Plazuela del Mercado

por Aglaya Sáb Nov 27, 2010 1:55 am

Recuerdo del primer mensaje :

Los beneficios que obtenía a cambio por simplemente salir a caminar eran maravillosos, conseguía dinero fácil y cosas útiles para el local, aunque últimamente sentía el deseo de querer más y más de lo que ya poseo con más fuerza, si bien ese fue mi plan de inicio en cuanto puse el local con el pasar del tiempo aquel deseo había cedido a la vida relativamente normal y pacífica, teniendo comida en mi mesa y un lugar cómodo donde dormir, pero ahora quería lujos, riqueza, lo que miraba y llamaba mi atención lo debía obtener sino mi mente enloquecía por no tenerlo, mi avaricia se estaba saliendo de control y yo como su sirviente le hacía caso. El caminar me llevo a una plazuela en la cual busqué con la mirada un asiento disponible para descansar un momento, caminé hacía el asiento que vi libre con tranquilidad para luego sentarme, abrí los paquetes en los cuales venían las telas envueltas tocando con cuidado la llamada seda que era suave y delicada al tacto, sin duda quedaría preciosa para un vestido o toga para eventos sociales de la alta sociedad romana, conocida como el circulo de las intrigas, ya que entre ellos mismos se lanzaban puñales envenenados para desacreditar al otro, el poder era todo en aquel círculo social, ya que sin el no eran nada más que un mero ciudadano romano normal, todo era más fácil teniendo poder y riqueza en Roma, solamente debías saber como cuidar tu espalda y elegir sabiamente a tus aliados, teniendo en cuenta que siempre hay que tener a los amigos cerca, pero aún más cerca de los enemigos.

por Sacmis Dom Mayo 06, 2012 12:12 am

El pequeño transporte avanzó por las calles principales del mercado hasta llegar a la plazoleta, donde había una carreta sencilla de tamaño medio, llena de provisiones y vegetales; atada a las riendas había un par de mulas fuertes a las que un hombre griego, bronceado, de cabello castaño claro y grandes músculos, aparentemente acostumbrado a trabajos pesados, con ropas de sirviente les daba trozos de manzana.

La mañana estaba joven, era un día templado y agradable, cuando vio acercarse la cuadriga, de inmediato dejó a las bestias de carga y se apresuró a hacer una reverencia ante la mujer de cabellos oscuros. - Dómina. - Saludó con la mano en el pecho y cuando ella le hizo una señal con la mano se volvió a erguir. - Todo lo necesario para el viaje está en la carreta Dómina, partiremos en cuanto usted disponga. -

La Joven lo miró con una sonrisa y luego miró al moreno. - Doctore... vayamos al coliseo entonces. - Fue toda su orden, y volvió a azuzar a los corceles mientras el otro sirviente subía a la carreta y arriaba a las mulas para seguir de cerca a su ama.

por Priscos Sáb Mayo 12, 2012 1:53 am

-Dueño del poder Zeus lo compartió con sus hermanos, Poseidón y Hades, a quienes dio respectivamente el dominio de los mares y el de las naciones subterráneas. Pero entonces los gigantes, nacidos de la sangre de Urano, quisieron escalar el Olimpo-. Contaba fervientemente Priscos mientras Helena escuchaba atentamente sin despegar su mirada de el, -Ante la presencia de los gigantes palidecieron las estrellas, retrocedió el Sol y la Osa se hundió en el mar. Para asaltar el Olimpo los gigantes colocaron una montaña sobre la otra, y desde la cúspide atacaron a los dioses utilizando como proyectil rocas y troncos de árboles incendiados. Los dioses huyeron aterrorizados y muchos huyeron a Egipto adoptando diversas formas hasta que se organizó la oposición a los gigantes. Pero habia una forma de darles muerte, el asesinato debía ser cometido por un dios y un mortal en combinación. Como existía una hierba mágica en la tierra capaz de hacer inmortales a los gigantes, antes de que éstos lo advirtiera Zeus se apoderó de ella gracias a que el Sol, la Luna y la Aurora no brillaron y de esa manera nadie tuvo la luz necesaria para encontrarla-. Contaba Priscos mientras se acercaban a la fuente tallada para tomar asiento en su orilla -Los dioses comenzaron a armar una contraofensiva y la primera en prestar auxilio a Zeus fue Estigia, que gobernaba un río subterráneo. Ella fue acompañada también por sus hijos la Victoria, el Poder, la Emulación y la Fuerza. Como agradecimiento de Zeus a Estigia, éste dispuso que en adelante fuesen inquebrantables los juramentos que se hacen por ella. Otros dioses acudieron luego a la ayuda de Zeus entre ellos Ares y Atenea-.

por Priscos Dom Mayo 13, 2012 12:37 pm

-Zeus se vio forzado hacerle frente, lanzó contra él uno de sus rayos mortales y acabó con el monstruo. Aquella batalla fue tan épica como la que habia sostenido antes con los titanes- decía Priscos mientras regresaban a aquella fuente para descansar un rato después de caminar, Helena seguía sin decir ninguna palabra pero escuchaba atentamente a Priscos, -Tronaba y resonaba terriblemente la tierra, el ancho cielo arriba, el ponto, las corrientes del Océano y los abismos de la tierra. Se tambaleaba el alto Olimpo bajo sus inmortales pies cuando se levantó el soberano y gemía lastimosamente la tierra.- Decía Priscos y veía como la cara de Helena se llenaba de un sentimiento que antes no habia mostrado, emoción, -Un ardiente bochorno se apoderó del ponto de reflejos azules producido por el trueno, el relámpago.-, Aquella historia desgastaba todos los recursos literarios que Priscos conocía, pero a el no le importaba eso, no le importaba que de tanto hablar su voz quedara reseca y ronca, porque estaba haciendo algo que a el le gustaba mucho, y parecía que a su joven sirvienta también sentía la misma emoción que Priscos sentía al narrar solo que ella era al escuchar.

por Priscos Miér Mayo 16, 2012 7:09 pm

Esta vez Helena Y Priscos pasaron al lado de la otra fuente que se erguía en esta plazuela, pero decidieron no sentarse y pasar de largo mientras Priscos contaba y Helena escuchaba, -Para cumplir el encargo, Prometeo buscó la mejor arcilla de la llanura de Maratón, la mezcló con agua del Ponemo y modeló un muñeco en todo semejante a los dioses, aunque de sólo cuatro codos de altura, al que llamó hombre.- Decía Priscos -Eros le insufló el espíritu de la vida y Atenea lo dotó de alma, después de lo cual el hombre abrió los ojos al mundo.-, Se detuvo Priscos en seco y se puso a reflexionar un momento sobre lo que contaría en seguida, -Pero un día, tanto amaba Prometeo a su criatura, que robó el fuego de los dioses, una chispa del carro del sol, para entregárselo al hombre y Zeus, que ya estaba celoso de aquel ser insolente y desvergonzado, decidió castigar a Prometeo y al hombre.- Aquella parte de la historia ciertamente tenía algo inquieto a Priscos que se preguntaba como era posible que algo que se amara después se odiara.

por Priscos Sáb Mayo 19, 2012 12:32 am

-Otras fábulas afirman que fue Pandora quien abrió la caja. Incluso otra versión dice que la caja contenía bienes sin cuento para la humanidad, pero se destruían al darles salida, o bien, huían inalcanzables.- Perecía que Priscos por fin había encontrado otra vocación mejor que la de un concejero espiritual -Dicen otros que este ánfora, que luego dijeron era arca atada con mil nudos, estaba llena de dones divinos, que una vez liberados abandonaron para siempre al hombre y regresaron al Olimpo, todos menos la Esperanza que se quedó atrapada en el fondo del ánfora.- Decía Priscos –Parece que Zeus sabia de la probabilidad de que esto pasara, y quizás deseaba que pasara, quizás estaba celoso de que alguien más pudiera hacer un mejor trabajo que él y por eso decidió castigar a la hija de su hijo el herrero, pero no tomo en cuenta que si la castigaba a ella nos castigaría a todos por igual- Decía Priscos mientras llegaban a la plazuela que se encontraba en uno de los ramales del intrincado mercado, -Helena, vámonos de aquí, ya me canse de caminar- dijo y enseguida se puso en marcha seguido por Helena como si nada hubiera pasado

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