Camino a Tarraconense

De repente Lestat arqueó una de sus cejas y con ello frunció sus hombros. El caballero de Ares se percataba de los gestos frustrantes que se formaban ene le bello rostro de su esposa, tras el haber dado a indicar que no le interesaba para nada lo que sucediera con los objetos materiales con los que cargaban. Relamiendo sus labios el caballero se alejó un poco de Larissa y en silencio escuchó todo lo que ella decía, para tan sólo poder contestar de poco en poco:

-Como quieras corazón, aunque podemos tomar un solo caballo, pero bueno tú sabrás el porqué.

Dicho eso el joven se acerco al carruaje y desmonto aquella cúpula de madera para sacar los dos caballos que arriaban dicho carruaje. Los animales parecían estar intranquilos, pues relinchaban constantemente, pero aquel que era diestro con esos animales, simplemente tomo sus mejillas de ambos y así suavemente se las masajeó, dándoles seguridad para que los caballos se tranquilizaran.

El joven rubio giró su rostro hacia donde estaba su esposa y vio como aquella elevaba su cosmos, fue ahí cuando inquirió el porqué los animales se alteraban. Simplemente el joven sonrió y observó en total silencio las acciones de su esposa. Tragó saliva cundo divisaba como aquella efectuaba su ataque en contra de los objetos que había traído con él desde su antiguo hogar.

El joven sorprendido giraba su rostro hacia donde estaba las cosas, aquellas que en fracciones de segundo exploraron combinándose entre si, formando una especie de escarcha. Lestat un poco extrañado y podía decirse dolido por ello, alzó unas de sus manos tomando un poco de aquel polvo, después simplemente la abrió, bajando el rostro y viendo aquello, relamiendo sus labios, escuchó las últimas oraciones de Larissa a lo que cabizbajo contestó:

-Muchos recuerdos se perdieron ahí, por ello prefería que se quedaran y que los ladrones los tuvieran, porque por lo menos hubieran aún brillado en este mundo… como aquel hermoso collar que había comprado para mi difunta esposa – todo eso lo decía en susurro, para que Larissa no escuchara, después sonrió forzadamente y se dio media vuelta caminado con los caballos hacia donde ella estaba– Sí, estoy listo, tomas las riendas de este caballo, y vámonos cuanto antes corazón… ya pasó, es momento de continuar…

Ohmm…

Lestat se quedó pensativo a la cuestión por parte de su querida mujer, después sonrió y se acercó a ella besándole una mejilla y susurrándole al oído:

-La verdad es que yo tampoco lo sé, pero tengo entendido que uno es por Roma, atravesando a ciudad llegando al templo principal de la guerra. Sé muy bien ese camino, porque cuando era general íbamos a orarle a Ares por fuerza y capacidad para las guerras, si quieres seguidme amor, aunque también podemos ir por Grecia. Aquí la cosa es el que tú veas correcto Larissa…

Dicho eso le dio las correas de uno de los caballos y in esperar más de ella, aquel la tomaba entre sus brazos para alzarla y sentarla sobre le lomo del caballo, que relinchaba mostrando su ansiedad. Relamiendo sus labios el general rubio alzó el rostro y se quedó observando a su esposa en silencio y detenidamente, dejando que varios segundos pasaran en total silencio.

Suspirando él sonrió y acerco su rostro a uno de los muslos que se desnudaban por la posición y con suavidad los besos, como si fueran labios los que tocaban con su boca, recargando su mentón en la pierna de su esposa y cerrando sus ojos, dijo suavemente:

-La verdad no quiero que te acerques al santuario de Ares, no quiero que luches y te hagas daño, pero eso es imposible ya que es tu labor ante todo, pero te prometo que te defenderé a capa y espada mi vida… jeje,, sabéis bien vosotras que os amo… vale vayámonos que aquí tan sólo perdemos el tiempo…

Dicho eso besó por una ultima vez el muslo de Larissa, después ligeramente lo palpo con sus palma derecha y de inmediato corrió a su caballo. Montándose y golpeándolo generó que el cuadrúpedo caminara en el sendero rumbo a Roma.

-Bueno corazón… debéis de entender que tan sólo es una tierra más, que tal vez quede sumida en la opresión de vuestro Dios, por ello no te preocupes, si llegamos a varearnos por minutos en uno los lugares que tenéis la tierra de Roma, recuerda que tan sólo será por descanso a los caballos. Así que andando corazón que de seguro es demasiado tarde y nuestros compañeros deberán estar furioso, pero eso no nos debería de importar, yo asumiré toda culpa para que a vos no os maltratéis con insultos.

Dicho eso acarreó con más fuerzas alas riendas del caballo, golpeteando también sus costados, generando que el enorme animal tuviese una potente fuerza para trotar rumbo a Roma. No podía negar aquel joven que estaba demasiado nervioso, estaba a horas de conseguir su armadura como guerrero rojo de Ares al igual que su esposa. Tragaba saliva pues su vida haba dado un giro tremendo en el transcurso de pocos días.

Agitado Lestat divisaba como su dama le seguía el paso. Sonriéndole cerró sus ojos y suspiró profundamente, disipando así un poco su nerviosismo al final de cuentas tenía que presentarse fuerte ante ella, para que ésta no tuviera miedos que generara su descontrol y debilidad ante los demás guerreros de Ares.