[Villa Rodorio] - Calles Principales

La noche había llegado ya a Rodorio haciendo que la actividad en ese lugar cesara de manera casi definitiva. La verdad era que desde que la mujer de los cabellos rubios había dejado la cuidad de Roma para recluírse en el templo de Eris y luego en el de Athena, había olvidado lo bien que se sentía el pasear por ahí buscar a alguien a quien robarle o simplemente irse a una taberna a beber hasta caerse de lo borracha. Definitivamente desde que había dejado su vida normal para transrformarse en una guerrera al servicio primero de Eris y luego de de Athena había dejado también de lado todas las diversiones en las que ser perdía de vez en cuando. Diversiones por medio de las cuales había conocido al hombre que marcó su corazón de manera permanente, pues aún no olvidaba los momentos que había pasado con Jabrath, y cuánto le dolió el saber que había muerto.

-Supongo que fue luego de aquel suceso triste que olvidé que podía aprovechar la ausencia de Samantha para divertirme por ahí. Aún me desanimo cuando pienso en ello. Me da tanta pena no poder verlo. - Dijo la rubia en voz alta mientras caminaba con su mascota y paseaba por las calles de Rodorio apenas iluminadas por los faroles de las casas al lado de las mismas. Nadie hacia nada en la noche. No había juegos de Azar en los que ella pudiese apostar y estafar a alguien. No había licor para comprar con las monedas que había llevado para poder comprar algo, en definitiva no había nada. Ya empezaba a extrañar un poco el ambiente que se vivía en la taberna donde había una gran cantidad de mercenarios dispuestos a apostar con ella en cualquier juego para ganarse algún favor de su parte. Cómo le gustaba recordar la forma en la que los estafaba y les robaba casi todo lo que habían conseguido en semanas de lucha!

-Si ella supiera eso seguro no me tendría tanta buena fe.- Pensó la mujer mientras caminaba con su mascota y doblaba una esquina, rogando encontrarse con alguien que pensara por lo menos un poquito como ella.

-Bueno supongo que esas dos cantimploras que tengo en el santurio llenas de licor serán más que un tesoro de ahora en adelante para mí. Apuesto que aquí a lo mucho han de vender vino, y seguro mezclado con vinagre.- Renegó la muchacha mientras caminaba despreocupadadamente.

Narración - Dialogo

La noche había quedado atrás dando la oportunidad a que la joven austriaca saliera de la posada para conocer el lugar y quizás por el camino se encontrara con alguien que conociera la Deidad de la guerra y su orden. Los rayos solares iluminaban el lugar lo suficiente para poder observar con detalles las calles y los lugares por donde transitaba.

A pesar de ser muy temprano bastante gente ya estaba despierta y preparando su negocio para la venta del día y otros realizando sus quehaceres diarios. Chrystalle camino entre la poca multitud de la calle dispuesta a comprar algo de fruta o una bebida que le ayudara a soportar el calor de Grecia a la cual no estaba acostumbrada siendo ella proveniente de un lugar frío.

Terminado de comprar lo necesario, la peli verde siguió su trayecto por las calles principales de la Villa, como su primer paseo por así decirlo en Rodorio, caminó por todo lugar sin tener destino mas tampoco se alejó demasiado porque sería factible que terminara perdiéndose.

-Es un lugar muy tranquilo... ¿Es acaso por la Diosa Athena?-

Se preguntó susurrando, llegó a una zona donde había unas cuantas bancas ahí tomo asiento recostando su espalda sobre la fría piedra ya que los rayos solares no daban sobre el lugar; y comiendo una naranja de las tres que había comprado más temprano.

La mujer de los cabellos rubios siguió caminando con su mascota en aquel lugar. Ese pueblo la verdad se le hacía bastante raro, pues nunca había visto que en una ciudad el camino estuviese alumbrado por tantos faroles que parecía el sendero hacia una feria ambulante. La cantidad de luz en ese lugar no dejaba paso a la posibilidad de ocultarse y las casas a los lados del camino parecían algo así como sacado de una caricatura. Las puertas pintadas de colores vivos así como las ventanas todas a medio cerrar, como si las posibilidades de que un ladrón entrase a robar fueran nulas, hacían que la rubia se diera cuenta del tipo de gente que vivía en ese lugar. Todo era tan pacífico, que a la ladrona le parecía que los únicos que pensaban en la batalla eran los que como ella portaban una armadura de oro.

Una vez que Sheznarda y su mascota doblaron la esquina se encontraron con un hombre de cabellos azules quien lucía de mal humor y se notaba, no era de ese lugar al igual que ella, pues su forma de actuar, la expresión en su rostro y la manera de sostener su botella de vino le delataban como un forastero. Lo que más le llamó la atención a esea mujer fue la energía que emanaba de su ser. No había dudas, aunque no portase la armadura que los identificaba como iguales, él era un caballero de Athena. Sheznarda sonrió al ver que no sólo ella era la única que se daba cuenta de que ese pueblo no era de lo más lindo, puesto que aquella expresión molesta en el apuesto rostro del joven, no podía ser por nada menos que la falta de lo que ella mismo estaba buscando: Un bar, juegos de azar, mucho alcohol y para él lo más seguro unas cuantas prostitutas.

-Es una pena para él pero no creo que pueda sobrevivir en este lugar mucho tiempo, incluso yo ya quiero salir corriendo de este lugar. Por mí fuera darme una escapada a Roma.- Penso algo divertida ante la situación y decidió acercarse a aquel hombre para tener alguien con quien hablar. Un poco más allá Sheznarda pudo percibir el cosmos de alguien más, pero como estaba más lejos decidió que iría por ese lugar un poco más tarde.

-Hola! Al parecer no eres de por aquí. Seguro estás harto de pasearte por ese lugar menos animado que un cementerio. Yo te aconsejaría subieras la montaña, por lo menos hay cosas más interesantes qué hacer en ese lugar, aquí lo más emocionante que puedes ver, es la feria de frutas que seguro arman en las mañanas los habitantes de ese lugar.- Dijo la amazona de piscis con un tono animado y se puso frente a aquel hombre para observarlo bien. Le parecía un mercenario más que cualquier cosa, y esa idea la tranquizó frente al hecho de que ella era una vil ladrona y que había entrado al ejército de Athena inmerecidamente. Ahora claramente lo sabía, cualquiera que fuera elegido por la señora Athena podía ser digno y podía dignificarse sirviendo a sus ideales y aprendiendo de su bodad, no importaba si se trataba de alquien tan vil como ella, o alguien que hubiese tomado muchas vidas por dinero.

-Dime forastero qué te ha traído a este pueblo tan interesante?- preguntó la ladrona con algo de sarcasmo.

Sheznarda escuchó lo que dijo aquel hombre acerca de su mascota quien mostró su desagrado ante aquel ser de los cabellos azules y con el aspecto de un vagabundo de quinta que hablaba sobre lo que podía ser. Si bien era cierto ella no era la más educadas de las mujeres, la amazona de piscis tenía claro que había cosas que no se le decían a los demás. Y menos cuando estos estaban tratando de ser amables. Supuso que aquello que decía acerca de los cementerios era precisamente motivado por el nivel de alcohol en el cuerpo del mercenario sin ejército así que por lo tanto decidió no contradecir aquello sobre el sitio donde descansaban los difuntos, pues viendo la forma en la que ese hombre se expresaba ella había comprendido que no tendría caso discutir tal tema.

-¿Cuánto qué? No espera...- Sheznarda se alejó un poco de su interlocutor pues el olor a alcohol que despedía el ser frente a ella hacía que la joven deseara no tener la capacidad de percibir nada. - ¿Tu te imaginas que yo soy de esas mujeres?- La rubia soltó una carcajada y luego de varios segundos de actuar como una loca guardó silencio y puso una expresión seria en su rostro para luego decir con serenidad:

-No te culpo de que pienses que soy de esas, pues tú de seguro sólo has tratado con ese tipo de mujeres. Pero créeme es más prudente que no me consideres de esas y que mejor guardes esas monedas. No me tientes a golpearte y dejarte tirado en algún lugar sin un sólo centavo.

La amazona de Athena elevó ligeramente su cosmos, pues estaba muy molesta y el controlar sus emociones aún era algo que se le hacìa bastante difícil pues no había tenido la necesidad de hacerlo antes. Con la poco paciencia que a alguien como ella le quedaba, la amazona pensó en las cosas que iba a decirle a aquel hombre y sentenció:

- Una muy buena mujer ha confiado en tí. Deberías subir la montaña de donde yo he venido para que cumplas tu deber y dejes de perder el tiempo y desperdiciar tu poder en este sitio tan deprimente. O un guerrero como tú quiere dedicarse a vivir como una rata? NO me lo creo... No te conozco pero puedo ver que no eres así.

La amazona de la casa de piscis no puedo evitar sentir ganas de escupir en la cara del hombre que tenía en frente, pues no había pensado que alguien como él iba a tener el atrevimiento de hablarle de esa manera tan mal educada y salida de tono. Si bien era cierto a ella le importaba poco o nada el que un hombre la confundiese con con una prostituta o no; el hecho de que éste la minimizara sí se le hacía bastante imposible de soportar. Ella que era una mujer libre y dispuesta a demostrarle a todo hombre que se le pusiera en frente que, ella no era ninguna tonta a la que se podía pisotear. Definitivamente luego de observar la conducta de aquel zángano frente a sus ojos la ex-fantasma del hambre se daba cuenta de que nada importaba lo que ella hubiese sido antes de portar el manto sagrado de Athena, definitivamente ella no era menos digna que nadie para estar en las filas de esa mujer que a la que protegería con su vida aún cuando no la había visto a los ojos.

-¿Así que te comerías tus zapatos? Eso sería bastante divertido.- Sheznarda rió a carcajadas otra vez y puso sus manos en el estómago mientras se agachaba un poco, pues lo que decía ese hombre le parecía muy gracioso y no podía evitar reírse y pensar que seguramente la falta de un buen licor había hecho estragos en su cerebro. - Pues creo que deberías pensártelo bien ates de decir tales cosas frente a alguien como yo. Tu nivel es tan bajo que no eres capaz de percibir la enorme difrencia entre los dos.

La amazona de Abel miró a su mascota de reojo y le hizo una seña de modo que aquella especie de gato de cola esponjada se marchó rápidamente para esconderse en un sitio donde no pudiera ser lastimado, pues era más que obvio que la mujer de cabellos rubios quería por todos los medios demostrar su punto de manera determinante para que en futuras ocasiones aquel hombre de los cabellos azules no se tomara el atrevimiento de hablar las tonterías que había dicho hace poco.

-Yo que tú tendría cuidado con todo lo que dices que harás, no vaya a ser que yo te borre la sonrisa de ese lindo rostro y te haga ver como un fanfarrón que en su desesperación por beber algo se ha puesto a tomar un vino de pésima calidad. Una que te aseguro ni los vagabundos de Roma beben por temor a que se les termine de arruinar el gusto por el licor.

La mujer de los cabellos rubios elevó su cosmos amarillo mientras escuchaba lo que decía aquel hombre que tenía en frente. Francamente ella no se imaginaba que una mujer sería capaz de pasar una sóla noche con él ni por todo el dinero del mundo. Ese futuro caballero de Athena que tenía un cosmos muy parecido al suyo definitivamente dejaba mucho que desear como ser humano soportable. No había dudas o pregunta sin responder, ese hombre era más insoportable que cualquier enfermedad.

-Definitivamente una patada al hígado es más linda y soportable que tú. Mira que sólo estaba dándote un consejo para que puedas salir de aquí a un sitio mucho mejor, pero si no quieres y me tratas así... No me quedan más opciones que hacerte ver las cosas como son.- Una vez dicho esto la amazona de piscis dió algunos pasos atrás para tomar distancia y concentró su cosmos dorado en el puño derecho. Esta vez se pudo visualizar mejor la imagen de la deidad de los santos con un aspecto traslúcido. Aún no se podía ver lo que hacía esta, pero lo que hacía Sheznarda sí. Ella había pegado en el suelo con el puño haciendo que unas pocas grietas se formaran e hiciercan camino hacia donde estaba el hombre insolente deteniéndose a pocos centímetros del mismo. Si ese ser iba a ser su compañero ella no podía tener intenciones claras de lastimarlo serveramente. Sólo quería que quedara claro quien era superior en ese momento.

Las calles de rodorio, el pueblo mas cercano al santuario y cuna de muchos de los santos de Athena o aprendices de los mismo, un lugar que aquel caballero nunca había visitado. Su cara era seria, tranquila, se notaba fácilmente que no era de aquellos lares pero la gente estaba acostumbrada a ver últimamente gente de otras regiones arribar a sus tierras y caminar por sus calles.

- Hacia mucho tiempo que no la he visto, me pregunto si sera la misma de siempre, dulce, adorable y coquetería ingenua que la caracterizaba -

Paolo buscaba a alguien en aquellos lares, pero sabia que no se encontraba entre aquellos simples y tranquilos mortales, se hallaba en un lugar mas protegido, mas profundo y hacia allí se dirigía, debía hablar con ella, verla con sus propios ojos y saber si lo que la voz en su mente, si lo que Shito le había dicho era cierto, ademas lo había escuchado en otro lugar durante sus viajes y deba verlo con sus propios ojos, así que prosiguió su camino hacia el lugar donde ella se encontraba.

Una presencia extraña pudo ser percibida por la rubia de los peces dorados quien en cuestión de segundos se distrajo de aquella labor estéril de obtener una conversación agradable o coherente con un hombre como el que tenía en frente. Sabía que a a larga si Athena lo había escogido era por algo que ellal no era capaz de determinar y que a final de cuentas el terminaría encaminando su sendero para servir a aquella señora que ahora los tenía bajo su mano y cuidado, por lo que sin sentir una pizca de molestia por no poder dejar con la boca cerrada a ese hombre tan mal educado la rubia decidió marcharse no sin antes decir a su interlocutor.

-Me he dado cuenta que no tiene caso. Si tú piensas de esa manera y toda tu vida has llevado esa línea de razonamiento yo no voy a podértela quitar ni siquiera a golpes, porque no puedo lograr con mi puño en tu cerebro, lo que la vida con golpes no ha podido hacer en años.- Sheznarda se incorporó y se acomodó unos mechones de cabello que tenía en la frente y continuó- Aunque no sea mutuo ha sido un gusto conocerte futuro santo de Athena. Espero te aburras de estar dando vueltas en este pueblo aburrido y decidas subir de una vez a la casa en donde espera tu armadura.

Una vez dicho esto, la rubia se alejó del lugar corriendo, pues no quería perder de vista la presencia de ese cosmos tan raro que le llamaba demasiado la atención. Se parecía muchísimo al de sus compañeros y eso casi la engañaba por completo; sin embargo había una ligera diferencia con el de los demás y esa variación fue lo que hizo que se pusiera alerta.