Bosques y lagos

por Alice Dom Mar 27, 2011 3:19 am

El haber salido de las aguar termales de los Baños Públicos hacían que mi cuerpo cambiara su temperatura para adecuarse a la del exterior de estos, miré el cielo despejado sin ninguna nube que presagiara lluvia o tormenta un pequeño suspiro salió de mis labios con algo de pereza proseguí a caminar con lentitud, un día así de tranquilo daba para dormir sobre el pasto al aire libre o ir a la playa a nadar más no podía descansar no ahora que había encontrado a mi hermana y había estado tan cerca de ella y yo sin siquiera poder decirle que somos hermanas, la frustración paso a ira que lentamente se vio reflejada en el clima nubes oscuras comenzaron a cubrir al astro rey dándole al día un aspecto sombrío y tenebroso como si aquel día alguien fuese a morir o se desatara una batalla.

- Y estaba tan bonito el día - esto salió en un suspiro algo deprimido, aquel ya no era un buen día, la ira desapareció tan rápido como había llegado, mis emociones eran efímeras, pero siempre prevaleciendo la alegría ante todo sonreí - Ya verás hermana te encontraré - la decisión en aquellas palabras dichas por mí me animaron aún más, proseguí mi caminar lento pero seguro aunque la verdad no sabía a donde iba, solamente dejaba que mis pies me guiaran una costumbre que venía trayendo hace mucho tiempo cuando buscaba algo o alguien, en este caso mi hermana melliza Lady así se llamaba mi querida hermana aunque en lo único que nos pareciéramos fuera en la forma de nuestros cuerpos y algo en el cabello el de ella casi blanco en cambio el mío era de un rosado vivo, cuanta ilusión tenía de decirle lo que somos, aunque mi timidez y felicidad nublaron mi oportunidad en los Baños Públicos, bajé mi cabeza recordándome a mi misma que no podía fallar, de pronto comenzó a caer levemente una llovizna que de seguro pasaría así no mas en un rato así que me puse bajo el techo de un local, miré para todos lados no reconocía nada.

- ¿Y ahora dónde estoy? - hice la interrogante al viento sin esperar respuesta me encontraba en un bosque debajo del techo de un local que de seguro sería alguna taberna de mala muerte alejada de Roma, así que mejor salí de mi refugio momentáneo y seguí caminando a pesar de la llovizna - Al menos no puede ser peor - al decir eso la llovizna se transformó en una intensa lluvia, este no era mi día definitivamente me puse debajo de un árbol para protegerme de la tempestuosa lluvia, pero mi refugio no duro demasiado ya que un rayo dio con el árbol quemando su follaje, asustada salí corriendo entre medio de los árboles trastabillando de vez en cuando solamente para llegar a un lago, de mi boca salía vapor de la nada un intenso frío se hizo presente me abracé a mi misma tiritando mirando a todos lados inclusive el cielo que aún lanzaba su furia contra la tierra a través de la lluvia y truenos, el miedo y cobardía se apoderaron de mi ser tanto así que mi cuerpo no me respondió más y caí de rodillas, de pronto un intenso dolor de cabeza hizo que me estremeciera y cerrara los ojos con fuerza mientras que de estos corrían lágrimas.

“Que cobarde eres para ser una mortal, ellos que tanto se jactan de saber levantarse y tú aquí lloriqueando como un bebé porque cayó un rayo eres patética”

Miré para todos lados intentando ver de donde provenía aquella voz, pero no había nadie solamente el sonido de la lluvia y los truenos retumbando en el ambiente.

por Alice Sáb Abr 02, 2011 6:47 pm

Miré para todos lados intentando ver de donde provenía aquella voz, pero no había nadie solamente el sonido de la lluvia y los truenos retumbando en el ambiente, nuevamente cubrí mi cabeza con mis manos el miedo que me invadía era tal que me impedía pensar en algo más el simple hecho de respirar se me dificultaba demasiado, el aire frío llenaba mis pulmones elevando la sensación de miedo, que algo o alguien me observaba no estaba segura de nada en esos instantes un nuevo trueno rompió con su rugido el sonido de la lluvia mi cuerpo tiritó mas fuerte de lo que ya estaba haciendo hace un buen rato.

- Quisiera estar bajo techo - dije sin siquiera pensar en mis palabras el sentimiento de miedo cubría todo pensamiento racional en aquel momento, aunque era verdad quería un techo encima de mí, quería tener una chimenea que calentara mi frío cuerpo y una cama acogedora donde poder descansar no bajo la intensa lluvia que parecía odiarme, me levanté con la cabeza agachada mientras las lágrimas corrían por mis mejillas mezclándose con la lluvia indomable.

“Aún sigues llorando por no tener un techo que te cubra, aprende a que la vida no es color de rosa como pensabas niñita”

Nuevamente la voz de alguien se escuchó en el lugar de nuevo miré para todas partes sin encontrar a nadie hasta que el dolor de cabeza volvió arremetiendo con más fuerza que antes liberé un grito lastimero de dolor intentando de que se fuera comencé a golpear mi cabeza contra el tronco de un árbol cercano, arremetí contra el macizo en contadas ocasiones pero el dolor no cedía es mas incrementaba mientras comenzaban a caer pequeños hilos de sangre los cuales corrían por mi rostro, estos lentamente se congelaban mientras caían no entendía que demonios pasaba solamente quería que el dolor se detuviera.

- Detente por favor - dije lagrimeando con ojos cerrados caminando a penas sin siquiera mirar, tropecé de vez en cuando pero eso no importaba, solamente del dolor era conciente de nada más hasta que pise una charca de agua abrí algo los ojos y me di cuenta que estaba en las orillas de un lago intenté salir de allí, pero mis pies fueron cubiertos primeramente con una ligera escarcha que me permitió dar unos pasos hasta que la escarcha paso a ser un hielo duro, lentamente la lluvia se convirtió en granizo golpeándome con fuerza rasgando la piel ya fría haciendo que cada golpe y herida doliesen el doble de lo normal, el clima estaba en mi contra al igual que mi propio cuerpo el cual ya no respondía a nada estaba inmóvil a mi suerte bajo la inclemencia del clima para morir lenta y dolorosamente, ya no me quedaban esperanzas más que morir.

“Hasta que entiendes tú lugar eres débil y no mereces la vida, te ayudaré niñita a que te sientas mucho mejor”

Esa voz otra vez, no comprendía nada hasta que el dolor de cabeza se volvió insoportable y rápidamente se extendió por mi cuerpo provocando que de mis ojos cayeran más lágrimas pero no eran las normales vi asustada que caía sangre a borbotones de mis ojos luego de esto todo se volvió rojo.

Sus ojos se cerraron con lentitud, su piel se torno más pálida de lo normal la muchacha feliz yacía en los laberintos mentales impuestos por otra entidad que había ganado una batalla por el control de aquel cuerpo, Alice ya no volvería a abrir los ojos sino Zugorosh sería quien de ahora en adelante lo hiciera.

por Alice Vie Abr 08, 2011 1:24 am

Un aura roja cubría al joven cuerpo de una muchacha de cabellos casi blanquecinos que de seguro alguna vez fueron rosa brillante tenían un tono desteñido poco común pero que no hacía que se viera avejentada es más le quedaba bien, lentamente la joven tiesa y de piel tan blanca como el yeso que parecía sumida en un sueño abría sus ojos verdes, en ellos se reflejaban una gran satisfacción por lo sucedido había logrado su objetivo hacer caer a la estúpida dueña del cuerpo, con lentitud movía los pies los cuales aún estaban con el hielo que los cubría por completo, más a ella le daba lo mismo caminó como si nada los cubriera para la muchacha parecía algo totalmente natural.

- Así que esto es lo que se siente tener cuerpo humano - dijo tomando un mechón de cabello manchado con sangre, la cual estaba seca haciendo que el cabello se volviese tieso y que pronto se congelo con su tacto, se sentía algo viva en ese cuerpo si bien se había valido de la inexperiencia de la humana que ocupo a su favor, más la niña que no se dio cuenta si quiera que quien provocaba el clima era ella misma con sus propios miedos a flor de piel su propio cosmos se descontrolaba demasiado por contener a ambas, cosa que aprovechó la dama de la cobardía para llevar a cabo su plan controlar a favor del miedo la psiquis de la muchacha la cual era demasiado feliz para su gusto y por ello presa fácil de sus juegos, había sucedido tal cual había predicho y desde luego era una de sus opciones luego de meditar demasiado tiempo esperando que el cosmos inmaduro de la joven se desarrollase un mínimo aunque fuera, se relamió los labios saboreando la sangre en ellos la tonta niñata había dañado algo el cuerpo pero aquello no importaba ya tenía lo que quería por el momento, era libre y era hora de ver si aún no perdía su toque especial, con un movimiento de sus manos deshizo el hielo de sus pies el cual paso a ser agua elevando su cosmos controlo el movimiento de está hacía el frente de si misma con lentitud lo congeló, le estaba costando algo controlar el cosmos de cuerpo de la muchacha podría haber ganado el privilegio de controlarla en cuerpo y alma, pero le estaba costando controlar su cosmos que era bastante inestable por las dos entidades que vivían dentro de él, pero al estar una encerrada en los laberintos de la mente esto le facilitaba su tarea.

-Más vale que salga esta vez - dijo para sí misma mientras elevaba el cosmos lo más alto que podía en aquel debilucho cuerpo, la concentración era la clave fundamental en el control de cosmos y aún más en su estilo de lucha psicológica, lentamente comenzó a caer agua nieve para luego pasar a ser nieve la cual bajaba lentamente en cada copo de nieve se podía ver el como la luz se descomponía en diversos colores, la dama vio aquello y solamente se limitó a sonreír.

- Interesante habilidad de esta chiquilla - extendió una de sus manos para que cayera en ella algunos copos de nieve que deberían de derretirse al contacto con su piel, pero no lo hacían gracias a su cosmos gélido, con delicadeza lo toma entre sus dedos y en el deja depositado ligeramente su cosmos para luego dejarlo caer, el cosmos puesto en aquel pequeño copo de nieve genera una luz casi cegadora la cual si se multiplicaba por miles podría dificultar una batalla, además de manipular la esencia del agua contenida en estos generando una red de minúsculos copos de nieve con cosmos en su interior, la idea le gustaba demasiado solamente debía aplicarla, la pregunta era ¿Quién sería tan estúpido para prestarse de conejillo de indias?, no tuvo que esperar demasiado al parecer su cosmos había atraído a un visitante inesperado.

por Ada Lun Abr 25, 2011 3:10 pm

Despues de aquella demostracion del terrible poder que Madareth poseia en aquel sitio conocido como el senado, era el momento de seguir con los designios y planes del poderoso dios de la guerra: Ares. Y uno de tales planes era la reunion de cada uno de los componentes del ejercito de Ares, Los berserkers, una casta guerrera que era incomparable con cualquier otra, sedientos guerreros de sangre, con una fuerza, poder y aguante descomunal cada uno de aquellos viles guerreros era capaz de acabar con un ejercito entero por si mismos, pero a la vez son tan orgullosos y egoistas los unos con los otros que no es extraño conocer que la mayoria de aquellos guerreros se ha ganado su lugar en el ejercito de Ares a partir de artimañas, engaños, asesinatos y un sinnumero de actos sin honor, como aquella mujer a quien la señora de la guerra iba a buscar justo en aquellos momentos.

Zugurosh conocida como la cobarde es una guerrera muy distinta a lo que Madareth es, prefiriendo ganar las batallas a base de las debilidades del enemigo o en situaciones de desventaja, es algo que simplemente le causa repudio a Madareth quien a pesar de ser una terrible maquina asesina prefiere una batalla respetando lo que se considera el "codigo de honor de un guerrero" que vencer en condiciones desiguales, para ella eso le quita el sabor de la victoria, el regocido de haber vencido entre otras cosas mas. Pero al fin y al cabo el ejercito de Ares esta lleno de tantos indeseables y deshonorables guerreros que es por eso que Madareth solo respeta a una persona en este mundo y es su lider, el dios de la guerra: Ares.

Por lo visto Zugurosh ya habia adelantado una buena parte de su despertar o eso era lo que percibia la señora de la guerra por su cosmos, el cual hbia estado adormecido por cierto tiempo pero ahora crecia como una leve llama hasta quiza convertirse en un poderoso incendio. Podia sentir como el ambiente alrededor de donde se encontraba su compañera en armas se denotaba distinto, con una singular presencia de humedad que emanaba y era controlada por una hermosa joven de cabellos rosas palidos.

Madareth paso su mano por su frente echando hacia atras unos cuantos cabellos rebeldes y asi despejar su rostro, su cuerpo en apariencia se encontraba en buenas condiciones pero interiormente se encontraba un poco agotada, el uso tan explosivo de su cosmos traia consecuencias a ese pobre cuerpo mortal que no era capaz de resistir tanto poder contenido, pero eso no importaba realmente en estos momentos, poso sus ojos castaños en la mujer mientras se cruzaba de brazos con una expresion de pocos amigos.

- ¿Y bien Zugurosh? -

por Alice Vie Abr 29, 2011 1:27 am

¿Quién sería tan estúpido para prestarse de conejillo de indias?, no tuvo que esperar demasiado al parecer su cosmos había atraído a un visitante inesperado, una mantícora había sentido los lastimosos gritos de la mortal Alice cuando era torturada por su cosmos y descontrol que habían destruido su psiquis, estos gritos desconsolados atrajeron a la criatura la cual la miraba como su próxima cena el monstruo se alzaba con cierta majestuosidad propia de los de su especie. Lástima por el animalejo y bien por la joven, al parecer la estúpida criatura no sabía a quien o que se enfrentaba, pero por la torpeza de acercarse pagaría caro aquel error de creer que la muchacha era comida fácil que se retorcería de miedo con solo verla ella no era así la vio desafiante desde donde se encontraba sin siquiera moverse su respiración serena además de su semblante tranquilo hacían que la criatura la mirase extrañado por la actitud de la humana eso hizo que el animal se moviese cauteloso la joven solamente se limito a sonreír al parecer la bestia no era estúpida.
- Vas a atacar o no - dijo en tono de pregunta al animalejo el cual respondió mostrando sus afilados dientes en señal de que lo haría aunque su rostro fuese de características humanas su cuerpo no lo era había que ser cuidadoso, aún se movía con cautela hasta que decidió atacar lanzando sus zarpas como arma principal, a lo que la joven respondió con su cosmos gélido elevando su mano de la cual salieron bellos copos de nieve que con rapidez comenzaron a brillar con intensidad hasta generar una red de hielo la cual detuvo el ataque y además golpeo de vuelta al animal con la misma intensidad con la que venía este recibiendo su propio ataque, la muchacha le miró y se largo a reír sin control la bestia había sido tan estúpida para caer en lo planeado le daba lástima y además gracia, mientras se reía el animal se levantaba furioso para mandar una nueva embestida lástima para el para la joven ya no era divertido así solamente elevó su cosmos y creo en el piso una estaca de hielo en la cual el animal se encajo gruñendo dolorosamente mientras caía por su peso, su sangre comenzaba a caer al piso el ver aquel ser lastimero muriendo la hizo sentirse viva como hace mucho tiempo no se sentía ya que no poseía cuerpo, vio como sufría y se retorcía al no poder librarse de la estaca la cual no podía romper moriría desangrado, de la espalda de la joven estaba sujeta un tipo de alabarda al parecer Alice la tenía para protegerse, Zugorosh la tomó y con ella comenzó a golpear al animal hasta que el ruido cesó, cubierta de sangre se largo a reír esos arranques no los tenía desde que había ingresado al ejercito de Ares y había ganado su lugar por ser como era, la bestia ya no le importaba por el momento se metió al lago para quitar los rastros de sangre de su cuerpo, salió del agua mirando a la bestia muerta, a su espalda escucho a alguien que la llamaba.
- Y bien que Madareth - ese cosmos lo había reconocido la señora de la sangre era difícil de olvidar era la berserker más sanguinaria del ejército de su señor Ares y por ello debía de ser cautelosa no quería pelear, prefería estar viva antes que muerta - Tantos siglos sin verte - dijo en tono tranquilo casi serio no debía provocarla por nada y sabía que por ser quien es, no era del agrado de los demás berserkers por sus tácticas de mejor huir que pelear y aprovechar las debilidades de los demás a su beneficio en vez de pelear limpiamente.

por Ada Vie Mayo 06, 2011 10:00 pm

Madareth se cruzo de brazos y sonrio con malicia frente a esa chica quien encarnaba a una de sus viejas compañeras de batalla aunque en realidad no disfrutase de la presencia de casi nadie de ellos, solo por un deber que Ares les había impuesto a los unos con los otros, Madareth permaneció en silencio unos instantes mientras sus ojos inspeccionaban a aquella frágil mujer que encerraba aquel espíritu terrible de Zugurosh.

-Dejemonos de formalidades y vallamos al grano, por si no lo ha notado nuestro señor Ares ha despertado -
La señora de la guerra empezó a caminar alrededor de aquella chica de cabellos rosa palido mientras colocaba su mano en su mentón y no le quitaba la mirada de encima.

-Hellgorak y yo andamos reuniendo a las piezas del ejercito del dios de la guerra para el próximo conflicto que se avecina… pero no solo reunirlas sino comprobar que cumplan con los requerimientos de todo un berserker –

Madareth apretó su puño con fuerza y extendió su brazo en dirección a Zugurosh mientras sonreía con ironia ante su compañera, la señora de la guerra no era tan benevolente como los demaas berserker una sola muestra de debilidad y usaría los peores métodos para que cualquier guerrero débil o rebelde se convirtiera en una poderosa maquina de matar o al menos morir en el intento, segunda opción que prefería aquella mujer.
-Dime Zugurosh, estas a la altura de ser llamada berserker?-

por Alice Sáb Mayo 07, 2011 6:46 pm

Espere paciente la respuesta de la dama Berserker la cual sonrió con cierto grado de malicia que se podía ver a simple vista al parecer yo no le era grata como si eso fuera novedad para los demás berserkers no le agrado a nadie, pero no tenía importancia en aquel momento, Madareth comenzó a hablar, ante sus palabras solamente sonreí.
- Se que ha despertado es imposible no notar su glorioso y poderoso cosmos, por algo me apresuré en despertar - dije mirando como Madareth se ponía a dar vueltas a mi alrededor como queriendo examinar la situación y ver si le servía de algo aunque por mi fama no era de gran utilidad en batalla pero si en planeación, la mujer volvió a hablar, en cierto modo me causo algo de respeto hacía ella el ver que le preocupaba reunir al ejército, ciertamente no todos eran fichas útiles, pero servían como de escudo en batalla eran utilizables para dejarlos morir como bestias augurando la masacre que pronto vendría a sucumbir este mundo, una pregunta surgió de los labios de la señora de la sangre la miré fijamente para luego responder.
- Sabes muy bien que lo mío no son las peleas, sino la estrategia - mi voz sonó seria no había dicho mentiras sino la verdad, si bien había ganado mi puesto a costa de arruinar a mis contrincantes psicológicamente dejándolos prácticamente como muertos vivos, mi paranoia era la razón principal por la que Ares me mantuvo a su lado a él le temía más que a los demás, él es a quien servía y le debía respeto a menos que deseara morir cosa que no deseo mejor viva que muerta - Por algo soy conocida como Zugorosh la Cobarde, Madareth y se que no soy de tu agrado por mi forma de pelear, no pretendo nada más que servir al señor Ares a él le debo todo- la miré fijamente esperando su respuesta.

por Ada Miér Mayo 11, 2011 9:59 pm

Madareth bajo su brazo el cual se encontraba señalando de forma amenazante a quien en esos momentos era su compañera en uno de los ejércitos de guerreros mas temibles de todo el Olimpo: el del señor de la guerra. Una suave brisa paso e hizo revolotear los largos cabellos de las damas allí presentes, se podía sentir la pezades en el ambiente, no causada por el clima sino por las fuerzas que esas dos mujeres llevaban consigo, aquella tensión que podía ser cortada con cualquier objeto con algun filo.

La señora de la guerra cerro los ojos y sonrio con satisfacción ante las palabras de aquella mujer, era Zugurosh sin lugar a dudas, una rata que nunca atacaba a sus enemigos sino esperaba a que estuvieran en desventaja para dar golpes fatales y certeros, de cierta forma le complacía aquella apreciación. A Madareth no le agradaban los débiles ni los traidores, aquel incidente con el idiota de Bazir le habia hecho perder la poca paciencia que tenia, otro incidente asi y tal vez el planeta no seria capaz de resistir la destructiva rabia de la mujer y su causante seria la persona mas desafortunado de este mundo. Camino hacia un árbol en el cual se apoyo mientras volvia a mirar a Zugurosh.

- Tan solo no quiero volver a escuchar que alguna asquerosa rata que llegue a hacerse llamar berserker insulte el nombre de nuestro dios Ares… Tal vez lo habras sentido, la llama de la vida de Bazir se ha extinguido, ese es el precio a la traición y la debilidad -

por Alice Vie Mayo 13, 2011 1:41 am

Mientras esperaba su respuesta tomé algunos mechones del cabello rosa pálido de mi actual cuerpo, pensar que Alice tenía el cabello rosado chillón para mi gusto eso era demasiado de niña aunque su hermanita gemela lo tenía casi blanco por extraño que pareciera, al parecer Lady estaba destinada a ser berserker desde su nacimiento yo por mi parte no planeaba despertar de mi preciosa siesta milenaria no deseaba pelear o morir, por eso mantenía mis garras lo más lejos posible de los humanos pero esta muchacha patética nació como mi futuro cuerpo junto al de Tafariel, que irónico era todo nacer junto a tu subordinado al parecer el señor Ares lo había arreglado sin decir nada a los berserkers, él era el jefe nosotros obedecemos o morimos por contradecirlo y la verdad prefiero estar viva a muerta. Madareth bajo su brazo anteriormente levantado hacía mi persona al parecer mi respuesta había satisfacido a la señora de la sangre, la brisa mecía el cabello de ambas dado suaves caricias en contra de mí piel, a pesar de que Madareth bajara su brazo aun no respondía estaba alerta por si debía de escapar de imprevisto aunque no tuve que hacerlo la dama sonrió y caminó hacia un árbol en el cual se apoyo mientras dirigía su mirada hacia mí y habló, no pude evitar reír ante lo que dijo era justo lo esperado, todos los berserkers son traicioneros entre ellos y a veces no controlaban por completo al humano que poseían haciéndolos aun mas propensos a traicionar a su señor cosa que es el peor error que pueden cometer.
- Era imposible no sentir que se extinguió el cuerpo de Bazir, eso pasa cuando dejas que el humano te controle era de suponer que tendría su castigo y vaya que lo tuvo de Latrivan - tras decir esto sonreí me hubiera gustado ver eso, pero mi despertar había demorado y me había perdido aquel bello espectáculo, Madareth no pronunciaba palabra alguna asì que decidì retirarme sabiendo que quizá después tenga problemas con ella.

por Ada Mar Jun 21, 2011 10:46 am

Tal vez pasaron segundos… minutos… horas… días… inclusive años, pero para Madareth todo aquello se convirtió en la nada absoluta, en un espacio donde el tiempo no valia y no era mas que eternidad, un estado de inconsciencia donde su cuerpo material estaba presente pero su mente habia divagado en lo mas profundo de su ser, inmersa en aquel poder que habia despertado, que de cierto modo le estaba destruyendo y que si no era capaz de controlar sus días estarían contados.

La señora de la guerra cayó de rodillas al piso, siento como si su pecho fuese a explotar, su corazón se mostraba muy fatigado y una fuerte punzada en este le aquejaba, la pelirroja podía sentir como el aire le faltaba y poco a poco todo a su alrededor se nublaba, era una clara señal de que algo estaba fallando, si algo pasaba en su cuerpo era porque su mente aun no estaba lista para poseer tal poder, la mujer se mordió el labio inferior en señal de enojo, sentía que habia fallado consigo misma, al dejar que el poder dominara su ser estaba permitiendo que se convirtiera en un burdo soldado, en aquellos patéticos peones que van primeros al campo de batalla y que son vilmente acribillados ya que su sed de sangre y destrucción sobrepasaba el verdadero espíritu de un guerrero, la berserker se preguntaba cual era la causa y a la vez un resplandor rojizo emanando de su pecho le estaba dando la respuesta, aunque solo fuesen unas gotas, aunque solo fuese una pequeña cantidad, la sangre divina, envenenada y demoniaca del dios de la guerra le estaba dando la batalla a uno de sus propios berserkers, Madareth comprendía su error, para poder llevar consigo un amuleto tan divino, debía a su vez ser digna de portarlo y estar perdiendo el tiempo buscando otros berserkers a ver como se las arreglaban por si mismos le estaba haciendo dejar a un lado sus propósitos personales.

- AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARHHHHHHHG –

Tomo una de sus espadas del caos y la clavo con violencia y enojo en el suelo, causando que este se fragmentara y a la vez desapareciendo en medio de una densa nube de polvo, la señora de la guerra aunque fuese uno de los mas poderosos berserkers de Ares, debía entrenar nuevamente, ya que un guerrero nunca termina de aprenderlo todo por mas alto que sea su rango o lo impetuoso de su espíritu.

por Aglaya Lun Ago 15, 2011 9:23 pm

Bajé las escaleras con cierta tranquilidad había encontrado lo que estaba buscando, más no era como quería encontrarla debía de salir de Roma para hacer por al menos mi último gesto hacía ella, pase a través de la muchedumbre sin importarme si era empujada, golpeada, pisoteada o incluso si empuje a alguien en mi camino eso ya no importaba llegué a la salida del mercado que daba a la misma salida de la ciudad camine a través de las calles de adoquines que pronto pasaron a tierra ya estaba alejándome de Roma, lentamente la tierra dio paso a arbustos y árboles circundantes ya me encontraba en el bosque sin siquiera notarlo, miré hacía el cielo para notar que lentamente unas gotas de agua comenzabana a caer a la tierra empezaría a llover y al parecer copiosamente, pero aquello no me importaba el sonido del agua llamó mi atención así que me aleje del sendero para seguir su sonido hasta llegar a un lago mire bien buscando lirios los cuales encontre en un lugar de dificil acceso cerca del agua pero que a su vez se encontraban protegidos de la mano del hombre, me subí en las rocas resbalando de vez en cuando y cayendo unas pocas veces hasta llegar a mi objetivo allí deje las cenizas las cuales mezcle con la tierra para que sirvieran a las flores que tanto le gustaban a ella, al terminar me di cuenta que la lluvia cesó dando paso al sol el cual iluminó las flores que al recibir la luz comenzaron a brillar y crecer, mi tarea estaba hecha, baje de aquel lugar y me fui.

por Pandora1 Vie Dic 16, 2011 9:21 am

Un rayo impactó en la tierra, en medio de los bosques del imperio romano, quemando gran cantidad de vegetación y rasgando una gran parte de la tierra en ese sitio. Ahí aparecí de la nada, luego de un cegador destello luminoso que se hizo presente en ese sitio. Después todo oscureció, dando paso a unas enormes llamas negras que se elevaron alrededor de mi cuerpo. Junto con mi cosmos, podían sentirse los lamentos incesantes de las almas que me seguían. La presión que mi cosmoenergía ejercía fácilmente podía lograr que en uno que otro lago presente alrededor de ese lugar, pudieran levantarse pequeñas olas.

– Al fin en la tierra. –me dije en un murmullo, abriendo los ojos para ver a mi alrededor.– ¿Y ahora que sigue?

Obviamente en mi mente estaba la idea de regresar al templo de la discordia, no para dar explicaciones, no las necesitaba. Sabía lo que había hecho y quizás había “traicionado” o humillado el sentido de lealtad hacia mi diosa y a todos mis compañeros. Pero por ello poco sentía… no había culpa, ni vergüenza… nada que pudiera significar sentimientos en mí hacia ellos. Quería volver para mostrar en quién me había convertido. En todo lo que había aprendido y descubierto de mí misma alejándome de ellos, mis hermanos, mi diosa, y aquellas deidades que por no estar Eris, creían tener poder absoluto sobre mí. Al menos eso fue lo que me dejaron ver con sus actitudes antes de marcharme.

Por otro lado. Mi deseo de causar destrucción y obtener poder era aún mayor. No podía con ello y me impulsaba a descartar la idea del regreso. No iba a ocurrir nada hasta que la diosa de la discordia regresara, y deseos de esperar eran justamente los que me faltaban en ese momento.

(– “¿Acaso no pertenezco verdaderamente a donde creo pertenecer? No… no sé quien soy. Soy alguien diferente… no merezco su cuidado, su apoyo… sus beneficios... ni siquiera su presencia. Mis compañeros ni mi diosa merecen mi estúpido comportamiento, porque ellos son diferentes, pero yo… yo soy una guerrera y vivo para causar muerte. En su nombre… he causado tanto dolor, humillación, odio, confusiones. Y aún así… no logro arrepentirme de mis actos. Yo…” –)

Miré al cielo oscuro por un momento. Mi cosmos aumentó considerablemente ocasionando una explosión potente y oscura que abarcó todo el lugar en forma de una onda expansiva de energía de color índigo, azotando todo el lugar, mostrando mi cosmos aún más potente, mientras que las ramas de algunos árboles volaron por los aires y un fuerte viento hizo que la abundante vegetación a mi alrededor se moviera de manera violenta.

–Yo merezco mucho más. No soy como ellos, soy superior a esos ineptos. Y aún no me siento completa.

Dicho aquello, mi armadura se rodeó de un aura oscura y tenebrosa remarcando mi presencia en ese sitio, mientras que comenzaba a caminar con la intención de alejarme de ese asqueroso bosque. Sin rumbo caminaba, pensando qué demonios podía hacer a continuación.

Si volvía al templo de la discordia, seguramente con lo rencorosa que resultaba ser a veces Sheznarda, no me perdonaría y tendría que escucharla diciéndome cosas que nunca antes había escuchado, o al menos esos eran mis pensamientos. Además, estaban los otros dos dioses a quienes no conocía y me daba algo de rabia el saber que si regresaba tenía que estar “bajo su cuidado” hasta que Eris regresara. Soportando los posibles alardes de grandeza, órdenes innecesarias y todo eso. Prefería buscar otro rumbo, al menos por el momento hasta que se calmaran los ánimos y que se solucionara lo de la ausencia de Eris.

por **Dados** Vie Dic 16, 2011 9:21 am

El miembro 'Flori' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

#1 'Ataque fuerte' : 5

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#2 'Cosmos' : 25

por Pandora1 Sáb Dic 17, 2011 8:38 pm

Estaba furiosa, aunque en realidad no tenía un motivo muy claro. Quizás ese enojo era más que nada conmigo misma, porque no lograba demostrar mi poder a nadie. Ninguno de mis “aliados” me valoraba por lo que en verdad era. Eris y compañía querían protegerme, a mí y a los demás fantasmas y no entendía por qué. Si los guerreros existíamos solamente para proteger a los dioses en quienes creíamos y a quienes seguíamos. Teníamos vida para sacrificarla por ellos y nada más que eso, no para ser protegidos por ellos mismos. Era una tontería que la diosa de la discordia quisiera hacer eso. Yo en verdad estaba totalmente confundida y no sabía realmente a dónde pertenecía.

¡Mierda! ¿Qué se supone que deba hacer? –exclame en un tono que sonaba algo furioso, mientras hacía estallar mi cosmos en una nueva onda expansiva que sacudió gran perímetro de aquel bosque–. Idiotas. No ganarán nada por quedarse quietos esperando que lo imposible ocurra. No pienso ser esa clase de inútil que llora en vez de actuar.

¿Confundida de nuevo?, fantasma de la muerte… o Flori debo decir… –una voz imponente sonó en ese lugar, o tal vez sólo en mi mente. Miré en todas direcciones, creía saber de “quien” se trataba

Suspiré y cerré los ojos por un momento.

No es precisamente un buen momento para que vuelvas a molestar, imbécil. ¿Qué quieres de mí ahora? Ya hice todo lo que tenía que hacer y mira donde estoy. –contesté molesta.

¿Todo lo que tenías que hacer? ¿Y qué es eso?

Eris...

Eris se fue a echar una siestita, y no piensa regresar ¿Cómo lo ves? –Interrumpió aquel, que resultaba ser a quien yo llamaba “el fantasma de la muerte”, un extraño espíritu que se apoderó de mí, se fusionó con mi espíritu y de a momentos fastidiaba o me daba consejos, por así decirlo.

Aunque seas un idiota… creo que tienes razón. Eris no piensa regresar y los fantasmas son todos unos inútiles, además claro, de esos dioses que pretenden protegerme. Bah, qué se creen, soy una guerrera y no puedo vivir como idiota tras la sombra de los dioses blandos e ineptos.

Que manera tan interesante de cuestionar a los mismísimos dioses, que osadía, te admiro jajaja. –Dijo en un tono irónico.– Aunque así lo creo también. No quieren escucharte ¿verdad? ¿Por qué no les muestras quien eres en verdad?

Dioses… dioses, hablas de ellos como si fueran la gran cosa. Todos ellos son iguales, pero hay unos que merecen respeto en verdad, esos que sí aprovechan su poder en vez de alardear… tanto. Ellos utilizan a sus guerreros como debería ser… para pelear y destruir, para protegerse a ellos mismos.

Extrañamente había cambiado bruscamente de idea, de un momento a otro. Antes para mí, la lealtad era lo más importante, pero con lo que vi durante el pasar de mucho tiempo, distintas actitudes tanto de los dioses como de mis hermanos fantasmas, me di cuenta que ese sentimiento era poca cosa, por no decir inútil e innecesario en ciertas ocasiones. Eso me hizo dudar de los mismísimos dioses, incluso llegar a tomar rencor, por ellos y mis propios hermanos.

Que les demuestre quien soy… eso no es necesario. Se darán cuenta con el correr del tiempo, sabrán que estaban equivocados, y que sobrevive el más fuerte. Ellos, que son débiles y blandos, serán las primeras víctimas de esta guerra.

¿Piensas traicionarlos?

Traición… es una palabra demasiado fuerte. No la utilices inútilmente. No es lo que estoy pensando ¿sabes? –Dije serena mostrando una sonrisa en mi rostro.

No pensaba armar más problemas y alboroto, no más del que ya había. No por el momento, al menos hasta que encontrara cuál era en verdad mi objetivo. En primer lugar tenía que ganar más poder, fortaleza, respeto. Si debía lograrlo por las malas, iba a hacerlo, después de todo… no creía haber logrado todo lo que había logrado de otra manera más que por el medio que prefería. La fuerza, mi cosmos, muerte, destrucción…

Quiero el poder que siempre estuve buscando. Y no lo voy a lograr si me quedo estancada siempre en lo mismo… siendo un inútil fantasma que espera sorprender a un dios que ni siquiera está presente en este momento.

Ja, me gusta tu manera de pensar. Espero sepas lo que haces, o tu estúpido orgullo te llevará por un mal camino.

Déjate de idioteces. Tengo que desaparecer de este tonto bosque, y seguir con lo mío. Ya verás… y todos lo verán… quien soy en realidad. No es bueno meterse conmigo y se darán cuenta de eso… –dicho aquello, elevé mi cosmos el cual se dejó mostrar en ese bosque, oscureciendo el ambiente y apareciendo en él, la esencia de la muerte, la tenebrosa presencia de los espíritus del inframundo, soltando sus lamentos horrorosos y recorriendo el lugar con desesperación.

¿Qué era en realidad lo que planeaba hacer a continuación? ¿Acaso estaba siendo dominada por una extraña obsesión o algo parecido? ¿O simplemente estaba confundida? Lo cierto era que eso, me llevaría por un camino que ni siquiera yo conocía. Estando furiosa conmigo misma y con todos los que me rodeaban, las cosas resultarían de la manera que menos pensaba. Mi destino era incierto, mis pasos guiados por la muerte y el odio hacia la humanidad… ¿Qué estaba pasando con la humana que alguna vez había sido? Todo en mi manera de pensar estaba cambiando.

por **Dados** Sáb Dic 17, 2011 8:38 pm

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#2 'Cosmos' : 9

por Vergilius Dom Dic 18, 2011 1:13 am

Las horas pasaban y pasaban, y no encontraba absolutamente nada. Sin embargo, seguía buscando, esperanzado en que podría hallar a la persona que quería ver. No se dejaría engañar por las palabras del estúpido – supuesto – Dios que llevaba en su interior, ni tampoco por sus malos presagios. Sabía que ella estaba en algún lugar de ese bosque, sólo tenía que seguirlo recorriendo y no le importaba cuánto tiempo se demorara en ello.

Pasaron los primeros días y la verdad es que poco fue lo que encontró, más no le importó en lo absoluto. Su creencia seguía firme y por ello, es que ni siquiera se molestaba en dormir o en comer, por lo que su cuerpo fue perdiendo un poco de peso y a su vez, sus ojeras se fueron marcando, otorgándole un aspecto un tanto más demacrado y parecido a la muerte. Sin embargo, no le importaba exponerse a dicho fenómeno en ese minuto. A Vergilius jamás le había importado morir, no mientras pudiese asegurarse de que su amada estaba bien. Pero ahora… ahora las cosas eran distintas. Desconocía el paradero y el estado actual de Sophia, por lo que debía forzarse a buscarla por todos los rincones de ese maldito lugar y no perder ningún segundo en alguna otra cosa más. El tiempo era vital y entendiendo dicha idea, se llevaba a límites más allá de lo entendible para un ser humano. Ni siquiera en la guerra había pasado tanto tiempo despierto, sin comer, sin casi beber agua… sólo se preocupaba por correr, caminar, hurgar entre los matorrales y árboles, y llamarla por donde sea que pudiese haber una luz de esperanza para su desdichada vida…

No está muerta. Sé que no lo está. No puedo creer lo contrario.

Las noches fueron sin lugar a dudas mucho más duras que los días, especialmente por el tema del frío y los peligros del bosque. Sus ropas no eran las adecuadas para el frío de los prados, ni tampoco para exponerse a la intemperie de forma tan inapropiada e inesperada… pero en ese minuto, ¿Qué importaba? Su cabeza estaba totalmente ciega por encontrarla, y no tenía tiempo ni atención que darle a su cuerpo. Después de todo había pasado años enteros en el duro invierno germánico… ¿Qué era un poco de frío del bosque, comparado al azote del norte? Nada. Y en realidad, nada podía significar más que su prima…

No está muerta. Sé que no lo está. Debe estar por algún lado.

Se lo repetía de manera incansable, siendo las únicas palabras que pronunció por días y noches, mientras su vida seguía escapándosele de las manos. Su piel continuaba perdiendo vitalidad, sus ojeras se marcaban aún más y hasta sus sentidos comenzaban a fallarle. Ni siquiera poseía noción del tiempo en ese minuto, pero podía prever que las semanas habían pasado y él continuaba metido ahí, seguido de vez en cuando por su fiel y único amigo, su caballo. A veces lo perdía de vista, entendiendo que el equino sí necesitaba dormir, beber agua y alimentarse… y Vergilius no se lo impediría. Hubo largos días en los que no supo nada de él, y sin embargo tampoco le importó. Sabía que podía cuidarse solo y en ese minuto… como en todas esas semanas, perdido por completo en el enorme bosque romano, su único propósito era lo que movía su ya casi inerte cuerpo.

Si hubiese estado más cuerdo y en condiciones apropiadas, de seguro se habría preguntado cómo es que todavía no moría. No obstante… sólo tenía cabeza para una cosa, lo mismo de siempre…

Tengo que encontrarte… Sophia… tengo que hacerlo… juré protegerte…

Fue entonces que pudo distinguir una silueta humana y sin pensarlo, corrió hacia ella a toda la velocidad que su cuerpo le permitía. ¿Sería ella? ¿Podría ser? A esas alturas esperaba que así fuera, no se había topado con nadie por lo que suponía ese bosque estaba deshabitado… sólo estando él en el lugar.

Otro ejemplo de su mal y cegado estado, era el hecho de que no se planteaba que si Sophia no había muerto por la caída, probablemente las duras condiciones se habrían encargado de arrebatarle su existencia.

No… yo creo en ella. Está viva… sé que está viva.

Corrió con más fuerza y casi sin aliento, trató de abrir sus ojos con fuerza para divisar el panorama sombrío y oscuro que se le presentaba frente a sus ojos. Era algo… inexplicable, aunque no se tomó la molestia de plantearse la extraña situación. En vez de ello, simplemente se acercó a la figura – femenina por lo que podía notar – y exclamó…

¿Sophia… eres…. tú? ¿Realmente eres tú?.

La locura podía llevar a los humanos a estados sumamente trágicos y penosos. Si Vergilius hubiese estado bien, habría notado que quien estaba frente a él no era quien esperaba. Pero dada su condición… su dolor y su negación, todo combinado con su clásica terquedad… daba por resultado aquello. De pasar a ser el hombre más importante del Imperio… a un joven paliducho de apariencia espectral y a un paso de la muerte.

por Pandora1 Dom Dic 18, 2011 9:23 am

Mis pasos rápidos e impacientes no se detenían, mi boca no soltaba palabra alguna, mis ojos se mantenían fijos al frente, en una sola dirección, y mi cosmos… sombrío como siempre, se dejaba mostrar en un gran perímetro de aquel bosque, mostrando la muerte su notable presencia. Acompañada de esa voz insoportable en mi cabeza, estaba más que desesperada por salir de ese bosque solitario y aburrido, para planear mi próximo destino, pero de pronto algo me detuvo. Escuché la exclamación de un hombre no muy lejos del lugar en donde estaba, o mejor dicho, demasiado cerca.

¿Sophia… eres…. tú? ¿Realmente eres tú?. –era lo que decía. No sonaba muy bien que digamos, parecía un hombre desesperado en busca de alguien, a quien no encontraba en mucho tiempo o peor aún… que no tenía idea de donde estaba y dudaba de su verdadero estado.

Me di media vuelta y lo vi. Un joven alto, de cabello negro y piel pálida… demasiado. Parecía un muerto que caminaba sólo porque tenía la capacidad de hacerlo; no se veía muy bien de salud tampoco, aunque no le presté mucha atención a eso…

Aunque había algo más en ese muchacho, algo que pude sentir a penas él se presentó en ese sitio. Una presencia sombría y extraña en su ser. Algo que me llamaba la atención, como una débil energía que quizás quería ser liberada. De igual manera, en el momento no le presté mucha atención pues estaba molesta, y esa situación empeoró mi estado. No era muy difícil hacerme enfadar cuando mi temperamento se encontraba frágil, y había situaciones en las que no tardaba en reaccionar, y no precisamente de la mejor manera. Por lo que mirándolo con un gesto de enojó, casi por instinto, contesté:

¿Oye qué te pasa idiota? Creo que estás confundido. No soy ninguna Sophia y dudo que encuentres a alguien más por estos lados.

Oye, relájate. Ese pobre tonto se ve débil y en muy mal estado. Ten un poco de piedad. De seguro está perdido. –interrumpió enseguida aquella molesta voz en mi cabeza.– Además creo que lo sientes ¿verdad? Esa presencia de la muerte rodeándolo.

"Tú cállate imbécil, ya lo noté." –respondí en mis pensamientos a aquella voz en mi interior.– Lo siento, me has tomado desprevenida y la verdad no estoy de humor. ¿Quién eres? No te ves muy bien. –dirigí esas palabras luego al sujeto de cabellos negros.

Creí que sería mejor brindarle mi ayuda, aunque no fuera una costumbre en mí. De alguna manera me daba algo de lástima un sujeto en ese estado deplorable. Además, verdaderamente me llamaba la atención su presencia. Había algo en él que me atraía… algo que tenía mucho que ver con aquello con lo que estaba acostumbrada a convivir: La muerte, esa presencia sombría que me seguía a cualquier sitio al que iba.

Pareces un muerto. ¿Puedo ayudarte en algo? –inquirí en un tono más relajado que antes– No hay nadie más en este bosque que pueda colaborar y en el estado en que te encuentras, terminarás muerto tirado en algún lago de por aquí. Y si eso ocurre, nadie de enterará. Sería lamentable. –comenté por último de una manera algo indiferente, esperando una respuesta.

No tenía nada que hacer, más que pensar y pensar como podía solucionar mi situación y todos los conflictos que se habían dado en el templo de la discordia después de los sucedido con Eris. Y ciertamente no estaba muy de ánimos para hablar siquiera con mis hermanos fantasmas. No me haría daño ni causaría una pérdida de tiempo considerable el quedarme un momento más en ese sitio y averiguar quién era ese tipo con aspecto extraño.

por Vergilius Dom Dic 18, 2011 12:52 pm

¿Podría ser? ¿Podría ser que… luego de tantos días, por fin… por fin había dado con su amada? Eso era lo que esperaba, eso era lo que deseaba con todas sus fuerzas, eso era en lo que quería creer Vergilius en el minuto que trató de controlar su respiración y acumular suficientes fuerzas como para abrir bien sus ojos y poder distinguir con claridad lo que tenía frente a sus narices. Todo lo que había pasado durante esas largas semanas de angustia y desazón habían provocado que su cuerpo sufriera diferentes y variados estragos, desde heridas y descompensaciones físicas hasta crisis y negaciones a nivel mental. Estaba cayendo más bajo que nunca, sumido en una total desesperación e incertidumbre, sin poder encontrar respuesta a la pregunta que le aquejaba… ¿Cómo estaría ella? ¿Estaría bien? Quería creer en eso, con todas sus fuerzas quería creer que ella era fuerte y permanecía con vida, y que las palabras dichas por el maligno Dios en su interior no eran más que banales intentos que no buscaban otra cosa sino quebrantar su espíritu y causarle dolor.

Posó una de sus manos en su abdomen y a la vez que se preparaba para escuchar una respuesta, hizo un último esfuerzo por abrir bien los ojos y prestar toda su atención al entorno que le rodeaba. Si era Sophia, quería asegurarse de ello y no caer presa de un engaño de su mente. Ya días antes su subconsciente le había jugado malas pasadas, causándole graves daños a su esperanza y haciéndolo dudar por un segundo, aunque de todos modos, hasta ese minuto, la confianza que él tenía en ella era más que los juegos mentales a los que era sometido por la vida. ¿Por cuánto podría resistirlo? Lo haría hasta que de verdad hallase a su prima, no tenía otra alternativa más que esa.

Lamentablemente para él no fue necesario esperar demasiado, puesto que tanto el tono de voz como la forma de hablar de dicha mujer distaban en toda su esencia de la entonación gentil y bondadosa de Sophia. En vez de sus palabras dulces, la respuesta que había obtenido era dura y concreta, sin ningún tipo de educación y más probable de una guerrera que de una dama de alta cuna.

Abrió sus ojos y a medida que recuperaba la nitidez, pudo percatarse que tampoco se parecía a su prima en apariencia. Dicha mujer poseía unos ojos rojos y profundos, como si estuviesen bañados por sangre; su cabello era plomo y gris como sus propias orbes y su vestimenta era bastante particular, destacando en exceso en comparación a sus otros rasgos. Era una especie de armadura, aunque una muy diferente y totalmente distinta a las que había visto anteriormente a lo largo de su vida. Su diseño, su color y, incluso si iba más lejos todavía, lo que provocaba con solo verla, era mucho más profundo e intimidante que una simple armadura de guerrera. De hecho, se preguntó cómo era posible que una mujer portase tamañas vestimentas de diseño sombrío.

Lo… sien… to. – Respondió con dificultad, cayendo frente a la mujer apenas sostenido por sus manos y rodillas, mirando al piso con unos ojos que desbordaban confusión. Estaba sumamente agitado, mostrando que le costaba respirar y jadeaba por el cansancio extremo. Mal que mal, llevaba horas sin detener su marcha y de pronto, el verse tan cerca y un segundo después, tan lejos… le habían otorgado un golpe más a su ya dañado y maltrecho espíritu, dejándole más devastado que antes.

No era ella… no era ella. ¿Acaso no la encontraría jamás? Incluso si estaba muerta… ¿Dónde estaba su cuerpo?¿Habría sido devorada? No… imposible. Una persona como ella nunca tendría una muerte tan deshonrosa, no es posible que… ya no esté.

Miraba al suelo sin entender qué sucedía, buscando una explicación a todo lo que le sucedía. ¿Cómo… Por qué? ¿Por qué… todo tenía que ser así?¿Por qué… los dioses y sus ancestros estaban siendo tan crueles con él? Vergilius había servido al Imperio y a los dioses durante toda su vida, por lo que no lograba comprender la razón de que ahora, su única razón para vivir, ya no estuviera y por ello, su vida se hiciese más y más añicos…

Lo… siento. – Exclamó de nuevo, tomando fuerzas para reincorporarse y buscar alguna manera de ponerse de pie. La encontró apoyándose en un árbol, posando su mano izquierda en el tronco de un roble, fue que pudo levantar la cabeza y mirarle a los ojos.

Mi nombre… es… Vergilius. Soy hijo del Emperador y...eso no importa. Estoy buscando a una chica de mi edad… tiene tu estatura, cabello rojizo o morado… ojos verdes, rostro alegre... ¿Estás segura que no hay nadie por aquí?. - Preguntó y luego, casi rogando, continuó. - Haz memoria… por favor… puedo pagarte o darte lo que desees, sólo necesito… cualquier cosa, cualquier pista… que me puedas dar.

Desde hacía muchos días que no hablaba con nadie, y hasta había olvidado el cómo se sentía platicar con alguien más. No pensaba obtener ayuda de otra persona, pero dada las condiciones en las que se encontraba y lo delicado de su situación, no tenía otra salida más que consultarle a esa extraña chica. Quizás podía saber algo, quizás la había visto en algún momento… no perdía nada con intentarlo. Haría eso y mucho más, y todo lo que fuese necesario con tal de obtener información acerca de su prima. Ella lo valía, y se lo había prometido. Romper su palabra no estaba entre sus opciones.

Mientras esperaba, no pudo evitar toser producto de la fatiga y el agotamiento físico que traía encima. Era demasiado para un humano, incluso para un general de batalla como él. Si no hubiese sido porque su convicción era más fuerte, ya debería de haber estado muerto.

por Pandora1 Dom Dic 18, 2011 3:35 pm

Por lo que veía, aquel sujeto a penas y podía hablar con dificultar, realmente se encontraba muy mal su estado de salud. No podía creer que hubiera encontrado a alguien así, en ese estado en medio del bosque, corriendo desesperado en busca de alguien de quien yo, habiendo estado tanto tiempo en Roma, nunca había oído hablar. Era verdaderamente extraño ¿Qué habría pasado con esa tal Sophia? ¿Por qué aquel sujeto estaría buscándola tan desesperadamente? ¿Acaso tan preocupante era para él? No entendía nada de lo que pasaba.

De un momento al otro, aquel muchacho cayó de rodillas al suelo, sosteniéndose con sus manos en la tierra, sin hablar, sin mencionar ninguna palabra durante varios segundos, algo pensativo. No dije nada, sólo permanecí parada firme en el mismo lugar viéndolo fijamente y con un gesto pensativo en mi blanquecino rostro.

El sujeto volvió a comunicarse mencionando su nombre y además, lo que en verdad estaba buscando. A quien buscaba, efectivamente era a esa joven Sophia aunque yo no podía ayudar mucho, ya que nunca en mi vida la había visto y ni siquiera sabía quién era… y también lo ignoraba por completo. No me interesaba en lo más mínimo. A penas pudo sostenerse con suerte apoyándose en un árbol que estaba cerca de su posición, no se veía nada bien y seguía insistiendo como un idiota por información acerca del paradero de aquella mujer a quien buscaba. Eso me desesperaba, ¿Estaba tan débil que probablemente iba a morir pronto, y seguía preocupándose por eso?

Patético humano ¿no crees? Arriesgando su vida por una simple mujer. Mira que he visto gente patética en este mundo, pero esto es el colmo. Deberías acabar con su existencia en este mismo momento. ¿Qué cambiaría un humano menos en el mundo? –decía la voz en mi mente.

…

Me quedé pensativa mirando a aquel sujeto directo a los ojos, podía verse la desesperación en él. Algo que incluso me molestaba bastante. No era mi costumbre soportar a esos debiluchos que se preocupaban tanto por la gente que querían, que eran capaces de arriesgar sus propias vidas protegiéndolos. Extrañamente hacía mucho tiempo, yo tenía esa tonta actitud, pero por algún motivo, con el correr del tiempo viviendo todo lo que tuve que vivir, viendo el mundo desde distintos puntos de vista, desde los ojos de distintos dioses, distintos guerreros, había cambiado mucho mi forma de ser. Me había convertido en un demonio sin sentimientos, que se preocupaba por sí misma.

Vamos, lo tienes enfrente, tan cerca. No te costaría mucho ¿O sí?

"Ya déjame en paz. Haré lo que me plazca, no voy a hacer lo que tú me digas, idiota." –Responí en mi mente para aquella voz que me atormentaba de a cada rato.

Eres un imbécil. Te estás muriendo e insistes en buscar a esa mujer. A penas puedes hablar y no logras mantenerte en pie. Mírate… mira tu estado. Te ves muy mal. ¿Acaso no te das cuenta de eso o simplemente te ignoras a ti mismo? Supongo que ella debe ser muy importante para ti, de lo contrario no veo por qué estar torturándote de esa manera. Aún así pienso que deberías preocuparte primero de ti. –comenté al muchacho en un tono serio para luego añadir con un tono de voz algo imponente– No necesito que me pagues nada ni quiero nada a cambio, ya te dije que no he visto a nadie más en este bosque. No sé por qué insistes tanto.

Si no encuentras a esa tal Sophia, por algo debe ser, quizás no quiera verte. Quién sabe, deberías relajarte. No me hagas exterminarte en este mismo bosque y que te mande al inframundo junto con todas estas almas. Me desespera esa actitud tuya, idiota. –comenté mirando por un momento a mi alrededor, donde empezaban a revolotear las almas que anteriormente habían sido invocadas por mi cosmos. Pensaba que quizás aquel chico no pudiera verlas, de igual manera iba a actuar si era necesario.

Decía todo aquello ignorando verdaderamente su situación. No tenía idea del por qué de su actitud tan tonta ni tampoco por qué buscaba a esa muchacha. Pero lo que tenía claro era que en verdad llegaba a darme lástima aquel sujeto, no creía posible que alguien como él estuviese en ese estado, sin descansar, muriendo lentamente, y aún así preocupándose por una muchachita de quien, por lo que podía oír, no tenía idea de su estado ni paradero.

Te lo diré una vez más. Déjame ayudarte, y no hablo de buscar a esa mujer. ¿Por qué primero no te recuperas y tomas un descanso? Después haces lo que te plazca, quizás pueda ayudarte en lo que sea, pero deja de preocuparte tanto por los demás. Así terminarás muerto. –Mi cosmos en ese momento se mostró una vez más, algo más potente que antes. Me estaba poniendo nerviosa con la actitud de ese tipo. Aunque en cierto modo parecía preocupante su estado, en verdad lo veía más cerca de la muerte que de la vida. Realmente necesitaba ayuda de inmediato.

Y no me hubiese preocupado tanto, si no fuera por aquello que sentía en su presencia, por esa extraña aunque débil, casi insignificante energía que desde un principio había sentido en él.

por Vergilius Dom Dic 18, 2011 10:11 pm

Vergilius continuó tosiendo, por lo que se tapó la boca con su mano libre mientras que recargaba su costado izquierdo en el tronco para no perder el equilibrio. Sentía como las fuerzas se escapaban de su cuerpo, y el simple hecho de intentar hablar con dicha mujer de cabellos grises lo estaba agobiando mucho más de lo que pudo haber previsto. ¿Tan débil estaba de verdad? ¿Cuántos días habían pasado desde la última vez que había dormido y reposado como se debía? Y entonces fue que no pudo responder a esas preguntas, comprendiendo que los límites que estaba alcanzando bien bordeaban lo inhumano.

A juzgar por cómo le trataba dicha mujer, de seguro se veía fatal. De lo contrario, no tenía sentido que se mostrase tan preocupada por un extraño…a menos claro, que fuese de la misma naturaleza de su prima. Con todo lo de la corrupción y traición en Roma, Vergilius había olvidado pro completo que existían personas que todavía valían la pena. Y si bien, no podía dar un juicio exacto acerca de la dama frente a sus ojos, al menos podía destacar el hecho de que le remarcaba fuerte y claro que, en sus condiciones, más que hallar a Sophia terminaría por autodestruirse él mismo, sin conseguir ninguno de sus objetivos. No obstante… tampoco tenía otra opción, y lo entendía de sobra, aún en su estado penoso y alejado de la gloria que había poseído en antaño.

Se desanimó al escuchar que no tenía idea alguna de la persona a la cual había descrito anteriormente, sintiendo como un nuevo puñal se clavaba en lo profundo de su pecho. A pesar de que todavía no perdía las esperanzas, cada fracaso en su búsqueda era un golpe directo al espíritu y la convicción que hasta entonces, mantenían vivo a Vergilius. Por lo mismo, en el momento que dejase de creer en que estaba viva, sana y salva… seguro que moriría. Su cuerpo ya no estaba respondiendo a la naturaleza propiamente tal, sino que tan sólo seguía los impulsos de terquedad que llevaban al joven de cabellos negros a caminar, correr, saltar, gritar y dar todo de sí mismo en su misión, la más importante de toda su vida: hallar a su prima, costara lo que costara. Nunca podría vivir tranquilo si no sabía que le había sucedido, y por supuesto, si no sabía si estaba viva o con sus antepasados.

Y en lo más profundo de su ser, tampoco es que desease continuar viviendo si la respuesta a su gran pregunta resultaba ser la que no esperaba. Siempre había podido con todo, pero eso… siquiera pensar en eso, era demasiado para él. No estaba preparado para habitar un mundo lleno de odio y donde, además, tendría que vivir con el recuerdo de haberle fallado a la única persona que de verdad había creído en él, y lo había apoyado cuando nadie más se tomó la molestia de hacerlo. Prácticamente, podría decirse que la vida de Vergilius dependía de la de Sophia. Vivía para ella y para verla feliz, por lo que si no estaba… ya no tenía caso continuar existiendo. O al menos así pensaba en ese minuto.

No obstante, lo que más le dolió fue su afirmación acerca de si ella deseaba en verdad verlo. ¿Y qué pasaría si, a propósito, ella lo estaba evitando? A su mente volvían las escenas vividas en la tumba de la madre de Sophia, cuando en medio del ataque de Solomon, ésta última desenfundó su espada y se alejo de ambos, incluyendo a Vergilius. Probablemente aún no confiaba del todo en él, después de su ataque en la colina y todo lo que le había dicho. Bajó el rostro, pensativo y claramente afectado por pensar que aquella podría ser una opción. Tal vez, era cierto que Sophia no deseaba verlo nunca más en su vida, y tan sólo quería vivir feliz y tranquila junto a sus hermanos. Tenía que admitir que la posibilidad era más que posible y tentadora…

¿Pero entonces… por qué le había dicho esas últimas palabras? ¿Por qué no simplemente se alejó sin decir nada? Eran demasiadas las dudas, y prácticamente nulas las certezas. La carga psicológica de todo eso era, en ese minuto, demasiado para el joven de cabellos negros, el cual continuaba mirando hacia el piso con un temple claramente triste.

En ese instante suspiró, subiendo el rostro lentamente para responderle.

Puede que tengas razón… - Contestó claramente afectado, aunque ya podía hablar un poco más de corrido producto del breve descanso. – Puede que no quiera verme… puede que todo esto sea inútil…y lo único que logre sea la muerte.

Levantó su rostro con fuerza y a pesar de su magro estado, mostró que su convicción era lo suficientemente firme como para soportar lo que sea que viniese en el camino.

Pero no puedo rendirme, no importa lo que me pase. Incluso si mi vida está en juego… eso no tiene significado alguno, mi existencia sin ella no tiene valor… y comprendo si no lo entiendes. La verdad… sé que nadie lo entendería…

Después de todo, la razón por la que se empeñaba en encontrarla iba más allá de lo racional y coherente, apelando más a lo sentimental e intangible. Podría decirse que era una especie de lazo, o una forma de darle sentido a su vida. Desde que tenía memoria, le había gustado estar a su lado y protegerla… y a medida que había crecido, entendió el motivo de ello. Por lo mismo, simplemente no podía… era incapaz de concebir un mundo sin ella. Prefería caer él, en cualquier escenario posible.

No sólo es importante para mí, es lo más importante, y la protegeré sin pensar en las consecuencias. De ninguna forma podría vivir sin ella. Mi vida le pertenece, y sólo viviré mientras ella viva, eso no está en discusión.

Poco a poco su voz fue recomponiendo su tono y él retomando su compostura. A pesar de que estaba mal, el recordar porqué hacía lo que hacía le daba fuerzas para salir adelante y no caer en el intento, aún cuando poseía a todas las variables en su contra. Escuchando a esa mujer, entendió que rendirse no era una opción.

No dejaré de buscarla porque la muerte sea una variable posible en mi destino. No le temo a la muerte, y menos le temería ahora. No tengo intenciones de caminar por ese sendero oscuro todavía, tengo promesas que cumplir.

Entrecerró sus ojos y apretó sus manos, parándose totalmente firme y alejándose del árbol en el cual se apoyaba. Seguía mal, pero ya podía volver a controlarse.

Si cuando la encuentre me pide que esté a su lado, jamás la dejaré. Si por otro lado me pide morir, entonces moriré. Pero no antes, de eso puedes estar segura… la muerte no es lo suficientemente poderosa como para detenerme.

Posó su mano en el mango de su espada cuando, después de hablar y recuperar sus energías, pudo notar la presencia sombría que rodeaba a la mujer frente a sus ojos y, al mismo tiempo, a las extrañas criaturas que la circundaban por todas partes. Por alguna razón, sólo entonces pudo verlas con claridad.

Ya veo… - Prosiguió con un tono tranquilo, tratando de disimular el dolor de su cuerpo. – Si lo que deseas es ayudarme, entonces aceptaré tu ayuda, mientras no trates de detenerme. Por otro lado, si deseas exterminarme…

Desenfundó su espada y observó con cuidado a los seres que estaban frente a sus ojos. No entendía qué eran ni cómo los podía ver, siendo que hasta hacía unos segundos sólo la vislumbra a ella. Pero tampoco tenía sentido cuestionárselo demasiado. Desde hacía mucho tiempo ya nada tenía lógica coherente… partiendo por el habitante en su interior.

Esas cosas alrededor tuyo… son extrañas… ¿Qué eres en realidad?. – Preguntó para después guardar silencio, apuntando con el filo de su espada en diagonal hacia el piso.

por Pandora1 Miér Dic 21, 2011 7:41 am

Era imposible convencer de cualquier cosa a ese tipo. Seguía teniendo la misma idea en la mente, según las palabras que escuchaba. Era impresionante el como se preocupaba por aquella mujer. Aún no me explicaba cómo alguien podía arriesgar su salud o incluso su vida misma por otra persona. No entendía el motivo… no lograba comprender qué ganaría como beneficio él viviendo por alguien más. Eso para mí no tenía una respuesta concreta. Y al parecer ese muchacho tampoco comprendía lo que yo trataba de decirle. Era como si estuviera ciego, y ni siquiera notara lo que él mismo significaba. Seguía insistiendo e insistiendo con lo mismo.

Suspiré y cerré los ojos por un momento para abrirlos enseguida.

Es cierto, no logro comprender por qué haces esto, pero si crees que es por tu bien, no te cuestiono. Quizás tengas razón. –comenté en un tono algo indiferente ante sus palabras, viendo como de a poco recuperaba su postura y comenzaba a hablar más de corrido. Su aspecto había mejorado, aunque no mucho.– Pero mi opinión no es la misma. Tal vez sólo sea yo, que no estoy acostumbrada a vivir por alguien más. Todos a mi alrededor son basura.

Hablaba como si nada, como si en verdad creyera que nadie a mi alrededor importaba. Aunque en cierto modo era verdad, había llegado hasta un punto de desconfianza y cansancio que hasta los propios fantasmas o incluso Eris llegaron a importarme poco. Buscaba un sentido a mi existencia, buscaba alguien que me guiase por el camino que a mi más me gustaba; el camino de una guerrera como yo lo merecía. Pelear y derramar sangre, eso era lo que buscaba. Aunque no pude evitar detenerme; algo en ese hombre me llamaba la atención. Algo débil, pero era algo en fin.

No sé de qué sirve estar preocupándose por alguien si al final, no te dará nada a cambio. Es más, siempre aquellos a quienes crees apreciar, terminan en tu contra sin un motivo aparente. –decía en un tono calmo y por un momento no miraba al muchacho. En ese instante recordé a mi hermano, por algún motivo. Mis pensamientos acerca de él habían cambiado, y ahora me preguntaba por qué él me había abandonado.– No creo que tenga sentido alguno ayudarte en algo si ni siquiera piensas en ti mismo aún sabiendo lo que enfrentas. No le temes a la muerte, pero aún así es imposible evitarla ¿verdad?

Volví a mirar al muchacho de cabellos negros y noté que tenía una espada en sus manos y miraba hacia los lados, donde las almas que había invocado tiempo antes estaban. ¿Acaso podía verlas? ¿Cómo era posible que un simple humano pudiera notar la presencia de los fantasmas del inframundo? Las cosas allí eran cada vez más extrañas. Eso confirmaba que no era alguien normal, y el presentimiento que yo había percibido, al menos algo de sentido lograba tener. Mi rostro mostró un gesto de sorpresa mientras lo miraba, al mismo tiempo que escuchaba sus palabras.

Suspiré nuevamente y me crucé de brazos.

No creí que pudieras notar la presencia de esas almas, incluso puedes verlas. Eso no es algo normal en un humano como tú. ¿O acaso eres algo más? –comenté algo sorprendida por aquel hecho.

No tiene caso explicarte qué soy en realidad. No creo que alguien como tú pueda entenderlo, pero… no todo en el mundo es “normal” como muchos creen.

En mi rostro se dibujó una sombría sonrisa en ese momento, y caminé algunos metros en dirección a un árbol, reposando mi espalda en el tronco de éste para descansar un poco. Algunas de las almas que estaban en el aire se acercaron al sujeto frente a mí, y paseaban en círculos en un pequeño perímetro de esa parte del bosque, en la cual podían verse algunos lagos.

por Kagaho Jue Dic 22, 2011 9:21 pm

Cada paso que lograba avanzar hacia que el paisaje se tornase algo oscuro a cada momento, algo extraño en aquel lugar. Hace solamente una hora había partido del campamento en busca de una persona en particular del cual tuvo una sensación que se encontraba muy cerca, por cada paso que daba sentía una leve sensación que le decía que volviese por su camino, pero en verdad se sabía muy bien que el muchacho de los cabellos oscuros no le temía a nada, por lo cual no le hacia caso a esas extrañas sensaciones o escalofríos que a veces lograba sentir a la hora de acercarse a un inusual evento en su vida. Los segundos pasaban y voces se escucharon a lo lejos, pero no lograba distinguirlas de cierta manera por lo cual decidió seguir avanzando con cautela sintiendo cada vez más grande la oscuridad en el lugar.

De una vez por todas termino acercándose al lugar de donde provenían aquellas voces, la oscuridad era inigualable pero además se lograba sentir una extraña sensación en el aire. Era allí donde se encontraba Vergilius, claramente Kagaho no se había equivocado en salir a buscarlo por un simple presentimiento, además alguien le acompañaba una mujer algo extraña que llamo por unos segundos la atención de Kagaho quien se centro en escuchar los últimos diálogos antes de aparecer.

El proteger a una persona… más bien proteger algo, quizás algo y alguien eran dos cosas distintas pero de ellos se trataban las palabras expresadas por ambos personajes en el lugar. Luchar dando la vida por algún motivo que quizás luego sirva de algo pero también estaba la posibilidad de que todo fuera en vano, ser reconocido por luchar mano a mano pero a la vez repudiado por quien juraste proteger. El silencio inundo a Kagaho al escuchar las palabras de Vergilius, dando a demostrar su manera de luchar en la vida cotidiana dejando de lado las espadas, mientras que aquella mujer hablaba de no entender en pocas palabras. Fue entonces que cuando el silencio se interpuso entre ambos locutores, Kagaho de entre los arbustos apareció caminando de forma firme, con una mirada fría que no demostraba ningún sentimiento… O tal vez solo los ocultaba…

-Si no has tenido a quien proteger en tu vida nunca lo sabrás; nunca entenderías el por que mucha gente luchar por proteger a alguien sin importar lo que pase, especialmente si aquel a quien protege es tu única familia en todo el mundo. ¿No lo crees así?...

Dijo el muchacho de cabellos oscuros a aquella mujer, en tan solo pocas palabras quizás respondía un poco lo que esta decía. Luego giro su rostro para observar a Vergilius, lo cual hizo que enarcara una ceja y se acercara a este a paso tranquilo. Sus facciones eran distintas, parecía estar muy mal… Estaba pálido, era muy diferente al Vergilius que Kagaho conocía… Acercándose a este se puso enfrente de el. Apoyando una mano en cada hombro del gran guerrero romano, Kagaho le miro directamente a los ojos…

-No te veo hace mucho y lo primero que te diré es que deja de complicarme el trabajo de cuidarte el trasero, pareces un verdadero fiambre Vergilius…. ¡¡¡CARAJO!!!... Luego de irnos de este lugar lo primero que haremos será comer pareces un esqueleto que no ha comido… Luego te darás un estúpido baño que pareces bebe que ya se cagó.

Kagaho miraba fijamente a Vergilius, para luego darle la espalda y mirar a aquella mujer presente en el lugar. Sin duda el ambiente era oscuro pero algo más se sentía en el lugar, y por sobre todas las cosas aquella mujer había dicho algo de que no todos eran normales al parecer, lo que había llamado mucho la atención del soldado romano.

-Si todo el mundo no es normal como tú dices, entonces no perteneces a este… Dándote tanto misterio falta que digas que eres la jodida fantasma de una mujer extraña… Hmmmm…

Guardo silencio y se cruzo de brazos dirigiendo su mirada al fatigado Vergilius, mientras esperaba respuesta tanto de él, como de aquella mujer. Fue entonces cuando de un momento a otro Vergilius parecía desmayarse, por lo cual rápidamente lo sujeto pasando uno de los brazos del hombre en mal estado por sobre su hombro para servirle de apoyo…

-No me digas que… ¿Qué te sucede hombre?... ¿Acaso el señor de los muertos se canso de ti?... aunque a decir verdad pareces todo un muerto, le haces gracia a lo que en verdad serás alguna vez.

Dijo aquellas palabras como un pequeño murmullo hacia Vergilius sin importar si aquella mujer escuchaba.

por Vergilius Jue Dic 22, 2011 10:26 pm

Después de haber preguntado a la mujer, Vergilius se quedó de pie con la espada en su mano a la espera de una respuesta o, en el peor de los casos, del inicio de una nueva batalla en aquel momento que cada vez se volvía más y más complicado.

Y no es que fuese la corrupción, los engaños, las traiciones, las muertes o cualquier otro tipo de problema, el que aquejaba tanto en ese minuto al hijo del difunto Emperador. No, era un motivo mucho más personal pero significativo, el cual prácticamente determinaba la mayoría de los aspectos en la vida del de los cabellos negros y que marcaba un precedente en su existencia: Sophia. Las horas pasaban, los eventos sucedían, muchas palabras eran dichas para que luego el viento se las llevase… y aún no había rastro de ella.

Ni siquiera dicha mujer de los ojos rojos, supuesta conocedora del lugar podía identificar su paradero, confesándole rápidamente a Vergilius que no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba hablando. Una puñalada más para su existencia, un paso más que se alejaba de poder encontrarla, y con ello, la posibilidad de aceptar la verdad de su yo interior crecía y crecía, amenazante y paciente.

No puedo creer en Hades, confío en ella. Sé que todo está bien… sé que todo está bien… sé que todo está bien… nada malo le ocurrió… nada malo… nada malo….

Mientras escuchaba a la mujer, se repetía constantemente aquellas y otras palabras de aliento, en un intento desesperado por evitar caer en el pesimismo y con ello, que sus fuerzas se viesen totalmente mermadas. Su fe todavía estaba intacta, sabía que ella estaba bien. No obstante… sus razones eran cada vez más confusas para Vergilius. La teoría del “no quiere verte” aún rondaba por su cabeza, cuestionándose si efectivamente la de los ojos rojos, quizás, podría estar dando en el clavo. No era una toría que quisiese aceptar, más no podía desacreditarla mientras no tuviese pruebas de nada.

En ese minuto se percató de una terrible realidad: Sus certezas apelaban a cuestiones sentimentales y de espíritu, más que a hechos concretos y comprobables. ¿Estaría cayendo en la negación producto de su excesiva preocupación? No lo creía viable, pero desde sus ojos… todo lo que él hacía estaba bien, lo que no quería decir que para los demás pudiese ser efectivamente lo más sensato.

Las almas continuaban a su alrededor, aunque no les prestaba mayor atención. En sus condiciones no eran tenían relevancia alguna, en la que debía dividir sus esfuerzos entre escuchar a la muchacha, mantenerse en pie, no caer en la locura, no derrumbarse y por supuesto seguir creyendo. No le quedaba más que continuar guardando esperanzas, era a lo único que podía acudir mientras la búsqueda no rindiese frutos. Una situación indeseable, pero aceptable. Después de todo si en alguien creía era justamente en ella.

Se dispuso a responder, cuando un enorme dolor en su pecho le hizo retraerse y mantener el silencio. No quería enseñarle a dicha mujer que estaba debilitado, puesto que ella era la única esperanza de ayuda que podía tener para buscar a su prima. Si bien no le importaba hacerlo solo, estaba plenamente conciente que en su estado, lo único que haría sería dar vueltas. Y no podía darse el lujo de morir, ni mucho menos de fallarle.

Otra puntada, y dejó de percibir toda la realidad a su alrededor. Trato de mantener los ojos abiertos y la compostura, pero su situación empezaba a ser compleja. Sus ojos se fueron a blanco por completo, a la vez que un pitido ensordecía sus oídos y nublaba cualquier posible ruido del ambiente. En cosa de segundos, Vergilius estaba convirtiéndose en un cuerpo sin voluntad al cual hasta le costaba respirar. Para peor, pudo percibir con sus últimos grados de coherencia como su cuerpo empezaba a sudar y todo le daba vueltas, a pesar de no ver nada.

Y entonces allí estaba, de pie en un enorme camino negro que parecía no llevar a ninguna parte. Completamente solo, sin comprender qué demonios le sucedía.

¿Do… dónde… estoy?– Preguntaba extrañado, empezando a caminar aunque de inmediato, pudo notar que no avanzaba en lo más mínimo. - ¿Qué es este lugar?

Un fuerte viento sopló y provocó que se cubriese el rostro por unos segundos. Cuando los abrió, pudo notar que al frente estaba…

¿So… phia?. – Cuestionó, incrédulo.

Efectivamente la sombra frente a sus ojos era la mujer que buscaba, pero esta lucía totalmente distinta a cómo solía ser. Estaba muy seria, no tenía color en su piel y aunque se volteó a mirarle, le dio la sensación que le estaba mirando un ser extraño, ajeno a él, y que ella sentía lo mismo al verle. Luego giró su rostro y comenzó a caminar, alejándose de él.

Espera… ¡Espera! - Le gritó de inmediato, mientras extendía una mano hacia delante, comenzando a correr. Pero fue inútil, no sólo no avanzaba sino que además ella no respondía ante sus llamados, marchándose cada vez más lejos. –

¡¡Espera!!...

¡¡Sophía espera!!

¡¡ Maldición espera !!

¡¡¡ Esperaaaaaaaaaaaaaa !!!

¡¡¡CARAJO!!!

Un grito en su cara le despertó, y sin saber la razón, se encontró frente a frente con su viejo amigo Kagaho. No entendió qué hacía allí, por lo que simplemente le miró extrañado sin saber qué decirle, a la vez que escuchaba el resto de sus palabras.

La última vez que lo había visto fue en Germania, antes de que se adelantase para llegar a Roma y arreglar todo el embrollo de su cabeza, justo en días cuando también se sentía mal, aunque por motivos distintos… o eso se suponía. De cualquier modo, fuera como fuese, el hecho es que la voz de Kagaho lo había despertado y sacado de ese trance, devolviéndolo al mundo real.

Fue entonces que le dio la espalda y se dirigió a la mujer, a la cual Vergilius miró también. La miró fijamente a los ojos, atrapado por el color de sus ojos rojos, que eran como dos enormes gotas de sangre…

En ese minuto, otro golpe lo hizo definitivamente tambalearse y dejar caer su espada, siendo sostenido de inmediato por Kagaho, el cual no tardó en prestarle ayuda y de paso, hacer hincapié en un hecho que hasta ese minuto, no había podido considerar del todo.

No digas….. estupideces… Kagaho. – Respondió con debilidad mirando al piso, respirando con la boca y con el rostro lleno de sudor, de la misma forma seria aunque extrañamente, familiar.

La razón de ese curioso hecho era simple. Kagaho era la única persona que podía tratar como un “amigo”. Era de sus mejores soldados, no había sido general por lo que pasaba más tiempo con él, poseía la misma edad de Vergilius y finalmente, el extraño carácter imponente de su hermano mayor, Octavius. Si tenía que regañarlo o tratarlo con dureza, lo hacía, siendo el único de todos sus hombres que parecía no respetar todas las formalidades cuando se refería a su persona. Cuestión que por supuesto, no tardó en llamar la atención de Vergilius.

No quiero…. más comentarios…. del señor…. de … los… muertos.– Ordenó con autoridad, pero débil. Pensar en Hades era lo que menos necesitaba en ese minuto. – Tengo que encontrarla…. tengo que encontrarla… Kagaho….

Trató de ponerse de pie una vez más, soltándose de su amigo e intentando caminar hacia donde estaba la mujer extraña.

Tengo que… tengo que….

No obstante, sus esfuerzos fueron inútiles y lo único que consiguió, fue caer de rodillas al piso mientras miraba el rostro de dicha mujer.

Entonces fue que ocurrió. Por un segundo, no.. por menos que eso, bajó la cabeza para respirar y al levantarla y ver de nuevo a la mujer, los ojos de Vergilius eran rojos e imponentes, clavándose directamente en los de la fantasma y, sin siquiera advertirlo, le lanzó una minúscula ráfaga de energía indefensa que sólo podría ver ella, una vez que dicha chispa se posase justo en medio de sus ojos.

Uggh…..

Pasado ese cuarto de segundo, volvió a respirar de forma agitada, quejándose en el piso y tomándose el corazón con una de sus manos, luchando desesperadamente por no caer al suelo.

por Pandora1 Vie Dic 23, 2011 8:19 am

Ya de por sí no podía soportar mucho tiempo más en ese bosque de porquería y con un tipo que ni siquiera conocía, insistiendo e insistiendo en lo mismo al mismo tiempo que parecía estar muriéndose. Seguía viéndolo y esperando una respuesta, pero en vez de eso, se mostró un enorme e incómodo silencio en todo el lugar. Yo tampoco hice ningún comentario, preferí mantenerme también en silencio pues la verdad… no tenía nada para decir.

De pronto apareció un tipo de cabellos oscuros interrumpiendo en el bosque, y lo peor, fue que en ese justo instante en que esperaba respuesta del otro, el recién llegado contestó, cuestionando mis palabras y hablándome como si fuera cualquier idiota que se cruzara por su camino. Eso fue el colmo del asunto, la actitud estúpida de ese idiota me molestó realmente, más de lo que estaba. En mi rostro se vio un gesto que claramente mostraba mi estado de ánimo en ese instante.

-Si no has tenido a quien proteger en tu vida nunca lo sabrás; nunca entenderías el por que mucha gente luchar por proteger a alguien sin importar lo que pase, especialmente si aquel a quien protege es tu única familia en todo el mundo. ¿No lo crees así?...

Esas palabras fueron las que en verdad me afectaron. Me quedé pensativa un momento y muchos recuerdos de mi pasado invadían mi mente. Tuve una familia, un hermano a quien quería mucho, tal vez más que mi propia vida, y me traicionó, se fue y nunca más se comunicó conmigo. Y a los únicos a quienes quería, apreciaba como a una familia, me traicionaron, me abandonaron y me dejaron sola. Eris… Eris nunca más volvió y mis hermanos fantasmas ni siquiera se molestaron por saber dónde me encontraba y cómo me encontraba después de lo ocurrido. Nadie cumplió sus promesas. Entonces ¿Qué me quedaba? ¿Cómo volver a confiar y entregar hasta mi propia vida por alguien?

En ese instante una explosión de cosmos oscuro se generó a mi alrededor, grande pero inofensiva, sin hacerle daño a nadie pero que sacudió el bosque con un fuerte viento frío, el frío de la muerte misma. Mis cabellos al mismo tiempo se elevaron fuertemente en el aire y mis ojos brillaron de una manera peculiar. Entonces, no pude evitar contestarle:

No te metas en lo que no te incumbe, imbécil. Es asunto mío si alguna vez luché por alguien o no. Eso no debería importarte en lo más mínimo. No tengo que contestar a las palabras de un insecto como tú. –Hice una pausa y suspiré fastidiada.– Y ¿Sabes? Tal vez sea cierto, y no pertenezca a este mundo. En verdad es lo que estoy averiguando.

Después, sus palabras me llamaron la atención. Por un momento ignoré la existencia de ese sujeto para prestarle mayor atención al otro. Esa situación era demasiado extraña, más al sentir ciertas palabras mencionadas por él, diciendo que no quería más comentarios del señor de los muertos.

¿El… señor de los muertos? –Murmuré sorprendida. Sólo podía tratarse de una cosa… quizás podía estar consciente de lo que hablaban. Pero ¿Por qué lo habrían mencionado en ese instante?

Fue entonces que el muchacho débil calló de rodillas, bajando su rostro y al mirarme nuevamente, pude percibir que lanzaba una débil pero notable ráfaga de energía, un diminuto chispazo que se desvaneció frente a mi rostro. Los ojos del chico en ese instante se habían tornado en un rojo intenso y llamativo. Fue menos de un segundo en el que pude sentir ese débil cosmos que quizás quería ser liberado. Era algo bastante peculiar; no era la energía de un simple guerrero como cualquiera. En ese minuto pude percibir que la esencia de la muerte lo rodeaba.

¿Qué mierda fue eso? ¿Qué has hecho, Vergilius? –Pregunté desconcertada, recordando que ese era su nombre.– ¿Qué rayos es eso del señor de los muertos? ¿Por qué lo mencionan?

La cosa se ponía interesante y tal vez lo que había sentido en el momento de notar la presencia de ese muchacho, era cierto y no estaba errada. Ahora comenzaba a cobrar sentido. Había algo más en él. ¿Sino como explicar ese último suceso?

¡Oye! –exclamé al ver como él tomaba su pecho y parecía no estar muy bien en ese momento. Entonces me acerqué a él y me agaché para comprobar su estado.– ¿Estás bien? ¿Estas vivo al menos? Deberías dejar que tu amigo te lleve a un mejor lugar. Déjate de idioteces, no te ves bien.

Lo más seguro era que, después de eso, no dejara de seguirle el rastro a ese tipo. Me había llamado la atención tan sólo sentir esa presencia, esa energía rodeándolo en aquel instante. Quizás, fuera algo de lo que no iba a olvidarme. Al menos había algo que me llamó la atención y me distraería de todos los problemas que ya tenía con Eris, los fantasmas, berseker y demás.

por Kagaho Vie Dic 23, 2011 5:56 pm

Aquella mujer había respondido las palabras que Kagaho había pronunciado, y sin darse cuenta del más mínimo detalle en su respuesta era muy obvio darse cuenta que fue afectada tal vez por aquellas leves palabras pronunciadas por el muchacho de los cabellos oscuros. Sosteniendo a Vergilius solo observaba a aquella mujer esperando que tal vez se quedara en silencio, pero luego de una acción por parte del debilitado Vergilius quien comenzó a caminar hacia ella cayendo de rodillas. Este al parecer luego de unas breves palabras desato una leve ráfaga de energía la cual tomo toda la atención de Kagaho. Vergilius cada vez parecía un muerto sin vida, solo faltaba que su ultimo aliento se desvaneciera de una vez por todas, lo cual el propio Kagaho no dejaría que sucediese; tomo la espada caída de Vergilius y luego viendo como aquella mujer se le acercaba este también lo hizo intentando poner de pie al muchachos de cabellos negros. Sosteniéndole como lo hacía anteriormente antes de que cayera arrodillado, suspiro y dirigió unas palabras al debilitado muchacho.

-No me vengas con tus mañas, si quieres buscar a alguien, encontrarla yo te ayudaré pero no lo harás en esas condiciones. ¿Es que acaso no es suficiente el saber tu mismo como te sientes? Así de una vez por todas dejarías de esforzarte… Vergilius, iremos al campamento donde se encuentran los soldados para atenderte… Si te encuentras muy grave debemos volver a donde ya sabes, pero por otro lado si eres el gran Vergilius del que todos hablan y que conozco, podríamos emprender una búsqueda para ayudarte a encontrarla.

Dijo esas últimas palabras mirándole a los ojos de un cierto modo, entendiendo a quien quería buscar, a quien necesitaba ver. Solo bastaba una sola mirada para que ambos se entendieran sin decir ninguna palabra o comprendieran de lo que hablaban sin importar la situación. Tomando firme de una vez al hombre de los cabellos negros se dispuso a poner marcha pero no de forma inmediata… Por otra parte seguía pensando en aquella ráfaga de energía que logro observar… ¿Cada vez estaba más cerca?... Pensaba Kagaho, en verdad el era el recipiente del dios de los muertos que muy pronto daría su aparición en el lugar…

-Hmmmm…

Girando y dándole la espalda a aquella mujer Kagaho se dispuso a marchar de forma lenta mientras apoyaba a Vergilius en sí para que no cayera, avanzando unos pasos se alejaba de aquella muchacha extraña que al aparecer aun no respondía lo que esta había dicho anteriormente. Se detuvo a unos dos metros de aquella mujer y la miro por sobre su hombro.

-Eres fácil de irritar; además ya se entiende por que hablas, piensas y actúas así. El simple hecho de escucharte hablar me da a entender que tú estas sola, eres alguien vaga en busca de respuestas ya que vida no tiene sentido pues su pasado esta arruinado, su presente confuso y su futuro incierto. Si quieres nos puedes seguir, eso sí… Espero que tu temperamento sea algo distinto…

Dijo y guardo silencio, comenzando a caminar junto a Vergilius, mientras tanto se esperaba la respuesta de aquella mujer, no tanto en palabras si no en su forma de actuar. Kagaho se daba a conocer por sus palabras frías, carentes de sentimientos, por su forma de expresarse no siendo el típico tipo que se hace el duro y el malo, si no alguien normal que sabe esconder lo que siente. Fue que murmuro a Vergilius en su andar…

-Si no me haces caso juro que lo último que verás será tu espada en tu cuello. Pero luego simplemente despertarás a donde nos dirigimos, necesitar descansar, darte un baño y comer. Te doy mi palabra Vergilius, si te recuperas de forma rápida contarás con mi ayuda y con la de mis hombres…

Aquellas palabras de igual a igual era una forma extraña de comunicarse entre ambos personas, sin importar los tipos de rangos que le separaban o que uno trabajase por el otro. Seguía sus pasos lentos en un ritmo normal para no hacer que Vergilius se debilitará cada vez más rápido…

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