Jardines de Apolo

Cassie corría tan desesperadamente que dejaba a un lado las ramas que cortaban con facilidad la piel desnuda de su cuerpo. Y en una de su volteadas para divisar si le seguían persiguiendo, la mujer tropezó y cayó exageradamente sobre el suelo, doliéndose pues una piedra filosa se había incrustado a un costado de su pantorrilla, ésta se contraía y con ello resguardaba su cara entre sus rodillas, mientras un frió pesado le invadía, anunciando que dicho ser estaba a un lado de Cassie.

De inmediato sentía como las manos de dicha dama deforme acariciaban sus largos cabellos, al mismo tiempo una sensación de soledad comenzó a cubrir los alrededores para que de la nada sintiera Cassie como esta se acercaba a su oído izquierdo y con jadeos y gemidos le susurraba de una manera tan grotesca que causaba el revolver del estomago de la musa:

-¿Por qué mi ama de eras pasadas me teme? Tan sólo me presento humildemente ofreciendo mis servicios señora de Clío es momento que me acepte entre las artimañas del don de su combate… siempre e estado con usted ¿acaso la deshonre? Si no mal recuerdo la ayude a aniquilar a una espectro la era pasada ¿Por qué ahora me teme mi señora? ¿Por qué?

-No es eso mi querida Banshee aún la esencia de esta mortal se me hace muy difícil de dominar, no e despertado al cien por ciento es por eso que actuó así, pero me agrada saber que tu aún a mis servicios estas, eso me hace creer que tanto mi Súcubo e Incubo yacen esperando a que los despiertes, mis mejores técnicas lentamente vuelven a mi… ahora bien dama de los cementerios, mujer que gime de dolor en noches de caza te ordeno que una vez más me prestes de tus habilidades y escóndete entre el dreamcatcher que una nueva guerra llegara y con ello tu te saciaras de la carne humana que tanto gustas…

Dicho eso la mujer se levanto y elevando su cosmos abrió un portal de espacio y tiempo, donde su dreamcatcher emergió y tras ser rozado por el cosmos de la musa este separó sus fauces absolviendo la banshee, quien se había inclinado y humillado ante la presencia de la guerrera al servicio de Apolo. La sensación de dolor y frió exagerado desapareció y con ello pequeños brotes de rosas surgieron de entre el tupido suelo, Cassie con una sonrisa ya más serena al saber que todo había culminado se sentó y con tranquilidad admiró el cielo que lentamente era envuelto entre los oscuros vestidos de la noche.

La respiración de cassie por fin se establecía en los rangos de la normalidad. El dolor que hostigaba el cuerpo e la musa desaparecía y con ello un alivio que le excitaba surgía. Cassie se sentaba entre el pasto de aquel abandonado jardín mirando así el oscuro cielo. Los minutos pasaban tan lentos que hacían alterar las nociones del tiempo en aquella mente. Más todo cambio cuando la musa de Clío recordó la encomienda de su Dios antes de que se fuera la villa Adriana, por lo cual relamiendo sus labios y colgándose el Dreamcatcher entre su delgado cuello se dispuso a levantarse. Sacudiendo el polvo de su armadura rosada de grulla dio media vuelta y se dispuso a retirarse si no antes cortar aquel hermosa rosa negra que ya desde hace algunos segundos con su vaivén le incitaba a tocarle.

Olfateando tal prenda natura la mujer de cabellos largos y castaños, cerró sus ojos y con ello suspiró un par de veces para así darse el tiempo necesario para ser acariciada una última vez por el céfiro de la noche. Bajando su mano derecha coloco la rosa negra entre el cinturón de su armadura, se dio media vuelta y así emprendió el viaje de regreso, mientras dejaba marcado sus pasos en el pasto fresco de aquel jardín solitario. Saliendo de entre los pilares que daban indicio de tal lugar la mujer comenzó correr rumbo al palacio de las Artes y la Luz de su Dios y amante Apolo.

Había transcurrido aproximadamente como una media hora desde que Cassie había dejado solo al legionario de Zeus por culpa de su cosmos iracundo. Aún en mente le atormentaba la imagen de aquel ente que osaba a tocarle la mejilla transmitiendo en verdad una sensación de asco que hacía que su estomago se revolviera queriendo ella vomitar.

La musa de Clío salía de las paredes ahogantes del templo de Apolo. De inmediato el sereno aire nocturno golpeaba con sus mejillas despejando así un poco su mente de lo ya pasado anteriormente. La mujer surcaba una sonrisa de alivio y así comenzaba a caminar rumbo a su jardín favorito. Era el único lugar de todo el glorioso templo que le daba paz cuando esta mal se sentía.

Sus pasos eran un poco débiles por culpa del malestar que aún recorría entre su sistema. Aquel encuentro con dicho ser infernal le había atrofiado los sentidos de una manera nunca antes vista por ella. Se podría decir que la guerrera de Apolo tenía miedo… en verdad miedo. Ya que nunca había experimentado tal malestar.

La mujer se atormentaba pensando del por qué de aquella situación generando que se distrajera del camino y así se tropezara cayendo abruptamente al pastoso suelo. Su rodilla derecha impactaba con una roca picuda al grado de que se raspara y así una enorme herida surgiera brotando uno que otro hilo escarlata. El dolor retumbaba en toda aquella extremidad provocando que Cassie contrajera su rosto y levemente su cuerpo. Como pudo se sentó y así se llevó dicha pierna hacia su abdomen abrazándola con fuerza para aliviar un poco el dolor.

Suspirando la mujer se quedó absorta en sus pensamientos por unos cuantos minutos para que tras un enorme soplo de viento gélido la trajera a la realidad de aquel jardín y pudiera divisar como aquel lugar se comenzaba a descomponer. La hierba se podría con toda flor tanto silvestre como plantada por su mano. El ambiente se infestaba con un nauseabundo olor, una vez más la sensación de parálisis aparecía inundando su cuerpo. De nueva cuenta el suceso que había transcurrido en el pasillo del templo surgía ahora en el jardín.

La mujer como podía se aferraba al pasto y cerraba sus ojos tratando de elevar su cosmosenergía. No pudiendo concretar su anhelada acción la mujer caía inconsciente sobre el suelo, mientras que sentía como una vasta cantidad de pegajosas manos palpaban su piel. Y aunque aquella sensación era en verdad asquerosa Cassie no podía hacer algo para restarle ya que su mente no la dejaba despertar y así poderse defender… de nueva cuenta las imágenes crudas de sacrificio, asesinatos y aterradores muestres comenzaban a invadir su mente debilitando de poco a poco el espíritu de Cassie.

Saliendo de las murallas del palacio de Apolo, Cassie sentía como la lluvia una vez más empapaba su ser… ya fuera su pelo, piel o parte de las pocas prendas que sobresalían del metal.

De inmediato sus pasos fuer rápidos apenas sentía el agua escurriese por su cuello y parte de su pecho. Lo único que deseaba para ese momento era terminar con lo que se había propuesto: una ligera despedida a su Dios en sus jardines; para después tener más despejada su cabeza y así pensar bien lo que haría con su vida después de que se alejara del templo de las artes y la luz.

Las charcas que rodeaban el sendero que daba dirección a los jardines de Apolo, eran demasiado ondas, provocando que Cassie se hundiera a cada paso que daba. A la dama sinceramente aquello no le importaba, así que sin pensarlo apresuró el paso.

La entrada por fin se levantaba y así la dama se detenía, alzaba el rostro y aunque las gotas de la lluvia fiera cegaban su vista, la musa contempló como estaba adornado aquel lugar. Sólo eran enredaderas de años las que surcaban el fierro que daba bienvenida a un jardín tan desalineado, Unas cuantas lagrimas manaron de los orbes de Cassie, pues un recuerdo surgió con aquel panorama… pero más que nada una promesa, una que su Dios le dijo, aquella que era que en cuánto la fiesta terminara ellos dos con sus propias manos retocarían tan pacifico lugar para así pasar largas tardes en profunda serenidad.

Suspirando, agitando su cabeza para disipar aquel tormento la musa decidió adentrase hasta llegar a la parte de tan descuidados rosales, alzando su cosmos lanzo una pequeñita nova de energía, provocando así la calcinación de aquel manojo de hierba reseca. Apretando hacia su pecho el trozo de metal dorado, se hincó esperando a que Kore llegara para comenzar su ceremonia de despedida.

¿Magia? ¿Divinidad? Lo que sea, la sola presencia de esa mujer, generaba que el ambiente se apaciguara con tan tremenda lluvia. El cosmos que manaba de Cassie provocaba el marchitar de las flores que comenzaban a brotar en derredor suyo. Aquella mujer no deseaba ver belleza en el lugar donde dejaría enterrado su pasado, por ello actuaba así.

Dejando en el suelo el pedazo de metal lentamente se levantó. El viento que corría un estaba un poco húmedo dejando roció en sus mejillas. Aleznado una ceja se dio media vuelta al escuchar las palabras en forma de eco por parte de Kore, quien desaparecía tras una brisa envuelta en pétalos de flores. Sonriendo con descaro aquella se cruzó de brazos y musitó:

-Pues no es necesario que espere la respuesta señora de la primavera, es sencilla vuestro servicio estoy, pero mi armadura se queda, sigo siendo musa… esperando a que usted haya escuchado, su respuesta será lo único que espere en este lugar.

Dicho eso una vez más se dio la media vuelta y con los puños cerrados observó aquel trozo de metal que había pertenecido a Apolo. Suspirando trató de habla para dar su despedida, pero nada salió de su garganta, por lo que simplemente en silencio y cabizbaja se quedó en ese lugar mientras que el clima se despejaba.

Fueron necesarios treinta minutos sin moverse hincada sobre las charcas del suelo, para que el pelo como demás cuerpo de aquella musa sin deidad se secara. La magia de la diosa de la primavera impuesta ante el clima había hecho maravillas en aquella mujer. Cassie suspirando decidió levantarse del suelo, pues ya había celado demasiado a su querido amante caído.

Tomando del suelo un lirio acuático blanco, lo besó con suavidad y así elevó su cosmos para que dicha flor se fragmentara en pétalos pequeñitos que fueron arrastrados hacia el horizonte con una brisa fuerte. Ladeando su rostro hacia donde se habían ido aquellos pétalos Cassie sonrió, era más que seguro que llegarían a Kore con la respuesta de estar a su lado, sólo por ser familia de Richard.
Bajando su rostro miró por última vez la tumba provisional que había hecho para el pedazo del peto de la armadura de Apolo. Una sonrisa apagada manó de sus labios y después simplemente bufó, pues ya demasiado tiempo había perdido, era hora de retomar su camino como guerrera.

Sus pasos se esbozaba sobre el lodo de aquel jardín… su dirección hacia el noroeste, a la salida de aquel lugar que tanto había cuidado por eras sólo para impresionar a Apolo. El viento que corría era demasiado frio, silencioso… dejando una remarcada sensación de incierto.

La musa estaba un poco desconcertada; el asunto de la visita inesperada de la diosa Kore le resultaba inusual y extraño, pero más su extraña propiciación de reclutamiento. Que aunque aquella deidad lo había disfrazado de una manera que no se viera así… al final de cuenta eso era.

Suspirando la mujer repasó una y otra vez sus manos, peinando sus cabellos húmedos, tratando de entender todo lo que estaba pasando. Ella ya había aceptado estar a lado de la Diosa de la primavera, pero qué debía de hacer… esperar una respuesta o buscarla, y sí era así ¿Entonces a donde tenía que llegar? ¿Sería largo el viaje? ¿Lo correcto? O tan sólo una simple trampa. Cassie pensaba que no podía creer en los Dioses, y más cuando había visto como Apolo se atrevió a traicionar a la alianza por sus deseos egoístas…

Deteniéndose en la entrada del jardín, aquella se quedó viendo el frente por un largo minuto lleno de silencio. Parpadeando una que otra vez, Cassie simplemente se echó hacia atrás, cayendo sentada en el pasto húmedo. Elevando su cosmos y acumulándole en uno de sus puños, lo único que hizo fue abrir un portal espacio y tiempo. Adentrando sus manos sacó aquel amuleto de brujería. La musa de Clío le observó detenidamente, mientras repasaba sus dedos sobre los ojos cerrados de este, que al instante dispararon una luz lúgubre que atravesó las nubes que sobrevolaban en derredor de aquel cielo.

Un pequeño ardor comenzó a manar en su cuerpo. El calor corporal le asfixiaba, pero trataba de distraer ese malestar alzando su mirada y viendo el cielo que era atravesado por el rayo pardo que vomitaba los ojos de su objeto de jade. Arqueando una ceja izquierda, bufó un poco para destensar sus hombros. Y sin tanto que esperar, la luz desapareció y con ello un estruendo desquebrajó el silenciosos cielo gris. Los ojos del Dreamchatcher se abrieron y con ello una gélida ventisca golpeó con desdén los cabellos de Cassie. La mujer extrañada simplemente echó su espalda hacia atrás y con miedo aventó aquel objeto, que tras caer al suelo dejó de producir tales sensaciones de dolor, frio como rencor.

Relamiendo los labios ésta decidió levantarse y caminar hacia donde estaba la mascara de piedra preciosa. Cerrando los puños y tragando saliva ahí se quedó esperando el porvenir…

La musa estaba un poco extenuada con lo que había pasado segundos atrás. El cosmos que sentía como recorría su cuerpo, le anunciaba el despertar de una técnica aun más poderosa que su excitante súcubo. Suspirando se recostó por un rato en el pasto húmedo y observó el cielo que estaba sufriendo cambios en su pigmentación habitual. El amuleto de magia negra con el cual siempre convocaba sus más temibles bestias, permanecía con los ojos abiertos aún irradiando ligeramente aquel resplandor índigo.

-¿y ahora qué retorcida saldrá por mi estado de humor? ¿Qué formara el odio que yace en mi corazón? ¿Qué tan poderoso será? ¿Qué tan doloroso se tornara para mí? O sólo es el anuncio de mi muerte… sea lo que sea, no siento que pueda yo resistir mucho mi cuerpo esta demasiado agotado… oh maldición, y si muero… no quiero… primero me vengare, ya después que la mierda me lleve a la muerte segura… ahsmmm.

Susurró la musa de Clío con un cansancio remarcado en sus palabras, como también desilusión y desesperanza. Relamiendo sus labios de repente sintió como su temperatura comenzaba a descender, al grado que su piel se amorataba un poco y el latido de su corazón era carente. De repente la mujer no pudo hacer nada, ni siquiera pararse y comenzar a corre para hacer calor. Una pesantes invadió por completo sus parpados y lentamente fue quedándose dormida.

Mientras que Cassie nadaba en su subconsciente, su cuerpo en el exterior comenzaba a manar una especie de tentáculos hechos con su cosmos de color carmesí, los cuales se escurrían como si fueran vivaces serpientes hasta llegar a la mascara de jade, que rápidamente levantaban y transportaban en una especie de danza hasta llegar a donde estaba la mujer inconsciente.

El objeto mágico lentamente se posaba sobre el rostro de la musa y de inmediato una descarga eléctrica hacía que aquella mujer d un sobresalto se sentara en el pasto. Toralmente perdida entre su somnolencia n se daba cuenta de que puesta tenia aquel objeto de jade, por lo que descendiendo su rostro se quedó pensante analizando la situación, mientras su respiración tomaba normalidad entre sus pulmones.

De repente la joven alzó las manos y en ella sintió la solida piedra de jadee que cubría el objeto que tanto usaba para sus convocaciones. Al principio ésta se asustó, pues nunca antes había percatado tal suceso, pero poco a poco comprendió que eso era proceso para convocar su siguiente técnica.

Como pudo la musa de Clío, la mujer exiliada y sin Dios se levantó. La brisa que corría e derredor suyo le llenaba de una paz inmensa que generaba que ésta cerrara los ojos y de entre la oscuridad de su mente un rayo solar le dejara expuesto la silueta de Apolo. Cosa que la ponía demasiado triste al grado de sollozar sin ruido alguno. Sólo lagrimas que descendía por las mejillas frías de la máscara de jade.

Posando ambas manos entre el mentón del objeto verde, la joven con una ligera fuerza separaba dicho dreamcatcher, para así posarlo en un costado de su cuerpo. Relamiendo sus labios y dando uno que otro paso la mujer elevaba su cosmos convocando a su armadura en escena. Postrándose en frente del metal rosado, aquel uniforme velico que por eras había llevado con orgullo sobre su cuerpo. La mujer repasó una y otra vez sus manos en el pecto de tal y con una sonrisa que mostraba dolor, la musa musitó:

-Mi quería y única amiga. Armadura echa por la voluntad de Apolo. Etiqueta digna de las imponentes musas que bajan al mundo terrenal ha hacer la voluntad de quien representa la luz y las artes en todo universo. Protectora de la carne humana que débil es… mi arnés rosado que nunca olvidare, es momento de dejarte a que descanses una era más, entre las ruinas del templo de quien he servido devotamente a lo largo de las eras humanas… aquí llega nuestra historia, aquí se termina con un sueño y una partida. Disculpaos, pero si sigo manteniéndote en mi yugo no podre progresar, he de buscar la venganza, pero tú no vienes conmigo… tú descansas… yo continuo esto sola como es debido. Mil gracias te doy y ten honro dentro de mi corazón, porque sin ti no hubiera conocido a mi Dios Apolo, pero este capítulo en la guerra santa ha concluido de una manera dolorosa que deja heridas en mi ser y si sigo así… lamentándome como viuda tras una penosa guerra, una escabrosa noticia de muerte no podre hacer la voluntad de Apolo…

Suspirando y levantándose la musa se dio media vuelta, sus palabras eras las correctas… aquella mujer se resignaba a que si tenía que luchar no iba a ser a lado de la coraza de Clío, esa vez tenía que forjar su destino de manera distinta. La decisión era sin duda dura, pero la correcta no podía seguir lamentándose por la pérdida de su amado Dios, pues eso la debilitaba y no la dejaba pensar como era debido.

Envolviendo con una sucia capa su hoz y colgándosela en la espalda la mujer salió cuanto antes de aquel jardín, dejando entre la vegetación la esencia de Clío. Ahora Cassie tenía que encontrar su propio destino, ¿Dónde? Ni ella mimo lo sabía, pero sin duda lo encontraría…

Post que indica el abandono de mi Armadura.