaba holgazaneando y no abusando de su libertad. El joven golpeó una vez mas la enorme madera y esta se rompió en miles de pedazos, haciendo que el gladiador comenzara a distender su mano para que calmase el dolor de su golpe final y observó a su ‘amo’
- ¿En que puedo ayudarle?
- Absolutamente en nada. Como acordamos siempre, vengo a pagarte por lo que vales, chico. Estaba de paso por aquí, pero toma… tengo suficiente para tu paga.
Dijo Mauritius entregándole una bolsa de monedas de oro a Palumbus que abrió el morral y se fijó que tenía dentro, para asentir con bastante sorpresa, ya que era más de lo debido. Sorprendido el joven hizo una pequeña reverencia e hizo el saludo tradicional de Roma para musitar lentamente y por lo bajo.
- Muchas gracias señor, aunque creo que es mas de lo acordado.
- Preocúpate por tu vida y por seguir ganando en la Arena, no por lo que hago con mi oro, sigue ganando y quizás recibas mucho más de lo que recibes ahora. Tomate el día libre por hoy, no quiero que holgazanees mucho pero hoy tómatelo libre. Espero lo disfrutes.
Dijo Mauritius para darle la espalda a su gladiador y marchándose hacia el maestro de éste. Le dio todas las indicaciones de que hoy le dejara salir, después de toda la fuente de dinero que había ganado en las apuestas gracias a su última victoria en realidad le había dado suficiente dinero como para veinte veces más de lo que le había dado al Gladiador, pero si se guardaba el secreto ambos se iban felices. Palumbus pronto salió de la arena bien vestido, gracias a que Mauritius le había comprado un par de las mejores, no escatimaba en gastos para con su gladiador, debido a que quería que fuera el mejor de toda Roma, como pronto lo sería su amo.
Allí estaba Palumbus, quien ya había cosechado cuatro victorias en el coliseo. Todas fueron tan buenas que nunca se mandaron a mandar a matar a sus enemigos, lo que quería decir que su oponente no solo había dado un buen combate sino que el triunfador también había entretenido a sus pares. A Mauritius no se le daba mucho el hecho de la violencia, si bien había sido un soldado prefería pelear cuando se debía no siempre y por divertir a los demás, pero si le gustaba la competitividad por eso tenía a Palumbus.
Cuyo Gladiador fue comprado en uno de los mejores mercados que exportaba a los mejores esclavos, no solo eran bien alimentados sino que les enseñaban a dominar muy bien el arte de las espadas. Palumbus estaba haciéndose sonar ya entre la gente que vivía en Roma, si bien Mauritius le encantaba tener esclavos con Palumbus era compasivo, debido a que le dejaba en libertad por toda Roma, mientras que regresara por las noches a comer y seguir su entrenamiento por las mañanas.
El Senador caminó en esos lugares, donde las espadas de madera se hacían sentir chocar unas contra otras y algunos que recién se despertaban estaban comiendo vegetales, si bien todo el mundo creía que los Gladiadores comían carne, pues no era así. Debido a que la carne era muy cara para ‘simples esclavos’, así que estos se alimentaban de vegetales, tenían los suficientes nutrientes y no se gastaba tanto en su comida.
Buscando al maestro, lo encontró sin lugar a dudas, les estaba enseñando a un par de jóvenes como empuñar una espada y el Maestro al ver a Mauritius, le cedió la espada de madera a uno de sus aprendices y giró la cabeza un momento hacia todos sus alumnos para decirles a todos. - En un momento regreso, sigan practicando ustedes…
El hombre tenía una carrera irrefutable, había ganado cincuenta peleas en el coliseo, incluyendo un par más en de contra animales cuando se festejaba a lo grande. Sin duda alguna era un gladiador con experiencia, era por eso que Mauritius había escogido a ese hombre como maestro de Palumbus. El hombre era tosco, pero tenía suficiente escuela para hablarles bien a las personas, sobretodo cuando de un hombre tan importante como el senador que tenía enfrente se tratase.
- Senador, es un halago que esté usted aquí, ¿En que puedo ayudarle?
- Quiero ver a Palumbus.
- Si, señor, ¿Quiere seguirme donde está entrenando o quiere que se lo traiga?
- Te sigo.
Dijo el senador para que el antiguo gladiador juntara sus manos como si diese un aplauso y asintió con su cabeza para darle la espalda. Comenzó a caminar hacia donde estaban todos entrenando, allá a lo lejos se podía ver a Palumbus, prácticamente un joven, no poseía un gran físico, más bien era pequeño lo que le servía para escapar en los combates. Era uno de los pocos que había escapado de la ‘red’, esa arma era mortal, debido a que lanzaban la red encima y no había forma de escapar; sin embargo gracias a la pequeña contextura que éste tenía cuando le lanzaron la red comenzó a moverse de lado a lado hasta liberarse y poder ganarle a su rival solo con su escudo. Una gran pelea épica que se hablaba a cada rato al mencionar el nombre Palumbus.
El hombre señaló a Palumbus con su mano y Mauritius comenzó a caminar a él, mientras su maestro se iba a seguir enseñando a los demás el arte del combate. Allí estaba Palumbus, golpeando con sus puños una enorme tabla de madera para endurecer los nudillos en caso de ser desarmado en mitad de un combate.
- Buenos días, Palumbus.
- Buenos días, Señor.
Musitó con todo respeto el hombre mientras seguía golpeando la madera. Mauritius observaba todos los movimientos del hombre, su mirada se centraba en su gladiador, tenía buen físico, lo que quería decir que no estaba holgazaneando y no abusando de su libertad. El joven golpeó una vez mas la enorme madera y esta se rompió en miles de pedazos, haciendo que el gladiador comenzara a distender su mano para que calmase el dolor de su golpe final y observó a su ‘amo’
- ¿En que puedo ayudarle?
- Absolutamente en nada. Como acordamos siempre, vengo a pagarte por lo que vales, chico. Estaba de paso por aquí, pero toma… tengo suficiente para tu paga.
Dijo Mauritius entregándole una bolsa de monedas de oro a Palumbus que abrió el morral y se fijó que tenía dentro, para asentir con bastante sorpresa, ya que era más de lo debido. Sorprendido el joven hizo una pequeña reverencia e hizo el saludo tradicional de Roma para musitar lentamente y por lo bajo.
- Muchas gracias señor, aunque creo que es mas de lo acordado.
- Preocúpate por tu vida y por seguir ganando en la Arena, no por lo que hago con mi oro, sigue ganando y quizás recibas mucho más de lo que recibes ahora. Tomate el día libre por hoy, no quiero que holgazanees mucho pero hoy tómatelo libre. Espero lo disfrutes.
Dijo Mauritius para darle la espalda a su gladiador y marchándose hacia el maestro de éste. Le dio todas las indicaciones de que hoy le dejara salir, después de toda la fuente de dinero que había ganado en las apuestas gracias a su última victoria en realidad le había dado suficiente dinero como para veinte veces más de lo que le había dado al Gladiador, pero si se guardaba el secreto ambos se iban felices. Palumbus pronto salió de la arena bien vestido, gracias a que Mauritius le había comprado un par de las mejores, no escatimaba en gastos para con su gladiador, debido a que quería que fuera el mejor de toda Roma, como pronto lo sería su amo.
Mauritius- Dios/a
- Reino : Olimpo
Templo del Trueno
Ataques :
AD - Crucificacion Sangrienta (4400)
AM - Circus Flame (5250)
AF - Dark Coffin (5950)
AF - Estrella de Muerte[i] (5950)
Defensa :
Lightning Shield
Cantidad de envíos : 378
Re: Escuelas de Gladiadores [Al Borde del Colíseo]
Despues de haber ido a pagarle sus honorarios a mi gladiador, Palumbus, tenia suficiente dinero como para poder disfrutarlo, ahora solo necesitaba despejar la mente, mi bolsa lleno de monedas de oro, hacian que me sintiera aun mas poderoso, porque casi sin hacer nada habia ganado algo, mi sirviente, era sin duda uno de los mejores gladiadores de roma, por lo cual necesitaba alguna compañia extra y no habia cosa mas divertida de poder ir a la sobajera, el cual, despues de haber ido la primera vez me habia sorpredido de lo que podia llevarse acabo ahi, todos los placeres carnales estaban presentes, y con suficientes monedas seria recibido como lo que era un senador.
Me dirigi hacia las calzadas, caminaba con elegancia, para que toda esa escoria de la sociedad pudiese mirarme, si, sabian que era yo el engreido Mauritius, todos me miraban con ojos de desprecio, porque alguna vez estube en el lodo como ellos, y los miraba de lado a lado, pero la vida da muchas vueltas, unas veces estas abajo y otras arriba, asi era, una simple ruleta rusa, ahora veia casi de reojo a todos, porque no fuera que unos ladrones quisieran robarme, aunque descubri un poco mi espada de mi capa, para que todos lo observaran, estaban casi advertidos de que si me tocaban, rodarian cabezas.
Que me ven pedazos de escorias, y mire rapidamente a los hombres que estaban ahi, a las mujeres guapas, y a las doncellas, me les acercaba y me hacia el muy gentil con ellas. Buenos dias dulce damicela, usted es como una rosa, una rosa es la mínima expresión de belleza de una mujer, y una mujer es la máxima expresión de belleza de una rosa.- pero antes de recibir respuesta corrian de ahi, sabian que no era amor lo que yo senti, solo era una noche pasajera lo que sentirian por mi parte, y seguia caminando, casi todas las veces, las ilusas caian a mi pies, y la velada era en mi villa, en mi recamra principal, pero eso no estaba en mi planes, ahora era cuestion de divertirme e ir a tomar un poco de vino.
Me dirigi hacia las calzadas, caminaba con elegancia, para que toda esa escoria de la sociedad pudiese mirarme, si, sabian que era yo el engreido Mauritius, todos me miraban con ojos de desprecio, porque alguna vez estube en el lodo como ellos, y los miraba de lado a lado, pero la vida da muchas vueltas, unas veces estas abajo y otras arriba, asi era, una simple ruleta rusa, ahora veia casi de reojo a todos, porque no fuera que unos ladrones quisieran robarme, aunque descubri un poco mi espada de mi capa, para que todos lo observaran, estaban casi advertidos de que si me tocaban, rodarian cabezas.
Que me ven pedazos de escorias, y mire rapidamente a los hombres que estaban ahi, a las mujeres guapas, y a las doncellas, me les acercaba y me hacia el muy gentil con ellas. Buenos dias dulce damicela, usted es como una rosa, una rosa es la mínima expresión de belleza de una mujer, y una mujer es la máxima expresión de belleza de una rosa.- pero antes de recibir respuesta corrian de ahi, sabian que no era amor lo que yo senti, solo era una noche pasajera lo que sentirian por mi parte, y seguia caminando, casi todas las veces, las ilusas caian a mi pies, y la velada era en mi villa, en mi recamra principal, pero eso no estaba en mi planes, ahora era cuestion de divertirme e ir a tomar un poco de vino.
Mauritius- Dios/a
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Re: Escuelas de Gladiadores [Al Borde del Colíseo]
Desde que sali de la llamada La Sobajera en busca de los pasos de Kardia no hacia nada mas que correr, pero realmente no sabia por donde ir por que le habia perdido la pista a sus pasos. El hermano de Sabii habia salido muy rapido, tenia muchisima prisa por encontrar a su hermano y quizas hacer alguna locura, por eso cuando sali de aquel local, lo unico que hice fue guiarme por mi instinto, aunque iba a ser muy dificil dar con el en una ciudad tan grande como esta.
Recorria los barrios bajos y pobres para ir adentrandome cada vez mas en la zona mas decente de la ciudad, mucho mas transitada, con mas personas en las calles. Tambien pase por el mercado, lleno de comida, y cualquier objeto que necesitaras, estaba alli... Lo dificil era saber hacer los trueques para conseguir lo que deseabas en el mercado.
Iba corriendo por las calles del mercado, esquivando a las personas, intentando no chocarme con ninguna. Y un gran edificio se alzaba frente a mis ojos, su forma era circular y de un descomunal tamaño comparado con los demas edificios de la ciudad. Me llamo tanto la atencion y no sabia a donde mas ir para encontrar a Kardia, que me dirigi en direccion a ese lugar
Disculpe! Que es ese lugar de alli??
La mujer a la que la hable me miro muy sorprendida, incluso a punto de reirse. No conocer que era ese edificio era algo muy extraño y denotaba que era un completo extranjero. La mujer respodio a la pregunta, diciendo que aquel lugar era el coliseo, el lugar donde los gladiadores luchaban. Me llamo mucho la atencion toda la explicacion que me daba, un lugar donde los hombres luchaban rodeados de personas....
Gracias!
Me fui corriendo hacia el coliseo tras agradecerselo a la mujer. A medida que me acercaba se veia mas grande e imponente, y cuando lo tuve delante mis ojos se agrandaron, no podia parar de contemplar aquel espectaculo a la vista. Un edificio tan perfectamente construido. Con la boca abierta comence a andar alrededor del coliseo mirandolo desde sus diferentes perspectivas.
Wooow, ojala pudiera entrar algun dia...
Me habia olvidado por completo de buscar a Kardia. Y andando por el exterior del coliseo llegue a un sitio que estaba rodeado de vallas de madera. Dentro habia hombres con escudos, espadas, cascos, y armaduras, luchando o entrenando entre si. Asombrado me monte en la vallas y comence a mirar a esos guerreros.
Quizas algun dia pueda ser tan fuerte como ellos.
Me quede ahi mirandolos como entrenaban, ademas de que estaban tan concentrados en entrenar que no se habian percatado de mi presencia alli, aunque estaba claramente subido en las vallas de madera
Recorria los barrios bajos y pobres para ir adentrandome cada vez mas en la zona mas decente de la ciudad, mucho mas transitada, con mas personas en las calles. Tambien pase por el mercado, lleno de comida, y cualquier objeto que necesitaras, estaba alli... Lo dificil era saber hacer los trueques para conseguir lo que deseabas en el mercado.
Iba corriendo por las calles del mercado, esquivando a las personas, intentando no chocarme con ninguna. Y un gran edificio se alzaba frente a mis ojos, su forma era circular y de un descomunal tamaño comparado con los demas edificios de la ciudad. Me llamo tanto la atencion y no sabia a donde mas ir para encontrar a Kardia, que me dirigi en direccion a ese lugar
Disculpe! Que es ese lugar de alli??
La mujer a la que la hable me miro muy sorprendida, incluso a punto de reirse. No conocer que era ese edificio era algo muy extraño y denotaba que era un completo extranjero. La mujer respodio a la pregunta, diciendo que aquel lugar era el coliseo, el lugar donde los gladiadores luchaban. Me llamo mucho la atencion toda la explicacion que me daba, un lugar donde los hombres luchaban rodeados de personas....
Gracias!
Me fui corriendo hacia el coliseo tras agradecerselo a la mujer. A medida que me acercaba se veia mas grande e imponente, y cuando lo tuve delante mis ojos se agrandaron, no podia parar de contemplar aquel espectaculo a la vista. Un edificio tan perfectamente construido. Con la boca abierta comence a andar alrededor del coliseo mirandolo desde sus diferentes perspectivas.
Wooow, ojala pudiera entrar algun dia...
Me habia olvidado por completo de buscar a Kardia. Y andando por el exterior del coliseo llegue a un sitio que estaba rodeado de vallas de madera. Dentro habia hombres con escudos, espadas, cascos, y armaduras, luchando o entrenando entre si. Asombrado me monte en la vallas y comence a mirar a esos guerreros.
Quizas algun dia pueda ser tan fuerte como ellos.
Me quede ahi mirandolos como entrenaban, ademas de que estaban tan concentrados en entrenar que no se habian percatado de mi presencia alli, aunque estaba claramente subido en las vallas de madera
Suzaku- Status :
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Pegasus Resurrection
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Re: Escuelas de Gladiadores [Al Borde del Colíseo]
El espectaculo habia comenzado muy bien, a Suzaku se le veia encantado en lo que observaba, queria ser como ellos, grandes guerreros que luchaban hasta su ultimo aliento. Con la boca abierta de ilusion los admiraba desde detras de las vallas, sin saber que realmente esos gladiadores luchaban para morir, aunque los que sobrevivian llegaban a tener el respeto de todo el pueblo romano. Una vida dura... pero a Suzaku en ese momento
No me cansaria nunca de ver esto...
Minutos mas tarde Suzaku estaba dormido roncando tirado en el suelo, la ilusion que tenia se desvanecio rapidamente, cambindolo por una buena siesta. Se entusiasmaba tan rapido como se le quitaba la ilusion. Los gladiadores seguian entrenando sin prestar atencion a Suzaku que dormia placidamente.
Pasaron varias horas hasta que comenzaron a salir los gladiadores, uno vio que estaba Suzaku y se acerco a el y con un palo comenzo a darle, para ver si estaba muerto o no seguramente, los ojos del Hispano comenzaron a abrirse poco a poco, como si no quisiera despertar.
Ya esta listo.. el desayuno..?
Con los ojos entrecerrados miraba a su alrededor, aun no era consciente de donde estaba, aun medio dormido. Hasta que vio a aquel guerrero que tapda con su cuerpo la luz del sol. Suzaku dio un pequeño salto hacia atras algo asustado por encontrarselo de pronto frente a el.
Wow!!! Esto disculpe creo que me llaman..!
E incorporandose comenzo a correr del lugar para dirigirse a otro lugar de Roma, sin saber exactamente donde, solo corriendo por Roma como si todo aquello le divirtiese
No me cansaria nunca de ver esto...
Minutos mas tarde Suzaku estaba dormido roncando tirado en el suelo, la ilusion que tenia se desvanecio rapidamente, cambindolo por una buena siesta. Se entusiasmaba tan rapido como se le quitaba la ilusion. Los gladiadores seguian entrenando sin prestar atencion a Suzaku que dormia placidamente.
Pasaron varias horas hasta que comenzaron a salir los gladiadores, uno vio que estaba Suzaku y se acerco a el y con un palo comenzo a darle, para ver si estaba muerto o no seguramente, los ojos del Hispano comenzaron a abrirse poco a poco, como si no quisiera despertar.
Ya esta listo.. el desayuno..?
Con los ojos entrecerrados miraba a su alrededor, aun no era consciente de donde estaba, aun medio dormido. Hasta que vio a aquel guerrero que tapda con su cuerpo la luz del sol. Suzaku dio un pequeño salto hacia atras algo asustado por encontrarselo de pronto frente a el.
Wow!!! Esto disculpe creo que me llaman..!
E incorporandose comenzo a correr del lugar para dirigirse a otro lugar de Roma, sin saber exactamente donde, solo corriendo por Roma como si todo aquello le divirtiese
Suzaku- Status :
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Pegasus Resurrection
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Re: Escuelas de Gladiadores [Al Borde del Colíseo]
Las calles concurridas de Roma le parecían un sitio bueno para la reflexión, pasaba mezclándose entre la gente como uno mas de ellos. Solo que Octavius no podía darse el lujo de integrarse con los ciudadanos de Roma. De hecho a su paso, algunos pobladores comenzaban a murmurar tras su espalda, le conocían demasiado como para pasar inadvertido que el hijo del Cesar había regresado.
Había sido por estos sitios que un desfile en honor conjunto a su hermano se había celebrado. La noticia en sí se había expandido por toda Roma y no había ahora un velo de misterio para aquel que con un porte extraño deambulaba entre ellos. Su corpulencia era notoria, sus pasos eran largos gracias a su alta estura, lo que le permitía una zancada grande. Podría decirse que siempre iba a las prisas pero era evidente que no le apremiaba ni un asunto en particular a menos claro que se tratara de confrontar a su madrastra Diva.
Unos sonidos lejanos de un herrero resonaban entre las callejuelas, mantenía por lo tanto, una enigmática sinfonía que ensalzaba los latidos del corazón guerrero de Octavius. Era aquel mismo sonido en el campamento de su legión donde los últimos preparativos para el armamento y las armaduras se efectuaba para una batalla que todos sabían ocurriría en los primeros rayos de la mañana.
Por alguna razón extraña, él mismo sentía un fragor con todas esas cuestiones, como si una pasión por los combates le invadiera consumiendo su mortal alma. Distantes le parecían los días en los que comandaba el destino de muchos hombres, mismos que no pudieron hacer el retorno a casa. Él era el único de un millar de soldados que extrañamente se creían muertos, al menos ninguna noticia de las acciones de la legión expedicionaria.
Una extraña maldición le había caído en tierras salvajes, una que no podía explicar ni sus motivos particulares, pero que le hacía comportarse ligeramente extraño a como era antes. Incluso una extraña manía por esa espada amorfa que siempre colgaba de un cincho especial le hacía no separarse nunca de ella. Su mirada destellaba un brillo malicioso entre sus pensamientos, una que perdió lucidez apenas se dio cuenta de su ubicación en las proximidades.
Sin miramientos detuvo su andar a las afueras de una escuela donde los esclavos eran adiestrados para gladiadores. Su nombre en sí correspondía a una etimología de la bien famosa gladius. Espada normativa en el imperio y que con ella se hacía uso común en el arte del combate. Aquellos hombres sólo estaban destinados al entretenimiento masivo de la población. Sin duda una medida alternativa para mantener contenta a la población tras los grandes problemas en desabasto de grano en todo el imperio.
Sería entonces por eso que un acuerdo estaba en puerta. Octavius había abogado por ello aunque su sangre clamaba otra cosa. Simplemente era la confrontación inicial declarada cuando se entero de Diva. Él mismo había levantado ciertas sospechas contra ella, y la confrontación entre su tía y ella le habían despejado algunas dudas. Sobre todo lo referente a su madre, a pocos días Octavius contemplaba la caída de aquella serpiente. El primer paso había sido dado y prueba de ello era que no se harían las cosas como tenía pensado para si misma ni para Egipto y Roma.
Se mantuvo un tanto pensativo, contemplaba en ocasiones el desarrollo del entrenamiento. Por un momento la idea de combatir en el circo romano le entusiasmaba. Evocar la lucha y la sangre era algo que extrañaba, pero por ahora no podía darse ese lujo. Debía mantener cierto estatus en la ciudad por lo que optó con simplemente ser un espectador más.
Había sido por estos sitios que un desfile en honor conjunto a su hermano se había celebrado. La noticia en sí se había expandido por toda Roma y no había ahora un velo de misterio para aquel que con un porte extraño deambulaba entre ellos. Su corpulencia era notoria, sus pasos eran largos gracias a su alta estura, lo que le permitía una zancada grande. Podría decirse que siempre iba a las prisas pero era evidente que no le apremiaba ni un asunto en particular a menos claro que se tratara de confrontar a su madrastra Diva.
Unos sonidos lejanos de un herrero resonaban entre las callejuelas, mantenía por lo tanto, una enigmática sinfonía que ensalzaba los latidos del corazón guerrero de Octavius. Era aquel mismo sonido en el campamento de su legión donde los últimos preparativos para el armamento y las armaduras se efectuaba para una batalla que todos sabían ocurriría en los primeros rayos de la mañana.
Por alguna razón extraña, él mismo sentía un fragor con todas esas cuestiones, como si una pasión por los combates le invadiera consumiendo su mortal alma. Distantes le parecían los días en los que comandaba el destino de muchos hombres, mismos que no pudieron hacer el retorno a casa. Él era el único de un millar de soldados que extrañamente se creían muertos, al menos ninguna noticia de las acciones de la legión expedicionaria.
Una extraña maldición le había caído en tierras salvajes, una que no podía explicar ni sus motivos particulares, pero que le hacía comportarse ligeramente extraño a como era antes. Incluso una extraña manía por esa espada amorfa que siempre colgaba de un cincho especial le hacía no separarse nunca de ella. Su mirada destellaba un brillo malicioso entre sus pensamientos, una que perdió lucidez apenas se dio cuenta de su ubicación en las proximidades.
Sin miramientos detuvo su andar a las afueras de una escuela donde los esclavos eran adiestrados para gladiadores. Su nombre en sí correspondía a una etimología de la bien famosa gladius. Espada normativa en el imperio y que con ella se hacía uso común en el arte del combate. Aquellos hombres sólo estaban destinados al entretenimiento masivo de la población. Sin duda una medida alternativa para mantener contenta a la población tras los grandes problemas en desabasto de grano en todo el imperio.
Sería entonces por eso que un acuerdo estaba en puerta. Octavius había abogado por ello aunque su sangre clamaba otra cosa. Simplemente era la confrontación inicial declarada cuando se entero de Diva. Él mismo había levantado ciertas sospechas contra ella, y la confrontación entre su tía y ella le habían despejado algunas dudas. Sobre todo lo referente a su madre, a pocos días Octavius contemplaba la caída de aquella serpiente. El primer paso había sido dado y prueba de ello era que no se harían las cosas como tenía pensado para si misma ni para Egipto y Roma.
Se mantuvo un tanto pensativo, contemplaba en ocasiones el desarrollo del entrenamiento. Por un momento la idea de combatir en el circo romano le entusiasmaba. Evocar la lucha y la sangre era algo que extrañaba, pero por ahora no podía darse ese lujo. Debía mantener cierto estatus en la ciudad por lo que optó con simplemente ser un espectador más.
Octavius- Dios/a
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Re: Escuelas de Gladiadores [Al Borde del Colíseo]
Era la juventud de la tarde, cuando los pasos enormes de Aldebarán se hicieron sentir en la entrada de la Escuela de Gladiadores. Su corazón por muy raro que fuera para él, comenzó a latir, era raro por el hecho de que no era alguien que expresara mucho sus emociones y si lo hacía, su torpeza, brutalidad y gigantismo no le permitían ser un gran conocedor del arte de entregar cariño, tan solo su carisma le permitía no matar a alguien. Su alma le pedía a gritos encontrarlo, puesto que comenzó a correr.
Ingresó en la academia de Gladiadores, donde su gran amigo, consejero y maestro Ydrah solía enseñarle a los aprendices un poco acerca del arte de la espada. Con el no había aprendido solo a combatir, cuerpo a cuerpo (porque no le gustaban, ni le gustan las armas a Aldebarán; algo raro en tiempos de guerra. Pero es como si el destino así lo quisiera, tocar un arma para él sería muy… deshonroso.) pero aquel viejo le había enseñado también a sobrevivir sin padres en su corto tiempo de vida.
Habían pasado varios años que se había despedido de aquel gran guerrero, el mentor; no hubiera mejor que él, pues así lo pensaba Aldebarán. Un hombre muy sabio por sobretodos las cosas, alguien que no te conmovía por su forma de pelear sino por su forma de enseñar, algo que intentaba copiar el gigante para ser mas puro; sí, aun más de lo que era puesto que el se sentía un hombre que no había alcanzado la sabiduría.
Ingresó a la habitación de Ydrah, pero esta estaba vacía. Era común en él, puesto que el gladiador tenía ya su familia formada y no vivía ahí en tiempo completo, tan solo se quedaba en ella de vez en cuando; según le daba los tiempos. Sonrió, puesto que de seguro estaría con su hija y su esposa, pero necesitaba primero sacarse la duda si aun ese viejo seguía enseñando, así que al primer Gladiador que pasó, Aldebarán interrumpió con un toque de hombros y cuando este se giró, observó hacia arriba por la gran altura de aquel enorme hombre, fue en ese momento que el gigante masculló.
- Disculpa, ¿Pero sabes si puedo encontrar a Ydrah por aquí?
- ¿Ydrah? No conozco a nadie con ese nombre.
- Es un maestro de los tantos de aquí, pero quizás no lo conozcas porque eres nuevo. ¿No sabes donde pueda encontrar a alguien con más experiencia?
- Sí, allí…
Musitó el aprendiz, señalando a un hombre bastante robusto de una barba prominente que estaba sentado sobre encima de un barril de agua, mientras todos a su alrededor entrenaban, quien terminara de hacer sus ejercicios podría beber era algo que también hacía el viejo Ydrah para con sus aprendices, para incentivarlos a que den el todo por el todo en batalla tanto como en entrenamiento, que era algo muy importante para sobrevivir en la arena de gladiadores frente a leones o gladiadores extranjeros. Aldebarán se acercó hacia aquel barbudo, que tenía una cicatriz que abarcaba todo su ojo derecho y llegaba a la mejilla, seguro producto de alguna lucha; casi sin dejarle preguntar al gigante el maestro inquirió.
- ¿Qué buscas, joven?
- Estaba buscando al viejo Ydrah. ¿Sigue enseñando aquí en esta escuela o ya se retiró?
- Se retiró…
- ¿Y sabe donde pueda encontrarlo? Es una persona muy importante para mí.
- Lo lamento chico, pero se retiró a un lugar donde jamás podrías ir.
- ¿Qué quiere decir con ello?
- El mundo es demasiado amplio, pero nunca imposible de recorrer. Si yo dijera que nunca podrías ir a ese lugar, es obviamente a donde se ha ido el viejo Ydrah.
- ¿Usted esta queriendo decir que…? Pero no puede ser...
- Exactamente jovencito, el falleció hace dos años; producto de una enfermedad.
Aldebarán ni siquiera pudo reaccionar… aquel que lo había entrenado se había ido y el ni siquiera estuvo ahí para despedirse, para demostrarle que no era alguien mas sino alguien muy importante para él y de seguro para varios. El gigante comenzó a temblar, estaba confundido, sus ojos se comenzaron a dilatar pero en ese momento cerró su puño fuertemente, apretándolo con bronca; para evitar llorar. Puesto que era algo que el viejo Ydrah jamás hubiese querido.
- Ya veo… disculpe usted señor.
Dijo Aldebarán para darse la vuelta y observar a su alrededor la escuela de gladiadores, le hacía recordar prontamente la cara del viejo Ydrah, le daba un tanto de furia, no solo porque Ydrah parecía ser inmortal para él, sino que nunca pensó que algo así le iba a pasar. Parecía ser que ya los Dioses no le sonreían en su día, fue así que comenzó a caminar a paso lento, puesto que aun le quedaba el recuerdo del anciano que lo forjó como guerrero y no moriría si permanecía dentro de su corazón.
- Oye, joven… ¿Puedo saber tu nombre?
- Aldebarán. – Musitó un tanto cortante.
- Pensé que era todo una mentira del viejo antes de morir. Pero Ydrah me comentó sobre ti, me dijo que si algún día te viera, te dijera que el te vigilaría desde el mas allá para ver que aun sigues siendo aquel hombre que el quisiera que seas… y me dejó este presente.
Musitó el barbudo para lanzar algo a Aldebarán que estaba de espaldas y lo atajó, solo por sus grandes reflejos, pues cuando abrió su mano era nada más y nada menos que una pequeña insignia dorada, que tenía un toro labrado en su centro. Aldebarán sonrió, pues el toro era símbolo de fortaleza, al menos así lo decía Ydrah.
- Gracias…
Dijo Aldebarán para sonreírle al viejo y darse la vuelta, pero no encontró absolutamente a nadie. Observó para todos lados, pero parecía ser que no estaba aquel anciano… parpadeó dos veces para intentar volver en sí y cuando cayó en la cuenta tan solo sonrió. Asintiendo dos veces con su cabeza y dejando notar su sonrisa, cual gato de chesire.
… Ydrah.
La enormidad de Aldebarán así como llegó se marchó hacia Roma a caminar por las viejas calles que lo vieron crecer, era un tanto de nostalgia, pero en ningún momento dejó de guardar en su puño aquella insignia dorada.
Ingresó en la academia de Gladiadores, donde su gran amigo, consejero y maestro Ydrah solía enseñarle a los aprendices un poco acerca del arte de la espada. Con el no había aprendido solo a combatir, cuerpo a cuerpo (porque no le gustaban, ni le gustan las armas a Aldebarán; algo raro en tiempos de guerra. Pero es como si el destino así lo quisiera, tocar un arma para él sería muy… deshonroso.) pero aquel viejo le había enseñado también a sobrevivir sin padres en su corto tiempo de vida.
Habían pasado varios años que se había despedido de aquel gran guerrero, el mentor; no hubiera mejor que él, pues así lo pensaba Aldebarán. Un hombre muy sabio por sobretodos las cosas, alguien que no te conmovía por su forma de pelear sino por su forma de enseñar, algo que intentaba copiar el gigante para ser mas puro; sí, aun más de lo que era puesto que el se sentía un hombre que no había alcanzado la sabiduría.
Ingresó a la habitación de Ydrah, pero esta estaba vacía. Era común en él, puesto que el gladiador tenía ya su familia formada y no vivía ahí en tiempo completo, tan solo se quedaba en ella de vez en cuando; según le daba los tiempos. Sonrió, puesto que de seguro estaría con su hija y su esposa, pero necesitaba primero sacarse la duda si aun ese viejo seguía enseñando, así que al primer Gladiador que pasó, Aldebarán interrumpió con un toque de hombros y cuando este se giró, observó hacia arriba por la gran altura de aquel enorme hombre, fue en ese momento que el gigante masculló.
- Disculpa, ¿Pero sabes si puedo encontrar a Ydrah por aquí?
- ¿Ydrah? No conozco a nadie con ese nombre.
- Es un maestro de los tantos de aquí, pero quizás no lo conozcas porque eres nuevo. ¿No sabes donde pueda encontrar a alguien con más experiencia?
- Sí, allí…
Musitó el aprendiz, señalando a un hombre bastante robusto de una barba prominente que estaba sentado sobre encima de un barril de agua, mientras todos a su alrededor entrenaban, quien terminara de hacer sus ejercicios podría beber era algo que también hacía el viejo Ydrah para con sus aprendices, para incentivarlos a que den el todo por el todo en batalla tanto como en entrenamiento, que era algo muy importante para sobrevivir en la arena de gladiadores frente a leones o gladiadores extranjeros. Aldebarán se acercó hacia aquel barbudo, que tenía una cicatriz que abarcaba todo su ojo derecho y llegaba a la mejilla, seguro producto de alguna lucha; casi sin dejarle preguntar al gigante el maestro inquirió.
- ¿Qué buscas, joven?
- Estaba buscando al viejo Ydrah. ¿Sigue enseñando aquí en esta escuela o ya se retiró?
- Se retiró…
- ¿Y sabe donde pueda encontrarlo? Es una persona muy importante para mí.
- Lo lamento chico, pero se retiró a un lugar donde jamás podrías ir.
- ¿Qué quiere decir con ello?
- El mundo es demasiado amplio, pero nunca imposible de recorrer. Si yo dijera que nunca podrías ir a ese lugar, es obviamente a donde se ha ido el viejo Ydrah.
- ¿Usted esta queriendo decir que…? Pero no puede ser...
- Exactamente jovencito, el falleció hace dos años; producto de una enfermedad.
Aldebarán ni siquiera pudo reaccionar… aquel que lo había entrenado se había ido y el ni siquiera estuvo ahí para despedirse, para demostrarle que no era alguien mas sino alguien muy importante para él y de seguro para varios. El gigante comenzó a temblar, estaba confundido, sus ojos se comenzaron a dilatar pero en ese momento cerró su puño fuertemente, apretándolo con bronca; para evitar llorar. Puesto que era algo que el viejo Ydrah jamás hubiese querido.
- Ya veo… disculpe usted señor.
Dijo Aldebarán para darse la vuelta y observar a su alrededor la escuela de gladiadores, le hacía recordar prontamente la cara del viejo Ydrah, le daba un tanto de furia, no solo porque Ydrah parecía ser inmortal para él, sino que nunca pensó que algo así le iba a pasar. Parecía ser que ya los Dioses no le sonreían en su día, fue así que comenzó a caminar a paso lento, puesto que aun le quedaba el recuerdo del anciano que lo forjó como guerrero y no moriría si permanecía dentro de su corazón.
- Oye, joven… ¿Puedo saber tu nombre?
- Aldebarán. – Musitó un tanto cortante.
- Pensé que era todo una mentira del viejo antes de morir. Pero Ydrah me comentó sobre ti, me dijo que si algún día te viera, te dijera que el te vigilaría desde el mas allá para ver que aun sigues siendo aquel hombre que el quisiera que seas… y me dejó este presente.
Musitó el barbudo para lanzar algo a Aldebarán que estaba de espaldas y lo atajó, solo por sus grandes reflejos, pues cuando abrió su mano era nada más y nada menos que una pequeña insignia dorada, que tenía un toro labrado en su centro. Aldebarán sonrió, pues el toro era símbolo de fortaleza, al menos así lo decía Ydrah.
- Gracias…
Dijo Aldebarán para sonreírle al viejo y darse la vuelta, pero no encontró absolutamente a nadie. Observó para todos lados, pero parecía ser que no estaba aquel anciano… parpadeó dos veces para intentar volver en sí y cuando cayó en la cuenta tan solo sonrió. Asintiendo dos veces con su cabeza y dejando notar su sonrisa, cual gato de chesire.
… Ydrah.
La enormidad de Aldebarán así como llegó se marchó hacia Roma a caminar por las viejas calles que lo vieron crecer, era un tanto de nostalgia, pero en ningún momento dejó de guardar en su puño aquella insignia dorada.
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Re: Escuelas de Gladiadores [Al Borde del Colíseo]
Ya no escuchaba el dulce sonido del viento que tanto me había acompañado durante el trayecto, ni siquiera podía percibir ahora su suave contacto contra mi piel al haber entrado a la ciudad aunque sabía que por alguna singular razón me estaría acompañando siempre… era extraño incluso imaginar eso a esas alturas pero no dejaba de sentir aquella sensación que me incitaba a escapar solo por sentir el mismo aire golpear contra mi cuerpo… un deseo mucho más grande que el de explorar la misma Roma. Al final pude entender que solo quería sentir el viento rodeándome y darme esa sensación de libertad que solo lograba experimentar con su leve roce.
El hombre me llamaba varias veces pues mi mirada lucía perdida buscando esa mínima brisa, volvía mi rostro a su dirección avisándome que habíamos llegado al lugar, aún seguía sin creerle por lo que asomaba mi rostro viendo ahora que sus palabras eran verdad. El chofer solo sonrió pues mi actitud se volvía más descuidada de lo que podía aparentar, la puerta se abría asomando una mano para ayudarme a bajar… la yema de mis dedos apenas rozaron su piel para después apoyarme firmemente y dar un pequeño salto al suelo. Al ver la carroza les pareció ordinario que cualquier senador u hombre de negocios se paseara por esos rumbos pero las miradas ahora se detenían al darse cuenta que una mujer… una extranjera bajara para hacer una visita solo por simple curiosidad. Al reconocer mi procedencia un pequeño círculo se formaba alrededor del vehículo solo para cerciorarse si no estaba acompañada…
Ya estaba totalmente acostumbrada a que me vieran por lo que no le di importancia, el chofer rápidamente vociferaba que se apartaran del camino para que volvieran a sus actividades, preocupado me decía que me llevaría a cualquier otro sitio pero solo aumentaba mi curiosidad negándome rotundamente a esa notable advertencia. El sujeto no podía dejar la carroza sola por temor a que se la llevaran pero sin un acompañante que me guiara lo más seguro era que me perdería… y eso era lo que quería, el perderme para olvidarme completamente de todo y depender de mi suerte como siempre lo había hecho, lo tomé entre mis manos compartiéndole una leve sonrisa diciéndole con ese pequeño acto que me encontraría a salvo, el hombre por fin pareció entender esa desesperación que se ocultaba tras mi mirada dejándome ir completamente, soltándolo con cuidado me di la vuelta para avanzar mis primeros pasos y escabullirme entre la multitud aunque era sumamente difícil llamando la atención no solo por la raza egipcia sino que también por la vestimenta y la joyería que usaba en esos momentos, a pesar de eso seguía entusiasta avanzando cada vez más y perderme de vista del chofer.
Estaré bien.. por alguna razón… aun permanezco con vida… madre.. estoy segura que nos encontraremos algún día.
De repente un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar el sonido de espadas y armas chocando unas contra otras, inesperadamente las imágenes aterraron mi mente creando un pánico que crecía desmesuradamente hasta hacerme temblar… unos hombres me habían visto resultándoles gracioso para atreverse a acercarse, no dejaba de confundir las imágenes del día en que atacaron mi hogar confundiéndolas con mi propia realidad. Asustada un tipo tomaba mi mano para incrementar mi miedo y burlarse solo de mí para quitar su aburrimiento en esa tarde, enfadada lograba abofetearlo dejando una clara marca sobre su mejilla pero solo eso ocasiono la humillación de ese tipo tratando de que pagara las consecuencias de mis actos al atreverme yo… una basura egipcia como se refería a golpear un gladiador.
Tú te crees mucho más importante que nosotros verdad?... pues somos más valiosos que tú pues al menos nos dejan luchar para sobrevivir mientras que tu dependes de una guerra por tu miserable existencia.. no tienes nada!!
Qué es lo que tanto alardeas?!! tu jamás podrás conseguir la libertad de la que puedo disfrutar ahora... aunque si tuviera que escoger la muerte a tener una vida atada a expensas de otros por mera diversión... prefiero mil veces que me humillen a que vivir tu infierno.
Maldita... ahora aprenderás.
Seguí forcejeando para liberarme pero las risas incesantes no paraban cuando quiso hacerme daño, fue entonces que lo mordí sintiendo como mis dientes penetraban algo de su piel.. el gladiador grito botándome al suelo notando la herida, sus compañeros irrumpieron en una sonora carcajada viendo lo cómico que resulto aquello, me levantaba de inmediato para empezar a correr tomándome la muñeca y notando como esta trataba de inflamarse, apretaba con fuerza soportando el dolor ya que la corpulencia y tamaño lograron aturdirme.
El hombre me llamaba varias veces pues mi mirada lucía perdida buscando esa mínima brisa, volvía mi rostro a su dirección avisándome que habíamos llegado al lugar, aún seguía sin creerle por lo que asomaba mi rostro viendo ahora que sus palabras eran verdad. El chofer solo sonrió pues mi actitud se volvía más descuidada de lo que podía aparentar, la puerta se abría asomando una mano para ayudarme a bajar… la yema de mis dedos apenas rozaron su piel para después apoyarme firmemente y dar un pequeño salto al suelo. Al ver la carroza les pareció ordinario que cualquier senador u hombre de negocios se paseara por esos rumbos pero las miradas ahora se detenían al darse cuenta que una mujer… una extranjera bajara para hacer una visita solo por simple curiosidad. Al reconocer mi procedencia un pequeño círculo se formaba alrededor del vehículo solo para cerciorarse si no estaba acompañada…
Ya estaba totalmente acostumbrada a que me vieran por lo que no le di importancia, el chofer rápidamente vociferaba que se apartaran del camino para que volvieran a sus actividades, preocupado me decía que me llevaría a cualquier otro sitio pero solo aumentaba mi curiosidad negándome rotundamente a esa notable advertencia. El sujeto no podía dejar la carroza sola por temor a que se la llevaran pero sin un acompañante que me guiara lo más seguro era que me perdería… y eso era lo que quería, el perderme para olvidarme completamente de todo y depender de mi suerte como siempre lo había hecho, lo tomé entre mis manos compartiéndole una leve sonrisa diciéndole con ese pequeño acto que me encontraría a salvo, el hombre por fin pareció entender esa desesperación que se ocultaba tras mi mirada dejándome ir completamente, soltándolo con cuidado me di la vuelta para avanzar mis primeros pasos y escabullirme entre la multitud aunque era sumamente difícil llamando la atención no solo por la raza egipcia sino que también por la vestimenta y la joyería que usaba en esos momentos, a pesar de eso seguía entusiasta avanzando cada vez más y perderme de vista del chofer.
Estaré bien.. por alguna razón… aun permanezco con vida… madre.. estoy segura que nos encontraremos algún día.
De repente un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar el sonido de espadas y armas chocando unas contra otras, inesperadamente las imágenes aterraron mi mente creando un pánico que crecía desmesuradamente hasta hacerme temblar… unos hombres me habían visto resultándoles gracioso para atreverse a acercarse, no dejaba de confundir las imágenes del día en que atacaron mi hogar confundiéndolas con mi propia realidad. Asustada un tipo tomaba mi mano para incrementar mi miedo y burlarse solo de mí para quitar su aburrimiento en esa tarde, enfadada lograba abofetearlo dejando una clara marca sobre su mejilla pero solo eso ocasiono la humillación de ese tipo tratando de que pagara las consecuencias de mis actos al atreverme yo… una basura egipcia como se refería a golpear un gladiador.
Tú te crees mucho más importante que nosotros verdad?... pues somos más valiosos que tú pues al menos nos dejan luchar para sobrevivir mientras que tu dependes de una guerra por tu miserable existencia.. no tienes nada!!
Qué es lo que tanto alardeas?!! tu jamás podrás conseguir la libertad de la que puedo disfrutar ahora... aunque si tuviera que escoger la muerte a tener una vida atada a expensas de otros por mera diversión... prefiero mil veces que me humillen a que vivir tu infierno.
Maldita... ahora aprenderás.
Seguí forcejeando para liberarme pero las risas incesantes no paraban cuando quiso hacerme daño, fue entonces que lo mordí sintiendo como mis dientes penetraban algo de su piel.. el gladiador grito botándome al suelo notando la herida, sus compañeros irrumpieron en una sonora carcajada viendo lo cómico que resulto aquello, me levantaba de inmediato para empezar a correr tomándome la muñeca y notando como esta trataba de inflamarse, apretaba con fuerza soportando el dolor ya que la corpulencia y tamaño lograron aturdirme.
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Re: Escuelas de Gladiadores [Al Borde del Colíseo]
- ¿Está interesado en hacerse de un gladiador para que luche en su nombre señor Octavius?
Una voz voz senil a su costado le despertó ligeramente de su letargo volviendo su rostro hacia la persona que en esos momentos le miraba con ojos expectantes. Octavius había permanecido de frente a la escuela de gladiadores absorto, remembrando escenas de batallas pasadas, sangrientas y encarnizadas. Sus pensamientos enfocados hacia ese tipo de experiencias eran muy frecuentes, le estaba siguiendo desde que estuvo en las regiones devastadas de Germania y en donde salvó la vida gracias a la intervención de dos gemelos.
Recordaba mucho a la chica y su forma de tratarlo, el nombre de Sarahissa se le quedaría grabado por un largo tiempo. No podía imaginarse que estaría haciendo para esos momentos pero esos sentimientos que se permitía muy poco para alguien se esfumaron ante la presencia de ese anciano de barba abundante que compensaba la ausencia de cabello. - Ocupate de tus asuntos anciano, no ando en busca de guerreros. - La tonalidad de su voz grave evidenciaba al momento que se encontraba tenso.
- Entiendo señor, pero me imagine que podría estar interesado en uno de los magníficos guerreros que entrenan en esta escuela... - El viejo desistió ante la mirada imperturbable de Octavius. Le reconoció desde ese espectáculo organizado en honor al retorno de los héroes romanos. Pero no se hubiera imaginado verle en ese instante solo y precisamente en su establecimiento. Lo pensó un poco y cambió su oferta inicial.
- Quizá lo que prefiera es asistir a los combates como miembro especial. Contemplar el arte de la guerra escenificado dentro del circo romano. Hombres y bestias recreando pasajes de grandes epopeyas. La sangre corriendo a raudales para honrar a todos esos personajes ilustres. - El ceño de Octavius se contrajo tanto, aquella explicación le removió el interior, le había tocado una fibra de ser y la sangre parecía en esos instantes acelerarse a la par de sus latidos que martillaban en su pecho.
En un momento su respiración se altero en un frenesí inexplicable, sus ojos comenzaban a destilar un brillo rayando en lo desquiciado, algo que hubiese alertado a quienes lo conocían pero fue un breve lapso, una corriente pasajera como aquella que sopla en contra de las copas de los árboles y así como se modificó ligeramente su proceder, así mismo volvió la calma que expresaba en su pétreo semblante.
El hijo del Cesar asintió levemente para después dirigirse hacia la entrada del gran coliseo romano.
Una voz voz senil a su costado le despertó ligeramente de su letargo volviendo su rostro hacia la persona que en esos momentos le miraba con ojos expectantes. Octavius había permanecido de frente a la escuela de gladiadores absorto, remembrando escenas de batallas pasadas, sangrientas y encarnizadas. Sus pensamientos enfocados hacia ese tipo de experiencias eran muy frecuentes, le estaba siguiendo desde que estuvo en las regiones devastadas de Germania y en donde salvó la vida gracias a la intervención de dos gemelos.
Recordaba mucho a la chica y su forma de tratarlo, el nombre de Sarahissa se le quedaría grabado por un largo tiempo. No podía imaginarse que estaría haciendo para esos momentos pero esos sentimientos que se permitía muy poco para alguien se esfumaron ante la presencia de ese anciano de barba abundante que compensaba la ausencia de cabello. - Ocupate de tus asuntos anciano, no ando en busca de guerreros. - La tonalidad de su voz grave evidenciaba al momento que se encontraba tenso.
- Entiendo señor, pero me imagine que podría estar interesado en uno de los magníficos guerreros que entrenan en esta escuela... - El viejo desistió ante la mirada imperturbable de Octavius. Le reconoció desde ese espectáculo organizado en honor al retorno de los héroes romanos. Pero no se hubiera imaginado verle en ese instante solo y precisamente en su establecimiento. Lo pensó un poco y cambió su oferta inicial.
- Quizá lo que prefiera es asistir a los combates como miembro especial. Contemplar el arte de la guerra escenificado dentro del circo romano. Hombres y bestias recreando pasajes de grandes epopeyas. La sangre corriendo a raudales para honrar a todos esos personajes ilustres. - El ceño de Octavius se contrajo tanto, aquella explicación le removió el interior, le había tocado una fibra de ser y la sangre parecía en esos instantes acelerarse a la par de sus latidos que martillaban en su pecho.
En un momento su respiración se altero en un frenesí inexplicable, sus ojos comenzaban a destilar un brillo rayando en lo desquiciado, algo que hubiese alertado a quienes lo conocían pero fue un breve lapso, una corriente pasajera como aquella que sopla en contra de las copas de los árboles y así como se modificó ligeramente su proceder, así mismo volvió la calma que expresaba en su pétreo semblante.
El hijo del Cesar asintió levemente para después dirigirse hacia la entrada del gran coliseo romano.
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