[Villa Vallis Mellitus] Entrada

Caminamos lo que quedaba del camino. Buscando la manera de que nadie mas nos pudiera ver. Incluso aunque fuera familia lo que necesitabamos era anonimato. Poco a poco entramos por las calles de Roma, para luego irnos directamente hacia la villa. De solo pensar que hace unos cuantos dias habia dejado ese lugar me ponia sentimental. Pero ahora estabamos con Sophia, con ella no podria haber un problema. Caminamos el resto y poco a poco nos introducimos en aquel lugar. Los estragos de los juegos que habia tenido Fye con sus soldados se veian reflejados en las paredes del lugar. Unos se caian de poco a poco, mientras que otros se desmoronaban.

Eso habia provocado todo. Ahora solo era cuestion de poder salir de ahi cuanto fuera posible. Habia hecho mis calculos, e incluso el señor Edward, apoyaba la teoria de solo quedarnos poco tiempo. Un dia seria perfecto, solo para tomar lo necesario y marcharnos. E incluso en Sophia, podria cuidar de sus heridas en los pies. Ademas de que podria limpiar su piel, con un baño de espumas.

Bien, entremos hermana, que el tiempo apremia, ademas de que solo podemos tener un dia o menos para arreglar todo esto, incluso tus heridas, si quieres puedo vendartelas, o aplicar un poco de arnica... Dije mientras la tomaba de la mano derecha, aun seguia siendo un poco infantil, pero me preocupaba que mi hermana pudiera contraer luego una enfermedad. Vamos, primero tienes que bañarte... Te llevare a tu habitacion y de ahi a tu baño ¿te parece?

Al menos estabamos de vuelta en casa. Surgieron sentimientos encontrados, mas cuando Sophia vio todo a su alrededor, quizas al estar tan lejos de su familia hacia que aunque hubiera destrozos, no se sintiera mal, al contrario. La lagrima que habia caido en su mejilla, era de felicidad, no obstante era necesario hacerle entender mi felicidad de estar con ella. Me acerque un poco mas, mientras le daba indicaciones al señor Edward, era momento de estar mas cerca con la familia, y yo estaba ahi para cuidarla y atenderla durante este tiempo.

Aun habia gente trabajando en nuestras villas, aunque se encontraban despavorizados por el acto de fye, no querian hablar mucho de ese tema. Solo pude mirar a lo lejos a una joven, a la cual parecia reconocer, pero entre mis pensamientos no tenia idea alguna. Solo me acerque a ella, hizo una reverencia y solo me acerque a sus oidos, era una orden directa, volvio a bajar la cabeza y se retiro.

Era verdad, solo teniamos muy poco tiempo, pero me bastaria para curar sus pies de mi hermana, que aun tratara de disimular, se le podia ver un gesto de dolor cada vez que pisaba, y con la tierra y viento, podria haber contraido una infeccion. Eso era lo peor que podia pensar. Pero ahora apretaba mi mano, y parecia que yo la guiaria. Ella conocia practicamente el camino hacia su cuarto, asi que eso era otra cosa. Quizas queria estar cerca de mi presencia, teniamos las mismas dificultades ahora, y habiamos prometido protegernos uno al otro.

La tome, mientras la comence a llevar hacia su habitacion, pero antes solo, di media vuelta hacia donde se encontraba el señor Edward, para sonreirle, como agradecimiento de proteger a mi Sophia, que era lo unico que me importaba en ese momento.

Nuevamente Helena estaba en la villa Valis Mellitus donde semanas anteriores había decidido infiltrarse para caer en la conducta tonta de hacerle regalos a ese hombre al que ella amaba de una manera tan irracional que el hecho de que fuese la deidad a la que tenía que servirle, le parecía una coincidencia demasiado buena para ella, pues así no tenía que perder su tiempo tratando de tomar decisiones acerca de Fye o de Abel. Ahora que lo pensaba, la joven se daba cuenta de que su manera de actuar era bastante tonta y que lo mejor era que las cosas se hayan quedado como estaban, así de esa manera ella no podría meterse en más líos de los que ya se había ganado por su inmadurez. Es que, el que Paolo supiera acerca de su amor desmedido hacia Fye era un error que podía aceptar, pero no el que su compañero supiera sobre sus enormes ganas de ser la portadora de la armadura del sol. Eso sencillamente era algo que le hacía pensar que su estrategia y todo lo que hacía estaba bastante mal.

-Ya he llegado...- DIjo la mujer en voz baja mientras llegaba a la villa en donde a diferencia de la última vez ya no veía a nadie. Al parecer algunos sirvientes habían abandonado el lugar debido a la ausencia del patrón.

-Siento una energía bastante parecida a la de Paolo o Alexandra. También es bastante débil y difusa, tal y como la de esos dos tontos.- Murmuró la rubia mientras entraba con tranquilidad a la villa. El lugar de donde provenía tal cosmos era del comedor, así que habiendo sabido dónde podía haber aunque fuera un guerrero para su señor, la amazona de Júpiter decidió emprender su marcha hacia allá, dejando su caballo amarrado para que su lento compañaro supiera que ella ya había llegado ahí y no tenía tiempo qué perder, puesto que su amo aguardaba ya en Grecia y no iba a estar muy feliz si aparte de demorar tanto, sólo le llegaban con un guerrero para sus filas.

-Espero el portador de ese cosmos tenga aunque sea dos dedos de frente y pueda entender lo que le voy a explicar, porque no tengo paciencia para andar de maestra de niños el día de hoy.

Una vez más el cosmos del amo de la mujer de los cabellos rubios se apagó en cuestión de segundos. Era algo frustrante para una guerrera tan entusiasta como ella el tener que perder su tiempo de esa forma tan tonta, pues su señor no estaba portándose serio con el asunto y ella verdaderamente no se sentía movida a seguir cumpliendo las órdenes de alquien no hacía más que ir detrás de su hermana menor con ese amor enfermizo que no lo dejaba pensar con claridad. ¿Dónde había quedado eso de tomar importancia en la guerra? ¿Qué era eso de hacer todo lo que estuviese en sus manos para obtener más poder? ¿Acaso ella era la única que de verdad tenía ganas de hacer las cosas y empezar a moverse?

-Esto no tiene remedio... ¿Qué hago amando a este hombre si el ni siquiera está presente? Me fastidia que me se ponga en ese letargo y desaparezca de esa forma. ¿Me equivoqué al enamorarme de él? ¿Fue incorrecto que haya decidido elegirlo como alguien a quién seguir? No quiero dejar esta armadura.- Dijo la joven en sus pensamientos mientras salía de la villa y buscaba el rastro de algún empleado de la villa que le diese noticias sobre la hermana de su amado, aunque sabía que hacer todo eso era en vano, pues no había nadie en ese lugar. Todo estaba desierto, como si esa villa sólo fuera el armazón deprimiente de lo que una vez fue el palacio más hermoso jamás visto. NO por el lujo evidente sino porque ese lugar era adornado por la presencia de Fye el hombre bajado de los cielos y que era su tormento.

-Ya no sé que hacer... Estoy perdida.