[Villa Vallis Mellitus] Jardines, Prados, Plantaciones, Viñedos...

Buscó en el morral algo que sirviera de tapón para el sangrado, encontró un trozo de tela con el cual tapo el orificio nasal, inclinó la cabeza hacía atrás intentando que la leve hemorragia se detuviese, de pronto la voz de la joven que emanaba el cosmos cálido de la diosa Athena la distrajo de lo que hacía provocando que se cayera la tela que impedía que la sangre siguiese corriendo, la sangre ciertamente había parado pero dejaba un leve marcado rojo en la piel y ropas de la lemuriana.
- A si estoy bien - dijo mientras se pasaba una mano por el cabello quitando algunos mechones rosas, sin darse cuenta que dejaba a la vista los dos puntitos de su frente sin cejas, sacó de su morral una botella la cual abrió y vació parte de su contenido en otro trozo de tela para limpiarse el rostro - Disculpe mi abrupta intromisión señorita - dijo dirigiéndose al lugar en donde se hallaba la joven pelirroja oculta, la lemuriana veía aquello con curiosidad, pero seguramente se estaría escondiendo de alguien o algo – Etto ¿por qué se oculta? – pregunto de curiosa como si se tratase de una niña pequeña, mientras se acomodaba para mezclarse con el pasto evitando ser vista por los trabajadores de aquel lugar, que si la pillaban de seguro la echarían por ser una intrusa en aquellas tierras aunque solamente había llegado por la presencia de cosmos y su búsqueda.

El pasto rozaba la piel de la lemuriana provocando leves cosquilleos los cuales ignoro, miró al cielo despejado todo era demasiado tranquilo hasta ahora, la voz de la joven pelirroja se hizo presente la escuchó atentamente mientras la observaba entre la hierva "Así que era eso" pensó para misma, si bien estaba acostumbrada a la libertad que tenía en lemuria porque hombres y mujeres son iguales, le costaba acostumbrarse a la idea de que Roma pudiese ser así de reprimido con las mujeres, sus pensamientos se detuvieron al escuchar nuevamente a la joven.

- Si estoy bien, es muy común que me pasen estos pequeños accidentes - dijo sonriendo, ya estaba acostumbrada a esas peripecias del destino, pero de seguro era porque es despistada generalmente - mi casa queda muy lejos, dudo que me pudiese ayudar a regresar a ella- se sentó con cuidado de mantener su cabeza a la misma altura que el alto pastizal - primero debo de cumplir lo que me encomendaron y después no sabría decirle que debo hacer - sonrío ante lo último, aquella muchacha era quien ella creía su energía la tranquilizaba, se percató de la mirada de la joven hacía su frente arregló su cabello con rapidez - las marcas son herencia de mi pueblo - dijo a la joven de cabellos rojos, estaba segura de que esa joven era la reencarnación de Athena, pero no quería alarmarla ni asustarla debía de ser cauta y pensar bien sus palabras - de hecho desde tiempos inmemorables en Lemuria hemos tenido estas marcas símbolo de nuestro linaje, pero nunca he entendido el significado de ellas - termino su frase con tranquilidad, si bien tenía curiosidad debía calmarse y no dejarse llevar como siempre hacía, aunque sin darse cuenta dijo el nombre del lugar del cual provenía.

Una leve brisa mecía lentamente los cabellos de la lemuriana, seria más fácil no estuviese escondida pero debía de estarlo, la voz melodiosa de la joven pelirroja se hizo notar nuevamente, Enya asintió con la cabeza ante el comentario realizado y la muró curiosa mientras la joven se sonrojaba por haber sido pillada.
- No es que quiera ocultarlas - dijo mientras arreglaba su cabello mostrándole como lo echaba para atrás y este nuevamente volvía a cubrir su frente por si solo - mi cabello tiene vida propia, por lo general parece un nido de pájaros - dijo sonriente mientras que de la nada un par de pajaritos se posaban en su cabeza mientras estos trinaban alegremente - ve a lo que me refiero - puso una cara de molestia la cual no le duró mucho, ya que la sonrisa afloró nuevamente en sus labios, la voz de la joven se mostraba impresionada sobre lo referente al origen de la lemuriana, las preguntas se hicieron presentes.
- Si soy de Mu - sonrió para luego sacar un mechón de cabello de su rostro - sobre las habilidades con los metales aún me falta un poco de práctica ya que requieren sangre las creaciones para darle vida al metal, dependiendo de lo que se quiera hacer dependerá de la cantidad de sangre - dijo recordando los entrenamientos que tuvo referente a ello, en los cuales casi muere de no ser porque su maestro detenía las hemorragias, sacudió la cabeza al recordar eso - toda creación que hacemos tiene parte de nosotros, le damos la vida agradeciendo la ayuda que nos otorga - la mirada de la lemuriana se torno cálida con el hecho de recordar lo que había creado por primera vez, el sacrificio de dar sangre para dar vida valía la pena para ella, miró a la joven pelirroja la cual se presento - me llamo Enya, un gusto Sophia - dijo con calidez mientras sonreía los pajaritos aún seguían en su cabeza gorjeando.

Con cuidado la lemuriana tomo a una de las aves entre sus manos, el ave no se molesto ni intento escaparse, sino que se quedo mirando a ambas muchachas curiosa, la brisa nuevamente meció los cabellos rosas de la lemuriana, lo recuerdos de su tierra natal afloraban en su mente desde que fue pequeña fue preparada para luchar y aprender a trabajar los metales, ella siempre trataba de escaparse del entrenamiento pero nunca lo lograba porque su maestro era experto en poner paredes de cristal alrededor de ella impidiendo que escapara corriendo o transportándose, al final entrenaba sin chistar tratando de hacerlo lo mejor posible para que la dejaran salir pronto, sonrió un poco al terminar de recordar eso, con el paso de los años había dejado de intentar escapar y hacía caso, si no fuera por eso ella no estaría en Roma sino seguiría en Lemuria, la voz de Sophia la sacó de sus pensamientos.
- Gracias Sophia - dijo mientras tomaba el colgante que estaba oculto bajo la tela de su ropa, la imagen que esta hecha con metales era la diosa Athena aunque los romanos la llamaran Minerva - Lo pensaré bien - sonrió para luego agarrarse el estómago el cual comenzó a rugir ruidosamente, no se había dado cuenta del hambre que tenía, puesto que la emoción de estar cerca de quien buscaba distraía su mente y cuerpo, claro hasta que su estómago se comenzara a quejar por la falta de alimento, su rostro se torno rojo por la vergüenza que sentía en aquellos momentos.

La voz de una mujer gritando el nombre de Sophia sacó a la lemuriana de sus cavilaciones, la joven pelirroja tras escuchar esto se despide de Enya y da un pequeño salto mientras descendía por la colina, la lemuriana cambio su expresión de sorpresa a una relajada, lanzó un suspiro fuerte mientras se acomodaba el cabello, con cuidado toma al otra avecilla colocándola cerca de la otra con cuidado ambas se quedaron viendo a la joven un largo rato para luego alzar el vuelo hasta la copa de un árbol, Enya se levanta con cuidado de que no la viesen los trabajadores de la villa, si bien eran campesinos no quería provocar alboroto innecesario en aquel lugar. Caminaba agachada entre los pastizales hasta llegar al árbol en el cual tenían su nido las avecillas, el árbol era un manzano del cual se podían ver manzanas rojas colgando de sus ramas, con cuidado se trepo hasta llegar a una rama en la cual comenzó a moverse con cuidado de no caer, llegó cerca de la manzana y la sacó, pero al sacarla la rama crujió quebrándose llevando a la joven al suelo estrepitosamente, por suerte en aquel momento los trabajadores se encontraban lejos y no escucharon nada, con cuidado se levantó tomando su premio, pero antes de darle una mordida cayeron encima de ella varias manzanas más, las tomo con rapidez y guardo en su morral, para luego levantarse con cuidado revisando que todo estuviese en su lugar y comenzar a caminar sin rumbo alguno.

Y surcando una sonrisa seca, Alessa a lo lejos observaba el espectáculo que daba Astrid con su mera presencia, sus harapos denigrantes daban la facha de una agresión y su rostro opaco lo remarcaba; inhalando el aromatizante de ensueño que infestaba en ambiente, aquella mujer camino entre los viñedos para así opacar su presencia ante la plebe hogareña, mientras que e cautela seguía con su ojo derecho las acciones de su hermana de reino. Y cuando se disponía a salir y destrozar el lugar, como mero propósito de juego un hombre se acercó confiadamente hacia Astrid, Alessa detuvo su paso y se escondió entre la oscuridad del derredor, observando en mero silencio las venideras actitudes, dicho caballero le tomaba el hombro y le cuestionaba de que si era Astrid, a lo que sonriendo y carcajeándose con exagere y cuando se disponía a interrumpir tan patético encuentro, las palabras que salían de su hermana le impidieron el continuar con sus propósito maliciosos.

Quedando de nuevo envuelta entre la oscuridad con en un total mutismo, tan solo presencio de aquella escena de reminiscencias, queriendo a cada segundo interrumpir y destrozar el lugar, como una mera niña malcriada jugando a ser dios, pero sus suspiros apaciguaban su alma enviciada por el caos y la destrucción; recargándose entre un árbol esta cruzo sus extremidades y levemente alzo su cosmos para que Astrid supiera que Alessa ya había llegado a la escena, esperándola con cautela para continuar con su propósito primordial, mientras comenzaba a manipular el viento del lugar, generando que alrededor de aquellas dos silueta toda fauna se marchitara en cuestiones de segundo, pues su aburrimiento comenzaba a brotar entre su ser hiperactivo.

Alessa en silencio atestiguaba aquella reminiscencia de su hermana, bajando el rostro y amansando la ventisca de su alrededor, con tranquilidad se sentó, en si, Alessa se había dado cuenta, que no era tan feroz aquella estrella infernal orgullosa, después de todo era lógico que aun no se desapartaba de su lado humano, aquello que no mu y tardando lo tendría que hacer y causaría su soledad completa; pues su armadura aun no le acompañaba, y aunque para la pereza andante, eso le asqueaba en cierta manera, pues de su humanidad se había despojado al momento se firma pacto con el pedazo de metal cristalino color índigo; relamiendo sus grueso labios, simplemente observó su alrededor, no quería interrumpir el adiós amargo de Astrid, por lo que trataba de distraer su vista y su mente de aquella escena solo para dos… era claro que ya era momento de que ella partiera, de dejarle vivir efímeramente con comodidad, por lo que repasando su manos entre su delgados cabellos azulados, Alessa con mutismo se levantó del suelo húmedo, inhalando el aroma de su alrededor, esta se daba media vuelta y apagaba su cosmos, como signo de entendimiento entre las estrellas terrenales.

Dando un insonoro suspiró, mientras aquella pensaba para si misma:

¿Y ahora que voy a hacer?… no conozco a esa supuesta Perséfone y aun mas gracioso en mi otra era tampoco no se de su cosmos ni su aroma, de su poder ni su sonrisa… pero… ¿por que me esta llamando la atención aquellos girasoles que se esbozan entre los costados del los establos?… tan insípidos de color amarilló y un centro oscuro lleno de ira… me encanta…

Y surcando una sonrisa aquella se alejaba sin ni siquiera percatarse de lo consiguiente que hacia Astrid y su caballero.