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Sylvanas
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Cementerio
No cabía duda que algo de tristeza había quedado latente tras esa temporal despedida con Aldebarán, nuevamente le invadía la sensación de soledad que tanto odiaba. Pero por una vez decidió dejar de pensar con su mente y se dejó llevar por un impulso de lo mas profundo de su ser. Movió sus dedos concentrándose en lo que podía sentir y por ende ver bajo sus pies, no muy lejos de allí la tierra parecía hundirse en lo que parecían ser múltiples fosas.
Cabizbaja continuó deslizando sus pies percibiendo el cambio con todos sus sentidos. El prado se sentía áspero al estar tan seco y muerto, el silencio reinaba en aquel lugar, solo el silbido del viento hacía compañía a los caídos. Sus manos acariciaron una roca utilizada como lapida en aquel cementerio de guerreros.
Su mente por fin se serenaba y comenzaba a reflexionar sobre las palabras de su maestro, habían golpeado fuerte su realidad, ponían su vida en el presente. Necesitaba estar allí al menos unos momentos, acompañar y sentir a cada uno de los santos, caballeros y amazonas que habían perecido por la causa de proteger a Athena y al ideal de un mundo de paz y esperanza. Será que al ser agobiada por el sentir de inutilidad al ver morir a su ser mas querido había cerrado su corazón y su determinación por ser alguien que pudiese hacer una diferencia y proteger a aquellos que quería. Pero estaba sola y la libertad que le brindaba su infantilidad y capricho era ilimitada, perdía sus preocupaciones mas no imaginaba que al mismo tiempo perdía su propósito, el sentido de vivir.
-No me iré sin dar pelea. A nadie mas veré caer…- musitó prometiéndose a sí misma no volver a perderse, no cerrar mas sus ojos y cumplir su mayor deseo. Cuando Alde volviese ella seria una guerrera digna y no tendría que volver a temer por la vida de los que la rodean, pues estaba decidida a tomar el rol de su papel. Con todo su ser deseaba proteger ese mundo anhelado, esa promesa de utopía, porque deseaba creer que algo así era posible. Rebosante de determinación se echó a correr hacia una estructura conocida en Roma, si quería volverse fuerte había una primera parada…el coliseo.
Cabizbaja continuó deslizando sus pies percibiendo el cambio con todos sus sentidos. El prado se sentía áspero al estar tan seco y muerto, el silencio reinaba en aquel lugar, solo el silbido del viento hacía compañía a los caídos. Sus manos acariciaron una roca utilizada como lapida en aquel cementerio de guerreros.
Su mente por fin se serenaba y comenzaba a reflexionar sobre las palabras de su maestro, habían golpeado fuerte su realidad, ponían su vida en el presente. Necesitaba estar allí al menos unos momentos, acompañar y sentir a cada uno de los santos, caballeros y amazonas que habían perecido por la causa de proteger a Athena y al ideal de un mundo de paz y esperanza. Será que al ser agobiada por el sentir de inutilidad al ver morir a su ser mas querido había cerrado su corazón y su determinación por ser alguien que pudiese hacer una diferencia y proteger a aquellos que quería. Pero estaba sola y la libertad que le brindaba su infantilidad y capricho era ilimitada, perdía sus preocupaciones mas no imaginaba que al mismo tiempo perdía su propósito, el sentido de vivir.
-No me iré sin dar pelea. A nadie mas veré caer…- musitó prometiéndose a sí misma no volver a perderse, no cerrar mas sus ojos y cumplir su mayor deseo. Cuando Alde volviese ella seria una guerrera digna y no tendría que volver a temer por la vida de los que la rodean, pues estaba decidida a tomar el rol de su papel. Con todo su ser deseaba proteger ese mundo anhelado, esa promesa de utopía, porque deseaba creer que algo así era posible. Rebosante de determinación se echó a correr hacia una estructura conocida en Roma, si quería volverse fuerte había una primera parada…el coliseo.
Sylvanas- Amazona Dorada
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Re: Cementerio
Tras estar un rato caminando por aquel camino de rocas llegamos a un lugar que si efectivamente se encontraba un poco alejado del santuario pero que aun así le pertenecía, con cada paso que daba nos comenzábamos a alejar de aquel bosque que nos rodeaba ase unos momentos atrás, además de que también se comenzaba a percibir un enorme silencio y no solo eso sino que también se podía sentir la tristeza y la sensación de recuerdos distantes de diversas personas, era algo extraño pero entre mas cerca estuviera comenzaba a sentir unas tremendas ganas de llorar pero porque?, pero aun así continúe caminando ya que quería saber algo que solo en este lugar podría saber, además de que tenia que prometerle algo a alguien que se encontraba en esta lugar.
Comencé a sentir un aire frio que se encontraba recorriendo los alrededores del lugar, mientras que me comenzaba a acercar a lo que parecían lapidas de los guerreros de eras pasadas, comencé a caminar entre ellas como si buscara algo de lo cual ni siquiera yo me encontraba enterado, pero de lo que si estaba seguro era que buscaba el leve rastro del aura que aun reside en la sagrada casa de Aries, miraba con atención cada una de las lapidas por las que pasaba mientras que intentaba leer el nombre que se encontraba escrito en ellas pero no podía entender lo que se encontraba escrito en ellas ya que se encontraban plasmadas con el griego antiguo del cual desconocía su significado.
Pero una hizo que me quedara parado enfrente de ella la cual se encontraba demasiado empolvada, y aunque no supiera leer el griego aun así limpie el nombre que era opacado por el polvo.-Shion…-Dije eso ya que de alguna manera extraña sabia el nombre que se encontraba grabado en aquella lapida, me hinque frente a ella ya que de alguna manera podía sentir que le pertenecía al antiguo caballero de Aries.-Asi que tu eres mi antecesor haa?...-Dije con voz baja mientras que tocaba la lapida.-.-Te prometo que seré digno sucesor de tu poder y que además de ello protegeré a Athena con mi vida si ella lo necesita eso lo juro…-Dije mientras que cerraba mis ojos un momento.-Tu aura es noble además de que puedo sentir un enorme poder dentro de ti..así que no me preocupare por ti ya que eres un digno santo de Athena…Arone de Aries…-Escuche una extraña voz que me sorprendió de momentos la cual me hizo voltear para ver los alrededores pero no veía a nadie, y al mirara de nuevo la lapida note una pequeña estela dorada la cual se pozo en mi mano para luego desaparecer en ella, eso causo que suavizara mi mirada y me levantara.-Ahora podemos regresar Guren…
Comencé a sentir un aire frio que se encontraba recorriendo los alrededores del lugar, mientras que me comenzaba a acercar a lo que parecían lapidas de los guerreros de eras pasadas, comencé a caminar entre ellas como si buscara algo de lo cual ni siquiera yo me encontraba enterado, pero de lo que si estaba seguro era que buscaba el leve rastro del aura que aun reside en la sagrada casa de Aries, miraba con atención cada una de las lapidas por las que pasaba mientras que intentaba leer el nombre que se encontraba escrito en ellas pero no podía entender lo que se encontraba escrito en ellas ya que se encontraban plasmadas con el griego antiguo del cual desconocía su significado.
Pero una hizo que me quedara parado enfrente de ella la cual se encontraba demasiado empolvada, y aunque no supiera leer el griego aun así limpie el nombre que era opacado por el polvo.-Shion…-Dije eso ya que de alguna manera extraña sabia el nombre que se encontraba grabado en aquella lapida, me hinque frente a ella ya que de alguna manera podía sentir que le pertenecía al antiguo caballero de Aries.-Asi que tu eres mi antecesor haa?...-Dije con voz baja mientras que tocaba la lapida.-.-Te prometo que seré digno sucesor de tu poder y que además de ello protegeré a Athena con mi vida si ella lo necesita eso lo juro…-Dije mientras que cerraba mis ojos un momento.-Tu aura es noble además de que puedo sentir un enorme poder dentro de ti..así que no me preocupare por ti ya que eres un digno santo de Athena…Arone de Aries…-Escuche una extraña voz que me sorprendió de momentos la cual me hizo voltear para ver los alrededores pero no veía a nadie, y al mirara de nuevo la lapida note una pequeña estela dorada la cual se pozo en mi mano para luego desaparecer en ella, eso causo que suavizara mi mirada y me levantara.-Ahora podemos regresar Guren…
Arone- Caballeros Dorados
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Muralla de Cristal
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Re: Cementerio
Corrí tratando de seguir su rastro, pero lo perdí. No tenía sentido, su cosmos, no podía encontrarlo. Mis oídos fallaban bajo el ruido del viento silbando y alborotando la naturaleza, mis pies no podían sentir las vibraciones de sus pasos pesados. Era como si hubiese desaparecido luego de salir del coliseo. Me…¿Me había abandonado? No, no podía ser eso, me negaba a creer que eso fuese posible.
"Ya no soy tu maestro…" sin saber por que volvieron a mi cabeza esas palabras, el miedo me embargó, la desesperación. “¡No! Soy su amiga, su compañera.” Me dije a mi misma intentando calmarme, algo inútil. Toda al serenidad que tan solo momentos antes me había inundado el corazón de calidez y de esperanza se desvanecía tan rápido como la neblina luego de que sale el sol. Corrí aún mas rápido, sin rumbo alguno, desahogando esa angustia de no entender, de no saber si estaba enojado, si tan solo había decidido que debía continuar mi camino sola.
“¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?” Los dedos de mis pies se enredaron en altos pastizales secos, haciéndome caer de cara a la tierra. Me senté en el suelo, limpiando con mi antebrazo mi rostro sucio y maltrecho, por mis mejillas bajaban caudales de lágrimas que brotaban cada vez con más prominencia. Extendí mi mano tocando la roca tallada, sabía donde estaba. Apoyé mi frente en la lapida, sollocé sobre el sepulcro de aquel guerrero caído. Cómo podía sentirme orgullosa de portar esa armadura, no podía decir que era fuerte, no lo era. Por momentos tal vez encontraba esa llamarada en mi interior, pero se escapaba de mis manos al menos percance.
“No llores.” Escuché entre ecos, como si el viento me susurrara. Las rocas que marcaban el descanso de los santos muertos, podía sentir como una extraña y tenue esencia, tal vez…nunca creí en fantasmas, pero ¿podría ser que las almas escucharan mi pesar?
“Aún vives…” la voz me envolvía cada vez que el viento azotaba mi cara, como una caricia. Cerré mis ojos, por mas que no tuviese importancia me ayudaba a concentrarme mas en lo que sentía. Inspiré una gran bocanada de aire, y la libere en un largo suspiro, buscando la calma otra vez.
-Cuéntenme sus historias, enséñenme a ver…lo que es vivir como un guerrero.- susurré aún posándome en la tumba, las lágrimas pronto se secaron y mi temple se tornó sereno como si estuviese descansando. Quería sumirme en los sentimientos, las vidas que reinaban por todo aquel cementerio. Quería ver la verdad que mis ojos no conocían, aprender de su dolor, su felicidad, su fuerza para estar de pie hasta su ultimo respiro. Como si entrara en un trance, o mejor dicho un sueño, cave profundo en esas fosas y me deje abrazar por la luz que se escondía detrás de tantas muertes.
"Ya no soy tu maestro…" sin saber por que volvieron a mi cabeza esas palabras, el miedo me embargó, la desesperación. “¡No! Soy su amiga, su compañera.” Me dije a mi misma intentando calmarme, algo inútil. Toda al serenidad que tan solo momentos antes me había inundado el corazón de calidez y de esperanza se desvanecía tan rápido como la neblina luego de que sale el sol. Corrí aún mas rápido, sin rumbo alguno, desahogando esa angustia de no entender, de no saber si estaba enojado, si tan solo había decidido que debía continuar mi camino sola.
“¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?” Los dedos de mis pies se enredaron en altos pastizales secos, haciéndome caer de cara a la tierra. Me senté en el suelo, limpiando con mi antebrazo mi rostro sucio y maltrecho, por mis mejillas bajaban caudales de lágrimas que brotaban cada vez con más prominencia. Extendí mi mano tocando la roca tallada, sabía donde estaba. Apoyé mi frente en la lapida, sollocé sobre el sepulcro de aquel guerrero caído. Cómo podía sentirme orgullosa de portar esa armadura, no podía decir que era fuerte, no lo era. Por momentos tal vez encontraba esa llamarada en mi interior, pero se escapaba de mis manos al menos percance.
“No llores.” Escuché entre ecos, como si el viento me susurrara. Las rocas que marcaban el descanso de los santos muertos, podía sentir como una extraña y tenue esencia, tal vez…nunca creí en fantasmas, pero ¿podría ser que las almas escucharan mi pesar?
“Aún vives…” la voz me envolvía cada vez que el viento azotaba mi cara, como una caricia. Cerré mis ojos, por mas que no tuviese importancia me ayudaba a concentrarme mas en lo que sentía. Inspiré una gran bocanada de aire, y la libere en un largo suspiro, buscando la calma otra vez.
-Cuéntenme sus historias, enséñenme a ver…lo que es vivir como un guerrero.- susurré aún posándome en la tumba, las lágrimas pronto se secaron y mi temple se tornó sereno como si estuviese descansando. Quería sumirme en los sentimientos, las vidas que reinaban por todo aquel cementerio. Quería ver la verdad que mis ojos no conocían, aprender de su dolor, su felicidad, su fuerza para estar de pie hasta su ultimo respiro. Como si entrara en un trance, o mejor dicho un sueño, cave profundo en esas fosas y me deje abrazar por la luz que se escondía detrás de tantas muertes.
Sylvanas- Amazona Dorada
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Fuerza de voluntad
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Re: Cementerio
Tantas imágenes, de vidas y muertes, de recuerdos, anhelos. Como un sueño estaba sumida en aquel trance sintiendo el aliento y la esperanza de cada guerrero caído allí sepultado depositada en el futuro, en esta era en la que la constelación de Tauro me había hallado digna de proteger la vida y la paz. Me sentí acogida, embriagada por un sentimiento de serenidad y calidez absoluta, y al mismo tiempo de dolor y tristeza. No obstante los murmullos buscaban encender en mi interior la llama de mi voluntad, esa chispa que me brindaría la fuerza de proteger, de luchar hasta la última pizca de vida. Nadie en ese eterno cementerio había muerto en vano, todos pudieron sonreír ante la muerte, sobrepasando el dolor y el tormento.
“Fuerza…Por Athena…Por el mundo.” El viento lo susurraba, tan tenue, sincera y cálida, como una caricia. Abrí mis ojos y me despegué de la lapida en la que reposaba mi cuerpo. –Gracias…- murmuré con suavidad, me urgía una necesidad por sentir que quería dar todo de mí, crecer, volverme fuerte.
Me alejé caminando con lentitud, revolviendo una y otra vez en mi cabeza esas memorias vistas, lo que mi corazón intentaba decirme. No muy lejos del cementerio me topé con una inmensa roca, probablemente parte de la bellaza de la naturaleza que rodeaba esos lugares y que ya no podía admirar. Posé mi mano en la roca, buscando sentir más allá, queriendo encontrar el corazón de la naturaleza, la vida de los cimientos en los cuales me paraba. Era hermosa esa sensación, ese tacto, como en mi palma sentía el vibrar de cada rincón de las profundidades de la tierra y los bosques, el ilimitado flujo de vida. Quería sentirme viva como nunca antes, quería ese auge de sensaciones y sentimientos que se generaba en mí cuando ponía todo mi esfuerzo y mi anhelo en ser mejor. Pero quería que fuese por mí misma, y sin que musitara palabra alguna la armadura se desprendió de mi cuerpo tomando la forma de un toro y una caja dorada apareció para protegerla en su interior. En ese instante ese era mi deseo, querer fortalecer mi persona, y no el poder de mi cosmos o de la armadura. Me posicioné con firmeza y comencé a golpear la inerte piedra con todas mis fuerzas, en tan solo minutos se había convertido en escombros, pero así como había destruido ese pedrusco mis manos habían quedado hechas añicos, a cada golpe lleno de ímpetu le seguía una oleada de punzante dolor y ardor. La sangre manchaba mis pequeñas manos temblorosas, recorriendo de los nudillos a toda la mano y goteando en el prado. El leve crujir de la hierba y sus vibraciones me hicieron voltear con rapidez y exaltarme, una presencia tan delgada y débil que apenas la había percibido se hallaba a apenas unos pasos.
-¿Por dios chiquilla que has hecho?- musitó el hombre en un tono algo preocupado y sorprendido. Sus pasos se acercaban y yo me alejaba a la par. –Tranquila…¿una caja dorada? ¿Eres una de las protectoras del santuario? Tan joven…- era extraño, no era usual al menos para mí escuchar esa amabilidad, tanta sinceridad en una voz. Aún así me mostré algo desconfiada, era inusual.
-Lo siento, me he apresurado y parece que te he dejado algo confundida. Mi padre fue santo de Athena, vengo a visitar seguido su tumba, por eso estaba de paso.- musito tenuemente el anciano, noté esa mínima pero perceptible melancolía en su voz. Agaché mi cabeza, mis cabellos ensombrecieron mi mirada, de pronto me sentía apenada de haberlo tratado con tanta frialdad. En mi distracción no me percaté que el señor se acercaba y tomaba mis manos. –Pero mira como has quedado…el medico de Rodorio curara esas heridas…no te preguntare por que lo has hecho, no es la primera vez que lo veo.- era increíble, sonreía a pesar de la tristeza que parecía generarle recordar a su padre. ¿Es que acaso el destino buscaba confundirme? Toda una vida de ver un mundo frío, mentiroso y cruel, y ahora comenzaba a ver que había mas humanidad que creía inexistente, habían buenas personas.
Aún así la idea de un pueblo, mucha gente, y encima un medico, no me agradaba. Sabía manejarme sola y así lo prefería. –Ehh…no es necesario…no es nada.- intenté responder con algo de nerviosismo, no me salían mucho las palabras ante la sorpresa y la incomodidad de negarme.
-¿Cómo que no? Debes sanar esas heridas, ¡Tu vienes al medico! Además querrán conocer a creo yo la mas joven guerrera del santuario.- insistió el hombre, tomando mi brazo y prácticamente arrastrándome. Una de dos, o el cansancio y el dolor en mis nudillos me había dejado débil, o ese anciano tenía mucha mas fuerza de la que su cuerpo aparentaba.
-¿Eh? Espera…no…¡Ey!- apenas llegue a agarrar la caja dorada de la armadura, no pude hacer mas nada, me empujó hasta Rodorio.
“Fuerza…Por Athena…Por el mundo.” El viento lo susurraba, tan tenue, sincera y cálida, como una caricia. Abrí mis ojos y me despegué de la lapida en la que reposaba mi cuerpo. –Gracias…- murmuré con suavidad, me urgía una necesidad por sentir que quería dar todo de mí, crecer, volverme fuerte.
Me alejé caminando con lentitud, revolviendo una y otra vez en mi cabeza esas memorias vistas, lo que mi corazón intentaba decirme. No muy lejos del cementerio me topé con una inmensa roca, probablemente parte de la bellaza de la naturaleza que rodeaba esos lugares y que ya no podía admirar. Posé mi mano en la roca, buscando sentir más allá, queriendo encontrar el corazón de la naturaleza, la vida de los cimientos en los cuales me paraba. Era hermosa esa sensación, ese tacto, como en mi palma sentía el vibrar de cada rincón de las profundidades de la tierra y los bosques, el ilimitado flujo de vida. Quería sentirme viva como nunca antes, quería ese auge de sensaciones y sentimientos que se generaba en mí cuando ponía todo mi esfuerzo y mi anhelo en ser mejor. Pero quería que fuese por mí misma, y sin que musitara palabra alguna la armadura se desprendió de mi cuerpo tomando la forma de un toro y una caja dorada apareció para protegerla en su interior. En ese instante ese era mi deseo, querer fortalecer mi persona, y no el poder de mi cosmos o de la armadura. Me posicioné con firmeza y comencé a golpear la inerte piedra con todas mis fuerzas, en tan solo minutos se había convertido en escombros, pero así como había destruido ese pedrusco mis manos habían quedado hechas añicos, a cada golpe lleno de ímpetu le seguía una oleada de punzante dolor y ardor. La sangre manchaba mis pequeñas manos temblorosas, recorriendo de los nudillos a toda la mano y goteando en el prado. El leve crujir de la hierba y sus vibraciones me hicieron voltear con rapidez y exaltarme, una presencia tan delgada y débil que apenas la había percibido se hallaba a apenas unos pasos.
-¿Por dios chiquilla que has hecho?- musitó el hombre en un tono algo preocupado y sorprendido. Sus pasos se acercaban y yo me alejaba a la par. –Tranquila…¿una caja dorada? ¿Eres una de las protectoras del santuario? Tan joven…- era extraño, no era usual al menos para mí escuchar esa amabilidad, tanta sinceridad en una voz. Aún así me mostré algo desconfiada, era inusual.
-Lo siento, me he apresurado y parece que te he dejado algo confundida. Mi padre fue santo de Athena, vengo a visitar seguido su tumba, por eso estaba de paso.- musito tenuemente el anciano, noté esa mínima pero perceptible melancolía en su voz. Agaché mi cabeza, mis cabellos ensombrecieron mi mirada, de pronto me sentía apenada de haberlo tratado con tanta frialdad. En mi distracción no me percaté que el señor se acercaba y tomaba mis manos. –Pero mira como has quedado…el medico de Rodorio curara esas heridas…no te preguntare por que lo has hecho, no es la primera vez que lo veo.- era increíble, sonreía a pesar de la tristeza que parecía generarle recordar a su padre. ¿Es que acaso el destino buscaba confundirme? Toda una vida de ver un mundo frío, mentiroso y cruel, y ahora comenzaba a ver que había mas humanidad que creía inexistente, habían buenas personas.
Aún así la idea de un pueblo, mucha gente, y encima un medico, no me agradaba. Sabía manejarme sola y así lo prefería. –Ehh…no es necesario…no es nada.- intenté responder con algo de nerviosismo, no me salían mucho las palabras ante la sorpresa y la incomodidad de negarme.
-¿Cómo que no? Debes sanar esas heridas, ¡Tu vienes al medico! Además querrán conocer a creo yo la mas joven guerrera del santuario.- insistió el hombre, tomando mi brazo y prácticamente arrastrándome. Una de dos, o el cansancio y el dolor en mis nudillos me había dejado débil, o ese anciano tenía mucha mas fuerza de la que su cuerpo aparentaba.
-¿Eh? Espera…no…¡Ey!- apenas llegue a agarrar la caja dorada de la armadura, no pude hacer mas nada, me empujó hasta Rodorio.
Sylvanas- Amazona Dorada
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AD - Eterno Resplandor (1850)
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Re: Cementerio
Guié el camino por los alrededores del santuario, caminaba en silencio con el rostro fijo en el horizonte. Por momentos me sumía en pensamientos, tantos que me mareaba, por otros simplemente me perdía en el calor del sol que azotaba mi rostro, o el olor a tierra de los caminos, el estruendo de los niños jugando o alguna que otra persona entrenando al pasar junto al coliseo semidestruido. No me agradaba mucho pensar q bastante de esos estragos a plena vista los había hecho tan solo unas semanas atrás, pero mi rostro estaba inmutable incluso ante ese pensamiento. Tenía ganas de voltearme y sonreírles, de saltar y correr, pero era momento de ponerme seria. Sabía que para ciertas cosas debía ser grande, crecer mas de lo que había podido, lo importante requería una madurez a la cual todavía no estaba acostumbrada. Pero una niña no es una guerrera.
Entonces comencé a sentir bajo mis pies los pastizales, a cada paso volviéndose mas secos y frágiles. Una brisa fría acarició mi rostro alborotando mis oscuros cabellos dejando ver mí mirada serena y perdida en aquellas innumerables lapidas de roca vieja. Intentar ver a través de mis sentidos, solo me habría logrado dibujar un mar gris en un eterno vaivén sin sentido, inundando el aire de tristeza y un tenue aroma a muerte. Volví a escuchar sus susurros, parecía agradarles tener visitas. Me volteé hacia Edward y Seiren con una sonrisa sosegada torciéndome los labios.
- Se que debe ser extraño que los haya traído a este lugar, pero aquí pude ver…-reí levemente al pronunciar esa palabra, como si ya me resultase hasta gracioso pensar que siendo ciega podían hacerme abrir los ojos. – pude darme cuenta lo que muchas veces había escuchado como el camino del guerrero. Pero antes creía que un guerrero no era diferente a los soldados de las naciones que siempre pelean, pensaba que se trataba de hombres a los que les agradaba la sangre y la lucha y esa era su motivación, que los héroes solo existían en los cuentos.- Deseé pedir perdón a todos los caídos de las fosas a nuestro alrededor, me avergonzaba en cierto punto haber pensado eso, pues menospreciaba todo lo que eran los verdaderos ídolos. Posé mi mano en la lapida que estaba junto a mí, deslizando mi palma por su rugosa textura.
-Aquí yacen héroes… no fueron invencibles, algunos no eran demasiado fuertes ni poderosos. Más allá de las diferencias de cada uno, sus vidas fueron una en el camino por el bien de este mundo. Cierren sus ojos, escuchen sus voces, que los verdaderos guerreros los guíen. No hay arrepentimiento, no hay tristeza, la muerte no es siempre funesta…así como la vida no es siempre gloriosa.- carraspeé pues sentí que se me atragantaban las ultimas palabras, no quería pensar en mi vida, me había dispuesto a no mirar hacia atrás, solo hacía el futuro incluso si estaba destinado a ser corto…vivir a pleno.
Cerré mis ojos dejándome llevar por todas las sensaciones que me envolvían, apagándolas. Que el viento silbara para no hacer ese silencio tan incomodo, espere que intentaran escuchar los susurros del pasado, quise que fuesen capaces de escucharlos, de sentirlos. Agaché mi cabeza de modo que los mechones de mi cabello ocultara lo fuerte que apretaba mis parpados, pues supe que si lo que creía y lo que sentía era correcto, entonces debía hacer aquello que mi maestro me había enseñado. Solo en ese momento me di cuenta de la frustración que Alde debió pasar cuando intentaba ayudarme a despertar como protectora de Athena, lo difícil y doloroso que debió ser. Pero fue llegar hasta ese punto lo que me permitió encontrar mi propósito, y que la constelación me considerara digna.
- Sin embargo a veces no basta. Es curioso que no es hasta que estamos en peligro o frente a la muerte que encontramos verdaderamente el propósito de nuestra vida, la luz que nos guía, el camino. No es hasta que sentimos dolor que podemos encontrar aquello mas allá de la fuerza, cuando llegamos a la nada es cuando descubrimos el todo en nuestro interior. No se puede proteger sin luchar, deben conocer la furia, el enojo pues no hay bien sin mal asi como no existe luz sin oscuridad.- Abrí mis ojos de golpe, y mas allá de lo vidriosos e inexpresivos que siempre se ven a causa de la ceguera, ahora se distinguía en ellos una frialdad penetrante, una inmensa seriedad que ocultaba muy en el fondo mucho dolor y tristeza. Mi cosmos se encendió en un instante, como una llamarada dorada a mi alrededor enardecía mi cosmos con hostilidad. Mi voz retumbó imponente y severa como si se tratase de una sentencia, las aves comenzaron a huir.
-Atáquenme…déjenlo salir todo, despierten su alma guerrera…¡Ataquen! Si no lo hacen…yo lo haré…-
Entonces comencé a sentir bajo mis pies los pastizales, a cada paso volviéndose mas secos y frágiles. Una brisa fría acarició mi rostro alborotando mis oscuros cabellos dejando ver mí mirada serena y perdida en aquellas innumerables lapidas de roca vieja. Intentar ver a través de mis sentidos, solo me habría logrado dibujar un mar gris en un eterno vaivén sin sentido, inundando el aire de tristeza y un tenue aroma a muerte. Volví a escuchar sus susurros, parecía agradarles tener visitas. Me volteé hacia Edward y Seiren con una sonrisa sosegada torciéndome los labios.
- Se que debe ser extraño que los haya traído a este lugar, pero aquí pude ver…-reí levemente al pronunciar esa palabra, como si ya me resultase hasta gracioso pensar que siendo ciega podían hacerme abrir los ojos. – pude darme cuenta lo que muchas veces había escuchado como el camino del guerrero. Pero antes creía que un guerrero no era diferente a los soldados de las naciones que siempre pelean, pensaba que se trataba de hombres a los que les agradaba la sangre y la lucha y esa era su motivación, que los héroes solo existían en los cuentos.- Deseé pedir perdón a todos los caídos de las fosas a nuestro alrededor, me avergonzaba en cierto punto haber pensado eso, pues menospreciaba todo lo que eran los verdaderos ídolos. Posé mi mano en la lapida que estaba junto a mí, deslizando mi palma por su rugosa textura.
-Aquí yacen héroes… no fueron invencibles, algunos no eran demasiado fuertes ni poderosos. Más allá de las diferencias de cada uno, sus vidas fueron una en el camino por el bien de este mundo. Cierren sus ojos, escuchen sus voces, que los verdaderos guerreros los guíen. No hay arrepentimiento, no hay tristeza, la muerte no es siempre funesta…así como la vida no es siempre gloriosa.- carraspeé pues sentí que se me atragantaban las ultimas palabras, no quería pensar en mi vida, me había dispuesto a no mirar hacia atrás, solo hacía el futuro incluso si estaba destinado a ser corto…vivir a pleno.
Cerré mis ojos dejándome llevar por todas las sensaciones que me envolvían, apagándolas. Que el viento silbara para no hacer ese silencio tan incomodo, espere que intentaran escuchar los susurros del pasado, quise que fuesen capaces de escucharlos, de sentirlos. Agaché mi cabeza de modo que los mechones de mi cabello ocultara lo fuerte que apretaba mis parpados, pues supe que si lo que creía y lo que sentía era correcto, entonces debía hacer aquello que mi maestro me había enseñado. Solo en ese momento me di cuenta de la frustración que Alde debió pasar cuando intentaba ayudarme a despertar como protectora de Athena, lo difícil y doloroso que debió ser. Pero fue llegar hasta ese punto lo que me permitió encontrar mi propósito, y que la constelación me considerara digna.
- Sin embargo a veces no basta. Es curioso que no es hasta que estamos en peligro o frente a la muerte que encontramos verdaderamente el propósito de nuestra vida, la luz que nos guía, el camino. No es hasta que sentimos dolor que podemos encontrar aquello mas allá de la fuerza, cuando llegamos a la nada es cuando descubrimos el todo en nuestro interior. No se puede proteger sin luchar, deben conocer la furia, el enojo pues no hay bien sin mal asi como no existe luz sin oscuridad.- Abrí mis ojos de golpe, y mas allá de lo vidriosos e inexpresivos que siempre se ven a causa de la ceguera, ahora se distinguía en ellos una frialdad penetrante, una inmensa seriedad que ocultaba muy en el fondo mucho dolor y tristeza. Mi cosmos se encendió en un instante, como una llamarada dorada a mi alrededor enardecía mi cosmos con hostilidad. Mi voz retumbó imponente y severa como si se tratase de una sentencia, las aves comenzaron a huir.
-Atáquenme…déjenlo salir todo, despierten su alma guerrera…¡Ataquen! Si no lo hacen…yo lo haré…-
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Off: Para aclarar, no es un reto de dados ni narrada, mi idea es mas bien una oportunidad roleada en lo posible exclusiva para Edward y Seiren de que despierten sus armaduras como yo logre obtener la mía -w- Cualquier cosa, ya sea detalle, o deseen algún cambio me avisan offrol.
Off: Para aclarar, no es un reto de dados ni narrada, mi idea es mas bien una oportunidad roleada en lo posible exclusiva para Edward y Seiren de que despierten sus armaduras como yo logre obtener la mía -w- Cualquier cosa, ya sea detalle, o deseen algún cambio me avisan offrol.
Sylvanas- Amazona Dorada
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Re: Cementerio
Caminamos por muchas partes del santuario, todo estaba lleno de guerreros que estaban entrenando sin censar, un lugar lleno de actividad y en el caul, en los ojos de todos esos guerreros se podia ver una conviccion y una ilusion increible. Era diferente a lo que habia visto en Roma, eran.. un tipo de guerreros diferentes aunque no ssbia el por que. Seguiamos aun los pasos de la pequeña dorada que nos iba guiando el camino en silencio. Yo no dejaba de mirar hacia los lados sin perder detalle de todos los alrededores del santuario.
Hasta que al fin llegamos a nuestro destino, no era otro que un cementerio, un cementerio de gloriosos guerreros nos decia Sylvanas. Los nombres de aquellos hombres y mujeres que estaban grabados en las lapidas dieron su vida por la diosa Athena en el pasado, y ahora no quedaban mas que recuerdos de ellos. Aun asi.. seguro que todos ellos, si pudieran hablar, dirian que estan orgullosos de haber dado la vida por ella. Todos ellos.. eran un ejemplo a seguir.
Las sabias palabras de Sylvanas me llegaron bastante profundo, comprendia todo lo que me decia, y estaba de acuerdo con ella. Es cuando nuestra vida esta a punto de desaparecer.. cuando al fin se abre la puerta, y en ese momento.. resucitamos para volver a levantarnos una vez mas, mas fuerte, mas sabio..
Todos estos nombres.. se merecen nuestro respeto.
Sus nombres.... muchos de ellos... me eran muy familiares. Algunos incluso me despertaban cierto sentimiento.. Fue entonces cuando Sylvanas aumento de manera increible su cosmos, un aura dorada la comenzo a rodear. Era la primera vez que veia esa fuerza escondida salir de una forma tan expresiva. Era increible esa niña...
Muy bien, probare si soy un verdadero guerrero o en todos mis años no he sido mas que un hombre perdido..
Deje explotar todo mi cosmos para que una poderosa aura tambien de color dorado me rodeara, pero... en el momento en el que pude sentir nuestros dos cosmos al maximo, lo comprendi..
Es inutil.. al menos por ahora...
Extrañamente volvi a dejar bajjar mi cosmos, respire hondo y mire a Seiren que estaba a mi lado. Le negue con la cabeza para que no lo intentara ella tampoco, aun no era el momento de eso.
Puede.. que fueramos capaces de igualarte en fuerza, pero... por ahora, nuetro poder no te haria nada. Sylvanas, en tres dias... tanto Seiren como yo, volveremos a probar nuestro interior contra ti, delante de estos caidos, sabremos si somos capaces de ser iguales que ellos.
Me di la vuelta y sali de aquel lugar, tenia que prepararme bien, si queria conseguir lo que aquella niña queria hacer salir de mi. Estaba tan absorto y tan distraido en ese momento que nunca lo hubiera conseguido. Por eso.. debia entrenar mas mi cuerpo y mi mente.
Hasta que al fin llegamos a nuestro destino, no era otro que un cementerio, un cementerio de gloriosos guerreros nos decia Sylvanas. Los nombres de aquellos hombres y mujeres que estaban grabados en las lapidas dieron su vida por la diosa Athena en el pasado, y ahora no quedaban mas que recuerdos de ellos. Aun asi.. seguro que todos ellos, si pudieran hablar, dirian que estan orgullosos de haber dado la vida por ella. Todos ellos.. eran un ejemplo a seguir.
Las sabias palabras de Sylvanas me llegaron bastante profundo, comprendia todo lo que me decia, y estaba de acuerdo con ella. Es cuando nuestra vida esta a punto de desaparecer.. cuando al fin se abre la puerta, y en ese momento.. resucitamos para volver a levantarnos una vez mas, mas fuerte, mas sabio..
Todos estos nombres.. se merecen nuestro respeto.
Sus nombres.... muchos de ellos... me eran muy familiares. Algunos incluso me despertaban cierto sentimiento.. Fue entonces cuando Sylvanas aumento de manera increible su cosmos, un aura dorada la comenzo a rodear. Era la primera vez que veia esa fuerza escondida salir de una forma tan expresiva. Era increible esa niña...
Muy bien, probare si soy un verdadero guerrero o en todos mis años no he sido mas que un hombre perdido..
Deje explotar todo mi cosmos para que una poderosa aura tambien de color dorado me rodeara, pero... en el momento en el que pude sentir nuestros dos cosmos al maximo, lo comprendi..
Es inutil.. al menos por ahora...
Extrañamente volvi a dejar bajjar mi cosmos, respire hondo y mire a Seiren que estaba a mi lado. Le negue con la cabeza para que no lo intentara ella tampoco, aun no era el momento de eso.
Puede.. que fueramos capaces de igualarte en fuerza, pero... por ahora, nuetro poder no te haria nada. Sylvanas, en tres dias... tanto Seiren como yo, volveremos a probar nuestro interior contra ti, delante de estos caidos, sabremos si somos capaces de ser iguales que ellos.
Me di la vuelta y sali de aquel lugar, tenia que prepararme bien, si queria conseguir lo que aquella niña queria hacer salir de mi. Estaba tan absorto y tan distraido en ese momento que nunca lo hubiera conseguido. Por eso.. debia entrenar mas mi cuerpo y mi mente.
Edward- Caballeros Dorados
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Re: Cementerio
El trayecto hacia el cementerio me resultó eterno y tormentoso a pesar de que iba con un paso acelerado, casi corriendo. Algo en mi interior se sentía devastado, quería escaparme de esas malas sensaciones que me asfixiaban, ese sentir que algo malo ocurría, un escalofrío intenso recorriéndome la espalda. Me insistía a mi misma que debía tolerar la tormenta en mi mente y no dejar que las extrañas sensaciones me incentivaran a actuar por impulso. ¿Por qué? Tenía tantas ganas de poder ocuparme de todo, de proteger a mi hermana al mundo, por qué entonces me detenía y me convencía de que tenía que dejarlo ser. Quien era yo para cambiar la forma en que se dan las cosas, para evitar lo que se esta destinado, había aprendido después de todo que la fuerza y la sabiduría viene de la experiencia. ¿Entonces por qué tenía tanto miedo?
Llegue a donde los pastizales secos producían un crujido que al son del silbido del viento se sentía tan desolado. La brisa áspera y fría me acarició el rostro como si me diese la bienvenida, como si reconfortara mi aflicción. Fui caminando por las diversas lapidas, pasando mi mano de una piedra rugosa a otra, en el centro de aquellos antiguos héroes dejé caer mi cuerpo a la tierra. Cerré los ojos queriendo sentir el calor del sol, imaginar su brillo o el cielo azulado, dejarme envolver por las presencias de los espíritus de los guerreros caídos. Abrazarme del consejo de sus susurros, como si el pasto me hablara al mecerse en mis oídos, con la cadencia de una armoniosa melodía, tenue y melancólica. Las lágrimas desbordaban de mis ojos que ya lucían perdidos en esa blancura cristalina, sentía cada gota helada, como hielo surcándome la piel del rostro, tan fría como me sentía en ese momento. Incesantemente froté mi rostro con mis antebrazos, tanto que mis mejillas y labios se enrojecieron tanto como lo estaban mis ojos por el constante roce.
“Si tu alma desea llorar deberías dejarla, pero no te arrepientas de ello.” Esas tersas palabras escondidas en el viento, se adentraban en mi mente de manera tan inquisidora que hasta me producía dolor de cabeza y al mismo tiempo me sentía acogida como alguien que te abraza cuando estas triste.
-Llorar solo me demuestra lo débil que soy. – Musité tan bajo que hasta era inaudible para mí, era como pensar y transmitírselo sin saber exactamente como.
“Ni el mas fuerte es capaz de soportarlo todo o de ser frío como el hielo, un corazón que late no es de acero, aun puedes sentir, y esta en él tu fuerza.”
-Lo se pero lamentar todo, sentir tanta culpa, me nubla la mente. No puedo pelear así, ni proteger, ni guiar. Apenas veo el sendero de luz lo pierdo, no tengo control sobre mi misma. Es inútil si no puedo ni siquiera conmigo…soy inútil.-
“Todos pensamos eso alguna vez, mas aún cuando estas cara a cara con la muerte. Son los sentimientos que nos hacen humanos, los que también nos permiten ser fuertes y tener el poder que llevamos dentro. Ser valiente no es no sentir miedo a nada, es tenerlo y poder confrontarlo. Siempre habrá dudas, pero si tu corazón te guía, lo escuchas, entonces no será tan difícil encontrar ese camino. La vida es uno, te caes y te seguirás cayendo, pero en ti esta la fuerza de levantarte y seguir, ese es el destino que eliges tu. No peleas con tu cuerpo, ni con tu mente, sino con el alma.” Eran muchas voces, pero sonaban al unísono como si fuesen una sola esencia, y a pesar de que sabía que cada guerrero me estaba dando su pequeño trozo de sabiduría y consejo, todos sentían un acuerdo por lo que me transmitían.
- Gracias… en verdad.-
“Con el tiempo podrás entenderlo, si fijas en tu mente que es lo que anhelas, y que estas dispuesta a dar por ello. La armadura carga con el espíritu del signo que representa y el alma de los guerreros que la han portado con dignidad hasta el último momento. Confía en ella y en su brillo pues es la sangre de Athena, su vida, la que ella a puesto en ella para que vele por tu protección y la del mundo. La esperanza es lo único que nunca se pierde.”
Abrí los ojos, sus voces aún me retumbaban en la cabeza y mis sentidos seguían aturdidos, mi pecho seguía sintiéndose pesado y compungido, pero estaba más calmada, repasaba una y otra vez lo que intentaban enseñarme. Me puse de pie, secándome las últimas lagrimas que me humedecían la cara, me ardía el rostro y no me importaba. Estaba decidida a dar todo lo que pudiera, y si al final seria digna o no solo el tiempo lo diría, lo único que podía era no darme por vencida a encontrar ese camino verdadero, y encontrar lo que me faltaba para completar mis respuestas. Me deje envolver por la calidez dorada del cosmos ardiendo en mi interior haciendo que la caja de Pandora se abriera y la armadura del toro se acoplara a mi cuerpo reluciendo intensamente…Esperanza.
-Es hora de volver a casa.- musité con suavidad intentando curvar en mis labios una sonrisa serena aunque algo triste todavía. Comencé a caminar alejándome de allí, me volteé una vez brindando esa sonrisa sosegada al cementerio, a esas almas que habían optado por ayudar y seguir en el lugar donde pertenecieron antes que descansar por la eternidad. Y me fui a donde había decidido pertenecer, el recinto de Tauro de seguro estaría vacío pero ese era el hogar que me esperaba.
Llegue a donde los pastizales secos producían un crujido que al son del silbido del viento se sentía tan desolado. La brisa áspera y fría me acarició el rostro como si me diese la bienvenida, como si reconfortara mi aflicción. Fui caminando por las diversas lapidas, pasando mi mano de una piedra rugosa a otra, en el centro de aquellos antiguos héroes dejé caer mi cuerpo a la tierra. Cerré los ojos queriendo sentir el calor del sol, imaginar su brillo o el cielo azulado, dejarme envolver por las presencias de los espíritus de los guerreros caídos. Abrazarme del consejo de sus susurros, como si el pasto me hablara al mecerse en mis oídos, con la cadencia de una armoniosa melodía, tenue y melancólica. Las lágrimas desbordaban de mis ojos que ya lucían perdidos en esa blancura cristalina, sentía cada gota helada, como hielo surcándome la piel del rostro, tan fría como me sentía en ese momento. Incesantemente froté mi rostro con mis antebrazos, tanto que mis mejillas y labios se enrojecieron tanto como lo estaban mis ojos por el constante roce.
“Si tu alma desea llorar deberías dejarla, pero no te arrepientas de ello.” Esas tersas palabras escondidas en el viento, se adentraban en mi mente de manera tan inquisidora que hasta me producía dolor de cabeza y al mismo tiempo me sentía acogida como alguien que te abraza cuando estas triste.
-Llorar solo me demuestra lo débil que soy. – Musité tan bajo que hasta era inaudible para mí, era como pensar y transmitírselo sin saber exactamente como.
“Ni el mas fuerte es capaz de soportarlo todo o de ser frío como el hielo, un corazón que late no es de acero, aun puedes sentir, y esta en él tu fuerza.”
-Lo se pero lamentar todo, sentir tanta culpa, me nubla la mente. No puedo pelear así, ni proteger, ni guiar. Apenas veo el sendero de luz lo pierdo, no tengo control sobre mi misma. Es inútil si no puedo ni siquiera conmigo…soy inútil.-
“Todos pensamos eso alguna vez, mas aún cuando estas cara a cara con la muerte. Son los sentimientos que nos hacen humanos, los que también nos permiten ser fuertes y tener el poder que llevamos dentro. Ser valiente no es no sentir miedo a nada, es tenerlo y poder confrontarlo. Siempre habrá dudas, pero si tu corazón te guía, lo escuchas, entonces no será tan difícil encontrar ese camino. La vida es uno, te caes y te seguirás cayendo, pero en ti esta la fuerza de levantarte y seguir, ese es el destino que eliges tu. No peleas con tu cuerpo, ni con tu mente, sino con el alma.” Eran muchas voces, pero sonaban al unísono como si fuesen una sola esencia, y a pesar de que sabía que cada guerrero me estaba dando su pequeño trozo de sabiduría y consejo, todos sentían un acuerdo por lo que me transmitían.
- Gracias… en verdad.-
“Con el tiempo podrás entenderlo, si fijas en tu mente que es lo que anhelas, y que estas dispuesta a dar por ello. La armadura carga con el espíritu del signo que representa y el alma de los guerreros que la han portado con dignidad hasta el último momento. Confía en ella y en su brillo pues es la sangre de Athena, su vida, la que ella a puesto en ella para que vele por tu protección y la del mundo. La esperanza es lo único que nunca se pierde.”
Abrí los ojos, sus voces aún me retumbaban en la cabeza y mis sentidos seguían aturdidos, mi pecho seguía sintiéndose pesado y compungido, pero estaba más calmada, repasaba una y otra vez lo que intentaban enseñarme. Me puse de pie, secándome las últimas lagrimas que me humedecían la cara, me ardía el rostro y no me importaba. Estaba decidida a dar todo lo que pudiera, y si al final seria digna o no solo el tiempo lo diría, lo único que podía era no darme por vencida a encontrar ese camino verdadero, y encontrar lo que me faltaba para completar mis respuestas. Me deje envolver por la calidez dorada del cosmos ardiendo en mi interior haciendo que la caja de Pandora se abriera y la armadura del toro se acoplara a mi cuerpo reluciendo intensamente…Esperanza.
-Es hora de volver a casa.- musité con suavidad intentando curvar en mis labios una sonrisa serena aunque algo triste todavía. Comencé a caminar alejándome de allí, me volteé una vez brindando esa sonrisa sosegada al cementerio, a esas almas que habían optado por ayudar y seguir en el lugar donde pertenecieron antes que descansar por la eternidad. Y me fui a donde había decidido pertenecer, el recinto de Tauro de seguro estaría vacío pero ese era el hogar que me esperaba.
Sylvanas- Amazona Dorada
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Re: Cementerio
La verdad de que estaba en las cercanías del Santuario me sentía algo distraída, además del hecho de que generalmente caminaba siguiente un impulso o simplemente por caminar, seria bueno para conocer los alrededores y saciar mi curiosidad que comenzaba a aflorar con cada paso dado, del bosque pase a un lugar casi desierto sin vegetación solamente piedras y tierra era algo deprimente si lo analizaba pero por las condiciones del terreno de seguro servirían para entrenar o pelear, el lugar era perfecto para ello aunque por el momento no era de mi interés a lo lejos se veía cierta formación rocosa algo extraña no parecía natural decidí acelerar mi paso lento para ver más de cerca grande fue mi sorpresa al ver que se trataban de piedras con nombres incrustados en ellas de seguro aquel lugar debería de ser un cementerio, pero no era cualquiera de eso estaba segura estaba demasiado cerca al Santuario si hubiese estado más alejado creería que es de algún pueblito cercano, pero no lo era me puse a leer las rocas que cumplían su función de lápidas héroes caídos quizá no lo podría saber, hice una pequeña reverencia en forma de respeto y me retire de aquel lugar.
Enya- Amazona Dorada
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Re: Cementerio
La cabalgata hasta ese lugar no había sido nada agradable considerando que Jezzara estaba más callada que de costumbre y el por otro lado estaba irritado. No tuvo si quiera que preguntar mucho la dirección del famoso cementerio pues entre más se acercaban era como si algo lo atrayese a ese lugar, y cuando vio el primer espiritu dando vuelta cerca de una roca, supo, que había encontrado lo que estaba buscando.
Descabalgó de su caballo y tomó a Jezzara de la cintura y la bajó. No iba a dejarla sobre su montura para que se la quitara y saliera corriendo.
Suspiró al ver que a pesar de sus esfuerzos fuera donde fuera, ahí estaban esas cosas siguiendolo. Espiritus del ayer, melancolicos, atados a ese mundo terrenal sin la posibilidad de irse al Hades.
- ¿Los ves Jezzara? - Le preguntó mientras se sentaba en una piedra que decía "Sharon - Gold." - ¿Ves a todas esas almas llorando? No, claro que no. Como mucho podrás sentir escalofríos o algo así.
Tomó su cabeza entre sus manos, pensando en las palabras de esa extraña mujer en Roma. Su destino estaba atado al de aquellas porquerias y terminaría de la misma manera. Había intentado librarse de poder verlas pero nada lo conseguía. Podía ver el rostro de cada hombre que alguna vez mató y ahora que estaba en Grecia, podía ver los espíritus revoloteando de cada guerrero que alguna vez luchó en ese santuario.
- Nunca me ha afectado, ¿Sabes? Nunca me importó verlas. Pero me irritan. Me irritan sus lloriqueos y sus suplicas. No me dejan vivir en paz.
Se paró y golpeó la piedra de la lápida con tanta fuerza que ésta se rompió en dos. No le importó, ni si quiera se preguntó de donde salía esa fuerza descomunal en ese segundo. Lo tenía aburrido poder ver y sentir cosas que nadie más podía ver.
- A la mierda con esto. ¡A la mierda con estas almas! ¡Vayanse al carajo!
Una ligera capa de luz dorada lo cubrió pero ni si quiera pareció darse cuenta, mientras pateaba con tal fuerza la roca de la lapida que se rompio en cientos de pequeñas piedritas que volaron hacia todos lados.
Descabalgó de su caballo y tomó a Jezzara de la cintura y la bajó. No iba a dejarla sobre su montura para que se la quitara y saliera corriendo.
Suspiró al ver que a pesar de sus esfuerzos fuera donde fuera, ahí estaban esas cosas siguiendolo. Espiritus del ayer, melancolicos, atados a ese mundo terrenal sin la posibilidad de irse al Hades.
- ¿Los ves Jezzara? - Le preguntó mientras se sentaba en una piedra que decía "Sharon - Gold." - ¿Ves a todas esas almas llorando? No, claro que no. Como mucho podrás sentir escalofríos o algo así.
Tomó su cabeza entre sus manos, pensando en las palabras de esa extraña mujer en Roma. Su destino estaba atado al de aquellas porquerias y terminaría de la misma manera. Había intentado librarse de poder verlas pero nada lo conseguía. Podía ver el rostro de cada hombre que alguna vez mató y ahora que estaba en Grecia, podía ver los espíritus revoloteando de cada guerrero que alguna vez luchó en ese santuario.
- Nunca me ha afectado, ¿Sabes? Nunca me importó verlas. Pero me irritan. Me irritan sus lloriqueos y sus suplicas. No me dejan vivir en paz.
Se paró y golpeó la piedra de la lápida con tanta fuerza que ésta se rompió en dos. No le importó, ni si quiera se preguntó de donde salía esa fuerza descomunal en ese segundo. Lo tenía aburrido poder ver y sentir cosas que nadie más podía ver.
- A la mierda con esto. ¡A la mierda con estas almas! ¡Vayanse al carajo!
Una ligera capa de luz dorada lo cubrió pero ni si quiera pareció darse cuenta, mientras pateaba con tal fuerza la roca de la lapida que se rompio en cientos de pequeñas piedritas que volaron hacia todos lados.
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Re: Cementerio
A penas y llegamos al cementerio, Manigoldo me ayudó a bajar del caballo y enseguida miré en derredor a ese sitio. Sí era posible sentir la presencia de esas almas, la presencia de la muerte en ese lugar era inevitable, aunque no los veía, pero mi cosmos se mantenía a un nivel bajo, estable que me permitía sentir a las almas que rondaban por allí, y sin dudas Manigoldo podía verlas. Eso no me parecía para nada extraño, aunque sí resultaba ser interesante.
– Es cierto, no puedo verlos... en este momento. Pero siento su presencia. – dije tan sólo aquello en un tono algo bajo y relajado.
Alguna vez hace tiempo, pude sentirlo también cuando estuve en Egipto, ¿Cómo una persona podía atraer la muerte de esa manera, las almas de los muertos? No era miedo, sino una extraña incomodidad, algo difícil de explicar. Por ello me mantuve distraída un momento, pensándolo desconcertada, hasta que pude sentir un fuerte estruendo. Cuando me di cuenta, Manigoldo había hecho trizas la piedra de una lápida de una patada.
– ¡Que rayos haces…! – exclamé.– ¿Cómo has hecho eso?
Hice una pequeña pausa mirándolo fijamente.
– Ese… cosmos. – murmuré extrañada al percibir la energía que manaba de su ser, rodeando su cuerpo como una luz dorada.
La energía que manaba de su ser era demasiado potente, era sin duda su cosmos, que había liberado, quizás, sin darse cuenta de ello. Después de todo, que aquel muchacho pudiera ver a las almas rondando a su alrededor, no resultaría algo del todo descabellado.
– No cualquiera puede liberar esa fuerza. –dije mirando la roca destrozada.– Deberías relajarte y dejar de ser tan necio. Seguramente nunca te has puesto a pensar el motivo por el cual esas almas te siguen ¿o sí?
Comenté aquello en un tono algo bajo y con absoluta seriedad y me alejé un poco de él, para así soltar un ligero suspiro, pensando en aquello que acababa de ocurrir. Tal vez él no se hubiera dado cuenta y no le diera la menor de las importancias, pero yo sí pude sentir esa energía que por un momento lo rodeó.
– Es cierto, no puedo verlos... en este momento. Pero siento su presencia. – dije tan sólo aquello en un tono algo bajo y relajado.
Alguna vez hace tiempo, pude sentirlo también cuando estuve en Egipto, ¿Cómo una persona podía atraer la muerte de esa manera, las almas de los muertos? No era miedo, sino una extraña incomodidad, algo difícil de explicar. Por ello me mantuve distraída un momento, pensándolo desconcertada, hasta que pude sentir un fuerte estruendo. Cuando me di cuenta, Manigoldo había hecho trizas la piedra de una lápida de una patada.
– ¡Que rayos haces…! – exclamé.– ¿Cómo has hecho eso?
Hice una pequeña pausa mirándolo fijamente.
– Ese… cosmos. – murmuré extrañada al percibir la energía que manaba de su ser, rodeando su cuerpo como una luz dorada.
La energía que manaba de su ser era demasiado potente, era sin duda su cosmos, que había liberado, quizás, sin darse cuenta de ello. Después de todo, que aquel muchacho pudiera ver a las almas rondando a su alrededor, no resultaría algo del todo descabellado.
– No cualquiera puede liberar esa fuerza. –dije mirando la roca destrozada.– Deberías relajarte y dejar de ser tan necio. Seguramente nunca te has puesto a pensar el motivo por el cual esas almas te siguen ¿o sí?
Comenté aquello en un tono algo bajo y con absoluta seriedad y me alejé un poco de él, para así soltar un ligero suspiro, pensando en aquello que acababa de ocurrir. Tal vez él no se hubiera dado cuenta y no le diera la menor de las importancias, pero yo sí pude sentir esa energía que por un momento lo rodeó.
Jezzara- Reino : Santuario de Athena
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Re: Cementerio
- Claro que no los puedes ver... ¡Ese castigo es sólo mío por ser un hijo de puta! No tenía ni diez años y kardia y yo ya habiamos matado a decenas de hombres, hasta mujeres... y algunos niños de nuestra edad. - Manigoldo apretó el puño, estaba furioso, sin importar lo que hiciera esas almas de mierda lo iban a seguir a todas partes. - Me siguen por que me quieren muerto. Intenté escaparme de la muerte ¿Sabes mocosa? ¡Pero es inútil!
Más atras de Sharon Gold, habia una roca que decía London, Gold. Manigoldo la pateó tan fuerte que se hizo añicos, peñezcos de ésta cayendo por todas partes. Mientras pateaba la roca alrededor de tres almas se le acercaron, eran solo energía, no podía ver sus rostros, quizas porque estaban más en el inframundo que en la tierra, pero podía sentirlas, podía verlas, giraban a su alrededor y le rozaban la piel con esa frialdad que le helaba los huesos a cualquier hombre.
- Ya me acostumbre a esto, es siempre lo mismo. Sabes lo que le hace a la mente de un hombre ir caminando con su legión y cada paso que vas, niños muertos te siguen apuntandote con su dedo indice, indicandoles a todos los que quieran ver que tu fuiste el culpable mientras que los gusanos les comen los ojos.
Aoretó el puño con tanta fuerza que chispas doradas comenzaron a aparecer cerca de sus dedos, pero parecía ni si quiera poder percatarse de eso. Las almas comenzaron a salir de sus tumbas y lo rodeaban, Manigoldo sólo dejó que lo hicieran cerrando los ojos y cayendo sobre el pasto de espaldas, mirando el cielo oscuro que esperaba el anochecer.
- Malditas sean... maldita sea...me desharé de ustedes... de cada una de sus sucias existencias de este mundo.
Más atras de Sharon Gold, habia una roca que decía London, Gold. Manigoldo la pateó tan fuerte que se hizo añicos, peñezcos de ésta cayendo por todas partes. Mientras pateaba la roca alrededor de tres almas se le acercaron, eran solo energía, no podía ver sus rostros, quizas porque estaban más en el inframundo que en la tierra, pero podía sentirlas, podía verlas, giraban a su alrededor y le rozaban la piel con esa frialdad que le helaba los huesos a cualquier hombre.
- Ya me acostumbre a esto, es siempre lo mismo. Sabes lo que le hace a la mente de un hombre ir caminando con su legión y cada paso que vas, niños muertos te siguen apuntandote con su dedo indice, indicandoles a todos los que quieran ver que tu fuiste el culpable mientras que los gusanos les comen los ojos.
Aoretó el puño con tanta fuerza que chispas doradas comenzaron a aparecer cerca de sus dedos, pero parecía ni si quiera poder percatarse de eso. Las almas comenzaron a salir de sus tumbas y lo rodeaban, Manigoldo sólo dejó que lo hicieran cerrando los ojos y cayendo sobre el pasto de espaldas, mirando el cielo oscuro que esperaba el anochecer.
- Malditas sean... maldita sea...me desharé de ustedes... de cada una de sus sucias existencias de este mundo.
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Re: Cementerio
Al principio no dije nada, sólo me quedé parada a un lado observando y escuchando al muchacho. No sabía ni siquiera cómo contestarle a todo eso, pues, aunque tratara de decirle cualquier cosa, él siempre intentaba tener la razón. Al menos eso fue lo que noté a lo largo del tiempo que había pasado con él.
Veía sus acciones y cada vez notaba que las cosas se tornaban más extrañas. El cosmos a su alrededor era algo que no podía evitar sentir, y por lo que veía, no se daba cuenta de esos pequeños detalles que por momentos se mostraban. Podía decirse que en ciertas ocasiones, una persona es capaz de liberar su cosmos, mostrar aquella pequeña parte del universo que habita en cada uno, sin siquiera darse cuenta de ello, sin poder controlarlo. Tal vez aquella desesperación estaba provocando eso mismo.
Ya veo. –comenté, para guardar silencio un rato. Un silencio que se estableció en ese sitio durante varios segundos.– Aún así, en el mundo hay miles de personas como tú. Hay muchos que han arrebatado una cantidad inimaginable de vidas y no creo que todos ellos puedan ver las almas de los muertos de esa manera. Al menos eso creo.
Dije aquello con respecto a sus palabras. Era cierto, había en el mundo, muchísimos hombres que habían asesinado a gente inocente por todas partes, a hombres, niños y mujeres, y aún así no podían sentir la presencia de los espíritus de los muertos reclamándoles por sus pecados. Era extraño que Manigoldo pudiera verlos.
Si has intentado todo lo que has podido y aún así no logras librarte de ellos, supongo que no te dejarán en paz. Tienes que buscar una manera de convivir con ellos, controlarlos de alguna forma, en lugar de desesperar por ello. –dije en un tono calmo. No me interesaba lo que él fuera a pensar, sólo trataba de comprender de alguna manera lo que le ocurría. Pues si eso me hubiera pasado a mí, de seguro buscaría un remedio. Si no puedes librarte de lo que te atormenta, tienes que convertirlo en parte de ti, e ignorarlo o utilizarlo en tu beneficio de alguna manera.
Cada persona puede lograr milagros… incluso alguien como tú así como te describes. –dije aquello mientras levantaba la vista viendo el cielo oscuro y los primeros astros nocturnos apareciendo.– La fuerza del universo en cada uno, es capaz de lograr muchas cosas.
Suspiré y cerré los ojos un momento, dejándome caer sobre el pasto El silencio invadió el lugar durante varios segundos mientras yo trataba de pensar, relajarme un poco. Comenzaba a afectarme el cansancio de haber dormido escaso tiempo, en un lugar poco cómodo.
Veía sus acciones y cada vez notaba que las cosas se tornaban más extrañas. El cosmos a su alrededor era algo que no podía evitar sentir, y por lo que veía, no se daba cuenta de esos pequeños detalles que por momentos se mostraban. Podía decirse que en ciertas ocasiones, una persona es capaz de liberar su cosmos, mostrar aquella pequeña parte del universo que habita en cada uno, sin siquiera darse cuenta de ello, sin poder controlarlo. Tal vez aquella desesperación estaba provocando eso mismo.
Ya veo. –comenté, para guardar silencio un rato. Un silencio que se estableció en ese sitio durante varios segundos.– Aún así, en el mundo hay miles de personas como tú. Hay muchos que han arrebatado una cantidad inimaginable de vidas y no creo que todos ellos puedan ver las almas de los muertos de esa manera. Al menos eso creo.
Dije aquello con respecto a sus palabras. Era cierto, había en el mundo, muchísimos hombres que habían asesinado a gente inocente por todas partes, a hombres, niños y mujeres, y aún así no podían sentir la presencia de los espíritus de los muertos reclamándoles por sus pecados. Era extraño que Manigoldo pudiera verlos.
Si has intentado todo lo que has podido y aún así no logras librarte de ellos, supongo que no te dejarán en paz. Tienes que buscar una manera de convivir con ellos, controlarlos de alguna forma, en lugar de desesperar por ello. –dije en un tono calmo. No me interesaba lo que él fuera a pensar, sólo trataba de comprender de alguna manera lo que le ocurría. Pues si eso me hubiera pasado a mí, de seguro buscaría un remedio. Si no puedes librarte de lo que te atormenta, tienes que convertirlo en parte de ti, e ignorarlo o utilizarlo en tu beneficio de alguna manera.
Cada persona puede lograr milagros… incluso alguien como tú así como te describes. –dije aquello mientras levantaba la vista viendo el cielo oscuro y los primeros astros nocturnos apareciendo.– La fuerza del universo en cada uno, es capaz de lograr muchas cosas.
Suspiré y cerré los ojos un momento, dejándome caer sobre el pasto El silencio invadió el lugar durante varios segundos mientras yo trataba de pensar, relajarme un poco. Comenzaba a afectarme el cansancio de haber dormido escaso tiempo, en un lugar poco cómodo.
Jezzara- Reino : Santuario de Athena
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Re: Cementerio
- Creo que un no lo entiendes pequeña Jezzara. - Dijo Manigoldo con el ceño fruncido e indiferente mientras miraba las rocas a su alrededor y el cementerio lleno de almas alteradas por su presencia. - No es que me desespere verlas... no quiero que me dejen en paz porque me moleste ver niños muertos o que me apunten y lloren o que no me dejen dormir cuando lo intento. Lo que deseo es saber que no me quedaré dormido y amaneceré tan muerto como ellos.
La noche estaba bastante estrellada. El cielo del Santuario era un lugar bonito incluso para alguien que no apreciase esas cosas. Estaba todo en silencio excepto por las almas que Manigoldo podía escuchar susurrandole sus lamentos de vida, sus deseos inconclusos, sus anhelos de poder vivir nuevamente. Pero sabía que lo único que debía escuchar Jezzara eran los gritos a lo lejos.
- Uno se acostumbra esto, un cementerio para mi... es como estar en casa. - susurró amargado. - Verás, una mujer un día me dijo, que mi destino era el mismo que el de esas almas. Ella ... podía ver cosas tambien, creo que entendía la muerte mucho mejor que yo. Estaba rodeada de espíritus mientras me hablaba y parecía disfrutar de su compañía. Por ello, cuando me dijo, que la muerte me estaba buscando y era por eso que podía ver aquello... ja... debo admitir que me cagué de miedo. ¿Quien querría morir? Apenas paso los veinte años, se que he vivido más que un tipo ordinario, pero... aun no deseo morir. Por mucho tiempo le temí a eso... a la muerte, ¿Sabes?
Era ridículo que alguien como él pudiese admitir algo así a una chica como ella. Siempre daba la impresión de ser indiferente a todo y que nada le importaba, por lo cual estarle admitiendo que de hecho sí había algo que en algun momento de su vida lo había hecho temer, era... extraño.
-Pero luego, conocí a una chiquilla en Roma. Su nombre era Sophia. Era hermosa y de largo cabello rojo como el fuego, un don raro y exquisito para una Romana. Era de una de las familias más prominentes de la región, y aún así... estaba descalza y perdida por las calles más peligrosas. La intentaron violar pero uno de los legionarios de Vergilius la sacó de ese lío y le partió la cara a uno de los sujetos. Y ella... sabes que hizo... repelió la muerte de su cuerpo. Pude ver como aquella alma volvía a su cuerpo.... me dio esperanza de que si la podía encontrar ella me salvaría del destino de esas almas de vagar y lloriquear, que tal vez me daría la oportunidad de morir bajo mis propios terminos.
La historia no lo hacía sentirse muy orgulloso, pero Jezzara era alguien que le inspiraba la confianza para hablar de ello. Era una chica "buena" que seguramente nunca se reiría de él por contarle algo así. Muchas veces había intentado hablar con Kardia del asunto pero su hermano sólo se burlaba cuando le decía que podía ver cosas que la mayoría de las personas ignoraba.
- Por lo cual hice lo que cualquier hombre haría... la tomé a la fuerza y la saqué de su hogar. Pero me di cuenta que fuese lo que fuese que había hecho para ahuyentar a la muerte había sido sólo un accidente, que no había forma que yo tambien lo pudiese aprender. La dejé ir... y así terminé en esta Villa de mierda porque ya no podía volver a Roma despues de lo que hice. Llevarse a la niñita Juliai tenía su castigo, ¿Sabes? Así que aquí estoy en esta Villa de mierda, con toda esta gente de mierda, hablandole a una mocosa en medio de un cementerio ... ¡CON TODAS ESTAS PUTAS ALMAS MALPARIDAS GRITANDOME EN LOS OIDOS! ¡CALLENSE POR LA MIERDA! ¡PUTA QUE LOS PARIO!
Nuevamente se le apretaba la garganta. Estaba tan cansado de todo el asunto. Estaba demasiado cansado para seguir de pie por lo que se dejó caer en el pasto y miró el cielo y las estrellas, dandose cuenta que en ese lugar eran diferentes, parecían moverse en el cielo.
- Tsssk...Universo... Milagros... hablas como si estuvieses ebria mocosa. - Dijo Manigoldo deseando tener una botella de vino en ese momento, de un buen rojo tinto del Valle dulce, eran los mejores vinos de Roma a un precio alcanzable. - ¿Sabes lo peor? Ya ni si quiera temo morir. Ya no le temo a nada... sólo vivo día a día esperando que la muerte llegue por mi. Una persona que no le teme a morir, es el hombre más peligroso de este mundo, ¿No lo crees? - De pronto deseo tocar a Jezzara, una mujer en ese momento le habría liberado sus tensiones ya que la puta de Michiru había desaparecido y no podía follar con las hijas del viejo que le había pasado la cabaña. - Jezzara, ¿No quieres volverte una mujer en este lugar bajo tus estrellas? Que alguien como tu se acostara conmigo... Tsk... ahí si que tendrías tu milagro hahahahahahahaha. Ven pequeña Jezzara, no muerdo... a menos que quieras que te muerda hahahahahahahaha...
La noche estaba bastante estrellada. El cielo del Santuario era un lugar bonito incluso para alguien que no apreciase esas cosas. Estaba todo en silencio excepto por las almas que Manigoldo podía escuchar susurrandole sus lamentos de vida, sus deseos inconclusos, sus anhelos de poder vivir nuevamente. Pero sabía que lo único que debía escuchar Jezzara eran los gritos a lo lejos.
- Uno se acostumbra esto, un cementerio para mi... es como estar en casa. - susurró amargado. - Verás, una mujer un día me dijo, que mi destino era el mismo que el de esas almas. Ella ... podía ver cosas tambien, creo que entendía la muerte mucho mejor que yo. Estaba rodeada de espíritus mientras me hablaba y parecía disfrutar de su compañía. Por ello, cuando me dijo, que la muerte me estaba buscando y era por eso que podía ver aquello... ja... debo admitir que me cagué de miedo. ¿Quien querría morir? Apenas paso los veinte años, se que he vivido más que un tipo ordinario, pero... aun no deseo morir. Por mucho tiempo le temí a eso... a la muerte, ¿Sabes?
Era ridículo que alguien como él pudiese admitir algo así a una chica como ella. Siempre daba la impresión de ser indiferente a todo y que nada le importaba, por lo cual estarle admitiendo que de hecho sí había algo que en algun momento de su vida lo había hecho temer, era... extraño.
-Pero luego, conocí a una chiquilla en Roma. Su nombre era Sophia. Era hermosa y de largo cabello rojo como el fuego, un don raro y exquisito para una Romana. Era de una de las familias más prominentes de la región, y aún así... estaba descalza y perdida por las calles más peligrosas. La intentaron violar pero uno de los legionarios de Vergilius la sacó de ese lío y le partió la cara a uno de los sujetos. Y ella... sabes que hizo... repelió la muerte de su cuerpo. Pude ver como aquella alma volvía a su cuerpo.... me dio esperanza de que si la podía encontrar ella me salvaría del destino de esas almas de vagar y lloriquear, que tal vez me daría la oportunidad de morir bajo mis propios terminos.
La historia no lo hacía sentirse muy orgulloso, pero Jezzara era alguien que le inspiraba la confianza para hablar de ello. Era una chica "buena" que seguramente nunca se reiría de él por contarle algo así. Muchas veces había intentado hablar con Kardia del asunto pero su hermano sólo se burlaba cuando le decía que podía ver cosas que la mayoría de las personas ignoraba.
- Por lo cual hice lo que cualquier hombre haría... la tomé a la fuerza y la saqué de su hogar. Pero me di cuenta que fuese lo que fuese que había hecho para ahuyentar a la muerte había sido sólo un accidente, que no había forma que yo tambien lo pudiese aprender. La dejé ir... y así terminé en esta Villa de mierda porque ya no podía volver a Roma despues de lo que hice. Llevarse a la niñita Juliai tenía su castigo, ¿Sabes? Así que aquí estoy en esta Villa de mierda, con toda esta gente de mierda, hablandole a una mocosa en medio de un cementerio ... ¡CON TODAS ESTAS PUTAS ALMAS MALPARIDAS GRITANDOME EN LOS OIDOS! ¡CALLENSE POR LA MIERDA! ¡PUTA QUE LOS PARIO!
Nuevamente se le apretaba la garganta. Estaba tan cansado de todo el asunto. Estaba demasiado cansado para seguir de pie por lo que se dejó caer en el pasto y miró el cielo y las estrellas, dandose cuenta que en ese lugar eran diferentes, parecían moverse en el cielo.
- Tsssk...Universo... Milagros... hablas como si estuvieses ebria mocosa. - Dijo Manigoldo deseando tener una botella de vino en ese momento, de un buen rojo tinto del Valle dulce, eran los mejores vinos de Roma a un precio alcanzable. - ¿Sabes lo peor? Ya ni si quiera temo morir. Ya no le temo a nada... sólo vivo día a día esperando que la muerte llegue por mi. Una persona que no le teme a morir, es el hombre más peligroso de este mundo, ¿No lo crees? - De pronto deseo tocar a Jezzara, una mujer en ese momento le habría liberado sus tensiones ya que la puta de Michiru había desaparecido y no podía follar con las hijas del viejo que le había pasado la cabaña. - Jezzara, ¿No quieres volverte una mujer en este lugar bajo tus estrellas? Que alguien como tu se acostara conmigo... Tsk... ahí si que tendrías tu milagro hahahahahahahaha. Ven pequeña Jezzara, no muerdo... a menos que quieras que te muerda hahahahahahahaha...
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Re: Cementerio
La verdad no tenía mucho que decir a las palabras de Manigoldo, ya de por si me parecía demasiado extraño que alguien como él, conociendo al menos lo poco que lo conocía, me estuviese contando todo eso. No sabía si en verdad aquello había pasado, si era cierto lo que él decía, pero hasta esas alturas ya cualquier cosa sobrenatural como alguien que viese y escuchase almas a su alrededor, me parecía demasiado creíble. Yo que por mi parte podía controlar y hasta leer los pensamientos de otros, para mí no resultaba nada raro, aunque sí me costaba entender su manera de pensar, yo era una persona muy diferente.
Tal vez logre entender algo de lo que dices… tal vez… no mucho. Pero en realidad ya no se que contestar. –dije en un tono algo bajo pero fácil de oír en el silencio del cementerio.– Nunca antes había conocido alguien como tú.
Sus últimas palabras no me sorprendieron; recordaba la última vez que lo vi en aquel riachuelo en el bosque, camino al santuario. Había sido una situación bastante incómoda y más aún cuando quiso besarme, tal vez había sido demasiado exagerada la idea de rechazarlo de esa manera, aunque siempre había tratado de ser una mujer correcta y educada. Aunque tampoco fue muy educada su actitud.
Me acerqué un poco a Manigoldo cuando él se dejó caer en el pasto y me arrodillé a su lado apoyando las manos sobre el frío pasto. Sin mostrar otro gesto que no fuera seriedad y quizás algo de curiosidad me acerqué un poco y le miré a los ojos, entonces dije con un tanto de gracia:
¿Y qué harás si te digo que no? ¿Me dejarás aquí tirada de nuevo? Digo… es sólo curiosidad… –Pregunté curiosa mirándolo a los ojos. La verdad no quería que pasara lo de la última vez, no podría quedarme sola de nuevo; aunque fuera con ese tipo, que de vez en cuando me irritaba con su actitud tan terca y desafiante, necesitaba al menos una compañía, alguien con quien hablar y no estar todo el día caminando sola inútilmente.– Porque no me gustaría quedarme sola otra vez… es angustiante. Aunque seas… tú… –dije refiriéndome a su manera de actuar y su molesta actitud.– …compañía es compañía.
Tal vez logre entender algo de lo que dices… tal vez… no mucho. Pero en realidad ya no se que contestar. –dije en un tono algo bajo pero fácil de oír en el silencio del cementerio.– Nunca antes había conocido alguien como tú.
Sus últimas palabras no me sorprendieron; recordaba la última vez que lo vi en aquel riachuelo en el bosque, camino al santuario. Había sido una situación bastante incómoda y más aún cuando quiso besarme, tal vez había sido demasiado exagerada la idea de rechazarlo de esa manera, aunque siempre había tratado de ser una mujer correcta y educada. Aunque tampoco fue muy educada su actitud.
Me acerqué un poco a Manigoldo cuando él se dejó caer en el pasto y me arrodillé a su lado apoyando las manos sobre el frío pasto. Sin mostrar otro gesto que no fuera seriedad y quizás algo de curiosidad me acerqué un poco y le miré a los ojos, entonces dije con un tanto de gracia:
¿Y qué harás si te digo que no? ¿Me dejarás aquí tirada de nuevo? Digo… es sólo curiosidad… –Pregunté curiosa mirándolo a los ojos. La verdad no quería que pasara lo de la última vez, no podría quedarme sola de nuevo; aunque fuera con ese tipo, que de vez en cuando me irritaba con su actitud tan terca y desafiante, necesitaba al menos una compañía, alguien con quien hablar y no estar todo el día caminando sola inútilmente.– Porque no me gustaría quedarme sola otra vez… es angustiante. Aunque seas… tú… –dije refiriéndome a su manera de actuar y su molesta actitud.– …compañía es compañía.
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Re: Cementerio
Se acomodó en el pasto poniendo sus manos atrás de la cabeza, mirando a Jezzara y esperando que dijera algo. De seguro nuevamente huiría de él o algo por el estilo. ¿Qué importaba? Podía seguir huyendo de él toda la vida si así lo deseaba, ambos sabían que seguirían encontrándose y cada encuentro haría que esa mocosa lo deseara más. Podía verlo en sus ojos… podía jugar a ser inocente y pura todo lo que quisiera, pero el veía en esos ojos algo más, su postura corporal delataba que la idea de sentirlo cerca se le hacía más que viable.
- Nunca vas a conocer a alguien como yo tampoco. Yo soy yo, no hay nadie más igual a mi. – Dijo cerrando los ojos, inhalando lentamente el aire frío del cementerio del Santuario de Athena. – Si me dices que no, te dejaré aquí, iré a Rodorio, me emborracharé y seguramente le pague a una puta para follarla hasta que no sienta las piernas com el dinero que tu misma me diste. ¿Qué te parece eso?
Sonrió, sabiendo que de seguro las mejillas de esa niña se volverían rojas escuchando algo tan vulgar. No era su naturaleza ser un tipo educado, había sido un hijo de puta con ella la mayoría del tiempo. La veía muy niña como para intentar seducirla y llenarle la cabeza de estupideces sobre él que no eran ciertas. Pero algo le había pasado en los días que no la vio, algo que la hacía ver mucho más madura por algun motivo y esa madurez era tentadora para cualquier hombre, sobre todo considerando lo hermosa que era.
- Pero si lo único que deseas es compañía, cómprate un perro. – Le dijo algo irritado. - ¿Sabes cual es tu problema Jezzara? – Le preguntó abriendo los ojos y dándose cuenta lo cerca que esa chica se había vuelto hacia él. Nuevamente la traicionaba su postura, su boca podía negarse por siempre pero su cuerpo decía otra cosa. Se apoyó en un codo y se levantó del pasto, acercando su rostro al de la chica. – Necesitas que te besen y mucho. Ojala encuentres a alguien que te bese todo el tiempo, así dejarías de hablar. Y asegúrate que sea alguien que sepa lo que está haciendo
Sus palabras eran suaves y sonaban bajo. Le sonrió y pensó si la debía besar o no, tal vez hacerlo nuevamente sólo la haría gritarle alguna estupidez, pero si algo había aprendido Manigoldo en su vida era nunca robar un beso, las cachetadas dolían. Prefería a las mujeres dóciles que estaban dispuestas a hacer lo que a él le diera la gana.
¿Pero qué más daba? Deseaba tocarla hace mas de unos minutos, estaban solos en ese lugar, la chica se había inclinado hacia él después de que le había dicho algo tan vulgar… ¿Valía la pena intentarlo? Se acercó, mucho, demasiado, intentando seguir su instinto que le decía que le comiera la boca y se dejaran de bailar aquel absurdo baile de ir y venir. Él la deseaba, ¿Qué mas importaba aparte de eso? Mientras la miraba se la imaginaba mordiendose los labios para no gritar y enterrandole las uñas a la espalda.
- No. - Susurró casi sobre los labios de la chica - Creo que no te besaré hoy, Jezzara.
- Nunca vas a conocer a alguien como yo tampoco. Yo soy yo, no hay nadie más igual a mi. – Dijo cerrando los ojos, inhalando lentamente el aire frío del cementerio del Santuario de Athena. – Si me dices que no, te dejaré aquí, iré a Rodorio, me emborracharé y seguramente le pague a una puta para follarla hasta que no sienta las piernas com el dinero que tu misma me diste. ¿Qué te parece eso?
Sonrió, sabiendo que de seguro las mejillas de esa niña se volverían rojas escuchando algo tan vulgar. No era su naturaleza ser un tipo educado, había sido un hijo de puta con ella la mayoría del tiempo. La veía muy niña como para intentar seducirla y llenarle la cabeza de estupideces sobre él que no eran ciertas. Pero algo le había pasado en los días que no la vio, algo que la hacía ver mucho más madura por algun motivo y esa madurez era tentadora para cualquier hombre, sobre todo considerando lo hermosa que era.
- Pero si lo único que deseas es compañía, cómprate un perro. – Le dijo algo irritado. - ¿Sabes cual es tu problema Jezzara? – Le preguntó abriendo los ojos y dándose cuenta lo cerca que esa chica se había vuelto hacia él. Nuevamente la traicionaba su postura, su boca podía negarse por siempre pero su cuerpo decía otra cosa. Se apoyó en un codo y se levantó del pasto, acercando su rostro al de la chica. – Necesitas que te besen y mucho. Ojala encuentres a alguien que te bese todo el tiempo, así dejarías de hablar. Y asegúrate que sea alguien que sepa lo que está haciendo
Sus palabras eran suaves y sonaban bajo. Le sonrió y pensó si la debía besar o no, tal vez hacerlo nuevamente sólo la haría gritarle alguna estupidez, pero si algo había aprendido Manigoldo en su vida era nunca robar un beso, las cachetadas dolían. Prefería a las mujeres dóciles que estaban dispuestas a hacer lo que a él le diera la gana.
¿Pero qué más daba? Deseaba tocarla hace mas de unos minutos, estaban solos en ese lugar, la chica se había inclinado hacia él después de que le había dicho algo tan vulgar… ¿Valía la pena intentarlo? Se acercó, mucho, demasiado, intentando seguir su instinto que le decía que le comiera la boca y se dejaran de bailar aquel absurdo baile de ir y venir. Él la deseaba, ¿Qué mas importaba aparte de eso? Mientras la miraba se la imaginaba mordiendose los labios para no gritar y enterrandole las uñas a la espalda.
- No. - Susurró casi sobre los labios de la chica - Creo que no te besaré hoy, Jezzara.
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Re: Cementerio
Manigoldo solía ser grosero con lo que decía la mayor parte del tiempo, y de hecho desde que lo conocí, no había parado de hablar de esa manera y tratarme como cualquier otra chiquilla de la calle. Al principio quizás me hubiera molestado bastante pero con el paso del tiempo y estando cerca de él, teniendo que soportar ese comportamiento tal vez iba acostumbrándome y me era más fácil tolerarlo. De igual manera a veces deseaba golpearlo.
Eres un idiota. Para que sepas, yo no necesito nada, estoy bien así. –murmuré quejándome ante sus palabras cuando lo escuché. Se acercaba demasiado a mí por lo que mis ojos se abrieron grandes, sorprendida y mis mejillas se enrojecieron a penas aunque sólo por unos segundos, como aquella vez en el riachuelo, creí que iba a intentar besarme de nuevo pero sólo susurró unas palabras.
Me quedé callada por un momento, fueron varios segundos en los que permanecí viéndole a los ojos. Aunque me parecía un idiota sin modales y en muchas ocasiones hubiera querido golpearlo, había pasado ya demasiado tiempo cerca de él; yendo, viniendo; encuentros, desencuentros y hasta situaciones como esa, y probablemente le había tomado cierto aprecio, si es que así podía llamarse aunque quizás Manigoldo no pensara lo mismo. La cuestión es que en ese momento había deseado quizás, tenerlo más cerca, dejar de escapar de él. Hubiera deseado que pasara lo mismo que la vez anterior, pero permitir que me besara... aunque... tras pensarlo un momento, decidí que quizás que no debía seguir su juego. Sería otra idiota más y no quería arruinar mi moralidad.
Parpadeé un par de veces volviendo a la realidad y contesté:
¿No? ¿Ya cambiaste de opinión? Me alegra tu decisión. –Contesté a sus palabras aunque hacía unos minutos no pensara lo mismo.– Por un momento pensé que querías besarme. –seguido de esas palabras me reí levemente y suspiré, echándome hacia atrás, dejándome caer sobre el pasto húmedo nuevamente, miré un momento a Manigoldo y después fijé mi vista en las estrellas nuevamente, durante varios segundos.
Eres un idiota. Para que sepas, yo no necesito nada, estoy bien así. –murmuré quejándome ante sus palabras cuando lo escuché. Se acercaba demasiado a mí por lo que mis ojos se abrieron grandes, sorprendida y mis mejillas se enrojecieron a penas aunque sólo por unos segundos, como aquella vez en el riachuelo, creí que iba a intentar besarme de nuevo pero sólo susurró unas palabras.
Me quedé callada por un momento, fueron varios segundos en los que permanecí viéndole a los ojos. Aunque me parecía un idiota sin modales y en muchas ocasiones hubiera querido golpearlo, había pasado ya demasiado tiempo cerca de él; yendo, viniendo; encuentros, desencuentros y hasta situaciones como esa, y probablemente le había tomado cierto aprecio, si es que así podía llamarse aunque quizás Manigoldo no pensara lo mismo. La cuestión es que en ese momento había deseado quizás, tenerlo más cerca, dejar de escapar de él. Hubiera deseado que pasara lo mismo que la vez anterior, pero permitir que me besara... aunque... tras pensarlo un momento, decidí que quizás que no debía seguir su juego. Sería otra idiota más y no quería arruinar mi moralidad.
Parpadeé un par de veces volviendo a la realidad y contesté:
¿No? ¿Ya cambiaste de opinión? Me alegra tu decisión. –Contesté a sus palabras aunque hacía unos minutos no pensara lo mismo.– Por un momento pensé que querías besarme. –seguido de esas palabras me reí levemente y suspiré, echándome hacia atrás, dejándome caer sobre el pasto húmedo nuevamente, miré un momento a Manigoldo y después fijé mi vista en las estrellas nuevamente, durante varios segundos.
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Re: Cementerio
No sabía que le ocurría a esa chica que se sonrojaba con cualquier cosa para después alejarse de él. Rodó los ojos hacia arriba y luego los cerró, sintiendo como se acostaba en el pasto húmedo junto a él. No sabía por qué lo estaba haciendo, ¿Estaría intentando poner a prueba su voluntad? Que estupidez, después de todo él era un hombre, tampoco era como si fuese de hierro y no pensara en mil quinientas cosas sucias que hacer con ella en esa posición.
- También creí que quería besarte, pero luego recordé que eres una cría que probablemente ni si quiera saber lo que es que la besen… y no tengo ganas de enseñarte. – Se sentó en el pasto de golpe. Ya que no iba a conseguir nada más de esa situación y que sin embargo sus entrañas le estaban pidiendo mucho más, pensó que era mejor largarse de ahí. – Yo me largo de aquí. Me cansé de ser tu niñero por hoy.
Se comenzó a limpiar el pasto que estaba pegado a sus piernas y se puso de pie, miró el cielo estrellado una última vez y pensó en lo diferente que se veían las estrellas ahí y en Roma. Como extrañaba Roma… era un lugar en el cual las mujeres no se hacían las difíciles ni jugaban juegos mentales con los hombres. Todos decían lo que deseaban y se hacía así. Pensó en Aglaya, en Bárbara, en sus putas favoritas esperándolo ahí en la Sobajera con las piernas abiertas y sus feminidades húmedas por él.
Era una lástima de verdad que Jezzara pensara que iba a seguir aquel jueguito con ella. A sus ojos, ella era una niña. Si, había crecido un poco y no había nada que decir sobre su aspecto… era hermosa, perfecta en realidad, pero seguía siendo una niña que nunca había conocido a un hombre y él no estaba de ánimo para seducirla. Ya le había dicho lo que deseaba y sabiendo que no era lo mismo que ella quería (o si lo quería lo estaba dificultando bastante), no iba a seguir perdiendo el tiempo ahí. Después de todo, en Rodorio habían rameras y él tenía dinero.
- Anda a dormir mocosa, estás bastante pasada ya de tu hora de dormir. – Se rió fuertemente burlón como siempre, dándole la espalda y comenzando a caminar en su propia dirección.
- También creí que quería besarte, pero luego recordé que eres una cría que probablemente ni si quiera saber lo que es que la besen… y no tengo ganas de enseñarte. – Se sentó en el pasto de golpe. Ya que no iba a conseguir nada más de esa situación y que sin embargo sus entrañas le estaban pidiendo mucho más, pensó que era mejor largarse de ahí. – Yo me largo de aquí. Me cansé de ser tu niñero por hoy.
Se comenzó a limpiar el pasto que estaba pegado a sus piernas y se puso de pie, miró el cielo estrellado una última vez y pensó en lo diferente que se veían las estrellas ahí y en Roma. Como extrañaba Roma… era un lugar en el cual las mujeres no se hacían las difíciles ni jugaban juegos mentales con los hombres. Todos decían lo que deseaban y se hacía así. Pensó en Aglaya, en Bárbara, en sus putas favoritas esperándolo ahí en la Sobajera con las piernas abiertas y sus feminidades húmedas por él.
Era una lástima de verdad que Jezzara pensara que iba a seguir aquel jueguito con ella. A sus ojos, ella era una niña. Si, había crecido un poco y no había nada que decir sobre su aspecto… era hermosa, perfecta en realidad, pero seguía siendo una niña que nunca había conocido a un hombre y él no estaba de ánimo para seducirla. Ya le había dicho lo que deseaba y sabiendo que no era lo mismo que ella quería (o si lo quería lo estaba dificultando bastante), no iba a seguir perdiendo el tiempo ahí. Después de todo, en Rodorio habían rameras y él tenía dinero.
- Anda a dormir mocosa, estás bastante pasada ya de tu hora de dormir. – Se rió fuertemente burlón como siempre, dándole la espalda y comenzando a caminar en su propia dirección.
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Re: Cementerio
No soy una niña ¿sabes? Pero bueno… piensa como quieras. Tampoco necesito ningún niñero, sé cuidarme muy bien. Sino no hubiera llegado sola a Grecia. –Dije en un tono serio aún estando recostada sobre el pasto húmedo mientras echaba un vistazo hacia donde se iba caminando Manigoldo. No me molestaba que se fuera, de hecho a estas alturas ya comenzaba a ser un tanto molesto. Tendría que quedarme sola de nuevo y bueno, eso iba a ser si era necesario. Me pasaría toda la noche entrenando como era costumbre ya que la guerra estaba cada vez más cerca y no podía perder tiempo.
Y no necesito que me digas cuando tengo que ir a dormir. –Comenté en el mismo tono de antes mientras me levantaba del pasto, limpiando un poco mi ropa con las manos.– De hecho creo que hoy tampoco podré dormir lo suficiente. –Comente de nuevo aunque más que nada fueron palabras para mí misma.
Y mmm… ¿Sólo querías venir al cementerio para ver las almas que te molestan? –Inquirí en un tono más alto pues ya Manigoldo se encontraba a unos pasos más alejado. Tal vez había sido una pérdida de tiempo pues nada interesante era lo que se encontraba en el cementerio, tal vez Manigoldo sólo quería ver los espíritus de los santos muertos, quién sabe.
Pues si es así me has hecho perder tiempo valioso idiota. –Comenté aquello en un tono más bajo y suspiré, cruzándome de brazos mientras mi mirada se mantenía perdida en el suelo del cementerio, pensando ahora como regresaría al pueblo.
Y no necesito que me digas cuando tengo que ir a dormir. –Comenté en el mismo tono de antes mientras me levantaba del pasto, limpiando un poco mi ropa con las manos.– De hecho creo que hoy tampoco podré dormir lo suficiente. –Comente de nuevo aunque más que nada fueron palabras para mí misma.
Y mmm… ¿Sólo querías venir al cementerio para ver las almas que te molestan? –Inquirí en un tono más alto pues ya Manigoldo se encontraba a unos pasos más alejado. Tal vez había sido una pérdida de tiempo pues nada interesante era lo que se encontraba en el cementerio, tal vez Manigoldo sólo quería ver los espíritus de los santos muertos, quién sabe.
Pues si es así me has hecho perder tiempo valioso idiota. –Comenté aquello en un tono más bajo y suspiré, cruzándome de brazos mientras mi mirada se mantenía perdida en el suelo del cementerio, pensando ahora como regresaría al pueblo.
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Re: Cementerio
Me pregunto por qué habrá querido que lo trajera a este deprimente cementerio. –Me preguntaba en un suave murmullo acompañado de la brisa fría que la noche traía a un sitio llano y solitario como lo era el hogar de las almas de los antiguos santos.
En ese momento justo vi a Dante que se acercaba con un trote ligero hacia donde yo estaba parada. No sabía a dónde ir en ese momento, no tenía mucho que hacer tampoco así que me dejé caer una vez más en el suelo y me senté frente a mi pequeña mascota, acariciando suavemente su pelaje mientras que éste movía el rabo en señal de alegría.
A veces esa clase de personas me confunden mucho. ¿Acaso tendrá algún rumbo fijo en su vida? No creo que sea así.
Volvía a reflexionar acerca del muchacho llamado Manigoldo que ya por segunda vez lo había encontrado. Sabía que siempre me había tratado como si fuera menos y de hecho no fue nunca muy bueno conmigo, pero por alguna razón el estar cerca de él había logrado que me acostumbrara bastante a su manera de ser y podía evitar molestarme más seguido.
Bueno... qué importa. –Cuando mencioné esas últimas palabras escuché un susurro en el viento, como si se tratase de una suave melodía, el cantar de una pequeña criatura que era acompañada por la brisa.
Fue en ese instante que Abie se posó frente a mis ojos -aún flotando en el aire-, a una distancia de a penas un metro mirándome fijamente, produciendo un suave sonido el cual comprendía muy bien al conocerla como si fuera una amiga.
¿Dices que debería descansar? Sí... ustedes se lo merecen más que yo. Creo que he estado muy distraída este tiempo y no presté mucha atención a lo que ocurría a mi alrededor. –Sonreí cálidamente– Prometo que no volverá a pasar, amiguitos. Deberíamos regresar a la villa Rodorio.
Me puse en pie, limpiando un poco los pastos que habían quedado en mis piernas y suspiré. Era momento de una nueva caminata hacia el pueblo. Era mejor que comiera un poco y descansara para entrenar al día siguiente. Me agaché y alcé en mis brazos al pequeño Dante, que seguido de eso se soltó pasando por sobre mi hombros para esconderse en la mochila que llevaba conmigo. Abie me seguía por los aires. Entonces comencé mi caminata hasta mi próximo destino, ya no tenía nada que hacer en el cementerio, de hecho, ni siquiera sabía por qué Manigoldo me había llevado hasta ese sitio.
En ese momento justo vi a Dante que se acercaba con un trote ligero hacia donde yo estaba parada. No sabía a dónde ir en ese momento, no tenía mucho que hacer tampoco así que me dejé caer una vez más en el suelo y me senté frente a mi pequeña mascota, acariciando suavemente su pelaje mientras que éste movía el rabo en señal de alegría.
A veces esa clase de personas me confunden mucho. ¿Acaso tendrá algún rumbo fijo en su vida? No creo que sea así.
Volvía a reflexionar acerca del muchacho llamado Manigoldo que ya por segunda vez lo había encontrado. Sabía que siempre me había tratado como si fuera menos y de hecho no fue nunca muy bueno conmigo, pero por alguna razón el estar cerca de él había logrado que me acostumbrara bastante a su manera de ser y podía evitar molestarme más seguido.
Bueno... qué importa. –Cuando mencioné esas últimas palabras escuché un susurro en el viento, como si se tratase de una suave melodía, el cantar de una pequeña criatura que era acompañada por la brisa.
Fue en ese instante que Abie se posó frente a mis ojos -aún flotando en el aire-, a una distancia de a penas un metro mirándome fijamente, produciendo un suave sonido el cual comprendía muy bien al conocerla como si fuera una amiga.
¿Dices que debería descansar? Sí... ustedes se lo merecen más que yo. Creo que he estado muy distraída este tiempo y no presté mucha atención a lo que ocurría a mi alrededor. –Sonreí cálidamente– Prometo que no volverá a pasar, amiguitos. Deberíamos regresar a la villa Rodorio.
Me puse en pie, limpiando un poco los pastos que habían quedado en mis piernas y suspiré. Era momento de una nueva caminata hacia el pueblo. Era mejor que comiera un poco y descansara para entrenar al día siguiente. Me agaché y alcé en mis brazos al pequeño Dante, que seguido de eso se soltó pasando por sobre mi hombros para esconderse en la mochila que llevaba conmigo. Abie me seguía por los aires. Entonces comencé mi caminata hasta mi próximo destino, ya no tenía nada que hacer en el cementerio, de hecho, ni siquiera sabía por qué Manigoldo me había llevado hasta ese sitio.
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Re: Cementerio
De pronto sentí que algo tocaba mi mejilla y escuché mi nombre entre sueños. Abrí los ojos al instante, sobresaltada pues no sabía ni siquiera cómo había sido que desperté acostada en medio de ese cementerio. Debí estar tan cansada que me quedé dormida cuando estaba pensativa y tratando de relajarme al caminar. No me di cuenta. Vi de pronto a Abbie que estaba flotando a un lado y el pequeño Dante que tocaba mi mejilla con una de sus patas delanteras.
Ay… me siento extraña. Debí haberme quedado dormida en algún momento. –Murmuré frotando mis ojos mientras que me sentaba sobre el pasto.
Parpadeé un par de veces y miré en todas direcciones. Los alrededores se veían en penumbras y todo estaba desierto. Debía ser muy tarde ya. Entonces me paré enseguida, limpiando mi vestido blanco que estaba sucio con algunos pastos húmedos del mismo suelo del cementerio. Ya iba siendo hora de que me marchara de ahí y cuanto antes.
Me quedé mirando al cielo cuando sentí una poderosa energía rondando por los aires, casi podía respirarse su esencia. Eran cosmos muy poderosos y prominentes, algo estaba pasando en distintas partes del mundo y sentía que el peligro estaba cerca.
Abbie… Dante… vamos, ya nos hemos perdido demasiado. –Dije a mis mascotas y entonces tomé la mochila y el cajón dorado en donde estaba mi armadura. Me dispuse a caminar hasta el pueblo conocido más cercano al santuario de Athena: Rodorio.
Ay… me siento extraña. Debí haberme quedado dormida en algún momento. –Murmuré frotando mis ojos mientras que me sentaba sobre el pasto.
Parpadeé un par de veces y miré en todas direcciones. Los alrededores se veían en penumbras y todo estaba desierto. Debía ser muy tarde ya. Entonces me paré enseguida, limpiando mi vestido blanco que estaba sucio con algunos pastos húmedos del mismo suelo del cementerio. Ya iba siendo hora de que me marchara de ahí y cuanto antes.
Me quedé mirando al cielo cuando sentí una poderosa energía rondando por los aires, casi podía respirarse su esencia. Eran cosmos muy poderosos y prominentes, algo estaba pasando en distintas partes del mundo y sentía que el peligro estaba cerca.
Abbie… Dante… vamos, ya nos hemos perdido demasiado. –Dije a mis mascotas y entonces tomé la mochila y el cajón dorado en donde estaba mi armadura. Me dispuse a caminar hasta el pueblo conocido más cercano al santuario de Athena: Rodorio.
Jezzara- Reino : Santuario de Athena
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