Pasillos del Templo de las Artes y la Luz

Cassie frente a Richard había fingido su total serenidad ante el saber que un nuevo cosmos estaba emanando de entre sus entrañas. La realidad era otra, pues su cuerpo estaba siendo envuelto en un terrible dolor agudo que frente a su Dios por el orgullo de siempre demostrar un poderío no lo quiso demostrar. Ya entre los pasillos iluminados Cassie estaba aforrándose a las paredes queriendo llegar a su cuarto y estallar en un terrible grito de dolor. Su cosmos estaba un tanto frenético, por lo cual se materializaba en pequeñas lenguas de engría que tras chocar con los objetos sólidos que le rodaban, provocaba su inmediata desintegración en cientos de corpúsculos atomitos que caían como si fueran mera escarcha grisácea.

Ya no pudiendo contener el dolor Cassie caía hincada al suelo, aferrando sus manos entre el cinturón de su armadura, de inmediato pudo divisar como un ligero rayo salía de entre su cuerpo y así se expandía por todo el largo pasillo matando todo color que se derrochaba, provocando así que el lugar quedara bañado en tonalidades opacas y grises, de inmediato pudo percatarse como los suelos se colapsaban y de entre las grietas brotaban anchas lapidas, la musa de Clío asustada se echaba para atrás y así caía sentada, tragando saliva a lo lejos pudo ver como un ser espiritual de prendas blancas danzaban entre las losas de aquel fabricado cementerio.

-¿Pero que diablos esta pasando? Esto es nuevo nunca lo había vivido en mis anteriores despertares de cosmos… ahsss hace mucho frió, diablos.

Musitaba Cassie mientras se paraba y así con miedo se adentraba a aquella ilusión umbrosa, de repente un destello de luz la hizo por meros segundos bajar la guardia y así cubrir sus ojos con su brazo izquierdo para que estos no se irritaran. De repente la musa de Apolo se quedaba perpleja pues sentía que detrás de ella alguien o algo se mantenía observándola.

Dando un paso al frente la mujer fue invadida por un terrible escalofrió producto de que sintió como la piel de sus hombros eran frotadas por un ser áspero, de inmediato la mujer bajó su brazo y con ello el frente miró un tanto asustada, tragando saliva una vez más quiso dar media vuelta pero no lo pudo conseguir, pues aquel espíritu era mañoso y la hizo que se adentrara al pánico cuando este le lamió el cuello y así le soltó su hálito fétido sobre su oído.

Las pupilas de Cassie se dilataron y sus rodillas comenzaron a temblar, su respiración se agito por el miedo y como pudo después de segundos de esta catatonica salió corriendo, no sabia de que estaba escapando la musa pero no quería en ese instante averiguarlo, aún así su cuerpo seguía cubierto en un manto de dolor que por aquellos momentos de escape lo tenia en segundo plano.

La dama que tan sólo cubierta estaba con lienzos sobre su pubis y busto salía del salón donde una fiesta venidera se llevaría a acabo entre los Dioses y sus subordinaros. Anteriormente Cassie había recorrido dichos pasillos envuelta en un frenético sentimiento por culpa del nacer de un cosmos nuevo entre su perfecto ser. Ahora que más tranquila estaba podía divisar con mesura como aquellas estructuras estaban conformadas con diseños sublimes para su vista mortal.

Surcando una sonrisa de alivio se dio paso entre los pasajes del templo de las Artes y la Luz, ya que para llegar a su cometido: su cuarto; forzosamente tenia que cruzar aquella área del palacio de su amanta y Dios Apolo. El viento ahí era distinto al que pudo sentir en el salón de fiestas, pues éste se mantenía sereno y calido haciendo sonrojar su piel desnuda.

Maravillada por la magia del lugar la mujer continuó caminando hasta que su vista por pura casualidad se desviaba y así Cassie sorprendida interrumpió su paso, ladeando su cuerpo hacia la izquierda y quedándose seria mirando el frente, logró percatarse de un cuadro que más de una era había olvidado de su existir. Surcando una sonrisa inocente ésta dio dos pasos hacia el frente, reposando sus manos sobre el lienzo pintado, Cassie suspiró y con ello musitó:

-¿Aún existes?… me sorprendo de sólo verte, el retrato de mí verdadero rostro y en medio la auténtica imagen de Apolo… ¿Cuándo será el día que pueda obtener mí indudable rostro? ¿Cuándo? … Clío…

Ladeando su rostro y entrecerrando sus ojos ésta relamió sus labios y así continuó su andancia rumbo a su cuarto. Dejando la reminiscencia en donde debía de estar: en el pasado. El viento se hacia un poco más descontrolado provocando su despeinar… pero para Cassie eso no le prestaba atención entre su mente, ya que sólo revoloteaba el deseo de llegar a su aposento, bañarse y así descansar un poco antes de que su amo Richard llegara de la antigua y vieja villa Adriana.

Los pasos de Cassie por entre el pasillo eran lentos, pausados y un poco vacios. La temperatura de aquellos lares al principio se presentaba cálida, llena de vida pero al ser entremezclada por el aura umbrosa de la musa de Clío cambiaba abruptamente a una gélida y llena de melancolía. El gesto de la de cabellos largos color castaño era en verdad penoso. Sus pupilas se presentaban dilatadas y parecía que su boca de lado se había ido, como si tuviera una parálisis facial, pero era todo lo contrario; tal parecía que la dama estaba siendo invadida por un dolor tan agudo que descomponía toda su estética.

Y un mareo invadió su cuerpo provocando que sus piernas flaquearan y así simplemente callera hincada en el piso. Un estridente crujido se dejó resonado por todo el pasillo. La mujer bajada de ánimo simplemente suspiró y reposó sus manos en el suelo, curvando su espalda y escondiendo su cabeza entre las sombras de tan raquítica postura.

Lentamente sus oídos eran ensordecidos por los constantes y escabrosos gemidos de seres invisible, tal parecía que le mismo infierno se habría para dar paso aquellos entes olvidados perturbara la paz de dicha jovencita, quien tragando saliva y arañando el suelo se quedaba casi inerte pues de la nada un escalofríos… típicos de cuando despertaba poder, retumbaban sus entrañas. Por escasos minutos la dama se puso tan blanca, como si algo le hubiese espantado y es que no estaba tan lejos de la causa… frente a ella quien mutaba una sensibilidad aguda en su vista, podía divisar un ente deforme.

La carne del susodicho estaba prácticamente en un grado medio de putrefacción, apenas y unos cuantos huesos de su cara se podían dibujar, harapos como vestimenta y hedor tan espantoso que hacia llorar los ojos de la musa amante de Apolo. De repente aquel ser tenía la osadía de tocar la mejilla derecha de la dama, proyectando un cosmos que recorría todos sus nervios, formando ligeras descargas eléctricas en su sistema, de repente en su mente se proyectaba miles de escenas de sacrificios humanos, asesinatos depravados y muertes espantosas… por lo que de sus ojos lagrimas emanaron, no podía moverse por la presión que ejercía aquel ser sobrenatural en derredor de ella, por lo que simplemente se quedaba quieta atormentándose con tal sufrimiento ajeno.

Pero todo eso cambio cuando la mujer parecía ya estar al colapsó del desquicie, de inmediato su mente quedaba en blanco cayendo aquella en el suelo por unos segundos sintiendo que la supuesta normalidad del pasillo se volvía a presentar, alzando apenas su rostro divisaba que aquel fantasma que anteriormente le acosaba ya no estaba, al igual sentía como el movimiento a su cuerpo llegaba de golpe, por lo que decidió salir corriendo sin darse cuenta que detrás de ella una nube espesa color índigo lentamente se formaba, siguiéndola a todas partes donde pisaba.

Era tan repentina aquella llegada por parte de la Diosa de la Discordia, apenas Cassie escuchaba su voz inquirió que venia por cuestiones del traicionar de su Dios, Aquella tragó profundamente saliva y cuando se iba a disponer a hacer una reverencia, pues no pensaba que la Diosa misma venia a meter coherencia al señor Apolo, pero su sorpresa fue otra y muy falta, ya que aquella mujer de voluptuoso cuerpo y altura impresionante hacía volar a la indefensa musa sacándola de inmediato de la sala principal, sin que ésta pudiera reaccionar correctamente.

Cuando cayó al suelo en medio del largo pasillo Cassie supo que la Diosa Eris no venia a socializar y entrar en razón a Apolo, sino a pelear y acabar con todo aquel que le estorbara para su planes a futuro. La musa lo que más deseaba era defender a su Divinidad, pero por una extraña razón o más bien una fuerza mayo que le impedía hasta levantarse, sus huesos pesaban demasiado al grado que no podía equilibrar su masa corporal para ponerse de pie.

Fue cuando Cassie entendió que los Dioses mismos no querían que se metieran en aquel fatídico asunto. La musa como pudo se dio media vuelta aún estando tendida en el suelo y con gran esfuerzo comenzó a arrastrarse por el pasillo, buscando la primera puerta para poder salir del perímetro que custodiaba el cosmos iracundo de Apolo y Eris.

La respiración de Cassie era jadeante, apenas y podía tener conocimiento entre aquel pasillo oscuro del Templo de las Luces y las Artes, de poco a poco aquella iba alejándose de la entrada del salón principal, aun así podía sentir como el cosmos su Dios… del gran Apolo, se iba debilitando, también podría sentir como el cosmos de la Diosa Eris se iba incrementando, sobresaliendo increíblemente y opacando al de su Dios y amante. La musa en si estaba intranquila y desesperada por no poder hacer nada, pero cómo sentía las ondas cálidas de Richard rozar finamente sus mejillas indicando que hullera cuanto antes de esa zona, no podía hacer nada más que acatar sus inconscientes reglas.


-Apolo… Apolo, amo mío… ¿Qué hare ahora?… Por todos los Dioses, mi señor, tendré que irme de aquí como usted inconscientemente me lo está ordenando, perdóneme, pero no puedo hacer nada cuando usted me lo niega de esa manera… os juro que los fantasmas pagaran por ello… me hare fuerte y esperare su regreso si llega a perder… no sé qué haría, lo más seguro que me volvería loca, el Sol perdería brillo antes mis ojos, todo el color de este mundo se tornaría gris… Mi señor, no lo permita, véncela… por favor…

Susurrado eso la mujer comenzó a elevar su cosmos, cuanto antes tenía que irse de aquel lugar que comenzaba a colapsarse, de no hacerlo y si por desgracia Apolo perdiera, la Diosa de la Discordia no dudaría en matarla, y Cassie no podía permitirlo, tenía que volverse fuerte y esperar un mes para que su Dios renaciera con su cuerpo verdadero, por lo que la mujer concentrando su cosmos comenzó a formar un agujero negro, de aquellos que ocupaba para esconder sus objetos bélicos, pero que en aquella ocasión lo emplearía como trasportador. Adentrándose en dicho lugar la mujer comenzó a desvanecer, dejando un simple olor de rosas en el ambiente.

La dama simplemente no le importó dejar atrás a Calíope, ella estaba demasiado consternada con el asunto de que Apolo había sido derrotado. A Cassie sinceramente no le importaba llegar frente al verdugo de su amado Dios. No le interesaba si perdía la vida, ella se enfrentaría por el simple hecho de defender un honor, aquel que ya estaba por los suelos al momento de que aquella había tenido la osada acción de dejar a su deidad a la merced de Eris.

La mujer corría entre los pasillos del palacio de las artes, escurriendo a chorros agua, culpa de la tremenda tormenta que afuera se manifestaba. La mujer estaba pedida. Su lógica no la controlaba sino la rabia que en su corazón brotaba. El brillo que alguna vez había tenido la armadura de aquella amazona de poco a poco se iba perdiendo, indicando al ausencia de su Dios, por ello inquiría la mujer que no tardando aquel palacio colapsaría, ya que el cosmos de Apolo era el que lo mantenía a Pie, pero lo que ella en ese momento quería obtener eran respuestas y una venganza ciega.

A Cassie no le importaba perder contra el Dios que estaba en la sala de fiestas, ella quería demostrar que era un guerrea capaz de defender sus intereses, además ella sentía que había deshonrado su titulo de Musa, por ello necesitaba un castigo y qué mejor que morir en manos de aquel mandito ser divino, para así dormir un era y poder sufrir en sueños su mediocridad como guerrea.

La muer siguió corriendo, más rápido pues sentía que ya porto llegaría, estaba preparada para todo, e incuso la muerte misma. Blandiendo su guadaña la mujer trotó y trotó dejando en el suelo un sendero húmedo, pro culpa del agua que había acaparado su cuerpo haya fiera, donde la tormenta apagaba todo brillo característica de los muros del palacio de su gran amor, Apolo.

-¿Qué diablo deseara esta mujer? ¿A qué vino? No me da buena espina, de la nada una Diosa que no ha tenido tanta influencia en los mortales, aparece tan amistosa aquí… cuando ya no hay un Dios a quien convencer para formar alianza… sin duda de ella me debo de cuidar, espero no terminar matándola pues la verdad no estoy de humor para ello.

Pensó la musa mientras caminaba presurosa entre aquel frio y oscuro palacio. No estaba de buen humor. Sus estados de ánimos estaban que se disparaban, pero debía sin duda mantener la calma, ya que de lo contrario generaría desconfianza ante esa deidad.

Suspirando seguía su camino dejando atrás el asunto de la visita inesperada de una Diosa tan mediocre… como lo era Kore. Sus cabellos se mecían al son de la fuerza de sus pasos. Su piel cimbraba como también se bamboleaban sus senos. Estaba totalmente desconcertada.

Cassie bajó su rostro y continuo su camino rumbo a los jardines de Apolo. De cierta manera estaba tranquila al ver que el Clima había bajado su instanciada en lluvia, pero aun así no paraba de llover.

La musa sin duda sentía como se ponía más y más pesada su armadura, eso indicaba que no tardando ya no podría pórtala, pues al no haber un Dios al cual servir, sus días como guerra que irónicamente nunca iniciaron… acabarían. Cabizbaja se preocupó por esa situación, ella deseaba venganza en contra del reino de Eris y en especial porque sabía que la Diosa tenía una oportunidad de retornar, cuando su Dios ya no podía hacer tal cosa. Relamiendo sus labios y en total silencio continuó caminando sin detenerse a ver si Kore le seguía.