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Pueblo en la costa
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Pueblo en la costa
Andar sobre la arena se había vuelto bastante sencillo, unos minutos haciendo lo mismo y ya me había acostumbrado a pisar suave sin apoyarme demasiado, logrando un andar más tranquilo que el de hacía un rato atrás. El pueblo al que me dirigía se encontraba cada vez más cerca, lo suficiente como para poder distinguir los techos oscuros de las cabañas perfiladas contra el negro azulado del cielo estrellado…por fin tendría un poco de descanso después de semejante andada a través del bosque. Una vez en los límites de la localidad me dispuse a buscar la posada más cercana y de paso, cuidarme por si acaso había algún soldado Romano a la vuelta de una esquina…no sería nada bueno encontrarme con alguno de esos e iniciar una pelea en la que tuviera que huir y regresar al bosque, no estaba de ánimo para eso, particularmente.
El pequeño asentamiento era un grupo de chozas posicionadas alrededor de una plaza principal, en medio de la cual había un podio que servía para (si no me encontraba desinformado con respecto al asunto) la ejecución de presos y para juzgados públicos…si los Romanos se decían ser una civilización “avanzada” realmente no se diferenciaban demasiado de las costumbres más sanguinarias de las tribus legendarias que vivían más allá de las montañas del este del mundo, de las cuales se contaban historias tan difíciles de creer y tan terribles que sencillamente, era como si fueran otra clase de seres aparte de los humanos. Por otro lado las cabañas eran de tamaño regular, con sus fachadas mirando hacia el mar y formando una hilera de callejones estrechos que de manera increíble, dejaban pasar la luz de manera natural.
Y...aquí estamos. dije al llegar a una de las edificaciones más grandes que había visto hasta el momento y que si no me equivocaba, era una posada donde podría pasar la noche y comer algo sin las preocupaciones que causaba el estar en un bosque. Sin pensarlo demasiado tan solo entré, aunque sin descartar posibles eventualidades y estando al pendiente de cualquier cosa sospechosa…
…pero simplemente aquello estaba demás, como descubrí conforme pasaba el tiempo. La gente que se ocupaba de atender la posada era realmente amable y mostraban ser gente de la cual sospechar resultaba estúpido. El servicio fue realmente bueno, haciendo que las monedas de oro (sacadas claro, del botín que había reclamado de la casa de la anciana Romana) hubieran valido su uso. A la mañana siguiente, ya había llenado mis reservas y de paso, había obtenido un bonito saco de cuero en donde llevar agua, confeccionado por una de las ancianas que atendía la posada. Incluso había logrado hallar información sobre el paradero de la banda y simplemente, tendría que volver al bosque y seguir en dirección noroeste: los chicos habían regresado en ruta a Germania esperando a que los siguiera y realmente no los culpaba. La pequeña excursión a Roma había sido algo que dejar de lado…habría que reagruparnos e intentar algo en algún otro sitio. Al menos había sacado un botín considerable… Finalmente, me despedí y con el camino enteramente marcado, continué con mi travesía de regreso a Germania a través del bosque.
El pequeño asentamiento era un grupo de chozas posicionadas alrededor de una plaza principal, en medio de la cual había un podio que servía para (si no me encontraba desinformado con respecto al asunto) la ejecución de presos y para juzgados públicos…si los Romanos se decían ser una civilización “avanzada” realmente no se diferenciaban demasiado de las costumbres más sanguinarias de las tribus legendarias que vivían más allá de las montañas del este del mundo, de las cuales se contaban historias tan difíciles de creer y tan terribles que sencillamente, era como si fueran otra clase de seres aparte de los humanos. Por otro lado las cabañas eran de tamaño regular, con sus fachadas mirando hacia el mar y formando una hilera de callejones estrechos que de manera increíble, dejaban pasar la luz de manera natural.
Y...aquí estamos. dije al llegar a una de las edificaciones más grandes que había visto hasta el momento y que si no me equivocaba, era una posada donde podría pasar la noche y comer algo sin las preocupaciones que causaba el estar en un bosque. Sin pensarlo demasiado tan solo entré, aunque sin descartar posibles eventualidades y estando al pendiente de cualquier cosa sospechosa…
…pero simplemente aquello estaba demás, como descubrí conforme pasaba el tiempo. La gente que se ocupaba de atender la posada era realmente amable y mostraban ser gente de la cual sospechar resultaba estúpido. El servicio fue realmente bueno, haciendo que las monedas de oro (sacadas claro, del botín que había reclamado de la casa de la anciana Romana) hubieran valido su uso. A la mañana siguiente, ya había llenado mis reservas y de paso, había obtenido un bonito saco de cuero en donde llevar agua, confeccionado por una de las ancianas que atendía la posada. Incluso había logrado hallar información sobre el paradero de la banda y simplemente, tendría que volver al bosque y seguir en dirección noroeste: los chicos habían regresado en ruta a Germania esperando a que los siguiera y realmente no los culpaba. La pequeña excursión a Roma había sido algo que dejar de lado…habría que reagruparnos e intentar algo en algún otro sitio. Al menos había sacado un botín considerable… Finalmente, me despedí y con el camino enteramente marcado, continué con mi travesía de regreso a Germania a través del bosque.
Milanor- Cantidad de envíos : 78
Re: Pueblo en la costa
Flashboard
Han pasado algunos meses desde que inicié esta nueva vida. Los recuerdos de mi pasado llegan lenta y aleatoriamente; imágenes, sonidos, olores y sensaciones. Quisiera saber en realidad a dónde iba y con qué propósito, de dónde venía, ¿Quién era yo?
Ya son casi tres meses desde que aquella mujer me encontró en el acantilado en aquel tormentoso día. Las únicas pistas son una máscara de plata rota por la mitad, un abanico de mano azul, roto también y una mochila que cuelga de una rama al borde del abismo.
Euridinne cuenta historias extrañas, historias sobre ciertos dioses y sus ejércitos, mitos que de algún modo me suenan tan familiares y casi podría decir que son realidad… Me pregunto por qué pienso eso, si ni siquiera sé quién fui hace unos meses.
No obstante, de alguna forma no siento tantas ansias por saber quién fui y qué hice, me siento tan tranquila con esta nueva vida, trabajando en los mercados vendiendo artesanías junto a esa amable mujer, viviendo en un pueblo cerca de la costa en Roma. La verdad, creo que no cambiaría esta tranquilidad por otra cosa.
Fin...
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