Jardín de Orquídeas

Y hay estaban cientos de miles de hermosas orquídeas, siendo mecidas de lado a lado por la brisa mañanera de aquella villa, expidiendo su dulzón aroma mientras que el néctar que embargaban en su interior, serbia como nutriente de escarabajos y abejas.

Samantha con mirada vacía admiraba dicho lugar, sus ojos ya estaban arto de llorar tanto, pero dejando atrás eso, lo hizo una vez más, lloro en silencio. Sus pasos fueron lentos y débiles, pero no quitaba su destino, ir hacia un solo punto: el frente; el cual en el se alzaba una vieja fuente, llena de follaje muerto en su interior, mientras que era surcada con siento de enredaderas delgadas.

Sentándose en el quicio de dicha fuente, Samantha cruzó sus piernas, mientras extendía sus brazos, cerrando sus ojos y relamiendo sus gruesos labios, lentamente materializo un aura de índigo color que remarcaba su silueta a la perfección, los suelos comenzaron a temblar mientras que su manso al igual lo hacían, en frente de ella colapsaron dichos suelos, para que tan solo tras el salir de las lavas que quemaban toda fauna, dejaran expuesto aquel metal, de colores amarillos, oscuros y azulados, un tridente y una manzana de imponente porte.
Esta se paro acercándose inmediatamente hacia la armadura dela diosa del cao y la discordia, que yacía esperando ser rosada por su portadora y así lo hizo Samantha, sus manso se posaron en ambas hombreras, causando un destello eléctrico para que dicha armadura se suspendiera frente a la reencarnada diosa, la cual extendió sus brazos, elevo su cosmos y llamado a tal metal para que le cubriera.

Fueros fracciones de segundos los que pasaron, la nube de polvo se disipo y ahí estaba una nueva Samantha, teniendo como vestimenta, una armadura metálica sobre su delgado cuerpo de mujer… y en su mano derecha un enorme y lúgubre tridente, mientras que en la surda una manzana metálica dorada levitaba, estas les miro con impresión reflejada, para que después posara su mirada en el firmamento y surcada una sonrisa macabra.

Los segundos pasaron en total silencio, para que de la nada aquella armadura se extirpara del calor de Samantha, quedando de nuevo suspendida frente a ella y así se dirigiera al cielo a gran velocidad hasta que desapareció entre las nubes de la cúpula celeste.

Samantha ya sabia que debía de ser, simplemente terminar su adiós en ele mundo mortal y así ir tranquilamente hacia le palacio de la discordia, alas lejanías de aquellas tierras, dando media vuelta dejo aquel jardín desbastado por el surgir de su cosmos, para así ir directo a los establos y tomar su caballo, retornando su dirección ala villa Crisadia y en intimidad decir adiós ala persona que as amaba.