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Batalla en los bosques: Afrodita de la espuma Vs Poseidón de los mares
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Batalla en los bosques: Afrodita de la espuma Vs Poseidón de los mares
Epitafio 1: Principium melodiam
-Bien, ahora que otros asuntos me llenan la cabeza pensaré más tarde la manera de hacerte pagar este desprecio mi querido amante. Ahora como siempre, me toca esperar largamente a ver si mi voz ha sido escuchada o ignorada por los hombres como suele suceder desde que tengo memoria.- Lydia dijo esto y se sentó sobre una roca enorme haciendo que el ruido metálico de su traje de batalla acompañase la mayor parte de sus acciones. La armadura era bastante ruidosa y la mujer de los cabellos negros tenía deseos enormes de quitársela para poder moverse con más libertad por ese lugar, haciendo el menor ruido posible; sin embargo como no estaba precisamente escondiéndose del hombre que vendría a buscarla a ese lugar siguiendo su estela, decidió quedarse en su sitio tal y como estaba.
-Puedo sentirlo... Solomon tu cosmos está bastante cerca. Espero no te pierdas buscándome. No quiero que me hagas esperar demasiado. Que parte de tí, también debo ir a darle una lección a Zeus.- Lydia dijo esto como si estuviese conversando con su primo frente a frente y lenvantó la vista para mirar hacia arriba. El día estaba soleado y las nubes blancas apenas sí se paseaban por el telar azul que era ahora el cielo sobre la cabeza de la diosa del amor carnal, pero pronto, todo eso iba a cambiar, ya que si ella lograba matar a su primo, tenía pensado teñir el cielo con su sangre, para que los demás entendieran que no era bueno meterse con ella.
La diosa del amor pasional había abandonado ya, el lugar donde había tenido su segundo encuentro con Poseidón. Sabía que no iba a ser el último, puesto que era lógico dar por sentado que el dios de los mares se había tomado la molestia de ir hasta los terrenos aledaños al santuario, porque de verdad quería eliminarla; como si ella fuera un elemento que interfería en el plan que éste pudo haber creado dentro de su mente estrambótica llena de cosas inexplicables, las cuales nadie en su sano juicio sería capaz de tratar de entender bajo ningún concepto.
Sentimientos como ira, orgullo y miedo, eran los que se dibujaban en el semblante de la mujer, quien una vez fue la princesa de Roma. Las palabras de Solomon, acerca de haber sido abandonada por Zeus, no dejaban aún de dar vueltas en su mente haciendo que su corazón se afligiera bastante. No es que ella no supiera que Zeus podría en algún momento prescindir de ella, así como lo había hecho con Hera, sino que en realidad no esperaba la llegada de ese día, así de una manera tan abrupta. Es que por mucho que a ella le doliese, Mauritius era un hombre al que ella amaba muchísimo y daba igual las circunstancias en las que su amor había sido cultivado o mantenido; ella le de verdad lo amaba profundamente y era por eso mismo era que para Lydia, el estar ahora sola en ese lugar, sin el apoyo del hombre que horas atrás le había dicho que se marchara, significaba para ella un tormento incluso más grande que aguardar su posible muerte a manos de su despreciable primo, a quien una vez en un acto insensato, llegó a amar como si no hubiese otro hombre en la tierra.
Sentimientos como ira, orgullo y miedo, eran los que se dibujaban en el semblante de la mujer, quien una vez fue la princesa de Roma. Las palabras de Solomon, acerca de haber sido abandonada por Zeus, no dejaban aún de dar vueltas en su mente haciendo que su corazón se afligiera bastante. No es que ella no supiera que Zeus podría en algún momento prescindir de ella, así como lo había hecho con Hera, sino que en realidad no esperaba la llegada de ese día, así de una manera tan abrupta. Es que por mucho que a ella le doliese, Mauritius era un hombre al que ella amaba muchísimo y daba igual las circunstancias en las que su amor había sido cultivado o mantenido; ella le de verdad lo amaba profundamente y era por eso mismo era que para Lydia, el estar ahora sola en ese lugar, sin el apoyo del hombre que horas atrás le había dicho que se marchara, significaba para ella un tormento incluso más grande que aguardar su posible muerte a manos de su despreciable primo, a quien una vez en un acto insensato, llegó a amar como si no hubiese otro hombre en la tierra.
-Mauritiuis más te vale rogar que yo muera en esta pelea, porque si llego a salir viva de este lugar, no dudaré ni un segundo en ir a buscarte para darte tu merecido.- Lydia miró fijamente el anillo que le había dado el señor del rayo y que ella usaba en su dedo anular, como si fuese uno de compromiso, recordando aquella vez que lo puso en su dedo. Todavía no podía creer que Zeus la había dejado sola, prefiriendo a Sophía, cuando ella era ahora, quien estaba en peligro. Como diosa del amor y como princesa de Roma interpretaba las acciones de su amante, como un desplante que no tenía que tolerar, es que... ¿Cómo podría alguien preferir proteger a Athena, cuando ella era el centro de su vida? Al parecer la respuesta era que para ese senador, ella había dejado de ser tal cosa.
-¡Qué ironía! Yo quería que mi ingrata prima no sufriese ningún daño; sin embargo el haber deseado eso, sólo tuvo los efectos contrarios sobre mí. Pensar que por cuidar de mi prima, Mauritius iba a dejarme casi desamparada. Qué gusto que no sea un ser tan débil que necesite siempre de su fuerza.- Lydia dejó de contemplar el anillo y caminó con lentitud por el bosque hasta llegar a un claro. El sonido de su armadura hacía que varios animales residentes de ese lugar salieran corriendo a esconderse, pues la energía que ahora transmitía la diosa, no provocaba que los seres vivos se acercaran a ella precisamente. Sus ánimos estaban encendidos, quería pelear contra su primo, demostrar que ella mucho más que sólo un rostro lindo. Por primera vez en mucho tiempo iba a tomar parte en una guerra, e iba a hacerlo bien, o por lo menos de una forma aceptable.
-Bien, ahora que otros asuntos me llenan la cabeza pensaré más tarde la manera de hacerte pagar este desprecio mi querido amante. Ahora como siempre, me toca esperar largamente a ver si mi voz ha sido escuchada o ignorada por los hombres como suele suceder desde que tengo memoria.- Lydia dijo esto y se sentó sobre una roca enorme haciendo que el ruido metálico de su traje de batalla acompañase la mayor parte de sus acciones. La armadura era bastante ruidosa y la mujer de los cabellos negros tenía deseos enormes de quitársela para poder moverse con más libertad por ese lugar, haciendo el menor ruido posible; sin embargo como no estaba precisamente escondiéndose del hombre que vendría a buscarla a ese lugar siguiendo su estela, decidió quedarse en su sitio tal y como estaba.
-Puedo sentirlo... Solomon tu cosmos está bastante cerca. Espero no te pierdas buscándome. No quiero que me hagas esperar demasiado. Que parte de tí, también debo ir a darle una lección a Zeus.- Lydia dijo esto como si estuviese conversando con su primo frente a frente y lenvantó la vista para mirar hacia arriba. El día estaba soleado y las nubes blancas apenas sí se paseaban por el telar azul que era ahora el cielo sobre la cabeza de la diosa del amor carnal, pero pronto, todo eso iba a cambiar, ya que si ella lograba matar a su primo, tenía pensado teñir el cielo con su sangre, para que los demás entendieran que no era bueno meterse con ella.
Lydia- Dios/a
- Reino : Olimpo
Templo de Afrodita
Ataques :
AD - Flama de Lujuria (4400)
AD - Ovillo de Espinas Rojas (4500)
AM - Canto de la Lamia (4900)
AM - Renacer de la titania (5000)
AF - Jardín de Rosas Negras (*6200)
AF - Penitencia (5700)
AFa - Encanto de lo oscuro (6600)
AFa - Esencia de feromona (6700)
Defensa :
Laberinto de Lujuria
DE - Danza de los cinco tokens
Cantidad de envíos : 404
Re: Batalla en los bosques: Afrodita de la espuma Vs Poseidón de los mares
OFFROL – Sólo Introducción
Aclaraciones: Narro – Pienso – Hablo
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Sobre la gigantesca roca incrustada sobre las aguas del río que alimentaba el pueblo de Rodorio yacía un hombre, el cual había llevado largamente a cuestas el peso de la venganza y el orgullo. Cualquier otro en su lugar se habría vuelto loco. Hasta quizás éste lo estaba… ¿Por qué no? sentía, oía y veía cosas inconcebibles, tan alejadas de la realidad normalmente aceptada para un simple humano que éstas debían considerarse censurables a ojos de todos. Incluso de los propios dioses. Pero intentar inhibirse o cuestionar su juicio eran cosas que Solomon ya había intentado infructuosamente en el pasado cercano. Ahora solamente le quedaba resignarse a lo que era.
Su aguda mirada se iluminaba por el destello de luz que el propio aire de al lado irradiaba. Una serie de enjambres de gruesas hileras de plata aparecían a un metro de distancia para ir sobreponiéndose una sobre otra, entretejiéndose de manera perfecta hasta tomar la forma del marco de una puerta dejando en su interior una oscuridad autentica. Una delicada película helada cubría de inmediato sus brazos, los cuales yacían muy próximos al centro de aquel misterioso portal, por lo que se deducía que tal aire congelante debía provenir de su interior.
Solomon veía de reojo al hombre de cabello castaño parado más allá, Edward, quien lucía igual a lo que escasamente recordaba, aquel traje alado de oro que portaba no había cambiado el candor de sus ojos, ni tampoco el aura casi traslucida de su alma. Permitiéndose una radiante y amarga sonrisa para con él se decidía a pasar velozmente por el umbral de la entrada luminiscente desapareciendo de tierras guiegas, dejando en su lugar las repercusiones del aire helado que se había dejado colar del vortice.
Una vez iniciada su persecución no existiría marcha atrás. Su cuerpo había desaparecido para el tiempo y el espacio, las barreras físicas que lo clasificaban hasta hacía poco cómo un mortal se habían roto. El portal que le servia de transito a los dioses resultaba algo descomunal, incluso para él. Yacía volando cómo las aves o al menos eso parecía por la posición de sus extremidades y su cuerpo sin embargo no percibía ninguna brisa, ni frío, ni calor, nada que le sirviera de sustento. Entonces la existencia de todo lo creado en algún instante de la vida desfilaba para él. Cuerpos redondeados, gigantescos y hasta dantescos pasaban fugazmente alrededor suyo, algunos opacos y otros radiantes, de tan diversos colores y formas que ni varias existencias alcanzarían para numerarlas. Estando casi disimuladas por las estrellas más alejadas, delicadas redes de plata se podían vislumbrar sobre el oscuro infinito que allí formaba el todo, claramente aquellas debían soportar el peso del universo y por consiguiente tenían que tener conexión con el destino mismo. Solomon no dejaría pasar desapercibido este detalle aparentemente frívolo y sin importancia. Pues quizás a lo mejor le serviría luego.
Recordando el verdadero propósito que le había hecho llegar hasta esos inhóspitos confines toma con mayor fuerza la fina hilera invisible que le unía al destino de Afrodita. Todo daba a pensar que la diosa ya se había percatado que no iría muy lejos, se había detenido en alguna parte del globo, seguramente esperando y preparando una emboscada. Al menos ese plan debía ser el mejor para enfrentársele. Resuelto y engañosamente risueño proseguía no delegando más tiempo a razonar. Pronto un cuadrilátero de luz se proyectaba a cien metros y contando menos a medida que avanzaba hacía él. El blanco resplandeciente que proyectaba era tal cómo nunca otro, ni siquiera vista producirse en manos del mismísimo dios del rayo, esa luz era algo superior y con intereses, tanto cómo para dejarle completamente ciego. Allí, en medio de la luz pura e inmortal la percepción de su cuerpo físico y mental se eliminaba dejando sólo paso a lo que llamaríamos “conciencia del alma” y en él un pensamiento nadaba hasta la superficie.
Estas estrellas, la red de plata que parecía sustentar el universo, la luz sublime ¿Fue realmente hecha por estos dioses? y de no ser así ¿Por quien o que?
El significado de un cuerpo se reintegraba a su conciencia. Pronto la idea de un tórax, unos brazos, manos y piernas volvía a tomarse en consideración. Los sentidos aparecían pausadamente, sin mucha prisa. El fresco aire de la tarde, el cual rozaba sin piedad su piel fue el encargado de revivir su endurecido sentido del tacto. De ahí, los sonidos comenzaron a distinguirse, el barullo de decenas de ramas meciéndose a compás del canto de las aves ya daba la idea de donde podía estar. El olfato y el gusto le siguieron enviando la información necesaria para redondear el panorama que yacía formando en su cabeza. Su vista fue la última en reaparecer, en un principio todo yacía nubloso para luego ir afinándose hasta mostrar con claridad los contornos y colores de lo que era un oscuro bosque.
Ambas manos caían pesadamente para tocar la áspera corteza de los árboles de color claro, los cuales le rodeaban y en cantidad no parecían tener fin, extendiéndose hasta más allá del horizonte. Las frondosas copas no dejaban pasar la luz del sol dejando aquel panorama completamente fresco y tenuemente lúgubre. Paso por lo menos medio minuto allí apoyado para luego romper con su rígida posición casi marcial y aproximar el lado izquierdo de su rostro al tronco. Se mantenía quieto nuevamente, guardando silencio hasta finalmente percibir los suaves latidos que no podían provenir de otro lugar más que del núcleo de la gran planta. Una clara sonrisa quedaba dibujada sobre su faz, la cual pronto quedaba iluminada, no por el usual odio que generalmente le desbordaba o la sed de una venganza mortal, esta vez se mostraba cómo simple felicidad, autentica alegría.
…
Un muy corto suspiro era suficiente para que ese hombre liberase la suficiente energía para encender la parte media del árbol, la chispa inicial pronto tomaría el cuerpo entero del ser vivo. Las chispas caerían sobre los otros apenas el fuego llegara a su copa. Retirándose sin despegar la mirada, la cual yacía fascinada en el bello tono que había adquirido el tronco lograba oír cómo aquellos latidos rítmicos y suaves convulsionaban volviéndose erráticos para colapsar dejando un aparente estado de mutis. Tan esplendido regalo no podía quedarse sin al menos un “gracias”. Así el hombre baja su cabeza en señal de respeto a tan magnifico mártir para luego girar un cuarto de vuelta y comenzar a caminar en línea recta.
Sus pasos no eran impedidos por nada, ya que resultaba inexistente cualquier otra clase de vida vegetal además de los ya muy conocidos árboles de corteza clara. Al parecer la ley del más fuerte había imperado en tal zona desde hacía mucho. Las frondosas y verdes copas habían privado de toda luz a las pocas o muchas plantas que subsistieron alguna vez a sus faldas, lo que atrajo la desaparición inequívoca de éstas.
Pero toda buena racha termina. Así mis “estimados” su suerte termino en cuanto puse un pie aquí. Déjenme oír su bello canto una vez más…
Esgrimiendo su mejor sonrisa extendía los brazos con ambas palmas extendidas, de inmediato inicio una serie de rítmicas contorsiones dejando que su cabeza apuntara al cielo arqueando lo más que pudiese su espalda. El tiempo parecía detenerse ante las increíbles sensaciones que le llegaban a lo más hondo. No intentaba frenar aquel calor incontenible que llenaba sus entrañas, todo lo contrario, lo liberaba sin pudor. Su cabellera incendiada y el vapor de agua que se filtraba por entre los huecos dejados de tanto en tanto por sus labios lo dejaban muy claro. Sus ojos hasta entonces cerrados abrían abruptamente dejando notar cómo sus pupilas e iris se expandían hasta copar casi tres cuartas partes del globo ocular. Al fin la energía de un dios se había manifestado invitándole a iniciar una riña.
…
Solomon algo molesto no lograba evitar emitir un gesto de frustración. La dirección de la cual provenía dicha presencia era la misma que su cadena apuntaba desde el inicio de su llegada.
Maldita sea. Tanta prisa tienes por morir.
Dejando de lado al naciente incendio que estaba provocando reinicia su travesía. Después de todo, aquellas chispas vigorosas que yacían ya movilizándose por sobre su cabeza ya harían todo el trabajo por él. Aun con la melena consumiéndose en vivas llamas transitaba sobre la suerte de pasaje de rocas y piedras negruzcas que yacía en medio de tanta arboleda, manejando cómo pudiese mejor el traje de emperador que aun llevaba a cuestas. Había perdido el cintillo que resaltaba su cargo y todo el resto de ademanes imperiales, dejándole únicamente la ya muy desgastada túnica de seda blanca. Lo único decente que le quedaba era el anillo de oro que llevaba en algún dedo de la mano, cuya brillantez nunca había perdido vivacidad.
No pasando mucho tiempo de caminata el sol le daba la mal bienvenida a lo que resultaba ser una planicie cubierta por un manto de hierba finamente cortada y de seguro fresca. Pequeños insectos revoloteaban por doquier, pasando de flor en flor. Ningún animal mayor en tamaño a estos, ni siquiera una ardilla o liebre para acompañar a la señorita que yacía sentada más allá sobre una roca.
Afrodita.
Su mirada incidía sobre ella con fuerza, la suficiente para que sintiera su presencia aun cuando ésta no lo deseara. No quería perder el sabor de ver su figura reflejada en los ojos inyectados de miedo de la olímpica. Sus pasos se hacían más cortos, pues cada uno significaba estar un segundo más próximo de su muerte. Pues de algo estaba seguro. Allí, sobre ese campo moriría si o si alguno de los dos. Así parecía haberlo comprendido también Afrodita, he ahí la razón del porque el acto de persecución había terminado tan rápidamente, y aunque la joven no lo hubiese entendido, Solomon pronto se lo haría saber. No por medio de palabras, sino de acciones.
Pese al sol imperante y la poca fluencia de nubes, los colores de las flores que rodeaban la roca donde yacía ella no eran exactamente los más vivaces o hermosos. Recordaba por instantes haber conocido unos mejores en su historia cómo mortal, aquellos vistos en el jardín de palacio, por el tiempo en que la madre de Sophia aun vivía. Ni siquiera la armadura adornada con alas bellamente trabajada le resultaba impresionante. Deteniéndose finalmente a unos cuatro metros de ella esbozo una tétrica sonrisa.
Es lastimoso constatar lo patético que son todos ustedes. Yaces ahí sentada con menos adornos exuberantes que la más mísera reina de la tierra. Es jocoso siquiera pensar en que te dices llamar “diosa del amor y la belleza”.
Pero a fin de cuentas ¿que sabes tú de belleza? Tal vez tengas un lindo rostro y de seguro ese cuerpo haría delirar a más de uno, pero aquello no comprende el verdadero significado de la belleza.
Levantando su dedo índice justo a la altura de un diminuto punto en el cielo volvía a esbozar una intimidante sonrisa. Aquello que apuntaba era el objeto que daba luz al nombre de la diosa griega en el mundo romano.
Venus. Ah. Eso si es belleza. Ves algo especial en él, seguramente que sí…su mágico brillo rosáceo, capaz de endulzar hasta al más apático de los dramaturgos y fuente de inspiración para las más grandes hazañas artísticas. Aquella pasión que inspira tanto en hombres cómo en mujeres resulta ser muy similar al calor de la violencia y la barbarie.
El resplandor tenue de su cabellera se extendía aun más dejando su cabeza rodeada por una especie de aurora haciendo de su rostro algo aun más destacable. Detrás suyo pronto lenguas de fuego y humo se dejaban ver. El bosque alguna vez oscuro y fresco ahora comenzaría a cobrar nueva vida, una dotada de un rojo vibrante y casi tan cautivador cómo el proyectado a la tierra por parte de la observante Venus.
Rojo cielo y roja tierra. La sangre de los dioses se dejara mezclar con la de sus mascotas: Los humanos. Hahahaha…
Sin dar previo aviso arremetía con muy ligera fuerza el antebrazo izquierdo en dirección del bosque invadido en llamas. Pronto un sonido metálico se oyó claramente. Una línea muy fina de color verde fosforescente aparecía de la nada en el aire para introducirse rápidamente en la palma abierta del ex-senador. Éste no parecía alterado por lo sucedido, algo definitivamente tramaba.
Caelo Catena. La habilidad de comunicarse con los circuitos de la vida. Sólo así podría seguirte y encontrarte luego de tu salida sorpresiva del santuario de Athenea. Quizas lograste defenderte de estas cadenas invisibles pero no así la serie de acaros que pululan sobre tu cuerpo mortal. Ellos me han traido ante ti. Pero vamos, esto no será nada divertido si no intentas por lo menos hacer algo. Muéstrame alguna habilidad digna del rango que ostentas.
Volviendo su actitud mucho más seria dejaba caer con tan simple movimiento de manos una espada de aproximadamente medio metro de largo. Su filo se hallaba desgastado y la claridad reflejada sobre su superficie muy disminuida. Aun así ésa seguía siendo un arma de guerra, y la intención oculta que guardaba se mostraba fácilmente al ésta hallar sitio a los pies de la diosa.
De no ser así, entonces que esperas hija de Roma…termina con tu sufrimiento.
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OFFROL:
Nota: Cabe aclarar que esta tecnica fue empleada on rol un post previo a este, es decir, previo a la pelea en sí con el unico fin de seguimiento.
Adicional: Cabe destacar que el seguimiento por medio de la celo catena ha sido convenido para por ambas partes de esta pelea para que On rol Solomon encuentre a Lydia.
Técnica Utilizada: Caelo Catena "Cadenas al Cielo"
Descripción:
Aclaraciones: Narro – Pienso – Hablo
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Sobre la gigantesca roca incrustada sobre las aguas del río que alimentaba el pueblo de Rodorio yacía un hombre, el cual había llevado largamente a cuestas el peso de la venganza y el orgullo. Cualquier otro en su lugar se habría vuelto loco. Hasta quizás éste lo estaba… ¿Por qué no? sentía, oía y veía cosas inconcebibles, tan alejadas de la realidad normalmente aceptada para un simple humano que éstas debían considerarse censurables a ojos de todos. Incluso de los propios dioses. Pero intentar inhibirse o cuestionar su juicio eran cosas que Solomon ya había intentado infructuosamente en el pasado cercano. Ahora solamente le quedaba resignarse a lo que era.
Su aguda mirada se iluminaba por el destello de luz que el propio aire de al lado irradiaba. Una serie de enjambres de gruesas hileras de plata aparecían a un metro de distancia para ir sobreponiéndose una sobre otra, entretejiéndose de manera perfecta hasta tomar la forma del marco de una puerta dejando en su interior una oscuridad autentica. Una delicada película helada cubría de inmediato sus brazos, los cuales yacían muy próximos al centro de aquel misterioso portal, por lo que se deducía que tal aire congelante debía provenir de su interior.
Solomon veía de reojo al hombre de cabello castaño parado más allá, Edward, quien lucía igual a lo que escasamente recordaba, aquel traje alado de oro que portaba no había cambiado el candor de sus ojos, ni tampoco el aura casi traslucida de su alma. Permitiéndose una radiante y amarga sonrisa para con él se decidía a pasar velozmente por el umbral de la entrada luminiscente desapareciendo de tierras guiegas, dejando en su lugar las repercusiones del aire helado que se había dejado colar del vortice.
Una vez iniciada su persecución no existiría marcha atrás. Su cuerpo había desaparecido para el tiempo y el espacio, las barreras físicas que lo clasificaban hasta hacía poco cómo un mortal se habían roto. El portal que le servia de transito a los dioses resultaba algo descomunal, incluso para él. Yacía volando cómo las aves o al menos eso parecía por la posición de sus extremidades y su cuerpo sin embargo no percibía ninguna brisa, ni frío, ni calor, nada que le sirviera de sustento. Entonces la existencia de todo lo creado en algún instante de la vida desfilaba para él. Cuerpos redondeados, gigantescos y hasta dantescos pasaban fugazmente alrededor suyo, algunos opacos y otros radiantes, de tan diversos colores y formas que ni varias existencias alcanzarían para numerarlas. Estando casi disimuladas por las estrellas más alejadas, delicadas redes de plata se podían vislumbrar sobre el oscuro infinito que allí formaba el todo, claramente aquellas debían soportar el peso del universo y por consiguiente tenían que tener conexión con el destino mismo. Solomon no dejaría pasar desapercibido este detalle aparentemente frívolo y sin importancia. Pues quizás a lo mejor le serviría luego.
Recordando el verdadero propósito que le había hecho llegar hasta esos inhóspitos confines toma con mayor fuerza la fina hilera invisible que le unía al destino de Afrodita. Todo daba a pensar que la diosa ya se había percatado que no iría muy lejos, se había detenido en alguna parte del globo, seguramente esperando y preparando una emboscada. Al menos ese plan debía ser el mejor para enfrentársele. Resuelto y engañosamente risueño proseguía no delegando más tiempo a razonar. Pronto un cuadrilátero de luz se proyectaba a cien metros y contando menos a medida que avanzaba hacía él. El blanco resplandeciente que proyectaba era tal cómo nunca otro, ni siquiera vista producirse en manos del mismísimo dios del rayo, esa luz era algo superior y con intereses, tanto cómo para dejarle completamente ciego. Allí, en medio de la luz pura e inmortal la percepción de su cuerpo físico y mental se eliminaba dejando sólo paso a lo que llamaríamos “conciencia del alma” y en él un pensamiento nadaba hasta la superficie.
Estas estrellas, la red de plata que parecía sustentar el universo, la luz sublime ¿Fue realmente hecha por estos dioses? y de no ser así ¿Por quien o que?
El significado de un cuerpo se reintegraba a su conciencia. Pronto la idea de un tórax, unos brazos, manos y piernas volvía a tomarse en consideración. Los sentidos aparecían pausadamente, sin mucha prisa. El fresco aire de la tarde, el cual rozaba sin piedad su piel fue el encargado de revivir su endurecido sentido del tacto. De ahí, los sonidos comenzaron a distinguirse, el barullo de decenas de ramas meciéndose a compás del canto de las aves ya daba la idea de donde podía estar. El olfato y el gusto le siguieron enviando la información necesaria para redondear el panorama que yacía formando en su cabeza. Su vista fue la última en reaparecer, en un principio todo yacía nubloso para luego ir afinándose hasta mostrar con claridad los contornos y colores de lo que era un oscuro bosque.
Ambas manos caían pesadamente para tocar la áspera corteza de los árboles de color claro, los cuales le rodeaban y en cantidad no parecían tener fin, extendiéndose hasta más allá del horizonte. Las frondosas copas no dejaban pasar la luz del sol dejando aquel panorama completamente fresco y tenuemente lúgubre. Paso por lo menos medio minuto allí apoyado para luego romper con su rígida posición casi marcial y aproximar el lado izquierdo de su rostro al tronco. Se mantenía quieto nuevamente, guardando silencio hasta finalmente percibir los suaves latidos que no podían provenir de otro lugar más que del núcleo de la gran planta. Una clara sonrisa quedaba dibujada sobre su faz, la cual pronto quedaba iluminada, no por el usual odio que generalmente le desbordaba o la sed de una venganza mortal, esta vez se mostraba cómo simple felicidad, autentica alegría.
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Un muy corto suspiro era suficiente para que ese hombre liberase la suficiente energía para encender la parte media del árbol, la chispa inicial pronto tomaría el cuerpo entero del ser vivo. Las chispas caerían sobre los otros apenas el fuego llegara a su copa. Retirándose sin despegar la mirada, la cual yacía fascinada en el bello tono que había adquirido el tronco lograba oír cómo aquellos latidos rítmicos y suaves convulsionaban volviéndose erráticos para colapsar dejando un aparente estado de mutis. Tan esplendido regalo no podía quedarse sin al menos un “gracias”. Así el hombre baja su cabeza en señal de respeto a tan magnifico mártir para luego girar un cuarto de vuelta y comenzar a caminar en línea recta.
Sus pasos no eran impedidos por nada, ya que resultaba inexistente cualquier otra clase de vida vegetal además de los ya muy conocidos árboles de corteza clara. Al parecer la ley del más fuerte había imperado en tal zona desde hacía mucho. Las frondosas y verdes copas habían privado de toda luz a las pocas o muchas plantas que subsistieron alguna vez a sus faldas, lo que atrajo la desaparición inequívoca de éstas.
Pero toda buena racha termina. Así mis “estimados” su suerte termino en cuanto puse un pie aquí. Déjenme oír su bello canto una vez más…
Esgrimiendo su mejor sonrisa extendía los brazos con ambas palmas extendidas, de inmediato inicio una serie de rítmicas contorsiones dejando que su cabeza apuntara al cielo arqueando lo más que pudiese su espalda. El tiempo parecía detenerse ante las increíbles sensaciones que le llegaban a lo más hondo. No intentaba frenar aquel calor incontenible que llenaba sus entrañas, todo lo contrario, lo liberaba sin pudor. Su cabellera incendiada y el vapor de agua que se filtraba por entre los huecos dejados de tanto en tanto por sus labios lo dejaban muy claro. Sus ojos hasta entonces cerrados abrían abruptamente dejando notar cómo sus pupilas e iris se expandían hasta copar casi tres cuartas partes del globo ocular. Al fin la energía de un dios se había manifestado invitándole a iniciar una riña.
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Solomon algo molesto no lograba evitar emitir un gesto de frustración. La dirección de la cual provenía dicha presencia era la misma que su cadena apuntaba desde el inicio de su llegada.
Maldita sea. Tanta prisa tienes por morir.
Dejando de lado al naciente incendio que estaba provocando reinicia su travesía. Después de todo, aquellas chispas vigorosas que yacían ya movilizándose por sobre su cabeza ya harían todo el trabajo por él. Aun con la melena consumiéndose en vivas llamas transitaba sobre la suerte de pasaje de rocas y piedras negruzcas que yacía en medio de tanta arboleda, manejando cómo pudiese mejor el traje de emperador que aun llevaba a cuestas. Había perdido el cintillo que resaltaba su cargo y todo el resto de ademanes imperiales, dejándole únicamente la ya muy desgastada túnica de seda blanca. Lo único decente que le quedaba era el anillo de oro que llevaba en algún dedo de la mano, cuya brillantez nunca había perdido vivacidad.
No pasando mucho tiempo de caminata el sol le daba la mal bienvenida a lo que resultaba ser una planicie cubierta por un manto de hierba finamente cortada y de seguro fresca. Pequeños insectos revoloteaban por doquier, pasando de flor en flor. Ningún animal mayor en tamaño a estos, ni siquiera una ardilla o liebre para acompañar a la señorita que yacía sentada más allá sobre una roca.
Afrodita.
Su mirada incidía sobre ella con fuerza, la suficiente para que sintiera su presencia aun cuando ésta no lo deseara. No quería perder el sabor de ver su figura reflejada en los ojos inyectados de miedo de la olímpica. Sus pasos se hacían más cortos, pues cada uno significaba estar un segundo más próximo de su muerte. Pues de algo estaba seguro. Allí, sobre ese campo moriría si o si alguno de los dos. Así parecía haberlo comprendido también Afrodita, he ahí la razón del porque el acto de persecución había terminado tan rápidamente, y aunque la joven no lo hubiese entendido, Solomon pronto se lo haría saber. No por medio de palabras, sino de acciones.
Pese al sol imperante y la poca fluencia de nubes, los colores de las flores que rodeaban la roca donde yacía ella no eran exactamente los más vivaces o hermosos. Recordaba por instantes haber conocido unos mejores en su historia cómo mortal, aquellos vistos en el jardín de palacio, por el tiempo en que la madre de Sophia aun vivía. Ni siquiera la armadura adornada con alas bellamente trabajada le resultaba impresionante. Deteniéndose finalmente a unos cuatro metros de ella esbozo una tétrica sonrisa.
Es lastimoso constatar lo patético que son todos ustedes. Yaces ahí sentada con menos adornos exuberantes que la más mísera reina de la tierra. Es jocoso siquiera pensar en que te dices llamar “diosa del amor y la belleza”.
Pero a fin de cuentas ¿que sabes tú de belleza? Tal vez tengas un lindo rostro y de seguro ese cuerpo haría delirar a más de uno, pero aquello no comprende el verdadero significado de la belleza.
Levantando su dedo índice justo a la altura de un diminuto punto en el cielo volvía a esbozar una intimidante sonrisa. Aquello que apuntaba era el objeto que daba luz al nombre de la diosa griega en el mundo romano.
Venus. Ah. Eso si es belleza. Ves algo especial en él, seguramente que sí…su mágico brillo rosáceo, capaz de endulzar hasta al más apático de los dramaturgos y fuente de inspiración para las más grandes hazañas artísticas. Aquella pasión que inspira tanto en hombres cómo en mujeres resulta ser muy similar al calor de la violencia y la barbarie.
El resplandor tenue de su cabellera se extendía aun más dejando su cabeza rodeada por una especie de aurora haciendo de su rostro algo aun más destacable. Detrás suyo pronto lenguas de fuego y humo se dejaban ver. El bosque alguna vez oscuro y fresco ahora comenzaría a cobrar nueva vida, una dotada de un rojo vibrante y casi tan cautivador cómo el proyectado a la tierra por parte de la observante Venus.
Rojo cielo y roja tierra. La sangre de los dioses se dejara mezclar con la de sus mascotas: Los humanos. Hahahaha…
Sin dar previo aviso arremetía con muy ligera fuerza el antebrazo izquierdo en dirección del bosque invadido en llamas. Pronto un sonido metálico se oyó claramente. Una línea muy fina de color verde fosforescente aparecía de la nada en el aire para introducirse rápidamente en la palma abierta del ex-senador. Éste no parecía alterado por lo sucedido, algo definitivamente tramaba.
Caelo Catena. La habilidad de comunicarse con los circuitos de la vida. Sólo así podría seguirte y encontrarte luego de tu salida sorpresiva del santuario de Athenea. Quizas lograste defenderte de estas cadenas invisibles pero no así la serie de acaros que pululan sobre tu cuerpo mortal. Ellos me han traido ante ti. Pero vamos, esto no será nada divertido si no intentas por lo menos hacer algo. Muéstrame alguna habilidad digna del rango que ostentas.
Volviendo su actitud mucho más seria dejaba caer con tan simple movimiento de manos una espada de aproximadamente medio metro de largo. Su filo se hallaba desgastado y la claridad reflejada sobre su superficie muy disminuida. Aun así ésa seguía siendo un arma de guerra, y la intención oculta que guardaba se mostraba fácilmente al ésta hallar sitio a los pies de la diosa.
De no ser así, entonces que esperas hija de Roma…termina con tu sufrimiento.
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OFFROL:
Nota: Cabe aclarar que esta tecnica fue empleada on rol un post previo a este, es decir, previo a la pelea en sí con el unico fin de seguimiento.
Adicional: Cabe destacar que el seguimiento por medio de la celo catena ha sido convenido para por ambas partes de esta pelea para que On rol Solomon encuentre a Lydia.
Técnica Utilizada: Caelo Catena "Cadenas al Cielo"
Descripción:
- Spoiler:
- "Una técnica aprendida por Poseidón alguna vez a inicios de la guerra fría contra Océano por medio de Pontos, abuelo de Anfitrite. No empleada en la practica por el dios en el mito por tener una naturaleza potencialmente antiolimpica, siendo él uno miembro de tal grupo lo consideraba una aberración y por ende sellada por siempre. La única excepción de la cual no se tiene registro en los mitos fue con su propia reina, Anfitrite, la única que mereció recibir tamaño castigo al evidenciar un intento de rebelión contra el propio imperio del mar.
A pesar del increíble poder que significaba esta técnica jamás la decidió volver a emplear contra nadie de su familia, rivales ideológicos tales cómo Zeus, Hades e inclusive Atenea en la primera guerra conocida.
Pesé a la suma cautela del rey marino en su estancia en el mundo mortal jamás habría tenido en cuenta lo que podría llegar a hacer la mente perturbada de su posterior avatar, Solomon.
La técnica se basa en la idea del primitivo mar (Pontos) cómo fuente de vida. Cuando la tierra era apenas una roca fundida y el mar era sangre, reino de los dioses primordiales, nacieron los primeros eslabones de todo organismo, las cadenas disolutas que con el tiempo formarían todo ser viviente.
Consiste en la materialización del concepto abstracto mencionado previamente. Un puñado de cadenas de “n” cantidad que simbolizan la relación de todo aquello vivo a un punto de inicio sin interesar el rumbo que opto o camino que siguió.
Consiste en la materialización física de aquella vieja relación. Poseidón cierra sus ojos extendiendo las palmas de sus manos, de inmediato cadenas invisibles comenzaran a salir de su cuerpo, arremetiendo contra toda cosa que posea o alguna vez poseyera vida, clavándoselas y enredádseles inmediatamente.
Una vez formados los lazos de vida Poseidón abrirá sus ojos para comenzar a irradiar energía verde metálica que en un principio será casi imposible de detectar hasta ésta bañe por completo las cadenas revelándolas luminiscentemente, pronto esta energía se encargará de tomar control de los hilos vitales y corporales de lo que este unido a él en ese preciso instante. Son las llamadas “Caelo Catena”.
Poseidón puede manipular directamente las cadenas de vida de todo organismo existente. Manipular sus dolencias tanto externas (movimientos), como internas (dolencias) así cómo la ejecución de ser necesaria (eliminación) de las cadenas principales de todo ser vivo, justo en este orden: extremidades superiores (imposibilidad de usar los brazos), inferior (Imposibilidad de correr, huir o moverse libremente), tórax (Ataque fulminante de corazón y pulmones), cabeza (capacidad de pensar y de vivir). Aquella porción viva de materia que se haya eliminado dejara de existir cómo tal, convirtiéndose sólo en cadenas sin vida.
Las “Caelo Catena” son intrínsecas de todo ser viviente, por ende, si el receptor de la técnica decide cortarse alguna al defenderse perderá a su elección justo aquella cadena principal por la cual se logro liberar."
Solomon- Dios/a
- Reino : Atlantida
Ataques :
AD - Anillo Azul de Neptuno (5400)*
AD - Atracción del rey de las sirenas (5500)*
AM - Ojos Divinos de Oro (5900)*
AF - Cadenas al Cielo (6600)*
Defensa :
Muro Divino Mitológico
DE - Sagrado Manto del Alma
Cantidad de envíos : 296
Re: Batalla en los bosques: Afrodita de la espuma Vs Poseidón de los mares
OFFROL – Ataco
Aclaraciones: Narración – Pensamientos – Diálogo.
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Lydia estaba tan ocupada en sus reflexiones, acerca de los acontecimientos anteriores que no supo cuanto tiempo pasó desde que llegó a ese bosque a esperar la llegada de su primo, hasta que este hizo acto de presencia con su cosmos frío, peligroso y agitado. Lo sabía, él no estaba para nada feliz, y eso por muy retorcido que fuera la complacía de una manera casi irracional. Quería verlo furioso, frenético por completo desquiciado; no es que antes no lo estuviese, pero quería que ese hombre llegase al límite entre la poca cordura que le quedaba y la locura inminente que poco a poco lo iría consumiendo. En definitiva, la prima del ex-senador de Roma quería verlo más loco que una cabra, sólo con el fin de divertirse arruinándole el ánimo.
-Finalmente está aquí.- Se dijo a sí misma la mujer de los cabellos negros mientras percibía con cada uno de sus sentidos los cambios que se producían en el bosque ante la presencia de la deidad los mares. El viento antes fresco y arrullador, se volvió frío como una cuchilla de hielo, y el ambiente de aquel lugar lleno de una flora y fauna abundante, se volvió silencioso, como si de pronto la fuerza oscura de Solomon los hubiese mandado a callar con una sola orden.
-Parece que le gusta hacer esperar a los demás. Bueno si es así, yo no tengo problemas con jugar de acuerdo a sus reglas. Que venga a verme cuando quiera, si es que de verdad piensa pelear conmigo. Yo no lo iré a buscar.- Sentenció la mujer de los cabellos negros y miró hacia la copa de los árboles que se encontraban ubicados diagonal a la roca donde estaba sentada. Nuevamente el viento corrió y las hojas de las copas de los abetos que se mostraban frente a ella, se movieron trémulas como si pidieran permiso para bailar ante la caricia de la corriente de aire que se posaba sobre las mismas. Definitivamente Lydia estaba esperando a su némesis en un ambiente que cualquier pintor encontraría perfecto para retratar a la calma previa a la batalla, y el mismo que Átropos, la parca del futuro, que cortaba el hilo del destino de los hombres, elegiría para cortar el hilo del siguiente ser que apareciera en su lista maldita.
La diosa del amor pasional esperó con paciencia a que su enemigo apareciera frente a sus ojos y diera inicio a la batalla que iban a llevar a cabo; sin embargo luego de varios minutos de sentir el cosmos de su primo tan cerca, pero sin ver la manifestación del mismo, la ex-princesa de Roma decidió que ya era hora de ir a tomar acciones en el asunto, por lo que se puso de pie y miró hacia el sitio donde sentía la energía del señor de los mares, pues pensaba ir a buscarlo para terminarlo todo de una vez.
-Finalmente decidió venir.- Dijo Lydia en voz baja al sentirse observada por los ojos maniáticos del autoproclamado emperador de Roma, quien sin mostrar un poco de recelo o miedo, se acercó en dirección a donde se encontraba ella, como si todo se tratase de un encuentro casual.
Y fue así que quedando a unos cuantos metros de ella, el ex-senador abrió su boca, para empezar a decir una serie de cosas tan tontas, que ella pensaba no tenía sentido refutar, pero que dadas las circunstancias tenía que contradecir, porque no quería que ese hombre se marchase al otro mundo con los conceptos equivocados. Viéndolo tan fijamente Lydia recordaba claramente por qué su parte humana se había enamorado tan perdidamente de ese ángel caído de cabellos rubios, y con pesar tuvo que reconocer que al escoger a Mauritius para que estuviera a su lado, lo que hizo en verdad fue escoger una especie de copia de Solomon.
-Simplemente bello. Aunque también debo decir, es todo un desperdicio. Una mente brillante perdida.- Pensó la diosa el amor pasional mientras observaba a su interlocutor alumbrado por los rayos del sol. Aún estando a la víspera de de la batalla, Lydia no podía evitar admirar a aquel hombre de piel blanca como el armiño, mirada altiva como la de su padre y esos labios que una vez soñó besar, pero que jamás pudo tener, porque él decidió dárselos a otra. Definitivamente, ese hombre se parecía mucho a su amante y eso significaba que ella aún lo quería, por más que intentase negarlo.
-La parte humana que habita en mí, quiere intentar persuadirte, de esta locura, y quiere evitar a toda costa que te pase algo horrible… Así que por eso, y por otras cosas más que le suceden a ella con tu sola presencia, es que debo borrarte de la faz de la tierra. Mi querido primo.
Una vez que Solomon terminó su primer repertorio de tonterías, la diosa del amor y la lujuria decidió dejarle en claro cómo eran las cosas y por qué él no tenía el derecho de decir todo lo que vomitaba su mente en cada ataque de locura que esta pudiese tener, por lo que sin tener el más mínimo miedo, la hija del emperador romano dijo:
-¿Menos adornos que la más mísera reina?- La mujer puso las manos sobre las caderas mientras observaba con furia a su primo y pensaba que por mucho que tuviese el poder de Poseidón a su lado, no podía evitar seguir siendo un insensato.
-¿Acaso crees que yo estoy en un desfile? Estoy a punto de pelear contra ti, y no creo que sea sensato pensar que donde yo te espere para acabar con tu insignificante vida, deba tener adornos y demás cosas innecesarias.- La deidad del amor y la lujuria rodeó la roca donde antes estuvo sentada y se detuvo frente al hombre de la túnica andrajosa, para seguir diciendo.- Para ser alguien que ostenta tanto poder, tengo que decir que eres ridículo. Dices que no sé nada de la belleza, y te pones a hablar de una cosa burda en el cielo, que brilla menos que el sol. ¡No me hagas reír! Tú eres el que menos debe jactarse de conocer del tema, pues bien entregaste, tu voluntad y casi toda tu vida, a una asquerosa mujer que no tenía una pizca de belleza en su rostro. ¡Tú que ahora pareces un pordiosero! ¡No sabes nada de la belleza, ni lo sabrás, por más esta baile frente a tus ojos!
Lydia terminó de argumentar y señaló a su primo de arriba abajo, pues no podía evitar notar y dejar por sentado que el hombre quien tiempo atrás fuera un elegante senador, ahora no era más que un vagabundo andrajoso, que apenas si tenía un trapo asqueroso para cubrir su cuerpo. Definitivamente, la ex-princesa de Roma podía determinar que Diva fue la causante del inicio de la destrucción de ese hombre, porque entendía también que su primo estaba así no sólo por esa mujer, sino también por su ambición y su estupidez.
-¡Mira en lo que te has convertido! Es que verte en ese estado me provoca hasta ganas de llorar… ¿Qué le ha pasado al Solomon que conocí? ¿Al senador bueno y sensato que fue por tantos años mi primo más amado?- Lydia pensaba esto mientras observaba a su interlocutor con nostalgia, pues aunque ahora las cosas fueran horribles, los tiempos felices que formaron parte del pasado, estaban en lo más profundo de sus recuerdos. Recuerdo en los que decidió no ahondar, porque ahora había algo que la distraía, pues al parecer el cabello de su desquiciado contrincante cambiaba del rubio al rojo en cuestión de segundos, haciendo que ella se distrajese como una niña con un juguete nuevo.
-¿Qué intente hacer por lo menos algo? ¿Solomon te das cuenta de que lo que dices no tiene sentido? Pareces no entender que si me detuve a esperar por tí, era para pelear y darte tu merecido. - Contestó Lydia en alusión a lo que decía su enemigo, acerca de que las cosas no serían divertidas si ella no se dedicaba a hacer algo, como si de pronto diese por sentada su victoria en esa batalla. Luego de aquel reclamo de su parte, la diosa del amor y la lujuria fijó sus ojos en el hilo de color verde fosforescente que desaparecía en la mano de su primo y una vez que estele dio la explicación acerca de la función del mismo, ella se decidió a decir:
-Según entiendo, tú no puedes seguirme a menos que uses ese hilo ridículo. Debes estar muy confiado de tus habilidades para darme información de lo que hace tu técnica estando a punto de entrar en batalla contra mí. Pues deja que te diga que estás en un error, si crees que será tan fácil derrotarme.
Lydia elevó su cosmos y una tenue luz rosada se extendió de forma circular haciendo que el incendio que estaba formándose en el terreno circundante al claro donde ella se encontraba, fuese apagado de golpe, salvando así la vegetación que casi encuentra su fin por obra y gracia de aquel ser imprudente que parecía no entender, la responsabilidad enorme que significaba, manejar un poder de grandes magnitudes. No es que ella temiese al fuego, pero entendía que su cuerpo era mortal y que el fuego podría limitar la movilidad del mismo.
-Bueno Solomon. Si no has venido aquí, más que para mostrarme cómo cambia tu cabello al color del de Sophía, me veré en la obligación de tomar acciones primero, porque la palabrería absurda que acabas de expulsar de tu boca, y el incendio innecesario sobre este bosque, no sirven absolutamente para nada.
Ya estaba decidido. Solomon tenía que morir y ser borrado de la memoria del mundo para siempre, pues sólo de esa manera, ella iba a tener la garantía de que, ni Solomon, ni Poseidón iban a molestarla jamás; porque sólo cuando él estuviese muerto, ella podría regresar al lado de Mauritius sin volver a pensar en él, o en el efecto que él producía en su parte humana, muy oculta dentro de su ser, y que aún lloraba la muerte de sus padres, y amaba profundamente a aquel hombre.
-¡Ya fue suficiente de tanto juego inútil! ¡Esto se termina aquí!- Lydia retrocedió unos pasos para alejarse de la roca, pues quería tener espacio suficiente para lo que iba a hacer.- Te mostraré que yo no soy sólo un rostro bonito que opaca a esa estrella a la que llamas Venus y que tanto te gusta; verás que mis poderes no son sólo para encantar a los más tétricos y fúnebres corazones. Porque yo, quien causó derramamientos de sangre tiempo atrás, quien tuvo a sus pies al mismo Ares, y quien deslumbró al mismo Hefestos hasta llevarlo la más grande humillación sólo para obtener mi amor… Soy capaz también de hacer que te hinques de rodillas frente a mí y me supliques piedad. ¡Piedad que sin pensarlo dos veces te negaré!
Una vez dicho esto, Lydia elevó su cosmos y su armadura brilló una luz rosada, haciendo que su figura luciera exactamente como su cuerpo inmortal, aquel que no pisaba el mundo de los humanos hace mucho tiempo, y que se encontraba escondido en algún resquicio del Olimpo, que ni ella era capaz de encontrar; y era mejor así, porque si ella, que era la dueña no conocía el paradero del mismo, nadie iba a poder saberlo.
-Esencia de feromona…- Dijo la diosa nacida de la espuma mientras daba origen a tres seres femeninos de diferente color de cabello y piel, pero todas igualmente hermosas y atrayentes, pues se trataba nada más y nada menos que de una de las reencarnaciones de Afrodita, junto con la réplica exacta de su cuerpo inmortal y una tercera mujer que puede variar de acuerdo al enemigo al que esté enfrentando.La primera en salir, fue la que en tiempos atrás volvió loco a Ares, aquella mujer de piel blanca y de rostro hermoso que apenas si tenía la vestimenta suficiente para cubrir la zona de sus pechos y pelvis, pues consideraba, que al tener un cuerpo tan bello era irracional cubrirlo como si tuviese algo que esconder. Esta mujer de risa embelesante llevaba conchas y caracolas adornando sus ondulados cabellos largos. Además tenía en su mano derecha, una botella con forma de cuerpo de mujer de color rojo, de la cual emanaba un aroma dulzón, que parecía adormecer a quien lo percibiera.
La segunda, de ojos negros, cabellos castaños y piel gitana, ataviada con una falda larga transparente de color rojo y una blusa muy corta cuyo escote hacía perder a cualquier hombre; también tenía una botella, como la primera, sólo que esta emanaba un polvo rosado que tenía efectos alucinógenos sobre quien los inhalara, y por último la tercera… La tercera, era sólo una burla para el hombre que Afrodita tenía en frente, pues a ésta siempre, le cambiaba la apariencia en cada batalla. Así que por tratarse de alguien como su primo, decidió homenajear a Diva dándole su apariencia, con la única diferencia de que ésta tenía el cabello rojo como la sangre, el fuego y la lujuria. De ahí todo era idéntico a su madrastra, desde su traje de emperatriz, el color de sus ojos y más que todo el de su piel, pues eso era lo que más había enloquecido al ex- senador. Esta al igual que las demás, tenía una botella idéntica a la de las dos mujeres anteriores, sólo que de la suya emanaba un aroma que combinado con el de la botella de la mujer de los cabellos rubios, conducía a la liberación sexual y el despertar del libido.
Las tres tenían la botella en la mano derecha y escondían su mano izquierda, puesto que esta era esquelética e iba a cumplir con el cometido de Afrodita. Una vez que el polvo y las esencias de las botellas rojas se mezclaron e inundaron todo el lugar, las mujeres se acercaron a Solomon con caminar seductor e insinuante, especialmente, la que era copia de Diva, pues Lydia quería que ella ejerciera un efecto mayor que el de las demás, ya que solo así podría garantizar su victoria. Cuando las tres mujeres estuvieron a sólo escasos centímetros de Solomon, extendieron su mano esquelética, la cual Poseidón debía ver hermosa y llena de joyas, por el efecto alucinógeno de los polvos y aromas de las botellas; con el fin de llegar a tocarlo. La rubia, dirigía su mano a los ojos del recipiente del señor de los mares, la de cabellos castaños hacia la mano derecha del enemigo de Lydia y la copia de diva, se acercó mucho más, pues su fin era darle un beso en los labios al senador y tocar el pecho del mismo con la mano izquierda, justo donde se encontraba el corazón.
Al tener un espectáculo digno de ver, la mujer de los cabellos negros, no hizo el más mínimo esfuerzo por hacer notar su presencia, o accionar, pues ahora estaba a una distancia prudente detrás de Solomon, esperando que éste cayera en su trampa, para así poder asestar el golpe final.
-Vamos imbécil… No te resistas a mi trampa y muere de una vez contemplando algo hermoso. Deja que sea yo, Afrodita la que tenga el gusto de quitarte la vida hacerte desaparecer. Permítele a Diva ser tu perdición otra vez, y que con un beso te robe la vida hasta no dejar nada en esa coraza que es tu cuerpo.
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“OFFROL
Técnica Utilizada: ‘Esencia de feromona’
‘La diosa nacida de la espuma eleva su cosmos y da origen a tres seres femeninos de diferente color de cabello y piel, pero todas igualmente hermosas y atrayentes, pues se trata de una reencarnacione de Afrodita, junto con la réplica exacta de su cuerpo inmortal, y una réplica de una mujer cualquiera que suele variar de acuerdo al enemigo con quien se enfrente.
La primera en salir, es una mujer de piel blanca y de rostro hermoso, con risa embelesante y ondulados cabellos largos, que posee en su mano derecha, una botella con forma de cuerpo de mujer de color rojo, de la cual emanaba un aroma dulzón, que adormece a quien lo perciba. Esta con su mano esquelética deja ciego a quien toque en los ojos.
La segunda, de ojos negros, cabellos castaños y piel gitana, también tiene una botella, como la primera, sólo que esta emana un polvo rosado que tiene efectos alucinógenos sobre quien los inhala. Esta necrosa las manos del hombre al que toca, o cualquier extremidad.
Y la tercera, es sólo una burla para el hombre que Afrodita enfrenta, pues ésta siempre cambia su apariencia en cada batalla, tiene una botella idéntica a la de las dos mujeres anteriores, sólo que de la suya emana un aroma que combinado con el de la botella de la mujer de los cabellos rubios, conduce a la liberación sexual y el despertar del libido. Esta mujer, con su beso roba la energía el enemigo y cuando toca el corazón de este, le provoca un profundo dolor difícil de soportar. Si el beso y el toque en el corazón se repite cinco veces, puede detener el flujo sanguíneo del enemigo durante dos segundos, segundos en los que la diosa podría huir de la batalla.
Las sustancias de las tres botellas mezcladas cuasan un efecto alucinógeno que desconecta por completo al enemigo de la realidad, y hace que su líbido se libere haciedo que sólo piense en tener a esas tres mujeres. Es una técnica que afecta a la mente, por lo que enemigo jamás puede ver la mano cadavérica de las mujeres, ni lo que estas causan con su toque, pues se entiende que al caer bajo los efectos alucinógenos el enemigo deja de ser reflexivo.”
Aclaraciones: Narración – Pensamientos – Diálogo.
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Lydia estaba tan ocupada en sus reflexiones, acerca de los acontecimientos anteriores que no supo cuanto tiempo pasó desde que llegó a ese bosque a esperar la llegada de su primo, hasta que este hizo acto de presencia con su cosmos frío, peligroso y agitado. Lo sabía, él no estaba para nada feliz, y eso por muy retorcido que fuera la complacía de una manera casi irracional. Quería verlo furioso, frenético por completo desquiciado; no es que antes no lo estuviese, pero quería que ese hombre llegase al límite entre la poca cordura que le quedaba y la locura inminente que poco a poco lo iría consumiendo. En definitiva, la prima del ex-senador de Roma quería verlo más loco que una cabra, sólo con el fin de divertirse arruinándole el ánimo.
-Finalmente está aquí.- Se dijo a sí misma la mujer de los cabellos negros mientras percibía con cada uno de sus sentidos los cambios que se producían en el bosque ante la presencia de la deidad los mares. El viento antes fresco y arrullador, se volvió frío como una cuchilla de hielo, y el ambiente de aquel lugar lleno de una flora y fauna abundante, se volvió silencioso, como si de pronto la fuerza oscura de Solomon los hubiese mandado a callar con una sola orden.
-Parece que le gusta hacer esperar a los demás. Bueno si es así, yo no tengo problemas con jugar de acuerdo a sus reglas. Que venga a verme cuando quiera, si es que de verdad piensa pelear conmigo. Yo no lo iré a buscar.- Sentenció la mujer de los cabellos negros y miró hacia la copa de los árboles que se encontraban ubicados diagonal a la roca donde estaba sentada. Nuevamente el viento corrió y las hojas de las copas de los abetos que se mostraban frente a ella, se movieron trémulas como si pidieran permiso para bailar ante la caricia de la corriente de aire que se posaba sobre las mismas. Definitivamente Lydia estaba esperando a su némesis en un ambiente que cualquier pintor encontraría perfecto para retratar a la calma previa a la batalla, y el mismo que Átropos, la parca del futuro, que cortaba el hilo del destino de los hombres, elegiría para cortar el hilo del siguiente ser que apareciera en su lista maldita.
La diosa del amor pasional esperó con paciencia a que su enemigo apareciera frente a sus ojos y diera inicio a la batalla que iban a llevar a cabo; sin embargo luego de varios minutos de sentir el cosmos de su primo tan cerca, pero sin ver la manifestación del mismo, la ex-princesa de Roma decidió que ya era hora de ir a tomar acciones en el asunto, por lo que se puso de pie y miró hacia el sitio donde sentía la energía del señor de los mares, pues pensaba ir a buscarlo para terminarlo todo de una vez.
-Finalmente decidió venir.- Dijo Lydia en voz baja al sentirse observada por los ojos maniáticos del autoproclamado emperador de Roma, quien sin mostrar un poco de recelo o miedo, se acercó en dirección a donde se encontraba ella, como si todo se tratase de un encuentro casual.
Y fue así que quedando a unos cuantos metros de ella, el ex-senador abrió su boca, para empezar a decir una serie de cosas tan tontas, que ella pensaba no tenía sentido refutar, pero que dadas las circunstancias tenía que contradecir, porque no quería que ese hombre se marchase al otro mundo con los conceptos equivocados. Viéndolo tan fijamente Lydia recordaba claramente por qué su parte humana se había enamorado tan perdidamente de ese ángel caído de cabellos rubios, y con pesar tuvo que reconocer que al escoger a Mauritius para que estuviera a su lado, lo que hizo en verdad fue escoger una especie de copia de Solomon.
-Simplemente bello. Aunque también debo decir, es todo un desperdicio. Una mente brillante perdida.- Pensó la diosa el amor pasional mientras observaba a su interlocutor alumbrado por los rayos del sol. Aún estando a la víspera de de la batalla, Lydia no podía evitar admirar a aquel hombre de piel blanca como el armiño, mirada altiva como la de su padre y esos labios que una vez soñó besar, pero que jamás pudo tener, porque él decidió dárselos a otra. Definitivamente, ese hombre se parecía mucho a su amante y eso significaba que ella aún lo quería, por más que intentase negarlo.
-La parte humana que habita en mí, quiere intentar persuadirte, de esta locura, y quiere evitar a toda costa que te pase algo horrible… Así que por eso, y por otras cosas más que le suceden a ella con tu sola presencia, es que debo borrarte de la faz de la tierra. Mi querido primo.
Una vez que Solomon terminó su primer repertorio de tonterías, la diosa del amor y la lujuria decidió dejarle en claro cómo eran las cosas y por qué él no tenía el derecho de decir todo lo que vomitaba su mente en cada ataque de locura que esta pudiese tener, por lo que sin tener el más mínimo miedo, la hija del emperador romano dijo:
-¿Menos adornos que la más mísera reina?- La mujer puso las manos sobre las caderas mientras observaba con furia a su primo y pensaba que por mucho que tuviese el poder de Poseidón a su lado, no podía evitar seguir siendo un insensato.
-¿Acaso crees que yo estoy en un desfile? Estoy a punto de pelear contra ti, y no creo que sea sensato pensar que donde yo te espere para acabar con tu insignificante vida, deba tener adornos y demás cosas innecesarias.- La deidad del amor y la lujuria rodeó la roca donde antes estuvo sentada y se detuvo frente al hombre de la túnica andrajosa, para seguir diciendo.- Para ser alguien que ostenta tanto poder, tengo que decir que eres ridículo. Dices que no sé nada de la belleza, y te pones a hablar de una cosa burda en el cielo, que brilla menos que el sol. ¡No me hagas reír! Tú eres el que menos debe jactarse de conocer del tema, pues bien entregaste, tu voluntad y casi toda tu vida, a una asquerosa mujer que no tenía una pizca de belleza en su rostro. ¡Tú que ahora pareces un pordiosero! ¡No sabes nada de la belleza, ni lo sabrás, por más esta baile frente a tus ojos!
Lydia terminó de argumentar y señaló a su primo de arriba abajo, pues no podía evitar notar y dejar por sentado que el hombre quien tiempo atrás fuera un elegante senador, ahora no era más que un vagabundo andrajoso, que apenas si tenía un trapo asqueroso para cubrir su cuerpo. Definitivamente, la ex-princesa de Roma podía determinar que Diva fue la causante del inicio de la destrucción de ese hombre, porque entendía también que su primo estaba así no sólo por esa mujer, sino también por su ambición y su estupidez.
-¡Mira en lo que te has convertido! Es que verte en ese estado me provoca hasta ganas de llorar… ¿Qué le ha pasado al Solomon que conocí? ¿Al senador bueno y sensato que fue por tantos años mi primo más amado?- Lydia pensaba esto mientras observaba a su interlocutor con nostalgia, pues aunque ahora las cosas fueran horribles, los tiempos felices que formaron parte del pasado, estaban en lo más profundo de sus recuerdos. Recuerdo en los que decidió no ahondar, porque ahora había algo que la distraía, pues al parecer el cabello de su desquiciado contrincante cambiaba del rubio al rojo en cuestión de segundos, haciendo que ella se distrajese como una niña con un juguete nuevo.
-¿Qué intente hacer por lo menos algo? ¿Solomon te das cuenta de que lo que dices no tiene sentido? Pareces no entender que si me detuve a esperar por tí, era para pelear y darte tu merecido. - Contestó Lydia en alusión a lo que decía su enemigo, acerca de que las cosas no serían divertidas si ella no se dedicaba a hacer algo, como si de pronto diese por sentada su victoria en esa batalla. Luego de aquel reclamo de su parte, la diosa del amor y la lujuria fijó sus ojos en el hilo de color verde fosforescente que desaparecía en la mano de su primo y una vez que estele dio la explicación acerca de la función del mismo, ella se decidió a decir:
-Según entiendo, tú no puedes seguirme a menos que uses ese hilo ridículo. Debes estar muy confiado de tus habilidades para darme información de lo que hace tu técnica estando a punto de entrar en batalla contra mí. Pues deja que te diga que estás en un error, si crees que será tan fácil derrotarme.
Lydia elevó su cosmos y una tenue luz rosada se extendió de forma circular haciendo que el incendio que estaba formándose en el terreno circundante al claro donde ella se encontraba, fuese apagado de golpe, salvando así la vegetación que casi encuentra su fin por obra y gracia de aquel ser imprudente que parecía no entender, la responsabilidad enorme que significaba, manejar un poder de grandes magnitudes. No es que ella temiese al fuego, pero entendía que su cuerpo era mortal y que el fuego podría limitar la movilidad del mismo.
-Bueno Solomon. Si no has venido aquí, más que para mostrarme cómo cambia tu cabello al color del de Sophía, me veré en la obligación de tomar acciones primero, porque la palabrería absurda que acabas de expulsar de tu boca, y el incendio innecesario sobre este bosque, no sirven absolutamente para nada.
Ya estaba decidido. Solomon tenía que morir y ser borrado de la memoria del mundo para siempre, pues sólo de esa manera, ella iba a tener la garantía de que, ni Solomon, ni Poseidón iban a molestarla jamás; porque sólo cuando él estuviese muerto, ella podría regresar al lado de Mauritius sin volver a pensar en él, o en el efecto que él producía en su parte humana, muy oculta dentro de su ser, y que aún lloraba la muerte de sus padres, y amaba profundamente a aquel hombre.
-¡Ya fue suficiente de tanto juego inútil! ¡Esto se termina aquí!- Lydia retrocedió unos pasos para alejarse de la roca, pues quería tener espacio suficiente para lo que iba a hacer.- Te mostraré que yo no soy sólo un rostro bonito que opaca a esa estrella a la que llamas Venus y que tanto te gusta; verás que mis poderes no son sólo para encantar a los más tétricos y fúnebres corazones. Porque yo, quien causó derramamientos de sangre tiempo atrás, quien tuvo a sus pies al mismo Ares, y quien deslumbró al mismo Hefestos hasta llevarlo la más grande humillación sólo para obtener mi amor… Soy capaz también de hacer que te hinques de rodillas frente a mí y me supliques piedad. ¡Piedad que sin pensarlo dos veces te negaré!
Una vez dicho esto, Lydia elevó su cosmos y su armadura brilló una luz rosada, haciendo que su figura luciera exactamente como su cuerpo inmortal, aquel que no pisaba el mundo de los humanos hace mucho tiempo, y que se encontraba escondido en algún resquicio del Olimpo, que ni ella era capaz de encontrar; y era mejor así, porque si ella, que era la dueña no conocía el paradero del mismo, nadie iba a poder saberlo.
-Esencia de feromona…- Dijo la diosa nacida de la espuma mientras daba origen a tres seres femeninos de diferente color de cabello y piel, pero todas igualmente hermosas y atrayentes, pues se trataba nada más y nada menos que de una de las reencarnaciones de Afrodita, junto con la réplica exacta de su cuerpo inmortal y una tercera mujer que puede variar de acuerdo al enemigo al que esté enfrentando.La primera en salir, fue la que en tiempos atrás volvió loco a Ares, aquella mujer de piel blanca y de rostro hermoso que apenas si tenía la vestimenta suficiente para cubrir la zona de sus pechos y pelvis, pues consideraba, que al tener un cuerpo tan bello era irracional cubrirlo como si tuviese algo que esconder. Esta mujer de risa embelesante llevaba conchas y caracolas adornando sus ondulados cabellos largos. Además tenía en su mano derecha, una botella con forma de cuerpo de mujer de color rojo, de la cual emanaba un aroma dulzón, que parecía adormecer a quien lo percibiera.
La segunda, de ojos negros, cabellos castaños y piel gitana, ataviada con una falda larga transparente de color rojo y una blusa muy corta cuyo escote hacía perder a cualquier hombre; también tenía una botella, como la primera, sólo que esta emanaba un polvo rosado que tenía efectos alucinógenos sobre quien los inhalara, y por último la tercera… La tercera, era sólo una burla para el hombre que Afrodita tenía en frente, pues a ésta siempre, le cambiaba la apariencia en cada batalla. Así que por tratarse de alguien como su primo, decidió homenajear a Diva dándole su apariencia, con la única diferencia de que ésta tenía el cabello rojo como la sangre, el fuego y la lujuria. De ahí todo era idéntico a su madrastra, desde su traje de emperatriz, el color de sus ojos y más que todo el de su piel, pues eso era lo que más había enloquecido al ex- senador. Esta al igual que las demás, tenía una botella idéntica a la de las dos mujeres anteriores, sólo que de la suya emanaba un aroma que combinado con el de la botella de la mujer de los cabellos rubios, conducía a la liberación sexual y el despertar del libido.
Las tres tenían la botella en la mano derecha y escondían su mano izquierda, puesto que esta era esquelética e iba a cumplir con el cometido de Afrodita. Una vez que el polvo y las esencias de las botellas rojas se mezclaron e inundaron todo el lugar, las mujeres se acercaron a Solomon con caminar seductor e insinuante, especialmente, la que era copia de Diva, pues Lydia quería que ella ejerciera un efecto mayor que el de las demás, ya que solo así podría garantizar su victoria. Cuando las tres mujeres estuvieron a sólo escasos centímetros de Solomon, extendieron su mano esquelética, la cual Poseidón debía ver hermosa y llena de joyas, por el efecto alucinógeno de los polvos y aromas de las botellas; con el fin de llegar a tocarlo. La rubia, dirigía su mano a los ojos del recipiente del señor de los mares, la de cabellos castaños hacia la mano derecha del enemigo de Lydia y la copia de diva, se acercó mucho más, pues su fin era darle un beso en los labios al senador y tocar el pecho del mismo con la mano izquierda, justo donde se encontraba el corazón.
Al tener un espectáculo digno de ver, la mujer de los cabellos negros, no hizo el más mínimo esfuerzo por hacer notar su presencia, o accionar, pues ahora estaba a una distancia prudente detrás de Solomon, esperando que éste cayera en su trampa, para así poder asestar el golpe final.
-Vamos imbécil… No te resistas a mi trampa y muere de una vez contemplando algo hermoso. Deja que sea yo, Afrodita la que tenga el gusto de quitarte la vida hacerte desaparecer. Permítele a Diva ser tu perdición otra vez, y que con un beso te robe la vida hasta no dejar nada en esa coraza que es tu cuerpo.
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“OFFROL
Técnica Utilizada: ‘Esencia de feromona’
‘La diosa nacida de la espuma eleva su cosmos y da origen a tres seres femeninos de diferente color de cabello y piel, pero todas igualmente hermosas y atrayentes, pues se trata de una reencarnacione de Afrodita, junto con la réplica exacta de su cuerpo inmortal, y una réplica de una mujer cualquiera que suele variar de acuerdo al enemigo con quien se enfrente.
La primera en salir, es una mujer de piel blanca y de rostro hermoso, con risa embelesante y ondulados cabellos largos, que posee en su mano derecha, una botella con forma de cuerpo de mujer de color rojo, de la cual emanaba un aroma dulzón, que adormece a quien lo perciba. Esta con su mano esquelética deja ciego a quien toque en los ojos.
La segunda, de ojos negros, cabellos castaños y piel gitana, también tiene una botella, como la primera, sólo que esta emana un polvo rosado que tiene efectos alucinógenos sobre quien los inhala. Esta necrosa las manos del hombre al que toca, o cualquier extremidad.
Y la tercera, es sólo una burla para el hombre que Afrodita enfrenta, pues ésta siempre cambia su apariencia en cada batalla, tiene una botella idéntica a la de las dos mujeres anteriores, sólo que de la suya emana un aroma que combinado con el de la botella de la mujer de los cabellos rubios, conduce a la liberación sexual y el despertar del libido. Esta mujer, con su beso roba la energía el enemigo y cuando toca el corazón de este, le provoca un profundo dolor difícil de soportar. Si el beso y el toque en el corazón se repite cinco veces, puede detener el flujo sanguíneo del enemigo durante dos segundos, segundos en los que la diosa podría huir de la batalla.
Las sustancias de las tres botellas mezcladas cuasan un efecto alucinógeno que desconecta por completo al enemigo de la realidad, y hace que su líbido se libere haciedo que sólo piense en tener a esas tres mujeres. Es una técnica que afecta a la mente, por lo que enemigo jamás puede ver la mano cadavérica de las mujeres, ni lo que estas causan con su toque, pues se entiende que al caer bajo los efectos alucinógenos el enemigo deja de ser reflexivo.”
Lydia- Dios/a
- Reino : Olimpo
Templo de Afrodita
Ataques :
AD - Flama de Lujuria (4400)
AD - Ovillo de Espinas Rojas (4500)
AM - Canto de la Lamia (4900)
AM - Renacer de la titania (5000)
AF - Jardín de Rosas Negras (*6200)
AF - Penitencia (5700)
AFa - Encanto de lo oscuro (6600)
AFa - Esencia de feromona (6700)
Defensa :
Laberinto de Lujuria
DE - Danza de los cinco tokens
Cantidad de envíos : 404
Re: Batalla en los bosques: Afrodita de la espuma Vs Poseidón de los mares
OFFROL – Defiendo
Aclaraciones: Narro – Pienso – Hablo
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Muy confiado.
Respondía de manera muy natural, sin algún resquicio de duda ante las ariscas frasecillas que emanaba la mujer, a quien le había parecido negligente el describir las habilidades ocultas que guardaba el fino hilo fosforescente que ahora se había guardado en la palma del hombre.
Su rostro no perdía en ningún momento aquel gesto lleno de una simpatía insana, ni siquiera ante la destrucción del bello paisaje de fuego que había propiciado por obra y gracia de la dichosa diosa del amor. Su única reacción ante el velo rosáceo que abruptamente apagaba el luminiscente escenario de horror no era más que un pausado y somnoliento bostezo. Su postura siempre recta se perdía al dejar reposar el peso de su cuerpo sobre la pierna derecha. Eso y sus ojos plenamente cerrados representaban claramente una señal de protesta, tal cómo lo haría un niño pequeño o un adolescente irrespetuoso ante la figura de autoridad que Lydia en este caso representaba.
Ninguna de las palabras coloridas y llenas de una madurez desconocida hasta ahora por parte de su prima llegaba a él, era cómo si entraran por un oído y salieran por el otro. El sólo acto de eliminar su “arte” le había desilusionado por completo, así decidía a esperar lo más calmadamente posible a que la divinidad terminará de corregirle.
-¡Ya fue suficiente de tanto juego inútil! ¡Esto se termina aquí!-
Eso rompía con su taciturno monologo. Solomon dejaba alzaba una de sus cejas ante la fuerte exclamación propiciada cómo un declamación de guerra que no estaría dispuesto a rechazar. Sin estar muy seguro de lo que ella cómo diosa del amor podría hacer dejaba apenas un ojo abierto, viéndola con una mezcla de advertencia y burla sin despegar su caprichosa postura.
Vaya, así que por fin harás algo más que sólo hablar. Hahahaha…perfecto.
Apreciándola detenidamente y rememorando lo poco de historia que le quedaba en la cabeza llegaba a la conclusión precipitada de que Lydia cómo guerrera no podía representar ninguna amenaza. Afrodita era llamada Venus para los romanos y ésta al representar únicamente el amor pasional no dispondría de mayores recursos ofensivos que su belleza física.
Así lo evidenciaba las palabras de la mujer que hablaba con el corazón en mano, llena de amargura, una que de seguro tenía que ver más con la relación mortal que había llevado con el Solomon senador. Ante tal evidencia éste nuevo sujeto de cabellera ardiente no pudo responderle más que con una resplandeciente sonrisa. Sus pupilas vacilaban ante tan esplendoroso brillo, el cual brotaba a cantaros de cada poro del cuerpo de su adversaria. Definitivamente era el poder de un dios, aunque esto no implicara la posibilidad de ser derrotado.
Haber incitado a mortales e inmortales te han dado el merito que ahora ostentas. Sin embargo el causal al que evocas no es otro que el encanto de tu predadora belleza. Siento decirlo, pero el corazón de este hombre no late más.
Lo decía sin impórtale siquiera el hecho que le escuchase o no, más aun por el inconveniente del mágico pero turbulento viento que intentaba arrojarle varios metros. En verdad lucía divertido, la pasada irritación ya resultaba ser cosa del recuerdo. Si bien ahora su velocidad se había incrementado drásticamente decidía a esperar lo suficiente para poder apreciar en primera fila lo que Afrodita tenía preparado para él.
Estoy en lo correcto o es esta tu carta del triunfo. Prima mía por favor.
Abría los ojos lo más que sus músculos faciales le permitiesen. Las dos primeras figuras que ante él se reportaban eran más que extraordinarias, preciosas hembras dotadas de todo el armamento necesario para desarmar a todo hombre. Ahora el torrente de aire se volvía un arrullo, el cual revelaba tibiamente en sus oídos los murmullos celestiales de ese par de ángeles. Podía el hombre sentir su sangre fluir en sentido contrario, concentrándose en zonas atípicas de su cuerpo y sonrojando su piel. Una descarga sexual sacudía sus sentidos, lejos de buscar refugio se dejaba llevar. Quizás llevado por un exceso de confianza.
Diva. Mi Diva. Tu también aquí…jejeje
Las palabras salían de sus labios sin pensar, embelesadas y detenidas de tanto en tanto por un leve jadeo. El fuego que le coronaba tomaba un matiz rosáceo expeliendo diminutas luminarias cómo estrellas.
Tanto que decir y poco tiempo para hacer…jejeje…idiota.
Pero su libidinosa mirada paraba de repente a pocos centímetros del contacto con cualquiera de las presentes féminas. La insana sonrisa era dibujada nuevamente sobre su rostro. Su cabellera se volvía plenamente roja y las nubes del mismo color colmaban los cielos abruptamente. Pronto todo quedaba plagado de la oscuridad de una noche artificial, dejando únicamente cómo foco principal el aura maligna del emperador romano.
Eres estupida Afrodita en seguir considerando a este ser cómo a un hombre. Y que tal si mejor persisto en llamarte únicamente Lydia. Ja.
Un sonido metálico repercutía en las basta y plana pradera, luego un total silencio. El único ruido producido varios minutos después era el de las queridas ilusiones de Afrodita.
Clack. Clack. Clack.
Tres sonidos esplendidos. Uno venido de cada mujer. Seis brazos torcidos, mutilados, cercenados. Pronto la bella estrella Venus se vería reflejada en el charco formado por la sangre de las adoloridas y mutiladas hembras. Un espectáculo digno del ensueño de Solomon, el demonio.
¿Pero cómo? Si este era una técnica de en primera instancia de Afrodita.
Se decía a si mismo en voz alta. Sus ojos yacían ya muy perdidos en las penumbras de su mente. Su historia con Diva, la historia de un senador y su emperatriz. Los recuerdos con ésta parecían volverse tangibles, presentándose frente suyo, cómo un teatrin ambulatorio.
Muro divino mitológico. La habilidad de contrarrestar la técnica del enemigo sin importar su origen o clase. Aun tus ilusiones son susceptibles.
Replica directo a lo que de seguro yacía a sus espaldas, Afrodita. Su voz serena y natural resaltaba un más la confianza que desde el inicio había llevado. La ilusión de Diva en in principio llevaba una falla fatal.
Lydia. Tanto daño te ha causado este humano. Tanto para recurrir a trucos tan inútiles cómo éste. Aun sabiendo que quien te habla no es más tu adorado primo, persististe con el recurso de ella…
Apuntaba entonces a la que estaba ensangrentada a sus pies, la cual llevaba la melena roja ensuciada por el lodo formado por la tierra negruzca del suelo y el de sus propias lagrimas. Gimiendo no de goce sino de dolor. Ella y sus dos compañeras se retorcerían hasta el final. Era lo mínimo que debían retribuirle al gran emperador.
En todas partes se revelaban paulatinamente los pórticos que representaban la tarea que hacía una vez Poseidon había llevado a cabo de forma conjunta con Apolo en reparación a Zeus en su intento de revuelta. Esta vez su superficie metálica no lucia con esa pesada costra de ceniza plateada. No. Ahora era más bien infernal, cubierta por delicadas llamas azules, las cuales al igual que las olas del mar atravesaban de sur a norte el total de las puertas.
¿Amas aun a Solomon…Lydia?
Preguntaba sin temor algo descabellado. No era el momento, ni el lugar para preguntárselo. En plena batalla a muerte no debían caber interrogatorios de este tipo y nivel. Afrodita era una diosa y por ende la vida de un humano no le debía importar en lo más mínimo. Sin embargo el hombre lucía confiado, natural y tranquilo; siempre llevando de delantera aquella sonrisa placentera.
Un chasquido era suficiente para acabar con el afligimiento de las tres mujeres irreales atrapadas por la su defensa divina. Al parecer ya le habían dado todo el placer que el potencial de éstas alcanzase. Ahora su atención estaba únicamente el Lydia, aun más por la pregunta que le brindaba y de la cual no recibía respuesta.
Responde. ¿O temes a que me burle de ti? No te preocupes, que eso ya quedo zanjado. Responde o temes a lo que yace dentro de tuyo ¿Qué estarías dispuesta a ofrecerme con tal de devolverle a este mundo? Responde…Lydia.
En ese instante las puertas que habían servido para su defensa desaparecían misteriosamente, cómo si nunca hubieran estado allí. Y lo más sorprendente era que Solomon carecía al parecer de las intenciones de devolverle un contraataque.
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OffRol:
Tecnica Utilizada. Muro Divino Mitológico
Aclaraciones: Narro – Pienso – Hablo
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Muy confiado.
Respondía de manera muy natural, sin algún resquicio de duda ante las ariscas frasecillas que emanaba la mujer, a quien le había parecido negligente el describir las habilidades ocultas que guardaba el fino hilo fosforescente que ahora se había guardado en la palma del hombre.
Su rostro no perdía en ningún momento aquel gesto lleno de una simpatía insana, ni siquiera ante la destrucción del bello paisaje de fuego que había propiciado por obra y gracia de la dichosa diosa del amor. Su única reacción ante el velo rosáceo que abruptamente apagaba el luminiscente escenario de horror no era más que un pausado y somnoliento bostezo. Su postura siempre recta se perdía al dejar reposar el peso de su cuerpo sobre la pierna derecha. Eso y sus ojos plenamente cerrados representaban claramente una señal de protesta, tal cómo lo haría un niño pequeño o un adolescente irrespetuoso ante la figura de autoridad que Lydia en este caso representaba.
Ninguna de las palabras coloridas y llenas de una madurez desconocida hasta ahora por parte de su prima llegaba a él, era cómo si entraran por un oído y salieran por el otro. El sólo acto de eliminar su “arte” le había desilusionado por completo, así decidía a esperar lo más calmadamente posible a que la divinidad terminará de corregirle.
-¡Ya fue suficiente de tanto juego inútil! ¡Esto se termina aquí!-
Eso rompía con su taciturno monologo. Solomon dejaba alzaba una de sus cejas ante la fuerte exclamación propiciada cómo un declamación de guerra que no estaría dispuesto a rechazar. Sin estar muy seguro de lo que ella cómo diosa del amor podría hacer dejaba apenas un ojo abierto, viéndola con una mezcla de advertencia y burla sin despegar su caprichosa postura.
Vaya, así que por fin harás algo más que sólo hablar. Hahahaha…perfecto.
Apreciándola detenidamente y rememorando lo poco de historia que le quedaba en la cabeza llegaba a la conclusión precipitada de que Lydia cómo guerrera no podía representar ninguna amenaza. Afrodita era llamada Venus para los romanos y ésta al representar únicamente el amor pasional no dispondría de mayores recursos ofensivos que su belleza física.
Así lo evidenciaba las palabras de la mujer que hablaba con el corazón en mano, llena de amargura, una que de seguro tenía que ver más con la relación mortal que había llevado con el Solomon senador. Ante tal evidencia éste nuevo sujeto de cabellera ardiente no pudo responderle más que con una resplandeciente sonrisa. Sus pupilas vacilaban ante tan esplendoroso brillo, el cual brotaba a cantaros de cada poro del cuerpo de su adversaria. Definitivamente era el poder de un dios, aunque esto no implicara la posibilidad de ser derrotado.
Haber incitado a mortales e inmortales te han dado el merito que ahora ostentas. Sin embargo el causal al que evocas no es otro que el encanto de tu predadora belleza. Siento decirlo, pero el corazón de este hombre no late más.
Lo decía sin impórtale siquiera el hecho que le escuchase o no, más aun por el inconveniente del mágico pero turbulento viento que intentaba arrojarle varios metros. En verdad lucía divertido, la pasada irritación ya resultaba ser cosa del recuerdo. Si bien ahora su velocidad se había incrementado drásticamente decidía a esperar lo suficiente para poder apreciar en primera fila lo que Afrodita tenía preparado para él.
Estoy en lo correcto o es esta tu carta del triunfo. Prima mía por favor.
Abría los ojos lo más que sus músculos faciales le permitiesen. Las dos primeras figuras que ante él se reportaban eran más que extraordinarias, preciosas hembras dotadas de todo el armamento necesario para desarmar a todo hombre. Ahora el torrente de aire se volvía un arrullo, el cual revelaba tibiamente en sus oídos los murmullos celestiales de ese par de ángeles. Podía el hombre sentir su sangre fluir en sentido contrario, concentrándose en zonas atípicas de su cuerpo y sonrojando su piel. Una descarga sexual sacudía sus sentidos, lejos de buscar refugio se dejaba llevar. Quizás llevado por un exceso de confianza.
Diva. Mi Diva. Tu también aquí…jejeje
Las palabras salían de sus labios sin pensar, embelesadas y detenidas de tanto en tanto por un leve jadeo. El fuego que le coronaba tomaba un matiz rosáceo expeliendo diminutas luminarias cómo estrellas.
Tanto que decir y poco tiempo para hacer…jejeje…idiota.
Pero su libidinosa mirada paraba de repente a pocos centímetros del contacto con cualquiera de las presentes féminas. La insana sonrisa era dibujada nuevamente sobre su rostro. Su cabellera se volvía plenamente roja y las nubes del mismo color colmaban los cielos abruptamente. Pronto todo quedaba plagado de la oscuridad de una noche artificial, dejando únicamente cómo foco principal el aura maligna del emperador romano.
Eres estupida Afrodita en seguir considerando a este ser cómo a un hombre. Y que tal si mejor persisto en llamarte únicamente Lydia. Ja.
Un sonido metálico repercutía en las basta y plana pradera, luego un total silencio. El único ruido producido varios minutos después era el de las queridas ilusiones de Afrodita.
Clack. Clack. Clack.
Tres sonidos esplendidos. Uno venido de cada mujer. Seis brazos torcidos, mutilados, cercenados. Pronto la bella estrella Venus se vería reflejada en el charco formado por la sangre de las adoloridas y mutiladas hembras. Un espectáculo digno del ensueño de Solomon, el demonio.
¿Pero cómo? Si este era una técnica de en primera instancia de Afrodita.
Se decía a si mismo en voz alta. Sus ojos yacían ya muy perdidos en las penumbras de su mente. Su historia con Diva, la historia de un senador y su emperatriz. Los recuerdos con ésta parecían volverse tangibles, presentándose frente suyo, cómo un teatrin ambulatorio.
Muro divino mitológico. La habilidad de contrarrestar la técnica del enemigo sin importar su origen o clase. Aun tus ilusiones son susceptibles.
Replica directo a lo que de seguro yacía a sus espaldas, Afrodita. Su voz serena y natural resaltaba un más la confianza que desde el inicio había llevado. La ilusión de Diva en in principio llevaba una falla fatal.
Lydia. Tanto daño te ha causado este humano. Tanto para recurrir a trucos tan inútiles cómo éste. Aun sabiendo que quien te habla no es más tu adorado primo, persististe con el recurso de ella…
Apuntaba entonces a la que estaba ensangrentada a sus pies, la cual llevaba la melena roja ensuciada por el lodo formado por la tierra negruzca del suelo y el de sus propias lagrimas. Gimiendo no de goce sino de dolor. Ella y sus dos compañeras se retorcerían hasta el final. Era lo mínimo que debían retribuirle al gran emperador.
En todas partes se revelaban paulatinamente los pórticos que representaban la tarea que hacía una vez Poseidon había llevado a cabo de forma conjunta con Apolo en reparación a Zeus en su intento de revuelta. Esta vez su superficie metálica no lucia con esa pesada costra de ceniza plateada. No. Ahora era más bien infernal, cubierta por delicadas llamas azules, las cuales al igual que las olas del mar atravesaban de sur a norte el total de las puertas.
¿Amas aun a Solomon…Lydia?
Preguntaba sin temor algo descabellado. No era el momento, ni el lugar para preguntárselo. En plena batalla a muerte no debían caber interrogatorios de este tipo y nivel. Afrodita era una diosa y por ende la vida de un humano no le debía importar en lo más mínimo. Sin embargo el hombre lucía confiado, natural y tranquilo; siempre llevando de delantera aquella sonrisa placentera.
Un chasquido era suficiente para acabar con el afligimiento de las tres mujeres irreales atrapadas por la su defensa divina. Al parecer ya le habían dado todo el placer que el potencial de éstas alcanzase. Ahora su atención estaba únicamente el Lydia, aun más por la pregunta que le brindaba y de la cual no recibía respuesta.
Responde. ¿O temes a que me burle de ti? No te preocupes, que eso ya quedo zanjado. Responde o temes a lo que yace dentro de tuyo ¿Qué estarías dispuesta a ofrecerme con tal de devolverle a este mundo? Responde…Lydia.
En ese instante las puertas que habían servido para su defensa desaparecían misteriosamente, cómo si nunca hubieran estado allí. Y lo más sorprendente era que Solomon carecía al parecer de las intenciones de devolverle un contraataque.
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OffRol:
Tecnica Utilizada. Muro Divino Mitológico
- Spoiler:
- En la mitología griega las murallas de Troya eran irrompibles, ningún ejército podía pasar por ellas. La técnica consiste en la creación de un muro similar al ya mencionado por el cosmos de Poseidon, cuando la técnica del oponente choque con el muro será absorbida mediante agujeros negros que aparecerán en el campo de batalla dependiendo del alcance y la intensidad del ataque. Y las puertas de los muros se abrirán dando paso a un gran rayo de cosmos similar a la Exclamación de Athena y le seguirá la técnica del oponente con los efectos originales en ella.
Solomon- Dios/a
- Reino : Atlantida
Ataques :
AD - Anillo Azul de Neptuno (5400)*
AD - Atracción del rey de las sirenas (5500)*
AM - Ojos Divinos de Oro (5900)*
AF - Cadenas al Cielo (6600)*
Defensa :
Muro Divino Mitológico
DE - Sagrado Manto del Alma
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Re: Batalla en los bosques: Afrodita de la espuma Vs Poseidón de los mares
OFFROL – Ataco
Aclaraciones: Narración- Pensamientos- Diálogo.
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Las primeras palabras que Lydia escuchó por parte de su primo luego de aquel discurso suyo lleno de euforia, no fueron más que las unidas para dar origen a varias oraciones carentes de sentido según su criterio. Efectivamente ella estaba en desacuerdo con todo lo que el rubio decía acerca de que lo único que ella tenía como poder era su “predadora belleza”. También era más que obvio que a ella poco o nada le gustaba que ese insignificante senador desmereciera su técnica, dando a entender que lo que ella había elaborado con tanto esmero, era por demás insignificante y poco amenazante; sin embargo al encontrarse cómoda observando la marcha de sus marionetas desde su posición, prefirió guardar silencio como hacían los sabios y esperar el momento oportuno para hablar.
La combinación de las sustancias que emanaron de las botellas que sostenían aquellas réplicas invocadas hace poco, lograron su cometido en cuestión de minutos haciendo que el hombre de los cabellos rubios cayese en su embrujo de manera inevitable. Ahí desde donde Lydia observaba el espectáculo de sus féminas fatales, podía percibir el deseo que emanaba de la figura de su primo. Así como también podía vaticinar que era sólo cuestión de un tiempo muy corto para que el tuviese su patético final, a manos de la única mujer a la que había amado durante toda su vida. Por lo menos eso pensaba ella, puesto que cuando todo parecía ir de maravilla, un giro inesperado hizo que las cosas cambiaran de rumbo y la ex –princesa desvaneciera todas sus esperanzas.
-¿Qué es lo que pasa?- Se preguntó la portadora de la Kamei de Afrodita al sentir el brusco descenso de la libido de su primo, lo cual indicó que algo había salido mal y que lo más prudente era que ella abandonase su posición de manera inmediata.
-¡Maldita sea! ¡Un poco más y lo lograba!-Masculló la diosa sin entender cómo era posible que aquel senador de pacotilla, que minutos antes había quedado prendado de la belleza que poseía la marioneta con la imagen de Diva, se hubiera liberado de su hechizo en un abrir y cerrar de ojos a tal punto de tener la cordura suficiente como para poder defenderse. Aunque la diosa del amor pasional no estaba frente a su primo claramente podía sentir el cambio de emociones que expermientaba éste, tanto así que percibió el nacimiento de un sentimiento de satisfacción por su parte que no hacía más que indicarle a la más hermosa mujer de Roma, que algo terrible o estúpido estaba a punto de suceder, pues con un hombre como Solomon nunca se sabía el rumbo lógico o sin sentido que podían tomar las cosas.
-¡Qué fastidio!¡Con esto pierdo más tiempo del necesario!- La diosa del amor y la lujuria observó cómo su enemigo elevaba su cosmos y hacía aparecer un gran muro gris entre las tres marionetas y él. Esa fue la señal para Lydia transformase su cuerpo en un humo rosado y abandonase su posición actual para situarse nuevamente en su sitio inicial, detrás de la roca donde había estado esperando a ese hombre de túnica andrajosa.
-¿Tanta ostentación sólo para defenderse de mi técnica?- Preguntó la diosa del amor y la lujuria pensando que su primo hacía cosas demasiado pomposas sólo para defenderse de algo que él mismo había dado a entender con sus comentarios, era patético y poco apropiado para el carácter mortal de la batalla.
-Para ser alguien que desmerece tanto mi poder, luces bastante temeroso de sentir en carne propia lo que éste puede hacerte.- La prima del ex –senador tuvo su razón en decir aquello, puesto que la barrera que ahora se interponía en el camino de sus tres muñecas mortales, le parecía por demás una muestra de exhibicionismo. Es que viendo de frente aquel muro le surgían varias dudas, después de todo… ¿Cuál era el fin de las llamas azules de combustión perfecta que estaban en las puertas de la muralla enorme que Solomon había hecho aparecer? Definitivamente la suntuosidad era algo de lo que pecaba su ex –primo ¿Qué era eso de poner dibujos de Poseidón y Apolo en el intento de una revuelta? No podía encontrarle el sentido, pero su cerebro le decía que lo más seguro era no preguntar, sino quería encontrarse con una respuesta traída de los cabellos, que eventualmente terminaría matándola de las iras.
La prima del avatar de Poseidón suspiró y mientras escuchaba el crujir de las extremidades de sus muñecas exánimes, miró al cielo reparando en su coloración rojiza.
–Como lo supuse… Venus definitivamente brilla menos que el sol. Es un astro con un brillo tan mortecino que la misma luna parece una roca llameante al lado de éste. ¡Qué decepción! Y tanto que Solomon habla de ese gigante pedazo de roca y al final resulta que es algo insignificante. - Dijo Lydia casi en un susurro y bajó la vista lamentando el hecho fatal de que la luz radiante del sol que antes resplandecía encima del bosque, fuese opacada por el cosmos de su supuesto primo, quien en su infantil e inmaduro deseo de ver ese astro en el firmamento había elevado de más para crear una noche a destiempo.
-¿Y de qué se supone que te ríes ahora? Dímelo a ver si yo también le encuentro la gracia.- Los ojos de la deidad del amor y la lujuria se abrieron de par en par al observar la expresión de placer insano en el rostro de su enemigo. A esas alturas del partido ella no lograba entender qué gusto podría encontrar un desquiciado como él a unas marionetas con los brazos rotos y sin ningún tipo de expresión en sus rostros, pues las mismas carecían de cualquier tipo de emoción o sensibilidad al dolor.
-Para que un sádico como Poseidón sonría así, seguro es que las ve retorcerse de dolor, o llorar desconsoladamente… ¡Valla cosa más absurda!- Lydia chasqueó los dedos e hizo que aquellas creaciones suyas, que habían sido mutiladas por los agujeros negros del muro de su primo, se reconstruyesen en un segundo y nuevamente se incorporasen como si nada hubiese sucedido. No importaba lo mal que hubiesen estado antes, pues con el poder de alguien como Afrodita, nuevamente volvieron a verse hermosas y atrayentes como cuando las invocó.
-Todo parece indicar que él aún sigue bajo el efecto alucinógeno de las esencias de las botellas de mis muñecas. Seguro es tan tonto, que supone que con detener su marcha va a anular de golpe el efecto de mis ilusiones. No puedo creer que este tarado hizo que Mauritius pensara que iba a morir en su pelea contra él.
Con una ligera elevación de cosmos, la hija del difunto emperador de Roma hizo que las tres mujeres empezaron a desvanecerse conjuntamente con sus botellas, las cuales aún emanaban en pequeña medida aquellos aromas mortales que adormecían los sentidos de los hombres. Una por una fueron desapareciendo de la escena, no sin antes dedicarle al senador una sonrisa malévola que manifestaba los sentimientos de Lydia, pues ella manifestaba sus emociones a través del rostro de las mismas.
-Diles adiós Poseidón. Después de todo vinieron aquí a sufrir por ti solo para verte.- Lydia sonrió mientras recordaba todas las cosas que tenía que refutarle al emperador, pero más que todo quiso detenerse en las que tenían orden de importancia para ella.
-Haber Poseidón. Te lo voy a dejar claro. Es obvio que sé Solomon aún sigue dentro de ti. Dormido, atrapado, controlado por ti, como sea, él está ahí, y tus actitudes al ver a esa marioneta de Diva, no hacen más que corroborar mis teorías. Y mientras el siga ahí, yo voy a usar todos los recurso que se me dé la gana para mortificarlo. Así que mejor ahórrate el discursito de que el que está frente a mí no es mi primo. Porque veo en tus ojos y lo sé. El más grande traidor de todos los tiempos se encuentra vivo dentro de ti.
Una pregunta elaborada por el dios de los mares, seguida a la respuesta anterior hizo que Lydia enarcara una ceja y lo mirase sorprendida. Definitivamente Solomon y Poseidón eran igual de insensatos, y claramente se complementaban bien. Porque que eso de preguntarle si aún amaba a su primo a esas alturas de la batalla, le parecía lo más tonto del mundo.
-¿Y para qué quieres saber? Eso no te incumbe para nada. Mira que estamos peleando por nuestras vidas, no por establecer un punto o confesarnos cosas. No he logrado entender bien de cuando acá yo he representado ante ti una amenaza tan grande como para que me buscaras en el santuario y me atacaras; pero si tú no te tomas en serio esta pelea, no te atrevas a pensar que yo actúo o pienso igual que tú. ¡Yo no estoy para juegos, porque el día de hoy pienso destruirte con mis propias manos, me lo he propuesto y lo voy a lograr!
Lydia elevó su cosmos mientras escuchaba a Poseidón casi exigirle que le contestase aquel cuestionamiento elaborado por él. No lo entendía… ¿Acaso no dijo el que estaba zanjado el asunto? ¿Para qué insistía en que ella le diese la respuesta a su pregunta entonces? ¿Qué no se iba a burlar? ¡Como si tal cosa le fuera a preocupar a la diosa del amor pasional! ¿Acaso no había ya sufrido una humillación más grande por parte del objeto de sus afectos cuando le reveló quién era? Afrodita aún no olvidaba cómo Solomon la declaró su enemiga y la culpó de un hecho que no tenía nada que ver con ella, por lo tanto poco o nada le importaba que el señor de los mares y él se rieran en su cara.
-¿Dar a cambio de verlo?- Lydia aunque quiso no pudo actuar indiferente ante tal idea. Verlo otra vez… ¡Cuánto no hubiese dado siendo humana para poder tenerlo! Lo amaba aún, muy profundo en su corazón Lydia la ex –princesa de Roma amaba a ese hombre aún cuando Mauritius se había casi convertido en su razón de ser. Pero la parte que era diosa estaba perdida en su amor por el señor del rayo. Por lo tanto, Afrodita y la humana que le había regalado aquel arco al hombre de los cabellos dorados, estaban de acuerdo en que éste tenía que desaparecer para siempre.
-Prefiero tener que jurarle lealtad a Hefestos antes que traer a este mundo otra vez al hombre sólo tiene puesta su atención en Diva. Lo único que haría ese imbécil será ignorarme por completo, y la verdad no quiero gastar ni un segundo de mi tiempo con alguien como él. Poseidón está cometiendo muchos errores, y por desgracia en seres como nosotros, los errores se pagan muy caro.
-Traer a Solomon a este mundo nuevamente…- Lydia repitió estas palabras muy despacio como si quisiera encontrar algún tipo de mensaje subliminal en las mismas y luego aumentó más su cosmos haciendo que este empezara a formar trazos rosados debajo de la tierra que estaba bajo los pies tanto de ella, como de su enemigo. Poco a poco la tierra empezó a cuartearse.
-Te estás equivocando Poseidón si supones que yo, Lydia la hija del César, que siempre obtenía todo lo que quería sin sacrificar nada, voy a dar algo para salvar la vida de un gusano insignificante y asqueroso como mi primo. Y en cuanto a tu pregunta…- La mujer hizo una pausa y cerró los ojos unos segundos, pues estaba pensando en cómo darle una ubicación perfecta al hermoso jardín de flores que iba a traer a ese claro.- ¡Creo que vas a tener que arrancarme la respuesta de los labios letra por letra!
Una vez dicho esto el cosmos de la diosa se elevó bruscamente e hizo que de la tierra brotase una gran cantidad de rosas de color negro que los encerró a ella y a su contrincante en un jardín hermoso y fatal. Más de un centenar de botones de rosa abrieron sus pétalos oscuros para soltar un polen rosado que a Lydia no iban a causarle ningún mal, pero a su contrincante sí. La extensión del jardín era enorme y abarcaba incluso las zonas ubicadas detrás del senador que habían sido afectadas por el incendio que ella había apagado con el sólo despliegue de su cosmos. Las flores aún no habían drenado el cosmos del dios de los mares, por lo que no eran tan grandes; sin embargo eso no importaba para nada pues su venenoso polen no se afectaba con el tamaño de las mismas e igual conservaba su misma función destructiva.
"Ya crecerán un poco más cuando Poseidón actúe para defenderse. Sólo es cuestión de tiempo para que su poder se debilite por la presencia de mi jardín maldito, y todo esto sucederá bajo la vista inclemente de Venus, la aparentemente nueva pasión de este insecto"
-Muy bien Solomon, como no te ha gustado mi primera técnica he decidido mostrarte una mejor. Una que estoy segura ser vería más hermosa con la luz del sol. Sin embargo no voy a perder mi tiempo regresando al cielo a su estado normal, pues me parece excelente que mueras observando a tu amada Venus en el firmamento. Y ahora dime señor de los mares… ¿Te atreves a buscar tu respuesta o te marcharás al otro mundo sin saberlo?- La diosa del amor pasional dijo esto último y un millar de espinas luminosas salieron disparadas hacia el hombre de los cabellos rubios con el fin de borrarle la sonrisa insana del rostro, ya que el veneno mortal que éstas contenían bastaban para que el avatar de Poseidón durmiese para siempre.
Lydia no podía seguir perdiendo su tiempo, ni podía prolongar su juego más allá de lo que lo estaba prolongando. Ya era hora de que el ex –senador de Roma entendiese lo insignificante que era, y más que todo, era tiempo de que dejase de interponerse en los planes de la diosa del amor pasional. Ella quería poder, todo el que pudiese obtener y con la existencia de Solomon molestándola, inquietándola e interfiriendo en sus objetivos sabía que no lo iba a lograr.
- Mi querido primo, es hora de que descanses para siempre junto a la gran deidad de los mares. Es hora de que así como las olas borran lo escrito sobre la arena, tu existencia sea borrada por mi marea de rosas negras.
Melodía intermedia: Preludio del jardín oscuro **************************************
“OFFROL
Técnica Utilizada: ‘Jardín de rosas negras’
‘ Afrodita eleva su cosmos y la tierra cuartea preparando el terreno para que crezca un jardín de rosas negras, que tiene una extensión de ocho kilómetros. Cada una de estas rosas negras suelta cada dos posts un polen especial que causa envenenamiento cuando es aspirado. Pero esto no es todo lo que hace el jardín, porque estas flores crecen más con el cosmos del enemigo mermando un poco su poder. Cuando la diosa eleva su cosmos por segunda vez, millares de espinas salen disparadas contra el contrincante, y lo persiguen siguiendo su cosmos hasta que choquen contra el mismo, o por lo menos choquen contra una fuente de cosmos semejante. Cuando las espinas entran en la piel del enemigo se incrustan casando heridas profundas y además inyectan veneno en la misma.”
Lydia- Dios/a
- Reino : Olimpo
Templo de Afrodita
Ataques :
AD - Flama de Lujuria (4400)
AD - Ovillo de Espinas Rojas (4500)
AM - Canto de la Lamia (4900)
AM - Renacer de la titania (5000)
AF - Jardín de Rosas Negras (*6200)
AF - Penitencia (5700)
AFa - Encanto de lo oscuro (6600)
AFa - Esencia de feromona (6700)
Defensa :
Laberinto de Lujuria
DE - Danza de los cinco tokens
Cantidad de envíos : 404
Re: Batalla en los bosques: Afrodita de la espuma Vs Poseidón de los mares
Cuervo
OFFROL – Ataco**
Aclaraciones: Narro – Pienso – Hablo - Voz de Lydia
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-¿Y para qué quieres saber? Eso no te incumbe para nada. Mira que estamos peleando por nuestras vidas, no por establecer un punto o confesarnos cosas. No he logrado entender bien de cuando acá yo he representado ante ti una amenaza tan grande como para que me buscaras en el santuario y me atacaras; pero si tú no te tomas en serio esta pelea, no te atrevas a pensar que yo actúo o pienso igual que tú. ¡Yo no estoy para juegos, porque el día de hoy pienso destruirte con mis propias manos, me lo he propuesto y lo voy a lograr!
Seguida a su respuesta de la completamente seria prima venía el bufido del emperador quien se mostraba nuevamente aburrido. Luego de haber oído las dos o tres primeras palabras sencillamente ya podía predecir un resultado final apabullante. Al parecer esa rastrera lacra no querría jugar con él, cosa que terminaba por irritarle demasiado. Fue así que de pronto se le veía entretenido mirando el suelo que yacía bajo los pies de Lydia, la razón permanecía en un completo misterio, cualquier extraño guerrero o rey pensaría que estaba buscando alguna ventaja desapercibida en el terreno que le llevaría a una victoria rápida y segura. Pero no, nada más lejos de lo real.
El cosmos de Lydia emergía vigorosamente, seguramente a causa del ego lastimado de la diosa que guardaba dentro de sí. Sin embargo aquel juego de tonos y colores ya no resultaban relevantes para él. Permanecía atento a la silueta de la mujer, la que había cobrado más fuerza ante la flamante luz rosácea que emanaba del cuerpo terrenal de Afrodita.
-¿Dar a cambio de verlo?
De pronto su rostro se eleva revelando el fulgor de inesperada energía en su precioso iris azul cielo. La ilusión de ver llevado a cabo su plan llenaba nuevamente su pecho de goce; hasta hacía minutos había perdido toda esperanza pero ante la duda que planteaba Lydia para si misma no cabía más que alegrarse, aunque sea en secreto. Sus picaros ojos quedaban prendidos de los de ella, su cabellera se encendía levemente dejando entrever la excitación que ella provocaba con su sola pregunta.
Pero a todo esto ¿Qué razón podría tener en vilo el alma del atormentado emperador? ¿Qué había esperado por tan largo tiempo guardado en su corazón? Y lo más importante ¿Aun poseía dicho órgano?
Solomon cómo hombre siempre había demostrado consecuencia en sus actos y pensamientos. Sus ideales conformaban entonces su espada y escudo, los cuales eran suficientes para confrontar cualquier adversario o rival. Ni siquiera Diva había logrado manchar aquel tesoro tan preciado para él. Incluso al tiempo en que se autodenominaba Archer ocurría lo mismo. Se reconocía aun perfectamente la ideología brillante del senador romano en escena aunque puesta desde un punto de vista muy distorsionado.
Pero esta ocasión resultaba muy peculiar. Solomon no podía ser ese hombre de cabellos flameantes y mirada perversa, mucho menos Poseidón. La pregunta sobre cual era su verdadera identidad quedaría en el tintero por lo menos unos doscientos años en la historia.
Él ya no era él, quizás hasta la propia Afrodita pese a su condición divina desconociera completamente la verdad oculta tras la maldición aplicada al ex senador por parte de Anfitrite; después de todo la técnica empleada por la Nereida llevaría milenios de ventaja a cualquier Olímpico conocido. A estas alturas de la trama formada por este pobre hombre la pasión, el goce y el placer habían llenado completamente el jarrón de lo que alguna vez fue su espíritu.
-Traer a Solomon a este mundo nuevamente…-
¿Pero porque este monstruo llevaría tanto interés en Solomon? Incluso no mostraba siquiera indicio de temor a la furia de los dioses. Miraba con intensidad al suelo que remecía alrededor suyo. Los temblores le llenaban de júbilo incontenible. Su mueca poco santa sólo hacía constatar la perdida de toda lógica y cordura. No se alejaba de la fuerte e intensa marejada de energía emitida por parte de la diosa, sin importarle su seguridad se quedaba embelesado del espectáculo vivido.
Hahahahahaahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahaha
Liberaba una descomunal risotada cómo nunca antes. Su eco se oiría en kilómetros y se prolongaría por mucho tiempo. Lejos de verse decepcionado ante la negativa concluyente de Lydia se sentía completamente feliz. Erraba al seguir creyendo que su prima no poseyera mayores artilugios en las mangas de su túnica para confrontarle.
El llano completo se iluminaba al verse bañado por la energía suministrada de la diosa del amor. Una ofensiva de carácter anti ejército se preparaba para hacer su aparición en la batalla. Era resueltamente la actitud desdeñosa de Solomon lo que había permitido un acto tan descuidado, pero aun viéndose en tal situación éste apenas y detenía su interminable carcajada para mantener su macabra sonrisa llena de una confianza que debía rozar con las nubes del propio cielo rojo que a ambos cubría.
Pronto las rosas negras poblaban el paisaje de este a oeste y de sur a norte. Preciosas joyas que compartían la misma y amarga negrura de alma que el propio hombre parado en medio de ellas. El emperador las veía con el entusiasmo de un experto botánico, nunca despegando de sí la sonrisa ahora un tanto desdeñosa.
El hueco dejado para su corazón en medio de su caja toráxica resonaba con fuerza, así cómo el eco de un dolor nostálgico que le martillaba los sentidos en vano intento de hacerle recordar el deseo de auto preservación. ¡Retrocede insensato! ¿¡Acaso no temes morir?! Su instinto clamaba ser atendido desplegando rápidamente consecutivas descargas eléctricas a su medula espinal. Pero este hombre únicamente sonreía, para él el dolor parecía representar otro tipo de alegría, una clase distinta de placer.
Sus ojos quedaban prendados de las finas estrellas rojas que se alzaban todas juntas formando una marejada alrededor suyo. Un espectáculo dichoso de belleza digna de apreciar; todo el ambiente mermaba hasta desaparecer completamente por gracia de las espinas que lo cubrían todo. No intento esta vez ninguna defensa, no le veía necesidad. Su cuerpo no era suyo, no le interesaba lo que ocurriera con esta prenda tan sobrestimada por los dioses romanos. Únicamente elevaba el rostro buscando el primer y único objeto que le había venido a la mente, aquel que fue testigo de su nacimiento. No teniendo problemas para encontrarle sólo se dedico a esperar.
…
Una lluvia torrencial se abalanzaba sobre su cuerpo mortal. El paso de la carne y el derramamiento de sangre no se hacían esperar; un charco de sublime rojo aparecía reflejando al objeto del cielo que tanto había buscado Solomon. No era Venus la que allí yacia enmarcada, sino la luna, una perfecta luna llena había aparecido poco después del ahogo del incendio por parte de Afrodita. Su blanquísimo cuerpo yacía impregnado del mismo color que las nubes corruptas del cielo y el charco sobre la tierra. El rojo bermellón.
La oscuridad del enjambre de rosas y espinas disipaba lentamente para finalmente revelar el cuerpo del hombre presa de decenas de aguijones. Sus brazos y piernas no mostraban más signos de vida. Largas hileras del preciado líquido vital surcaban la superficie de su piel. Afrodita habría ganado pero algo extraordinario había ocurrido, el rostro del hombre permanecía incólume bajo una sorpresiva coraza de cadenas negras, las que yacían enroscadas sobre toda su cabeza. No sólo eso, su cuerpo entero aparecía atravesado por numerosas puntas metálicas, las cuales a su vez estaban conectadas a la tierra oculta bajo el charco de sangre a sus pies por medio de centenares de eslabones amarrados entre si.
Las nubes que siempre habían acompañado para bien o para mal a este hombre se dispersaban dejándole mayor espacio a la flamante roca incrustada en mitad de toda la bóveda celeste, a su izquierda y en la parte baja lucía ya muy débilmente el planeta que diera representante al amor en el sistema solar. Un silencio abrumador marcaba la pauta del final normal de Solomon.
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Nota (**): Se entiende que la tecnica ofensiva fue para Solomon mismo. Si fue su voluntad o no queda aun bajo sospecha.
OffRol: Tecnica utilizada:
Caelo Catena: Cadenas al cielo
- Spoiler:
- Una técnica aprendida por Poseidón alguna vez a inicios de la guerra fría contra Océano por medio de Pontos, abuelo de Anfitrite. No empleada en la practica por el dios en el mito por tener una naturaleza potencialmente antiolimpica, siendo él uno miembro de tal grupo lo consideraba una aberración y por ende sellada por siempre. La única excepción de la cual no se tiene registro en los mitos fue con su propia reina, Anfitrite, la única que mereció recibir tamaño castigo al evidenciar un intento de rebelión contra el propio imperio del mar.
A pesar del increíble poder que significaba esta técnica jamás la decidió volver a emplear contra nadie de su familia, rivales ideológicos tales cómo Zeus, Hades e inclusive Atenea en la primera guerra conocida.
Pesé a la suma cautela del rey marino en su estancia en el mundo mortal jamás habría tenido en cuenta lo que podría llegar a hacer la mente perturbada de su posterior avatar, Solomon.
La técnica se basa en la idea del primitivo mar (Pontos) cómo fuente de vida. Cuando la tierra era apenas una roca fundida y el mar era sangre, reino de los dioses primordiales, nacieron los primeros eslabones de todo organismo, las cadenas disolutas que con el tiempo formarían todo ser viviente.
Consiste en la materialización del concepto abstracto mencionado previamente. Un puñado de cadenas de “n” cantidad que simbolizan la relación de todo aquello vivo a un punto de inicio sin interesar el rumbo que opto o camino que siguió.
Consiste en la materialización física de aquella vieja relación. Poseidón cierra sus ojos extendiendo las palmas de sus manos, de inmediato cadenas invisibles comenzaran a salir de su cuerpo, arremetiendo contra toda cosa que posea o alguna vez poseyera vida, clavándoselas y enredádseles inmediatamente.
Una vez formados los lazos de vida Poseidón abrirá sus ojos para comenzar a irradiar energía verde metálica que en un principio será casi imposible de detectar hasta ésta bañe por completo las cadenas revelándolas luminiscentemente, pronto esta energía se encargará de tomar control de los hilos vitales y corporales de lo que este unido a él en ese preciso instante. Son las llamadas “Caelo Catena”.
Poseidón puede manipular directamente las cadenas de vida de todo organismo existente. Manipular sus dolencias tanto externas (movimientos), como internas (dolencias) así cómo la ejecución de ser necesaria (eliminación) de las cadenas principales de todo ser vivo, justo en este orden: extremidades superiores (imposibilidad de usar los brazos), inferior (Imposibilidad de correr, huir o moverse libremente), tórax (Ataque fulminante de corazón y pulmones), cabeza (capacidad de pensar y de vivir). Aquella porción viva de materia que se haya eliminado dejara de existir cómo tal, convirtiéndose sólo en cadenas sin vida.
Las “Caelo Catena” son intrínsecas de todo ser viviente, por ende, si el receptor de la técnica decide cortarse alguna al defenderse perderá a su elección justo aquella cadena principal por la cual se logro liberar.
Solomon- Dios/a
- Reino : Atlantida
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Defensa :
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Re: Batalla en los bosques: Afrodita de la espuma Vs Poseidón de los mares
OFFROL – Ataco
Aclaraciones: Narración- Pensamientos- Diálogo.
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Lydia, la ex- princesa de Roma estaba estupefacta ante lo que había presenciado. Solomon, Poseidón oquien quiera que fuese el hombre que estaba frente a ella, había dejado que su cuerpo fuese traspasado como un alfiletero por sus espinas mortíferas.
La lluvia de aquellos regalos malditos que ella había dedicado a su primo dejó de caer encima de éste para que la mujer de los cabellos negros pudiese observar algo más. Algo que ella jamás había imaginado ni si quiera en sus más dulces sueños como deidad, menos en cualquiera de sus pesadillas como humana.
El ente que se movía, hablaba y lucía como su primo, había decidido maltratarse a sí mismo de manera bestial traspasándolo con cadenas negras. Como si de pronto hubiera llegado a la conclusión que esa la manera de atormentarla. ¿Acaso Poseidón tenía claro que ella aún amaba a su primo y que por mucho que lo deseara muerto sufriría al verlo así? No lo sabía con certeza, pero tampoco quería averiguarlo, porque a esas alturas había entendido que no tenía importancia, porque ya todo estaba dicho Solomon había desperdiciado todas sus oportunidades y ella ya no tenía más para él.
La risa desquiciada de su contrincante aún sonaba dentro de su cabeza como el rulo de un tambor golpeado frenéticamente por un músico bastante entusiasmado, a tal punto que la mujer portadora de la armadura de Afrodita, no podía analizar con exactitud lo que estaba pasando en el campo de batalla. No entendía a su enemigo, y sentía que no iba a poder hacerlo ni porque pasara una eternidad encerrada con él escuchando sus descabellados pensamientos. ¿Dónde estaba toda su arrogancia? ¿Dónde había quedado todo el poder que ostentaba? ¿Acaso había decidido rendirse de la nada? No le encontraba lógica. Simplemente no cabía en su cabeza que el señor de los mares fuera capaz de dejar maltratar su avatar de una manera tan absurda, y menos cuando éste insinuó en las primeras etapas de la batalla, que no importaba cómo ella elaborase su ofensiva. El siempre podría defenderse de todo lo que ella le lanzara.
-¡Si! ¡Lo he logrado! ¡Solomon ya es historia! ¡Al fin podré vivir tranquila sin que su asquerosa presencia me afecte! ¡No más de sus tonterías! ¡Mi venganza está cumplida al fin y no hay nadie que pueda impedirlo! - Pensaba con júbilo la diosa del amor pasional, para luego en un cambio total de emociones, casi tan parecido a la bipolaridad llenarse de pensamientos cargados de incertidumbre y lo que parecía ser, la más grande tristeza jamás experimentada por ella.
Ni siquiera cuando murieron, sus más queridos familiares, la joven llegó a sentirse igual. Porque de pronto cuando murió su madre, ella sabía que fue por causa de un ser maligno que no conocía otra forma de hacer las cosas, y fue la venganza lo reinó en su corazón; cuando murió Samantha, sabía que lo había hecho luchando con todas sus fuerzas sin rendirse jamás y que su asesino había recibido el justo castigo por ello. Y por último… Cuando su padre falleció, el resentimiento contra el mismo fue tan grande, que simplemente la tristeza no cabía en el atormentado corazón de Lydia.
-¿Por qué Poseidón no hizo nada? ¿Es un truco? ¿Qué tal si esta acción fue hecha completamente por Solomon? ¿Acaso ha decidido terminar con su vida porque se dio cuenta de la magnitud de sus muy numerosos pecados? ¡Solomon que has hecho! ¿Por qué no aceptaste mi ayuda cuando te la ofrecí? ¿No sabías que en ese momento hubiese dado todo para que tú no estuvieras como estás ahora? ¿Por qué dejaste que un ser así te poseyera por completo? ¡Mi querido Solomon ahora estás atrapado! ¿Por qué cometiste tantos actos terribles que borraron tu verdadero rostro? Creo que me equivoqué. Tu verdadero rostro quizá es este que me estás mostrando ahora.
Luego de aquellos pensamientos las emociones de Lydia cambiaron y esta vez varias lágrimas amargas resbalaron por sus mejillas. Ni una de ellas reflejaba tristeza, a pesar de que ese sentimiento estaba dando vueltas en su corazón así como muchos otros. ¡No! Esas lágrimas estaban cargadas de ira, rencor y odio, puesto que a ella no le molestaba que el cuerpo de su primo hubiese caído presa de su ataque fatal, sino que le molestaba el hecho de la entidad que controlaba al mismo no hubiese hecho un solo intento por defenderse de aquella lluvia de espinas rojas.
Quizá lo estaba haciendo presumiendo que ella iba a bajar la guardia al verlo así. Que iba a descuidarse por completo, es decir, aún después de que ella demostrase verdadero poder, seguía siendo subestimada. Es que para Lydia la posibilidad de que Poseidón estaba jugando con ella, era tan real como el hecho de que Solomon se estuviera auto-castigando. En ese momento esas dos opciones formaban parte de sus más profundas y sinceras convicciones, y era por eso que no iba a permitirse caer en ese teatro barato.
-¿Está muerto de verdad? No me lo creo así tan fácil es absurdo.- Lydia dijo esto en voz baja y por primera vez en varios minutos se movió dando dos pasos hacia adelante para percibir con claridad el olor de la sangre de su primo regada en suelo, no sólo a causa de sus espinas, sino a causa de algo más: Un ovillo de cadenas que salía del suelo y que atravesaban en punta el contenedor del alma del señor de los mares. No había dudas de ello, Poseidón no era más que basura olímpica. Así como fue el causante de la desgracia de Medusa, ahora estaba siendo el causante de de la desgracia del hombre al que ella había amado desde su juventud; sin embargo no era a esa deidad a quien ella quería castigar, sino a su primo, por quien sentía en esos momentos, compasión, amor y odio.
-No puede ser… Hay tantas cosas que quiero preguntarle a este traidor… Tantas cosas que deseo decirle en la cara y… ¡Poseidón lo está haciendo agonizar!- Lydia se enfureció de nuevo y palideció un poco al acercarse lo suficiente como para ver la extensión del charco de sangre. No había duda, Solomon iba a morir en cualquier momento, y quizá Poseidón iba a obtener al fin otro cuerpo. Uno que tal vez no cargara con tantas cosas oscuras y ruines como el que ahora poseía. Aunque la posibilidad de que el rey de los peces fuera sellado en ese lugar, por un acto de arrepentimiento final de su primo, también era algo que la ex –princesa de Roma tenía en consideración. Así que al no estar segura por completo de lo que pasaba la deidad se detuvo a la mitad del camino hacia donde estaba el casi exánime cuerpo del emperador de Roma.
-¡Así termina el traidor más grande de todos los tiempos!- La diosa del amor y la lujuria levantó la vista hacia el cielo y observó el cambio en el mismo. Habían pasado tanto tiempo en esa pelea, que ya había anochecido.
Y al parecer el truco de la “agonía” de Solomon estaba tan bien elaborado, que hasta los efectos del cosmos de éste sobre el firmamento desaparecieron, dejando ahora el paso a un cielo estrellado donde se observaba a la luna como mudo testigo de lo que iba a ocurrir en ese lugar, desplazando por mucho a venus, quien apenas si se veía con un brillo débil bastante minúsculo, mucho menor que el de las estrellas a su lado.
Para la parte meramente humana de Lydia su venganza estaba casi completa. No importaba si ya no podía preguntarle lo que quería saber, porque esas cosas como los motivos por los que traicionó a Roma siendo el amante de la emperatriz, o por qué razones la culpó de algo que ella no era responsable; le importaba tanto como a su parte divina el por qué Poseidón había decidido atacarla. Si bien era cierto al inicio de la batalla todas estas cosas eran importantes para varias partes, ahora sencillamente no significaban nada, porque lo único que deseaban era que esos dos seres desaparecieran y dejaran de estorbarles. Es que al final de cuentas era sabido que en este mundo hay preguntas que jamás deben ser formuladas porque su respuesta jamás debe ser dicha o escuchada.
-Y pensar que te amé tanto senador estúpido y necio. ¡No! Yo he sido más necia que tú al permitirme amar a un vendido como tú. ¡Es que estaba todo claro! ¡Tú querías el trono de mi padre! Diva no pudo haber pensado el envenenar a mi madre ella sola, seguro tú le diste la idea. ¡Tú eres el cómplice del asesinato de mi madre!- Lydia dijo eso dejando exteriorizar al fin todos sus sentimientos humanos, todo aquello que tenía guardado hace tanto tiempo y que ahora planeaba decir aunque no fuera Solomon quien lo estuviese oyendo. No podía negarlo.
Desde que supo que él era el amante de Diva, se le pasó por la cabeza de que su plan para obtener el poder era hacer que la egipcia asquerosa subiera al poder para tener una especie de ventaja. Ventaja que valga la redundancia le ayudaría a ascender al trono en cuando su padre muriese, lo cual no era muy lejano con las constantes guerras a las que se marchaba siempre. En conclusión, aunque no quisiera no podía evitar sentir que él había tenido mucho que ver con ese suceso, aunque también sentía por ahí que talvez en ese punto se estaba equivocando.
-¡Tú! ¡Escondido bajo esa máscara de pacifista, de chico triste y mirada amable! ¡Todo eso era una mentira! Una coraza bien hecha para fingir ante los demás, pues sólo tus hermanos conocían tu verdadero ser y fui tan ciega que no lo creí. Tanta era mi ceguera que fui capaz de pasar días enteros trabajando para regalarte un arco hecho con mis propias manos... ¿Y todo para qué? Para que en cuanto supieras que yo era Afrodita me trataras como una basura y decidieras alejarme de tu vida. No mereces mi tiempo y preocupación… ¡Nunca la mereciste!- Nuevamente la hija del difunto emperador elevó su cosmos con violencia, pero no atacó de inmediato, pues otra vez sus emociones estaban mezclándose otra vez.
Con evidente tristeza la mujer de los cabellos largos bajó la vista para que no fuera tan evidente el aumento de sus lágrimas y por unos segundos contuvo su respiración para evitar llorar amargamente, luego un suspiro salió de sus labios y al fin la ex –princesa de Roma estuvo lista para portarse como tenía que hacerlo de una vez por todas.
Ya ese sentimentalismo que la llevaba a lamentarse por cosas como el pasado tenía que acabar de manera definitiva, por lo que con un ataque más Lydia decidió que todo tenía que terminar. En cuanto levantó su vista, la mujer que portaba la armadura de Afrodita regresó a su ubicación inicial, pues quería tener un mejor sitio para ver el panorama maravilloso que iba mostrarse frente a ella.
-JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA- Una risa histérica salió de los labios de la diosa haciéndola parecer bastante loca, por aquellos cambios tan marcados de humor. Había que ver la forma frenética en la que la joven se contorsionaba tratando de contener su risa desquiciada, pero finalmente aquel acto de histeria terminó y Lydia regresó a su estado normal. Al fin todo el torbellino de emociones que había experimentado al observar el cuerpo de su primo manchado de sangre, había desaparecido para dar paso a la sensatez. La diosa del amor pasional había hecho que reinara la cordura y todo rastro de tristeza desapareció. Tal y como ella lo dijo en un principio, no tenía planeado demostrar piedad contra ese hombre. Y el tiempo que estaba pasando junto a él se estaba prolongando demasiado. Erahora de que él partiera al otro mundo.
-De verdad eres ingenuo Poseidón- Dijo la hija del anterior emperador de Roma una vez que recuperó la compostura.- Y pensar que casi haces que caiga en tu trampa. Seguro planeabas que me acercara a tu cuerpo maltrecho para que aquellas cadenas negras me traspasaran también a mí. Pues te lo digo de una vez, esas tonterías no funcionan conmigo. ¿Para qué habría de acercarme al hombre que aplastó mi corazón con su indiferencia, y no contento con eso lo arañó y lanzó lejos en el acto de rechazo más grande que he visto? ¡Tendría que estar loca para hacer tal cosa!- El cosmos de Lydia se elevó mucho más y una lluvia de corazones fucsia empezó a caer del cielo y poco a poco cubrieron casi toda la extensión del campo de batalla, obviando el sitio donde la diosa del amor pasional se encontraba observando.
Los escombros levantados por los corazones rosa empezaron a explotar y a esparcir sus restos al lado del cuerpo perforado del emperador de Roma sin tocarlo aún. Pero Lydia sabía que era cuestión de tiempo para que terminaran quemando aquel montón inútil de carne y huesos que antes daba a forma a lo que fue su primo adorado. Sin embargo como estaba claro que ella quería que su enemigo desapareciera para siempre de la faz de la tierra, la diosa decidió poner fin a todo lo que se estaba llevando a cabo. Y fue así que sin pensarlo mucho, la deidad apuntó el dedo índice de su mano derecha hacia donde estaba el rubio cubierto de sangre, una esfera bastante grande de cosmos rosado salió disparada contra el mismo, seguida de otras dos.
-Es hora de que el pasado desaparezca en este lugar. Porque no hay otra forma de que pueda regresar al lado de Mauritius, sino es deshaciéndome de todo lo que conlleva tu existencia… Mi odiado primo Solomon Julai, haces bien en permitir que yo sea tu némesis, ya que si quieres purgar tus pecados antes de morir, bastante te ayudo yo al imponerte mi penitencia. Penitencia con la que borraré tu existencia como borran las olas del mar lo escrito sobre la arena. Poseidón tu arrogancia ha sido la culpable de la caída que protagonizarás hoy... Vas a pagar el precio de tu orgullo siendo sellado por mí.
Lydia desvió la mirada hacia el lado derecho y esperó que su lluvia de corazones incandescentes terminase, porque el polvo formado por los mismos al caer al suelo estaba formando una cortina espesa que no le permitía ver lo que estaba pasando en frente. Eso podría quizá representar un problema grave para la princesa, pues su enemigo podría intentar hacer algo; sin embargo al ver el estado del cuerpo de Solomon, la mujer de los cabellos negros no se preocupó tanto. Sólo se mantuvo quieta escuchando cada sonido producido por su lluvia de meteoritos en forma de corazón hasta que esta hubo terminado. Ahora sólo tenía que esperar la acción de la brisa nocturna se llevara poco a poco la cortina que impedía que ella viera el cuerpo calcinado de su primo.
No había bajado la guardia, ni nada parecido, ella siempre desconfiaba de cosas como las que estaba haciendo el rey de las profundidades del mar, sólo estaba actuando sabiamente, pues no veía la necesidad de gastar más energía de la debida con alguien como él. Poseidón había hecho mal en ir a buscarla, porque al tener de avatar el cuerpo de su primo, ella no iba a demostrar piedad. Ese amor puro que ella había sentido por él, no era más que historia. Un cuento viejo que ya no valía la pena contar. Y por lo tanto no la detenía para lastimarlo o desaparecerlo haciendo uso exclusivo de su poder.
La verdad acerca de si Lydia había decidido acabar con Poseidón para ayudarse a sí misma a tener el poder, o para ayudar a su amante quien fue el primer blanco de esa deidad, es algo que sólo ella sabe y que como narradora pienso debe ser tocado en otro momento, pues aquí solo se debe determinar qué: Lydia pudo haber amado a Solomon con todas sus fuerzas, con todo su corazón, con toda su alma; sin embargo su orgullo herido, odio infinito e ira incontrolable influyeron por completo en el momento en el que ella tuvo que elegir. Y su elección fue dejar en el pasado aquellos momentos de felicidad que había pasado con su primo en aquella niñez que pasó por ellos de manera fugaz. Se había quedado eso sí, con muchas ganas de ver a Solomon una vez más, de hecho, algo dentro de su interior le decía que había estado a punto de encontrarle, pero el tiempo se les había agotado a ambos, y ella sabía que lo que había sido el hombre que cautivó su corazón y no correspondió su amor… Ya no quedaba absolutamente nada.
“OFFROL Técnica Utilizada:
‘Penitencia’ ‘
Cuando la diosa del amor eleva su cosmos una gran cantidad de corazones fucsia cae del cielo y se estrella contra el campo de batalla en el sitio del enemigo. Como consecuencia de esta caída la tierra es levantada y los corazones se sitúan en el interior de los escombros haciendo que estos exploten y salgan dirigidos contra su contrincante. Por si esto fuera poco los escombros se calientan al contacto con los corazones por lo que ellos mismos son bolas incandescentes que queman todo lo que hay a su paso. En complemento con esto, la diosa para castigar al necio que la enfrentó apunta con su dedo al enemigo y lanza tres esferas de cosmos que aciertan dando un golpe mortal.”
Lydia- Dios/a
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AM - Canto de la Lamia (4900)
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Re: Batalla en los bosques: Afrodita de la espuma Vs Poseidón de los mares
La mujer de los cabellos negros estaba espectante a lo que iba a mostrarle el panorama una vez que la nube de polvo se desapareciera del lugar. No es que dudara de la muerte de su primo, sino que su parte humana aún se estaba preguntando sobre la manera en la que reaccionaría cuando viera a aquel hombre tendido en suelo totalmente sin vida. ¿Lloraría desconsoladamente acaso ante el cuerpo inerte del hombre al que tantas cosas horribles dijo antes de su muerte?
-No lo sé. ¡Maldita sea! Yo nunc planeé matarlo. ¡Se supone que eso lo haría el inútil que tengo por amante!- Contestó con furia la mujer de los cabellos largos ante una pregunta que nadie formuló frente a ella, pero que claramente daba vueltas en su descontrolada mente, pues la imagen del cuerpo inerte de Solomon se mostró ante sus ojos. Las cadenas que antes estaban sosteniendo aquel cuerpo sin vida, habían desaparecido por la fuerza de su ataque; sin embargo la figura del senador estaba totalmente normal. Parecía que Poseídón había usado lo poco que quedaba de ese poder suyo para conservar el aspecto del enemigo de la diosa.
-El muy maldito lo ha hecho para enfadarme aún muerto. El sabía la respuesta aún cuando yo no se la contesté...
Lydia dijo esto y avanzó con absoluta parsimonia hasta el cadáver del que una vez fue su primo más querido. No se podía negar que daba pena la manera en la que se mostraba el hombre aún en ese momento. Su cabello había quedado pintado de ese raro color que no era con el que había nacido. Sus ropas estaban chamuscadas y ahora sólo eran una capa gruesa de ceniza que cubría la desnudez de aquel desamparado ser. Incluso Afrodita con todo lo que había pensado de Solomon, se sintió capaz de compadecerse de ese estado deprimente por el que ahora pasaba su primo.
-Supongo que a final de cuentas estarás con ella en el infierno. Espero te guste estar en ese lugar.- La deidad del amor pasional elevó su cosmos rosado y puso su mamo por encima del sitio donde estaba ubicado el montón de carne y huesos de quien antes fue en vida, su primo más amado. No importaba cómo fuera la cosa, para Lydia el recuerdo de aquel senador de las orbes azules e indiferentes a ella como el océano más congelado del mundo; iba a ser imposible de borrar, pues aunque amara a Mauritius igual que su parte divina, el amor que sentía por ese muerto era uno que tenía la sospecha era capaz de traspasar el tiempo y la muerte.
-Tendrás el entierro más digno del que puedas merecer. Serás llevado ante los ojos de la mujer más dulce y buena del mundo para que te dé su último adiós. Ese será mi acto más benevolente hacia ti. Es más de lo que tú alguna vez si quiera pensaste en hacer por mí.
Una vez dicho esto, el cosmos rosado de la ex - princesa de Roma bañó el cuerpo del difunto emperador de Roma y lo hizo brillar con una luz rosada, la cual al disiparse mostró al que fue recipiente de Poseidón luciendo un elegante atavío. Tal y como el príncipe que el pudo haber llegado a ser un día si su estupidez no le hubiera nublado el juicio.
-Todo fue tu culpa y lo debes saber... ¿Si tu eres el culpable por qué me siento tan triste? ¡Qué horrible Solomon! ¿Cómo pudiste hacerme esto? Yo... ¡Ya no importa! Estás muerto y no puedo hacer nada.- La hija del difunto emperador cayó de rodillas al lado del cuerpo del senador más inútil del mundo y en un impulso poco lógico y bastante traído de los cabellos acercó su rostro al de ese hombre con el fin de besarlo. Al fin ese sueño que ella tenía acerca de poder probar el sabor de un beso por parte de ese hombre iba a verse medianamente realizado por algo que no se acercaba para nada a ello, pero que bien podía ser tomado como algo máximo por alguien conformista.
-No... Las cosas se hacen en vida. Si yo hubiese querido de verdad lo hubiese intentado por otros medios. Mi orgullo ganó de todas formas al final.- La mujer de la armadura rosada dijo esto centímetros antes de besar los labios de su difunto primo y puso su mano derecha en sentido vertical sobre los labios del mismo. Acto seguido acercó su boca hacia el sitio donde estaba ahora tapada la boca de quien fuera su primer amor, y besó su piel blanca con los ojos cerrados. Sencillamente ya no deseaba saber lo que se sentía, o lo que pudo haber sentido, después de todo no se sentía bien besar a un muerto.
-Y me quedé con ganas de verte otra vez... Seguro si hubiera corrido más a prisa te hubiera podido encontrar segundos antes de que te convirtieras en algo que dista mucho de ser lo que fuiste una vez. Definitivamente no ibas a volver, así que ya no hay nada qué hacer. Del hombre al que le regarlé el arco hecho con mis propias manos no hay absolutamente nada. Y pensar que hace mucho tiempo quise encontrar gracia ante tu mirada... ¿Todo para qué? Nunca tuvo sentido si al final ibas a terminar así.
Decía la mujer a alquien que ya no la podía escuchar más, mientras se incorporaba y hacía brillar su cuerpo para desaparecer la armadura y dar paso a un vestido de color morado en señal de luto por la muerte de aquel ser, pues no porque hubiera discutido con él y le hubiera dicho todas esas cosas horribles ella no iba mostrar su tristeza y su arrepentimiento por no haber impedido que las cosas tomaran ese rumbo. Por mucho que ella quisiera negarlo tenía que aceptar que definitivamente ellal pudo haber hecho alguna cosa si hubiera querido.
-Algo bueno saldrá de esto. Poseídón se lo pensará mucho antes de meterse en mi camino. Ese desgraciado va a aprender a atacar por lo menos una vez en combate y a no menospreciarme nunca más.- Lydia le dio la espalda al cuerpo de Solomon y secó la única lágrima que recorría su mejilla derecha. Ya era demasiado tarde y la noche había marcado ya el final de ese capítulo de su vida de manera definitiva.
-Quedarás en mi reino hasta que te vea Sophía. Si ella llora demasiado haré lo posible para conservar tu cuerpo y evitar se pudra debajo de la tierra. Adiós para siempre Solomon... El indigno emperador de Roma que jamás pudo encontrar la cordura aún despúes de saber la extensión de sus pecados.
Lydia cerró sus ojos e hizo brillar otra vez el cuerpo de quien en vida fue su amor imposible y lo hizo desaparecer. Una vez que esto sucedió, la ex - princesa de Roma caminó hacia otra dirección del bosque en donde podía sentir ya los cosmos de dos seres a los que tenía que ver de manera urgente. Aún había muchas cosas para hacer y el tiempo era lo que menos le estaba sobrando para completarlo todo. Ahora que su pasado estaba muerto, o por lo menos bien encriptado en lo más oscuro de su mente, podía regresar al lado de Mautius, quien al parecer no había querido acercarse a ese lado del bosque donde ella estaba pelando contra su hermano... ¿Por qué motivos no había ido a buscarla? ¿No fue suficiente el desplante que le había hecho frente a sus primos? Fuera lo que fuera ella iba a averiguarlo pronto.
-No lo sé. ¡Maldita sea! Yo nunc planeé matarlo. ¡Se supone que eso lo haría el inútil que tengo por amante!- Contestó con furia la mujer de los cabellos largos ante una pregunta que nadie formuló frente a ella, pero que claramente daba vueltas en su descontrolada mente, pues la imagen del cuerpo inerte de Solomon se mostró ante sus ojos. Las cadenas que antes estaban sosteniendo aquel cuerpo sin vida, habían desaparecido por la fuerza de su ataque; sin embargo la figura del senador estaba totalmente normal. Parecía que Poseídón había usado lo poco que quedaba de ese poder suyo para conservar el aspecto del enemigo de la diosa.
-El muy maldito lo ha hecho para enfadarme aún muerto. El sabía la respuesta aún cuando yo no se la contesté...
Lydia dijo esto y avanzó con absoluta parsimonia hasta el cadáver del que una vez fue su primo más querido. No se podía negar que daba pena la manera en la que se mostraba el hombre aún en ese momento. Su cabello había quedado pintado de ese raro color que no era con el que había nacido. Sus ropas estaban chamuscadas y ahora sólo eran una capa gruesa de ceniza que cubría la desnudez de aquel desamparado ser. Incluso Afrodita con todo lo que había pensado de Solomon, se sintió capaz de compadecerse de ese estado deprimente por el que ahora pasaba su primo.
-Supongo que a final de cuentas estarás con ella en el infierno. Espero te guste estar en ese lugar.- La deidad del amor pasional elevó su cosmos rosado y puso su mamo por encima del sitio donde estaba ubicado el montón de carne y huesos de quien antes fue en vida, su primo más amado. No importaba cómo fuera la cosa, para Lydia el recuerdo de aquel senador de las orbes azules e indiferentes a ella como el océano más congelado del mundo; iba a ser imposible de borrar, pues aunque amara a Mauritius igual que su parte divina, el amor que sentía por ese muerto era uno que tenía la sospecha era capaz de traspasar el tiempo y la muerte.
-Tendrás el entierro más digno del que puedas merecer. Serás llevado ante los ojos de la mujer más dulce y buena del mundo para que te dé su último adiós. Ese será mi acto más benevolente hacia ti. Es más de lo que tú alguna vez si quiera pensaste en hacer por mí.
Una vez dicho esto, el cosmos rosado de la ex - princesa de Roma bañó el cuerpo del difunto emperador de Roma y lo hizo brillar con una luz rosada, la cual al disiparse mostró al que fue recipiente de Poseidón luciendo un elegante atavío. Tal y como el príncipe que el pudo haber llegado a ser un día si su estupidez no le hubiera nublado el juicio.
-Todo fue tu culpa y lo debes saber... ¿Si tu eres el culpable por qué me siento tan triste? ¡Qué horrible Solomon! ¿Cómo pudiste hacerme esto? Yo... ¡Ya no importa! Estás muerto y no puedo hacer nada.- La hija del difunto emperador cayó de rodillas al lado del cuerpo del senador más inútil del mundo y en un impulso poco lógico y bastante traído de los cabellos acercó su rostro al de ese hombre con el fin de besarlo. Al fin ese sueño que ella tenía acerca de poder probar el sabor de un beso por parte de ese hombre iba a verse medianamente realizado por algo que no se acercaba para nada a ello, pero que bien podía ser tomado como algo máximo por alguien conformista.
-No... Las cosas se hacen en vida. Si yo hubiese querido de verdad lo hubiese intentado por otros medios. Mi orgullo ganó de todas formas al final.- La mujer de la armadura rosada dijo esto centímetros antes de besar los labios de su difunto primo y puso su mano derecha en sentido vertical sobre los labios del mismo. Acto seguido acercó su boca hacia el sitio donde estaba ahora tapada la boca de quien fuera su primer amor, y besó su piel blanca con los ojos cerrados. Sencillamente ya no deseaba saber lo que se sentía, o lo que pudo haber sentido, después de todo no se sentía bien besar a un muerto.
-Y me quedé con ganas de verte otra vez... Seguro si hubiera corrido más a prisa te hubiera podido encontrar segundos antes de que te convirtieras en algo que dista mucho de ser lo que fuiste una vez. Definitivamente no ibas a volver, así que ya no hay nada qué hacer. Del hombre al que le regarlé el arco hecho con mis propias manos no hay absolutamente nada. Y pensar que hace mucho tiempo quise encontrar gracia ante tu mirada... ¿Todo para qué? Nunca tuvo sentido si al final ibas a terminar así.
Decía la mujer a alquien que ya no la podía escuchar más, mientras se incorporaba y hacía brillar su cuerpo para desaparecer la armadura y dar paso a un vestido de color morado en señal de luto por la muerte de aquel ser, pues no porque hubiera discutido con él y le hubiera dicho todas esas cosas horribles ella no iba mostrar su tristeza y su arrepentimiento por no haber impedido que las cosas tomaran ese rumbo. Por mucho que ella quisiera negarlo tenía que aceptar que definitivamente ellal pudo haber hecho alguna cosa si hubiera querido.
-Algo bueno saldrá de esto. Poseídón se lo pensará mucho antes de meterse en mi camino. Ese desgraciado va a aprender a atacar por lo menos una vez en combate y a no menospreciarme nunca más.- Lydia le dio la espalda al cuerpo de Solomon y secó la única lágrima que recorría su mejilla derecha. Ya era demasiado tarde y la noche había marcado ya el final de ese capítulo de su vida de manera definitiva.
-Quedarás en mi reino hasta que te vea Sophía. Si ella llora demasiado haré lo posible para conservar tu cuerpo y evitar se pudra debajo de la tierra. Adiós para siempre Solomon... El indigno emperador de Roma que jamás pudo encontrar la cordura aún despúes de saber la extensión de sus pecados.
Lydia cerró sus ojos e hizo brillar otra vez el cuerpo de quien en vida fue su amor imposible y lo hizo desaparecer. Una vez que esto sucedió, la ex - princesa de Roma caminó hacia otra dirección del bosque en donde podía sentir ya los cosmos de dos seres a los que tenía que ver de manera urgente. Aún había muchas cosas para hacer y el tiempo era lo que menos le estaba sobrando para completarlo todo. Ahora que su pasado estaba muerto, o por lo menos bien encriptado en lo más oscuro de su mente, podía regresar al lado de Mautius, quien al parecer no había querido acercarse a ese lado del bosque donde ella estaba pelando contra su hermano... ¿Por qué motivos no había ido a buscarla? ¿No fue suficiente el desplante que le había hecho frente a sus primos? Fuera lo que fuera ella iba a averiguarlo pronto.
Lydia- Dios/a
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