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[Bosque Germanico] Cueva detras de la Cascada
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[Bosque Germanico] Cueva detras de la Cascada
Surcaba el cielo a toda velocidad, alejandome todo lo posible de donde antes nos encontrabamos, llevaba en brazos a Athena, pero a penas la habia mirado, solo estaba pendiente de buscar un lugar donde ocultarnos hasta saber que hacer despues. Pronto el mar de arboles empezaba a aparecer por debajo de nosotros, estabamos llegando a uno de los bosques de Germania. Edward como antiguo general de Roma, habia conocido Hispania, Britania, Egipto, pero nunca habia estado en Germania, aquellas tierras eran totalmente nuevas para el.
En algunas zonas las copas de los arboles se abrian dejando ver que habia debajo de ellas, en esas zonas buscaba algun sitio adecuado para escondernos por el momento. Hasta que despues de mucho volar observe como se habria una cueva detras de una cascada. Eso seria perfecto para ocultarnos un rato, ademas que el sonido del agua caer tambien nos serviria como escondite.
Nos baje a ambos justamente al lado de la cascada y entre por el lado procurando que el agua no cayera encima de ella para no mojarla. Una vez dentro por fin la solte, aunque ahora que estabamos quietos podia notar que su cuerpo estaba muy frio, seguramente por culpa del aire y que llevaba una ropa que no le abrigaba demasiado.
Estas helada.
Habia cogido demasiado frio por culpa del aire helado que habia en los cielos de Germania, yo a penas lo habia notado por mi armadura, pero para ella habia sido muy diferente, tenia que hacer que entrara en calor antes de que enfermara. Mi armadura se desprendio de mi hasta forma la armadura de Sagitario fuera de mi cuerpo. Asi que de nuevo quede en mi ropa normal, despojandome de mi chaqueta quedaba solo en una camisa sin mangas.
Ten, ponte esto. ¿Estas herida?¿Te hizo algo?
Le estaba hablando como si me conoceria de siempre, lo que no sospechaba es que ella no me recordaba tanto como yo a ella. Sus ojos perdidos y confundidos de estar delante de una persona nueva lo delataban.
¿No me recuerdas verdad?
Era comprensible, habia pasado mucho tiempo desde que se vieron en aquella otra epoca. Ademas habia reencarnado, y entre sus recuerdos me podria haber olvidado, era normal que pasara.. pero no importaba, yo iba a seguir protegiendola igual. Le estaba hablando a aquella chica que habia en su interior, de cabellos violaceos, a su espiritu que pensaba que seguia dentro de ahora esta chica pelirroja.
Olvida eso que te dije ¿Como te llamas?
Dado que no me recordaba, lo mejor era empezar por el principio no que a ella todo aquello le resultara raro a la joven Athena.
En algunas zonas las copas de los arboles se abrian dejando ver que habia debajo de ellas, en esas zonas buscaba algun sitio adecuado para escondernos por el momento. Hasta que despues de mucho volar observe como se habria una cueva detras de una cascada. Eso seria perfecto para ocultarnos un rato, ademas que el sonido del agua caer tambien nos serviria como escondite.
Nos baje a ambos justamente al lado de la cascada y entre por el lado procurando que el agua no cayera encima de ella para no mojarla. Una vez dentro por fin la solte, aunque ahora que estabamos quietos podia notar que su cuerpo estaba muy frio, seguramente por culpa del aire y que llevaba una ropa que no le abrigaba demasiado.
Estas helada.
Habia cogido demasiado frio por culpa del aire helado que habia en los cielos de Germania, yo a penas lo habia notado por mi armadura, pero para ella habia sido muy diferente, tenia que hacer que entrara en calor antes de que enfermara. Mi armadura se desprendio de mi hasta forma la armadura de Sagitario fuera de mi cuerpo. Asi que de nuevo quede en mi ropa normal, despojandome de mi chaqueta quedaba solo en una camisa sin mangas.
Ten, ponte esto. ¿Estas herida?¿Te hizo algo?
Le estaba hablando como si me conoceria de siempre, lo que no sospechaba es que ella no me recordaba tanto como yo a ella. Sus ojos perdidos y confundidos de estar delante de una persona nueva lo delataban.
¿No me recuerdas verdad?
Era comprensible, habia pasado mucho tiempo desde que se vieron en aquella otra epoca. Ademas habia reencarnado, y entre sus recuerdos me podria haber olvidado, era normal que pasara.. pero no importaba, yo iba a seguir protegiendola igual. Le estaba hablando a aquella chica que habia en su interior, de cabellos violaceos, a su espiritu que pensaba que seguia dentro de ahora esta chica pelirroja.
Olvida eso que te dije ¿Como te llamas?
Dado que no me recordaba, lo mejor era empezar por el principio no que a ella todo aquello le resultara raro a la joven Athena.
Edward- Caballeros Dorados
- Reino : Santuario de Athena
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AD - Flecha Sonica (750)
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Absorción Dorada
Cantidad de envíos : 381
Re: [Bosque Germanico] Cueva detras de la Cascada
En un momento Sophia se encontraba asustadísima, pensando de qué forma habrían ofendido a los dioses para que el mismísimo Marte se ofuscara de esa forma con ella, mostrándole la muerte de Octavius y la forma en que había usado su cuerpo como un contenedor de toda esa fuerza destructiva. Sophia estaba dispuesta a darle su vida si él la exigía. Era un dios y ella sólo una mujer, común y corriente.
Fue entonces que el viento helado de Germania se tornó cálido y una lluvia de plumas doradas pasó frente a sus ojos rozándole las mejillas. De un momento a otro, una figura dorada llegó a ella, unos ojos que le parecieron algo conocidos se posaron en los suyos, y sin si quiera darse cuenta de lo que estaba pasando la tomó en sus brazos y la alejó del dios Ares.
Sophia no sabía que pensar ya… Todo parecía tan irreal. ¿Estaría de verdad soñando? ¿Sería todo aquello un juego de su cabeza mientras dormía? Lo parecía, pues nunca hubiese pensado que de verdad pudiese volar.
- Vuelo… - Susurró mientras miraba desde el cielo la estela dorada que dejaba aquel hombre, de alas como el oro, mientras surcaba el cielo.
Cerró los ojos, no por miedo, sino porque quería asegurarse de que no estaba soñando. Los volvió a abrir y al darse cuenta de que efectivamente estaba volando se aferró con fuerza al cuerpo de aquel sujeto que no había alcanzado a reconocer, aun.
De un momento a otro comenzaron a descender cuando el suelo dejó de ser blanco y los arboles aparecieron. El hombre escogió como escondite una caverna atrás de una cascada para protegerse de la visión de cualquier otro. Mientras atravesaban la cortina de agua, la protegió con las alas doradas, y a pesar de que lo hizo tan eficientemente que ninguna gota de agua la mojo, el aire mismo en ese lugar era tan húmedo que pronto sintió que estaba respirando agua, que su rostro se mojaba, y que de sus hebras rojas de cabello caían una a una gotas.
Se tapó los pechos con sus manos cuando la soltó, mirándolo con distancia. Su tono de voz y sus ojos no le parecían peligrosos, pero estaba descubriendo lentamente que confiar siempre en todos la había metido en ese tipo de problemas. Alguna vez también había confiado plenamente en los ojos de Vergilius… y eso no había resultado muy bien. No iba a caer en el mismo error dos veces. Ese dolor en su vida, en cierta forma, la había hecho perder su eterna inocencia respecto a las demás personas.
Miró a aquel sujeto pensando en donde lo había visto antes. Se veía demasiado familiar como para haber sido un completo extraño, y al mismo tiempo, no lo sentía como un extraño… pero estaba casi segura que jamás había tratado con él. Se sintió sumamente avergonzada por haber estado prácticamente desnuda frente a él, pero no quizo mostrarlo y se mantuvo firme en su postura. En esos tiempos, ver a una mujer sin ropa no era nada del otro mundo, a pesar de que ella era una dama… y una niña al mismo tiempo. Andar desnuda por ahí no era algo suyo.
Posó sus ojos sobre la armadura dorada que se desprendía del cuerpo de aquel sujeto, y sintió un extraño cariño por ella, un apreció que bordeaba en la admiración más profunda y sincera.
- Es hermosa… - Susurró, olvidándose de todo lo demás por un segundo. – Es realmente… hermosa.
Pero pronto volvió al mundo real cuando aquel sujeto, amablemente, la tapó con su propio abrigo. Eso pareció cubrir todo su cuerpo, que era tan pequeño en comparación al de aquel sujeto. No había pensado en el frío, más bien, estaba pensando en lo húmedo que estaba aquella caverna. Todo se veía mohoso, asqueroso, tenía un olor a animales durmiendo ahí y además el incesante goteo que escurría por las paredes estaba llenando de un barro mohoso sus pies.
El sujeto le preguntó si estaba herida o si estaba bien. Sophia pensó si responderle o no. No deseaba seguir relacionándose con extraños. Quería con todo su corazón volver a su casa, junto a Fye y Gelum… ahora que había tenido tantos malos momentos en los últimos días apreciaba con sinceridad la vida tranquila en medio del valle dulce.
- Estoy bien. – Respondió con timidez y algo cortante mientras retrocedía un poco, alejándose de ese hombre. No sabía si también querría hacerle daño. Sus ojos decían que no, pero ya no confiaba en los ojos de nadie. – No se qué esta pasando, no puedo explicar por qué tiene alas doradas, ni si quiera se si estoy despierta o no. Pero...Sí se quién es usted… ahora que lo miro de verdad. Es el General Edward, ¿No? Alguna vez cuando era una niña lo vi marchando por Roma en el triunfo de Roma sobre Britania. Vergilius solía hablar de usted en sus cartas… - Recordó que Virgilius decía que Breda era un hombre bastante fuerte y capaz, inteligente, analítico pero lo opacaba su constantes juntas con prostitutas y su desinterez por todo lo que conquistaba. De Noah decía que era un sujeto tan frío como el hielo, aislado de todo, en lo único que pensaba era en la gloria romana y en la suya propia, un rival fatal. Pero de Edward, a pesar de no conocerlo, decía que era el sujeto que se necesitaba cuando se quería conquistar a un pueblo sin destruirlo. Por ello, Sophia volvió a pensar si realmente podía confiar en él o sería nuevamente alguien que quisiera hacerle daño. – General Edward, mi nombre es Sophia de la casa Juliai, sobrina del emperador, hija de su hermana Flavia. Mi hermano mayor se llama Fye y mi hermano menor Gelum. Vivimos en la Villa del Valle Dulce de los Juliai. Mi primo, el General Vergilius, me habló de usted como un hombre de confianza… - A pesar de que el mismo Vergilius había resultado un hombre cobarde, que había traicionado sus sentimientos. – Por ello le pido, no… le imploro… por favor… lléveme a Roma... de vuelta a mi casa.
Fue entonces que el viento helado de Germania se tornó cálido y una lluvia de plumas doradas pasó frente a sus ojos rozándole las mejillas. De un momento a otro, una figura dorada llegó a ella, unos ojos que le parecieron algo conocidos se posaron en los suyos, y sin si quiera darse cuenta de lo que estaba pasando la tomó en sus brazos y la alejó del dios Ares.
Sophia no sabía que pensar ya… Todo parecía tan irreal. ¿Estaría de verdad soñando? ¿Sería todo aquello un juego de su cabeza mientras dormía? Lo parecía, pues nunca hubiese pensado que de verdad pudiese volar.
- Vuelo… - Susurró mientras miraba desde el cielo la estela dorada que dejaba aquel hombre, de alas como el oro, mientras surcaba el cielo.
Cerró los ojos, no por miedo, sino porque quería asegurarse de que no estaba soñando. Los volvió a abrir y al darse cuenta de que efectivamente estaba volando se aferró con fuerza al cuerpo de aquel sujeto que no había alcanzado a reconocer, aun.
De un momento a otro comenzaron a descender cuando el suelo dejó de ser blanco y los arboles aparecieron. El hombre escogió como escondite una caverna atrás de una cascada para protegerse de la visión de cualquier otro. Mientras atravesaban la cortina de agua, la protegió con las alas doradas, y a pesar de que lo hizo tan eficientemente que ninguna gota de agua la mojo, el aire mismo en ese lugar era tan húmedo que pronto sintió que estaba respirando agua, que su rostro se mojaba, y que de sus hebras rojas de cabello caían una a una gotas.
Se tapó los pechos con sus manos cuando la soltó, mirándolo con distancia. Su tono de voz y sus ojos no le parecían peligrosos, pero estaba descubriendo lentamente que confiar siempre en todos la había metido en ese tipo de problemas. Alguna vez también había confiado plenamente en los ojos de Vergilius… y eso no había resultado muy bien. No iba a caer en el mismo error dos veces. Ese dolor en su vida, en cierta forma, la había hecho perder su eterna inocencia respecto a las demás personas.
Miró a aquel sujeto pensando en donde lo había visto antes. Se veía demasiado familiar como para haber sido un completo extraño, y al mismo tiempo, no lo sentía como un extraño… pero estaba casi segura que jamás había tratado con él. Se sintió sumamente avergonzada por haber estado prácticamente desnuda frente a él, pero no quizo mostrarlo y se mantuvo firme en su postura. En esos tiempos, ver a una mujer sin ropa no era nada del otro mundo, a pesar de que ella era una dama… y una niña al mismo tiempo. Andar desnuda por ahí no era algo suyo.
Posó sus ojos sobre la armadura dorada que se desprendía del cuerpo de aquel sujeto, y sintió un extraño cariño por ella, un apreció que bordeaba en la admiración más profunda y sincera.
- Es hermosa… - Susurró, olvidándose de todo lo demás por un segundo. – Es realmente… hermosa.
Pero pronto volvió al mundo real cuando aquel sujeto, amablemente, la tapó con su propio abrigo. Eso pareció cubrir todo su cuerpo, que era tan pequeño en comparación al de aquel sujeto. No había pensado en el frío, más bien, estaba pensando en lo húmedo que estaba aquella caverna. Todo se veía mohoso, asqueroso, tenía un olor a animales durmiendo ahí y además el incesante goteo que escurría por las paredes estaba llenando de un barro mohoso sus pies.
El sujeto le preguntó si estaba herida o si estaba bien. Sophia pensó si responderle o no. No deseaba seguir relacionándose con extraños. Quería con todo su corazón volver a su casa, junto a Fye y Gelum… ahora que había tenido tantos malos momentos en los últimos días apreciaba con sinceridad la vida tranquila en medio del valle dulce.
- Estoy bien. – Respondió con timidez y algo cortante mientras retrocedía un poco, alejándose de ese hombre. No sabía si también querría hacerle daño. Sus ojos decían que no, pero ya no confiaba en los ojos de nadie. – No se qué esta pasando, no puedo explicar por qué tiene alas doradas, ni si quiera se si estoy despierta o no. Pero...Sí se quién es usted… ahora que lo miro de verdad. Es el General Edward, ¿No? Alguna vez cuando era una niña lo vi marchando por Roma en el triunfo de Roma sobre Britania. Vergilius solía hablar de usted en sus cartas… - Recordó que Virgilius decía que Breda era un hombre bastante fuerte y capaz, inteligente, analítico pero lo opacaba su constantes juntas con prostitutas y su desinterez por todo lo que conquistaba. De Noah decía que era un sujeto tan frío como el hielo, aislado de todo, en lo único que pensaba era en la gloria romana y en la suya propia, un rival fatal. Pero de Edward, a pesar de no conocerlo, decía que era el sujeto que se necesitaba cuando se quería conquistar a un pueblo sin destruirlo. Por ello, Sophia volvió a pensar si realmente podía confiar en él o sería nuevamente alguien que quisiera hacerle daño. – General Edward, mi nombre es Sophia de la casa Juliai, sobrina del emperador, hija de su hermana Flavia. Mi hermano mayor se llama Fye y mi hermano menor Gelum. Vivimos en la Villa del Valle Dulce de los Juliai. Mi primo, el General Vergilius, me habló de usted como un hombre de confianza… - A pesar de que el mismo Vergilius había resultado un hombre cobarde, que había traicionado sus sentimientos. – Por ello le pido, no… le imploro… por favor… lléveme a Roma... de vuelta a mi casa.
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Re: [Bosque Germanico] Cueva detras de la Cascada
La chaqueta al menos ahora cubria su desnudo cuerpo, habia intentado no mirarla demsiado para que no se sintera incomoda con mi presencia. Pero no podia dejarla en aquel lugar tan humedo y lleno de barro por mucho tiempo. Dejandola un poco atras miraba por la cascada acercandome de nuevo a ella, observaba el exterior desde detras del agua, por si alguien nos habia seguido, aunque esperaba que no pues habia volado a toda velocidad con el unico proposito de escapar lo mas pronto posible.
La joven Athena, confundida, me hablo diciendo que estaba bien, y era un gran alivio no solo que no se encontrara herida, sino sobre escuchar su voz por primera vez, aquella otra vez que intente salvarla las palabras no salian de sus labios debido al trauma que tenia. Ahora se veia mejor que entonces. Pero solo tenia que mirarla, su actitud, como se separaba de mi, que le faltaba mucho para ser aun Athena, pero yo sabia que era ella, lo notaba, sentia esa union conmigo. No tenia dudas, era Athena...
Pero mi mas grande sorpresa fue cuando escuche que ya me conocia de antes, cuando era uno de los generales romanos mas importantes, ella era alguien de la realeza romana, una de las sobrinas del emperador. Hermana de aquel cabeza de familia que vivia apartada del resto de su familia y no se sabia mucho de ella.
¿Usted es Sophia?
La recordaba por supuesto, como mucho la habia visto un par de veces eso si, corretear libre al lado de su madre Flavia, en aquel entonces era solo una niña muy pequeña, pelirroja y con el cabello corto, no me imaginaba que fuera ella, pues habia cambiado mucho, y habia crecido tanto hasta el punto de ser casi una mujer como pude haberlo notado antes de colocarle mi chaqueta.
Señorita Sophia.. cuanto tiempo sin verla, desde que era una niña. Siento comunicarle que abandone el puesto de general romano...
Si ella aun se sentia romana, puede que eso fuera un paso atras y que le costara aun mas confiar en mi ahora, pero no queria mentirle a mi diosa, a ella siempre quisiera ir con la verdad, y nada mas que con ello. Al saber que me conocia y que pertenecia, o al menos perteneci a Roma, me comenzo a suplicar casi por que la devolviera a su ciudad natal, pero eso... seria muy complicado de cumplir.
Lamento decirle que ahora mismo es imposible hacer eso. Hay personas que la estan buscando y si la conocen, iran a Roma a por vos. Para matarla.....
El peligro estaba muy cerca de Roma era un suicidio ir a la capital de Roma, y me ponia demasiado triste el no poder cumplir sus deseos, podia notar como añoraba su familia. Pero yo estaba ahi para asegurarme su seguridad. Incluso aunque no pudiera cumplir los deseos de Sophia.
Pero la he estado buscando para protegerla. Usted... es muy importante. Demasiado. Tiene un gran destino y una gran responsabilidad por delante... Creo que poco a poco lo ira entendiendo, por ahora confie en mi.. por favor.
Le estaba pidiendo demasiado seguramente para el estado en el cual se encontraba, sus ojos habian perdido algo del brillo que recordaba en aquella diosa que conocia.
La joven Athena, confundida, me hablo diciendo que estaba bien, y era un gran alivio no solo que no se encontrara herida, sino sobre escuchar su voz por primera vez, aquella otra vez que intente salvarla las palabras no salian de sus labios debido al trauma que tenia. Ahora se veia mejor que entonces. Pero solo tenia que mirarla, su actitud, como se separaba de mi, que le faltaba mucho para ser aun Athena, pero yo sabia que era ella, lo notaba, sentia esa union conmigo. No tenia dudas, era Athena...
Pero mi mas grande sorpresa fue cuando escuche que ya me conocia de antes, cuando era uno de los generales romanos mas importantes, ella era alguien de la realeza romana, una de las sobrinas del emperador. Hermana de aquel cabeza de familia que vivia apartada del resto de su familia y no se sabia mucho de ella.
¿Usted es Sophia?
La recordaba por supuesto, como mucho la habia visto un par de veces eso si, corretear libre al lado de su madre Flavia, en aquel entonces era solo una niña muy pequeña, pelirroja y con el cabello corto, no me imaginaba que fuera ella, pues habia cambiado mucho, y habia crecido tanto hasta el punto de ser casi una mujer como pude haberlo notado antes de colocarle mi chaqueta.
Señorita Sophia.. cuanto tiempo sin verla, desde que era una niña. Siento comunicarle que abandone el puesto de general romano...
Si ella aun se sentia romana, puede que eso fuera un paso atras y que le costara aun mas confiar en mi ahora, pero no queria mentirle a mi diosa, a ella siempre quisiera ir con la verdad, y nada mas que con ello. Al saber que me conocia y que pertenecia, o al menos perteneci a Roma, me comenzo a suplicar casi por que la devolviera a su ciudad natal, pero eso... seria muy complicado de cumplir.
Lamento decirle que ahora mismo es imposible hacer eso. Hay personas que la estan buscando y si la conocen, iran a Roma a por vos. Para matarla.....
El peligro estaba muy cerca de Roma era un suicidio ir a la capital de Roma, y me ponia demasiado triste el no poder cumplir sus deseos, podia notar como añoraba su familia. Pero yo estaba ahi para asegurarme su seguridad. Incluso aunque no pudiera cumplir los deseos de Sophia.
Pero la he estado buscando para protegerla. Usted... es muy importante. Demasiado. Tiene un gran destino y una gran responsabilidad por delante... Creo que poco a poco lo ira entendiendo, por ahora confie en mi.. por favor.
Le estaba pidiendo demasiado seguramente para el estado en el cual se encontraba, sus ojos habian perdido algo del brillo que recordaba en aquella diosa que conocia.
Edward- Caballeros Dorados
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Re: [Bosque Germanico] Cueva detras de la Cascada
Sophia entendía muy bien todo lo que estaba diciéndole ese hombre. La noticia de que ya no fuera un general romano le llegó un tanto de sorpresa… lo último que había escuchado sobre ese sujeto era que se encontraba en Egipto. Lo sabía, pues por meses el grano había escaseado en Roma y gran parte del trigo y la cebada que se estaba consumiendo en la ciudad provenía del valle Dulce. Ella nunca había pasado hambre ni necesidad alguna, pero sabía que por las calles de Roma se sufría una hambruna nunca antes vista. La guerra inútil de Diva contra Egipto había vaciado las reservas de comida a niveles ridículos.
- Ya veo… - Susurró Sophia, aun más temerosa de la situación en la que se encontraba. – Con que usted ya no es un… es un… - iba a decirlo, le iba a decir “es un desertor”. Pero se contuvo, ¿Era adecuado en ese momento realmente herir el orgullo de un exgeneral romano? No en su situación. Aquello no habría sido inteligente. Aun tenía aprecio por la integridad de su cuerpo y no la iba a arriesgar… tenía que salir de ahí con lo único que poseía en aquel instante… su boca. – No eres la primera persona que intenta alejarme de Roma pues teme por mi vida. No se que podría ser tan especial en mí que a alguien le interesara, pero señor… si no me llevará a Roma, entonces iré por mi cuenta. Mis hermanos están ahí… y si ese lugar se ha vuelto tan peligroso como usted dice, entonces yo… debo ir por ellos y asegurarme de que estén bien. Yo no temo por mi vida… pero si temo por la vida de mi familia. No podría vivir sabiendo que están en peligro… para mí eso no sería vida.
Lo último lo dijo con tanta convicción que habría hecho que surgiera escalofríos de cualquiera. Era una mujer en el apogeo de su vida, que dijera semejantes cosas resultaban sin duda extrañas. Pero así lo sentía en el corazón Sophia. Alguna vez, había temido morir horriblemente, pues pensaba que su vida y su cuerpo no le pertenecían, sino que eran de Vergilius. Por lo tanto, los cuidaba, siempre cuidaba de no herirse, de que su piel no tuviera pecas por el sol, comer saludable para permanecer fuerte y esbelta… pero ahora, que su vida no le pertenecía a nadie, no sentía que tenía valor alguno.
- Por eso le digo, señor Edward, que si de verdad me ha estado buscando para protegerme… - Lo miró a sus ojos imponiéndose, tímidamente. - tendrá que seguirme. No podrá impedir de ninguna forma que yo vuelva a mi casa, aunque me demore toda la vida. – Su tono era melancólico… su voz sonaba tan triste. - No me interesa que cosas el destino pueda depararme si Gelum o Fye están en peligro… mi corazón me lo dice… Solomon… Lydia… Richard… Samantha…. Defteros… Aspros… todos ellos… todos ellos están en peligro. No puedo quedarme aquí en la seguridad que me ofrece sabiendo que ellos están en peligro…
Miró hacia el costado, a la nada, al vacío. Dio un paso adelante, acercándose a ese sujeto… quería ver qué pasaría si cruzaba aquella pared de agua…¿Moriría ahogada o por la caída? No sabía. Pero tenía que intentarlo.
- Ya veo… - Susurró Sophia, aun más temerosa de la situación en la que se encontraba. – Con que usted ya no es un… es un… - iba a decirlo, le iba a decir “es un desertor”. Pero se contuvo, ¿Era adecuado en ese momento realmente herir el orgullo de un exgeneral romano? No en su situación. Aquello no habría sido inteligente. Aun tenía aprecio por la integridad de su cuerpo y no la iba a arriesgar… tenía que salir de ahí con lo único que poseía en aquel instante… su boca. – No eres la primera persona que intenta alejarme de Roma pues teme por mi vida. No se que podría ser tan especial en mí que a alguien le interesara, pero señor… si no me llevará a Roma, entonces iré por mi cuenta. Mis hermanos están ahí… y si ese lugar se ha vuelto tan peligroso como usted dice, entonces yo… debo ir por ellos y asegurarme de que estén bien. Yo no temo por mi vida… pero si temo por la vida de mi familia. No podría vivir sabiendo que están en peligro… para mí eso no sería vida.
Lo último lo dijo con tanta convicción que habría hecho que surgiera escalofríos de cualquiera. Era una mujer en el apogeo de su vida, que dijera semejantes cosas resultaban sin duda extrañas. Pero así lo sentía en el corazón Sophia. Alguna vez, había temido morir horriblemente, pues pensaba que su vida y su cuerpo no le pertenecían, sino que eran de Vergilius. Por lo tanto, los cuidaba, siempre cuidaba de no herirse, de que su piel no tuviera pecas por el sol, comer saludable para permanecer fuerte y esbelta… pero ahora, que su vida no le pertenecía a nadie, no sentía que tenía valor alguno.
- Por eso le digo, señor Edward, que si de verdad me ha estado buscando para protegerme… - Lo miró a sus ojos imponiéndose, tímidamente. - tendrá que seguirme. No podrá impedir de ninguna forma que yo vuelva a mi casa, aunque me demore toda la vida. – Su tono era melancólico… su voz sonaba tan triste. - No me interesa que cosas el destino pueda depararme si Gelum o Fye están en peligro… mi corazón me lo dice… Solomon… Lydia… Richard… Samantha…. Defteros… Aspros… todos ellos… todos ellos están en peligro. No puedo quedarme aquí en la seguridad que me ofrece sabiendo que ellos están en peligro…
Miró hacia el costado, a la nada, al vacío. Dio un paso adelante, acercándose a ese sujeto… quería ver qué pasaría si cruzaba aquella pared de agua…¿Moriría ahogada o por la caída? No sabía. Pero tenía que intentarlo.
Sophia- Status :
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Re: [Bosque Germanico] Cueva detras de la Cascada
No me gustaba con los ojos que me miraba Sophia. Eso de no creer y confiar aun en mi, y en parte lo entendia, a mis ojos era solo una chiquilla inocente, que no tiene ni idea de lo que el futuro le espera, que solo quiere vivir en paz con su familia, y que desde hace un tiempo, habria notado que no hacen mas que sucederle cosas extrañas a su alrededor, estaba siendo demasiada presion para ella, por eso no la culpaba por mirarme con esos ojos.
Pero en el interior, muy dentro, estaba aquella mujer que un dia estuvo a mi lado en las alegrias y en las penurias, en los momentos felices y en las guerras mas asoladoras. Ella era Athena y con pequeños detalles lo dejaba ver. Como cuando intentaba ahora hacerme cambiar de idea, con la mirada decidida, con la voz impasible, me pedia que por favor, la dejara ir de vuelto a Roma, para proteger a su familia. Cuanta valentia tenia aquella niña, mucha mas que el mas valeroso de los caballeros.
Por favor, dejeme llevarla a un lugar seguro, le prometo, que yo mismo ire despues a buscar a su familia.
Pero por mucho que yo hablara, no iba a hacer que cambiara de opinion, la conocia muy bien y sabia que ella tenia las ideas claras y no iba a hecharse atras aunque el mas malvado de los dioses la estuviera esperando. Insistia una y otra vez en que volveria a su casa aunque yo le pidiera lo contrario, y que si queria protegerla, debia seguirla.
Usted es muy importante, y debe vivir cueste lo que cueste.
Que un casi desconocia le dijera todo aquello, solo haria que se confundiera mas, pero es que ella no entendia como el romano ese lazo que tenian ambos. Si su mirada era seria en lo que decia, la de Edward tambien lo era. Ambos le pediamos cosas distintas al otro, y solo uno de los dos se llevaria la razon.
Sin embargo..
Entonces, Edward le sonrio, una sonrisa calida y tierna, habia dejado aquella mirada seria para demostrarle lo que en verdad sentia y lo que realmente seria capaz de hacer por ella.
Yo no estoy aqui para ordenarle, sino para servirle y ayudarla. Si usted quiere ir a Roma, la seguire, y la protegere cueste lo que cueste.
Pero en el interior, muy dentro, estaba aquella mujer que un dia estuvo a mi lado en las alegrias y en las penurias, en los momentos felices y en las guerras mas asoladoras. Ella era Athena y con pequeños detalles lo dejaba ver. Como cuando intentaba ahora hacerme cambiar de idea, con la mirada decidida, con la voz impasible, me pedia que por favor, la dejara ir de vuelto a Roma, para proteger a su familia. Cuanta valentia tenia aquella niña, mucha mas que el mas valeroso de los caballeros.
Por favor, dejeme llevarla a un lugar seguro, le prometo, que yo mismo ire despues a buscar a su familia.
Pero por mucho que yo hablara, no iba a hacer que cambiara de opinion, la conocia muy bien y sabia que ella tenia las ideas claras y no iba a hecharse atras aunque el mas malvado de los dioses la estuviera esperando. Insistia una y otra vez en que volveria a su casa aunque yo le pidiera lo contrario, y que si queria protegerla, debia seguirla.
Usted es muy importante, y debe vivir cueste lo que cueste.
Que un casi desconocia le dijera todo aquello, solo haria que se confundiera mas, pero es que ella no entendia como el romano ese lazo que tenian ambos. Si su mirada era seria en lo que decia, la de Edward tambien lo era. Ambos le pediamos cosas distintas al otro, y solo uno de los dos se llevaria la razon.
Sin embargo..
Entonces, Edward le sonrio, una sonrisa calida y tierna, habia dejado aquella mirada seria para demostrarle lo que en verdad sentia y lo que realmente seria capaz de hacer por ella.
Yo no estoy aqui para ordenarle, sino para servirle y ayudarla. Si usted quiere ir a Roma, la seguire, y la protegere cueste lo que cueste.
Edward- Caballeros Dorados
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