[Alejandria] Habitación cerca del jardin

Caminaba por los pasillos del palacio en compañía de la criatura propiedad de Astrid y de la actual reencarnación de la Diosa de la primavera. Una sirvienta los guiaba hasta las habitaciones amablemente ofrecidas por aquella que era nombrada por todas como Ira. El andar de Alizé era lento, no podía ir rápido por que de hacerlo el pequeño animal se podía perder; quizá algo ridículo ya que ese ser parecía seguir a la estrella infernal del orgullo sin que ésta se lo pidiera, lo que indicaba que era una criatura con la inteligencia suficiente para andar por ahí sin perder el camino.

Una vez que llegaron a la habitación la sirvienta desapareció por orden de Kore, dejando a la mujer de cabello violeta y al chico para que terminaran de conversar. Apenas lo estaba notando pero el cabello de la mujer había pasado de ser pelirrojo a un color violáceo, lo cual le extrañaba ya que no recordaba cuándo había ocurrido eso, había sido culpa suyo al no prestar más atención durante la transportación de Roma a Alejandría.

Notaba que Kore se veía un tanto melancólica, como si estuviera triste por algo. No era para sorprenderse, después de la forma en la que fue tratada por aquellas que la sirvieron en algún momento ahora se comportaban de esa forma. La mujer se dirigó hacia la cama, se sentó en ella y acarició las sabanas, para luego redireccionar su mirada al joven de rosada cabellera.

Parecía que la mujer quería tirarse a llorar, algo le decía que así lo iba a ser. Tomó a la criatura por abajo, recogiéndolo por el estomago y elevándolo a la altura de su pecho para proceder a retirarse y dejar que Kore siguiera con sus penas.

Antes de que el chico pudiera dar media vuelta e irse la chica lo miró a los ojos y le preguntó su nombre mortal. Phantasos sonrió y le respondió: -Mi nombre es Alizé, mi nombre mortal.-

Dijo mientras se acercaba un poco a ella junto al animal de extraño pelaje.

La verdad era que él había pensando en huir junto al pequeño animal, pero al ver lo patética que se veía Kore no pudo simplemente dar vuelta y desaparecer, sentía lastima por la mujer y su noble corazón lo ponía en medio de una situación difícil. Y aunque lo quisiera o no, la Diosa era su único boleto de salida de aquel país; él no pensaba quedarse en Egipto por más tiempo, de hecho nadie le pregunto primero si quería ir a ese lugar o no, sólo se lo llevaron contra su voluntad y tuvo que ver como las damas hacían trisas a la Diosa.

Kore lo estaba invitando a ir junto a ella a las ruinas del templo de la primavera, aquel sitio del que únicamente quedaba un enorme cráter afeando el suelo, aunque por lo que sabía las flores eran el elemento decorativo que impedía que aquello fuera una visión totalmente horrorosa.

El muchacho, al no tener otra opción, asintió con la cabeza y le sonrió a la chica mientras abrazaba al animal para que éste no se le cayera de los brazos. La criatura que el muchacho sostenía era muy esponjosa y suave, como una almohada, que se veía algo molesta por el trato que estaba recibiendo de Alizé en ese momento al usarlo como si fuera un juguete al que podía estrujar.


-Como guste, Saphire. Sería un placer para mí acompañarla.-

Le dijo el joven a la deidad. Pudiera ser que Alizé estuviera mintiendo, pero Kore jamás podría saberlo puesto que la inocencia que despedía el chico desde su rostro repleto de ternura al sonreírle hacía que fuera imposible pensar mal de él.

El muchacho suspiro mientras seguía abrazando con fuerza al pequeño animal hasta que éste soltó un débil alarido, no muy fuerte pero que Alizé fue capaz oír. El jovencito elevó a la diminuta criatura a la altura de su rostro mientras besaba su pequeña nariz y lo mimaba como si fuera un pequeño bebé. Después de terminar de atender a Stern el chico regresó con Kore para responderle.

-Para nada. Es muy cierto que no es mi responsabilidad ir contigo pero no tengo otro sitio al cual deba asistir, y por lo visto Astrid no me necesita y sería mejor que la dejara sola con Ira.-

Alizé se acercó un poco a Saphire con la criatura que llevaba contra su pecho, el animal trataba de escapar de Phantasos pero él simplemente no lo dejaba irse pues si se le perdía Astrid no lo iba a perdonar nunca. Era tan descuidado a veces que si no vigilaba bien a la mascota ésta podría marcharse y perderse en el impresionante palacio.

-Además de que requeriré de tu ayuda más adelante, así que digamos que quiero ser tu aliado. Me ayudas y yo te ayudo, ¿te parece bien el acuerdo?-

Dijo el chico mientras acariciaba a Stern y caminaba alrededor de la habitación para no tener que ver a Kore todo el tiempo, le desesperaba tener su mirada sobre una persona y también le fastidiaba que las personas tuvieran las miradas fijas en él.

-Creo que deberías pensarlo bien, por el momento soy el único que está de tu parte así que no sería algo prudente despreciarme.-

El tono de voz de Alizé, que normalmente era amable se escuchó diferente en esa ocasión, como si fuera otra persona la que hablara en lugar del joven de cabello rosa, puesto que la voz sonaba algo más agresiva y seria.

El muchacho dejo que una amplia sonrisa surcara sus labios mientras rascaba por detrás de las orejas de la criatura de suave pelaje, parecía que las cosas que iban a salir tal y como lo quería con Kore, no se podía esperar menos de una mujer cuyo ejercito había decidido abandonarla, no le quedaba de otra que no fuera aceptar la mano de Phantasos para que la ayudara a salir del pozo de lodo en el que había caído por sus errores en eras pasadas.

Mientras acomodaba a Stern en su brazo izquierdo se paró enfrente de la joven y extendió el brazo derecho para darle la mano y cerrar formalmente el pacto.

- Pronto voy a despertar, muy pronto. No te preocupes, yo no cuento con tener fama de traidor. Recuerda que aunque nuestras causas pueden ser diferentes ambas tienen algo en común: Hades. Sería muy tonto de mi parte traicionarte cuando al final tenemos el mismo objetivo, estar del lado del Señor Hades, ¿o me equivoco?-

Alizé se veía sumamente tranquilo al hablar. Estaba frente a la deidad de la primavera, aquella que alguna vez fue la consorte del Dios del Inframundo. Se preguntaba si aquella chiquilla podría recuperar lo perdido, aunque eso a él no le importaba, sólo buscaba beneficiarse a él.

Pero sí, él le ayudaría en todo lo que pudiera, pues no estaba mintiendo, en verdad quería que esa mujer lograra sus metas, ya que le provocaba algo de lastima y se negaba a dejarla sola, era como una obra de caridad andante. Stern seguía quejándose por la presión del brazo del chico sobre su pequeño cuerpo, pero esta vez no emitía sonido alguno, sólo se retorcía por debajo del brazo del muchacho para intentar liberarse, cosa que Alizé no permitió.

-Olvídalo amigo, no te voy a perder de vista.- pensó mientras le dirigía una mirada fría al indefenso animal.