[Villa Rodorio] Plaza

Esperé con paciencia por sus respuestas, me agradó sus entusiasmo pero la sonrisa que les brindaba no era confiada, simplemente no quería poner las cosas a la mala manera, mis sentidos, algo en mi interior me decía que nuestros caminos estarían cruzados, el cosmos ardía en su interior aunque a la vista fuese imperceptible, el no poder verlos y tener que sentirlos en toda su forma y presencia me permitía ver esa luz marcándolos, pero era tenue e inestable. Dependería de los tres lograr sacar algo de ello.

Ioros se separó unos momentos para ocuparse de despedirse de sus compañeros, me pareció adecuado, no era un lugar para soldados romanos, no deseaba tener que andar de niñera asegurándome que no trajesen problemas a Rodorio. De todos modos planeaba dejarlo bajo custodia de los guardias del santuario en el pueblo, mas que ofrecerles pasear y descansar en la posada no podía darles nada más. Me pareció correcto y responsable de parte del joven, ocuparse de ello, pues era de su incumbencia mas que de la mía.

Una vez que quedamos los tres comencé a guiarlos por las calles de Rodorio, me acerqué a acariciar al caballo del joven mientras caminábamos, me agradaban los animales estaba acostumbrada a que fuesen mis amigos de los tiempos en las calles y en los bosques, su tranquilidad y su forma cariñosa eran una compañía inigualable, pero eso no era cualquier animal y debía tratar con cuidado después de todo era amaestrado por una persona. Quise que primero vieran el lugar al cual habían ido a parar, que presenciasen la vida y el espíritu positivo que reinaba en las calles de aquel pueblo precario pero feliz. Esa ciudad era como un mundo aparte a la realidad que conocía el mundo, allí la gente sonreía y se llevaba bien con todos. No daban mala cara a nadie, ni siquiera a alguien plagado de heridas, recordé el primer día que estuve en el pueblo cuando el anciano me arrastro a curarme los nudillos. Era admirable, un paisaje y una población de ensueño.

-Quiero que vean por qué no queremos que entren extraños aquí. Lo que rige el mundo allá afuera, aquí no vale nada, desaparece. Algo tan valioso debe protegerse, y es asimismo la paz y la esperanza de esta gente sobre el bien que le da tanta luz y serenidad a este lugar…Paz, esperanza…¿les suena?- inquirí a medida que continuaba caminando, llegando a la plaza donde los niños jugando y algunos pueblerinos como el viejo Demian me saludaban, la gente sonreía bajo el sol brillante de la tarde. Mis sentidos ya se habían acostumbrado a los alrededores, ya caminaba por esos lugares como si fuesen la tierra que me vio nacer y en la que me crié, la falta de visión ya no me era un obstáculo y de hecho hasta podría ser raro la actitud y las reacciones que tenía para alguien ajeno a conocerme.

Se podía sentir en el aire la calidez, la armonía con la que la brisa acariciaba aquellas tierras, al punto en que me daba gracia pensar que en un comienzo recorrí esas calles con tanta desconfianza. De fondo podía verse las grandes estructuras que ascendían por la montaña.

-Ese es el Santuario de Athena, me temo que no tienen la entrada permitida, allí residen únicamente los guerreros que protegemos el ideal de la diosa. Díganme, ¿saben algo de la historia de Palas Atenea o como en algunas ciudades creo que la llamaban Minerva? – les pregunté utilizando el nombre romano que se le había dado a la divinidad hasta donde recordaba de las historias y los cultistas de los templos, pues tal vez les resultaría mas familiar. Primero tenía que saber que tanto sabían del lugar donde estaban parados, y al mismo tiempo poder destramar sus dudas de una manera menos complicada, desde sus raíces, eso claro si es que decidía que era debido hablarles de una realidad semejante como esa.

Mientras caminaba con lentitud y esperaba por sus respuestas no pude evitar pensar en aquello que Aspros había dicho antes de retirarse y en lo que en un principio había alterado tanto mis sentidos del cosmos. El estremecimiento que sentía en las constelaciones, no era Hades esta vez. Pero ¿por qué el hermano de la diosa sería la amenaza en esta era? Era extraño, ¿Qué sería entonces de Hades y los demás dioses mayores que solían ser quienes tenían desagrado por los humanos? Me preocupaba que los peligros que la aguardaban a la humanidad fuesen mayores y tanto mas feroces que los que las historias ya de por si provocan escalofríos. Debía volverme fuerte, y debía poner mi parte para que el ejército de Athena lo fuese, había mucho por proteger y ni siquiera teníamos la presencia de nuestra guía, nuestra diosa. No deje que me invadiera la frustración, el tiempo relataría nuestros destinos, solo podía mantener la esperanza y la ímpetu.

Pero el tiempo no parecía ser el correcto para dejar volar mis preocupaciones, o tal vez si… Impredecible, si, esa era precisamente la palabra con la cual podría describir lo ocurrido ese día, esos últimos tiempos que pasé en el santuario. Era como si todo fuese diferente, no me sentía la misma y creía por momentos que jamás volvería a ser la Sylvanas que una vez fui. Pero al mismo tiempo comenzaba a preocuparme la posibilidad de estarme perdiendo a mi misma en ese camino que había aprendido. Nuevamente sentía que vagabundeaba hacia un destino desconocido, completamente sola. Tal vez era el espíritu ateniense que se me comenzaba a pegar y no me permitía decaer entre mis miedos y dudas, esa promesa de mantenerme siempre firme y con esperanza. Pero costaba tanto…

Repentinamente me detuve, volteándome con rapidez al haber sentido a través de las vibraciones del suelo una presencia acercándose velozmente hacia nosotros. Tan pronto como me di la vuelta escuché su voz, no había forma que no la reconociera pero aún así me sorprendió un poco el tono de sus palabras, esa confianza e imponencia con la cual nunca antes la había escuchado, pero mi rostro inmutable no reflejaba cuanta cosa pasaba por mi mente en ese momento.

-Seiren…- musité algo vacía, con una frialdad que no podía reconocer en mi misma. En ese instante estaba agradecida de ser ciega. Ver su rostro, sus ojos, pero podía imaginarlos en mi mente así que impulsivamente desvié la mirada. No podía evitar recordar la última discusión. Había estado tan fuera de lugar, y me sentía muy tonta por haber creído que tenía el derecho o la posibilidad de tratarla como mi corazón la quería, como la hermana que soñaba. La realidad era diferente, y no éramos tan unidas, no podía pedir más de lo que tenía. Quería volver a ser como antes, romper con todo apego, porque lo único a lo que llegaba era al dolor y la pena. No quería volver a sentirme destrozada por perder a alguien, no iba a querer a alguien para luego sufrir su ausencia. Me volvía a la cabeza la imagen de mama, de Alde, y el pecho se me compungía. Pero no podía demostrarlo, tenía que ser fuerte y adulta, por que aunque tal vez nunca llegara a ser quien quería y tal vez no pudiese tener la relación que deseaba con Seiren, nunca dejaría de protegerla incluso si iba en contra de su voluntad. Pero eso debía quedar guardado en mi interior, ahora era Tauro, y ese nombre y responsabilidad serían mi nueva vida. La calida brisa que acariciaba al pueblo jugueteo con los cascabeles en mi muñeca, si no convertía esa dulce melodía en un llamado hacia la realidad me terminaría hundiendo en la melancolía, así que tan solo tomé aire y elevé mi rostro poniendo atención a todos.

-No sería una mala idea teniendo en cuenta el apuro con el cual necesitamos a nuestros guerreros. ¿Pero crees que podrían manejar el cosmos sin siquiera entenderlo? No cualquiera puede ser merecedor de ser un protector de Athena o de alcanzar el poder que poseemos. Si no pueden encontrar sus respuestas, no podrán encontrar el camino, solo su voluntad puede despertarlos. Pero tal vez mi forma de ver las cosas no sea igual a la de ellos, muéstrales lo que te propones... ¿Hacia el coliseo entonces?- musité simplemente observando nuestro alrededor, esperando por una respuesta de alguien. Los jóvenes tenían que decidir por ellos mismo, nadie podía forzarles su camino, y pude entender por la actitud que percibía de mi hermana que había encontrado su motivación, y ahora sería seguramente la guerrera seria y responsable que pudiese manejar las cosas por si misma. Tal vez hasta podría aprender algo de ella, pero verdaderamente solo quería estar cerca, aunque doliera y quisiese negarme. No podía…