[Alejandría] Jardines del Palacio

Volteé hacia atrás mientras corría, ya no había rastros de Selene el el pasaje secreto. No hice ningún gesto y seguí mi camino. Llegando a los jardines, un lugar realmente bello repleto de plantas y flores, árboles y mucha vegetación, era uno de los sitios que más recordaba, era un lugar que me llenaba de felicidad y tranquilidad pero no en este momento, ahora lo que quería era marcharme de Egipto cuanto antes y borrar todos los recuerdos de mi mente. Mi primer objetivo era encontrar aquel caballo de Selene que según ella se escondía en los rosales. Comencé a mirar en todas direcciones y a los lejos vi un lugar repleto de rosas de todos colores, eran hermosas. Sospeché que ese debía ser el lugar donde esté el animal. Me acerqué a paso rápido y si, efectivamente aquel bello corcel estaba esperando detrás de los rosales. Me acerqué con cuidado y acaricié su lomo, el animal era manso, no hizo nada al respecto, entonces, me monté en él.

-Es hora de que nos vayamos de aquí...- Agité las riendas y el animal de dispuso a trotar a lo largo de las hermosas y húmedas praderas. La noche se hacía cada vez más fría, por suerte aún tenía mi capa para abrigar mi cuerpo, pero no la necesité aún. De a ratos volteaba mi vista y miraba la luna llena que era la única luz de la noche, y se veía mu bella, imponente sobre el oscuro firmamento; al igual que cada una de las constelaciones, que me guiaban en mi camino. Lo próximo era encontrar a Edward para que me proteja y me guíe. No perdí más tiempo y me encaminé a la salida para llegar al muelle cuanto antes, no sabía por que motivo que sentía allí en donde estaba una energía oscura, no estaba segura de saber que era pero no podía quedarme allí.

1º Post Ataque medio maestria naturaleza y vida

Selene salió al jardín del palacio conduciendose a si misma entre los enormes arcos de marmol que se dirigian a la fuente en medio del jardín. Todo ese tema con Gelum la tenía irritadísima, al punto de que las flores y plantas se alteraban al sentir su presencia oscura en el lugar. No podía creer que ese niño fuera tan grosero y altanero... que no llevara en Egipto ni dos segundo y ya se estuviera considerando a si mismo un rey. Pero que mas daba, era por el bien de su amado pueblo... no le importaba que tuviera que hacer para conseguir lo que deseaba, y en ese momento era el cese de agresiones entre Roma y Egipto y darle un heredero a Egipto que pudiera ser parte de dos mundos distintos, con sangre egipcia y romana, que fuera un hombre de cuya grandeza se hablara por 1000 años, cuyo nombre trajera como sinonimo el miedo y el respeto absoluto.

Miró el agua de la fuente, vio su peluca reflejada en ella. La tomó y la lanzó hacia un costado dejando su cabellera corta libre. La idea de comenzar a seducir a ese niño la irritaba... debía hacerlo si quería ser madre. Debía hacerlo si quería la paz con Roma y la guerra con el resto del mundo. Pensó en el libro que Kisame había hecho, aquel con los dibujos eroticos y las explicaciones de como se hacia para seducir a un hombre... sin duda tendría que leerlo nuevamente, aunque la primera vez se hubiese asqueado.

Cerró los ojos, respiró profundamente... y sintió como esa energía la volvía a envolver... aquel cosmo oscuro que traía a su alrededor el crecimiento de las rosas más hermosas. Ya no le costaba como antes hacer que la naturaleza a su alrededor creciera. De la nada hasta una rosa de cosmoenergía se creo en su cabellera adornandola con suavidad. Sonrió más tranquila en ese momento... fuera lo que fuera que ocurriera con Gelum lo afrontaria como la mujer orgullosa que era. Sin darse si quiera cuenta, todo a su alrededor comenzaba a llenarse de pequeñas enredaderas que surgían desde el suelo. De pronto miró hacia el piso y se dio cuenta de ello, como los tallos desnudos crecian en forma de enredaderas salvajes una tras otras, sin rosas... solo espinas y madera que buscaban apresar la vida.

- ¿Yo estoy haciendo eso? - Se preguntó en voz baja un tanto sorprendida de lo que su cosmoenergía estaba logrando en esos instantes. No pensaba que fuera posible que ya pudiera manejarla con ese grado... pero le alegraba que estuviera pudiendolo hacer... eso significaba que aun había mucho más en sus memorias que aprender... algo que solo en ese instante logró recordar. - La enredadera... la enredadera del infierno...

Solo entonces... la imagen de aquellas enredaderas acabando con la vida se hicieron claras en su mente. La imagen y silueta de la dama de la ira sosteniendo la hoz de la ira mientras observaba a lo lejos como las enredaderas consumian y acababan con sus enemigos. La imagen era placentera... y Selene sonrió al recordarlo.

Los jardines del palacio habían sido elegidos para la boda entre la reina Selene y Gelum, el heredero del emperador Romano con el cual se intentaba lograr una especie de tregua, afianzandola con un matrimonio indeseado tanto para Gelum como para Selene.
Esa mañana habían despertado a la joven y con la presencia de sus mas altos sacerdotes, doncellas y consejeros... se habían quemado frente a todos ellos la roja y los juguetes con los que "alguna vez" se supondría había jugado. Filosofos y abogados observaron el acto, testigos de que la ceremonia romana se estaba siguiendo al pie de la letra. Selene miraba todo ello irritada y en silencio, pues ni si quiera eran suyos aquellos juguetes, no tenía idea de donde lo habrian sacado los sacerdotes pero ella recordaba con exactitud que nunca había jugado con esas cosas, de niña se dedicaba a mirar los insectos e intentar atraparlos en El Fayum... o como mucho nadar en las aguas del lago, pero las muñecas y otro tipo de juguetes, no habían sido parte de su infancia. Para eso tenía a sus hermanas, Jezzara podría haber sido su juguete favorito.

De cualquier forma, terminó dicha ceremonia y todos se retiraron al Jardín del Palacio excepto las doncellas de Selene. Conseguir todas las estupideces que pedían las tradiciones romanas había tomado bastante tiempo... esfuerzo y hasta vidas. Mas de una doncella había muerto camino a El Fayum pues no era llegar y atravesar el desierto. Se le colocó una peluca hecha del pelo de una esclava de origen romano. Estaba dividida en 6 trenzas largas en forma de punta al final. Se le vistió con una tunica de algodon blanco y recto, que le llegaba hasta los pies. Selene no entendía cual era el proposito de todo eso pero no se quejaba, quería terminar con el asunto de una vez por todas. Se miraba al espejo frente a ella, pensaba que habría dicho su padre si la hubiese visto casandose con un hombre romano, ¿La habría sermoneado o se habría sentido orgulloso de ella por pensar como una reina y no como una niña? No lo sabía realmente. Sólo sabía que estaba haciendo lo correcto, tenía que dejar un hombre de su sangre en el trono egipcio antes de volver al inframundo a ser los puños del ejercito de Hades... los dioses la reclamaban una vez mñas a su lado y tenía que terminar sus asuntos lo mas rapido posible.

- Diosa Isis... ¿Podría ponerse de pie? - Preguntó una de sus doncellas sin mirarla y con la mirada en el suelo.

Selene se paró sin mucho animo, aun en sus propios pensamientos. Subio los brazos horizontalmente contra el suelo y se le amarró el famoso cinturon y se le hizo un nudo extraño. Era el nudo de hercules que había tenido más de 60 hijos segun lo que decían esos cuentos ridiculos romanos. Selene nunca había conocido un hombre que pasara los 45... dudaba mucho que un hombre pudiese tener esa cantidad de hijos, pero despues de todo los romanos creian tantas estupideces que no iba a pasar su tiempo rechazando las creencias de aquellos sujetos. Finalmente... le cubrieron el cabello con el flammeum, un velo de color anaranjado y sobre este velo se le posicionó una corona de hojas de naranjo. Conseguir hojas de naranjo había sido toda una hazaña y debieron viajar a el fayum para ello sus doncellas. Se le colocaron zapatos por primera vez en su vida. En egipto donde siempre se usaban sandalias, los zapatos romanos resultaban muy extraños... pero eso decía la cemeromia y sus abogados habían sido muy cuidadosos en los detalles de esta. Así, con una tunica blanca, un velo naranja, un cinto de oro en las caderas, una corona de naranjas y zapatos del mismo color que el velo... Selene pareció estar lista para casarse con Gelum.

- ¿Falta algo más? - Preguntó mirando a sus abogados.

- Si su padre estuviera vivo se tendria que hacer un sacrificio a los dioses... ver si los augures son favorables para este matrimonio... - Respondió uno de los hombres vestido como romano y por su acento se notaba extranjero.

- Pues mi padre esta muerto. ¿Hay alguien más que lo pueda hacer?

- Lo ideal sería que lo efectuara entonces algun hermano... pero se que mi señora ni tiene hermanos vivos...

- Mi ultimo hermano vivo fue mi difunto marido, ¿No lo recuerda?

- Lo se mi señora... Los sacerdotes deberán hacer entonces el ritual.

- ¿Sacerdotes Egipcios? ¿No sería ese un motivo para negarle validez a dichos sacrificios a Jupiter?

Los abogados se miraron entre ellos nerviosos. No sabían realmente que responder. De por si toda la situacion era complicada por ser los contrayentes de distintas nacionalidades y aquel matrimonio romano celebrado en Egipto.

- Po... podría... - tartamudeaba nervioso el abogado romano. - Podría buscar algun augurio con aves mi señora.

- Busquen aves blancas entonces y liberenlas cuando nos estemos casando para que sea un buen augurio, que se yo... ¿eso basta no?

- Sí, se vería como una buena señal.

- Entonces esta todo listo. - Dijo Selene arreglandose la corona de naranjos que le empezaba a irritar y empezó a caminar hacia el jardin.

Todo el palacio estaba decorado con rosas y flores hermosas. El olor a flores era agradable y se notaba por el ambiente de personas moviendose de un lado a otro que algo muy grande estaba ocurriendo ahi. No era un matrimonio Egipcio, era un matrimonio romano en toda forma. Los egipcios estaban al tanto que si Selene se casaba su esposo pasaria a ser un verdadero Faraon y rey por derecho propio de aquel pueblo, era por ello que no se había tomado si quiera una de las tradiciones Egipcias de matrimonio. Todo ello era simplemente una fiesta a los ojos Egipcios y Selene estaba tomando un concubino, pero no un rey.

Llegó Selene y su séquito al jardín, estaba todo adornado bellamente. Guirnaldas de flores estaban colaros por todos lados, había agua y fuego, tal como la tradición lo exigía. La mujer que debía unirlos en matrimonio se encontraba ahí...

Pero Gelum no estaba. Selene miró a todos los presentes un tanto irritada.

- ¿Dónde esta Gelum?

Alejandría. Ese era el nombre que le daban los egipcios a dicha ciudad tan poblada y colosal, que no podía evitar compararla, de alguna forma, con Roma. La cantidad de gente que iba de un lado para otro; la variedad de edificios de diversos tipos de comercio, desde artesanías hasta hospedajes. En pocas palabras, se podía decir que había de todo.

Aunque lo que más llamó mi atención, fue la forma en que se comportaba la multitud ante mi paso. Me miraban extraño, algunos con claro odio y otros con una extraña curiosidad. Pero sin lugar a dudas, lo que no había en sus ojos era alegría. Y lo entendía perfectamente, puesto que mi nación en el pasado había tenido la intención de gobernar dicho pueblo.

Incluso en mi exilio, recuerdo que siempre estuve seguro que las tropas romanas hubiesen logrado conquistar estas tierras. Grande fue mi sorpresa al enterarme que la campaña fue un rotundo fracaso. Motivo?, culpa de los soldados, de la mala gestión del general, del mismo Vergilius por no asegurarse a quien enviar…

Cerré los ojos un segundo para luego volver a abrirlos, y despejar mi cabeza de tales cuestionamientos. Pero era difícil. Responsabilidades habían por montones. Desde administrativas, pasando por Diva y el Senado, hasta en campo, en lo que el general a cargo de la expedición se llevaba todo el peso. Sin embargo, no debía ser injusto con ellos y debía considerar la gran resistencia que pudiesen haber presentado los egipcios. Eran una nación enorme, con un ejército bien conformado por lo que podía ver y los rumores indicaban que tenían una reina bastante particular, que los había guiado exitosamente a soportar la invasión romana.

Ya me tocará conocerla…- Dije en voz baja, evitando ser escuchado por los escoltas que iban un par de metros más adelante marcándome el camino que debía seguir. Ambos iban armados con lanzas y escudos, aunque carecían de armadura que cubriera su cuerpo.

En ese momento recordé lo que había leído en Roma acerca de estas tierras. Eran bastante extensas, además de poseer un paisaje árido que sin embargo contaba con algunos oasis de recursos. De todas formas, no cualquier pueblo podía establecerse en un sitio como lo era este, desde luego. Tenía que ser una nación poderosa y bien constituida como para soportar las condiciones extremas que le proponía el terreno en si. Por ello, no podía considerar el privilegio de tomarme a la ligera a estos nativos, que algo debían tener como para haberse desarrollado tan bien en estas condiciones extremas.

Fue entre mis pensamientos más profundos, que la voz de uno de los escoltas llamó mi atención. Ya estábamos aproximándonos bastante hacía el palacio, por lo que me fueron dando unas indicaciones al respecto. Lo primero, fue comentarme sobre la boda que estaba a punto de llevarse a cabo en los jardines del palacio. Lo segundo, era en cuanto la forma que debería adoptar si es que no quería tener problemas en dicho lugar. Y finalmente, prevenirme en general del ambiente tenso que poseía la ciudad el día de hoy. No era recomendable que estuviese solo por ahí, especialmente siendo un romano de la clase real y militar.

Después todo se remitió a un paseo directo hasta que pude distinguir las decoraciones y adornos clásicos de una boda. Pero no una egipcia, ya que estaba claro desconocía por completo las tradiciones de dicha nación africana. Para mi sorpresa, lo que logré ver era una ceremonia al más puro estilo romano. Con todas las extravagancias que aquello implicaba, por supuesto. Algo que me impresionó, y mucho si es que soy honesto, pero no debía demostrarlo o de lo contrario los escoltas se alterarían. Ya que por muy educados que fuesen, yo tenía conciencia que su presencia continúa para con mi persona no era sino una muestra de desconfianza ante mi sola presencia. Por lo visto, alguien había estado haciendo escándalos antes y probablemente hubiese venido de Roma. Tenía mis propios candidatos ante tal situación, pero era absurdo el ponerme a pensar en eso ahora…

Especialmente, que por fin podía observar tanto a Gelum como a la reina Selene. Era imposible no distinguir el aspecto claramente extranjero del hermano menor del tuerto entre la gente egipcia. Y la elegancia que portaba dicha mujer cercana a él no era algo que creyera que cualquiera pudiera poseer. Tenía que ser especial, y única por lo demás. Condiciones que parecía cumplir con creces.

Bajé de mi caballo el cual quedó con los escoltas, a la vez que caminaba entre los invitados quienes parecían impresionarse con mi altura y vestimentas. No los culpaba, pero tampoco les daba importancia. Lo único que me preocupaba ahora era llegar hasta donde se ubicaban la futura pareja que marcaría un nuevo comienzo para ambos imperios. Y mientras me acercaba, pude escuchar las palabras de Gelum dirigidas hacía ella como si, mas que su prometida, fuera su jefa.

Espero no ser yo una molestia para ti, Gelum. – Comenté tranquilo y serio, caminando hasta posicionarme a una distancia prudente de ambos. No quería invadir la privacidad de dicha mujer, a quien no conocía y por lo mismo, no podía aventurarme mucho. Su mirada me causaba cierta intriga, era demasiado fría como para la realeza común y corriente.

Hice una reverencia menor como muestra de respeto, para después proseguir con mi presentación y posteriores palabras.

Tenga usted un muy buen día, reina Selene. Me presento bajo el nombre de Octavius, hijo mayor del emperador y portador de una noticia que desearía pudiese escuchar antes de comenzar con la ceremonia.

Podía notar como el aire estaba especialmente seco, impidiendo cualquier tipo de brisa o respiro refrescante. Por mi parte, mantuve mi vista fija en la reina pero sin llegar a incomodarla. De Gelum me había olvidado completamente en ese minuto, o más bien, no era algo que debiese tratar con él.

Claro está, es algo que le diré bajo el único caso de que su alta persona desee escuchar lo que debo decirle. – Agregué calmado, esperando que entendiera lo imperativo de lo que debía decirle.

Mientras escuchaba las palabras de los sacerdotes, mantenía la mirada fija en aquella mujer egipcia que ahora lucía una apariencia romana. Era extraño ver un extranjero de su porte, según decían en Roma, abandonar sus costumbres natales y optar por las venidas desde tierras lejanas. No se esperaba algo como eso, mucho menos en una reina, pero lo comprendió sin mayores rodeos.

En ese instante, las palabras que interrumpieron a los egipcios también lo hicieron con mis propios pensamientos. La voz autoritaria de la mujer se hacía presente con velocidad y elegancia sin necesidad de palabrerío sobrante. Por su tono, podía percibir muy bien todos y cada uno de los significados que le quería dar a sus propias palabras, a lo cual simplemente asentí con la mirada. Comprendía bien la inestabilidad de ambos países y que ella simplemente se estaba sacrificando por un bien común. O más bien, por el bien de su propia comunidad.

Luego de sus primeras arremetidas, declaró una orden directa para Gelum e inmediatamente me invitó a seguirla por el palacio. Sin más que decir ahí, caminé lentamente detrás de su figura excesivamente preparada como si se tratara de una de las más pretenciosas mujeres romanas. Pero en este caso, vestidas por cortesía de la propia gobernante de Egipto. Ironías de la vida, si considerábamos que hace un tiempo la propia Diva hizo lo mismo, pero en pleno palacio real a vista y presencia de todos. Excepto la mía, obviamente.

Un par de palabras fueron emitidas por la que para mí seguía siendo en apariencia una muchacha, para después continuar por una especie de pasadizo secreto. Asentí con la cabeza ante la invitación de la mujer y sin decir nada más, me dejé guiar por ella hasta donde sea que quisiera llevarme para comunicarle la noticia.

Mire al que seria nuestro nuevo rey, en parte me sorprendió ya que se notaba que era menor que Selene además de que como se veía como un niño y siendo romano quien sabe si se pueda ganar el respeto de los egipcios, pensaba en esos momentos que el joven romano tenia dos puntos malos en primero era ser un niño y con eso no creo que infunda demasiado respeto, el segundo se un romano tener la sangre de aquellos que atacaron nuestro pueblo solo por codicia.-Si lo aceptan…será por la voluntad de Selene.-Mire con mas cuidado el como todo el jardín se encontraba decorado para la ocasión.

Pero observe igual que todos los presentes como un invitado.- ¿inoportuno?.-Deseaba hablar con Selene, y al parecer también era un romano me preguntaba que seria lo que quería y porque se encontraba aquí, pero solo mire que ella acepto hablar con el y se fueron, luego me recargue en uno de los pilares que tenia al lado para mira la acción del joven Gelum, la cual seria la mas acertada al haber quedado indignado por la interrupción en su boda, mire como se retiraba del jardín hasta que volviera Selene

Me acerque a los sacerdotes al ver que ya no se encontraban Gelum ni Selene.-Sera mejor que distraigan a los invitados hasta que regresen ellos no creen.-Les dije para que inventaran algo para distraerlos y no comenzaran a causaran problemas, salía de los jardines para caminar un poco y esperar a que me llamaran para cualquier cosa.

Y como lo a riamos joven Hang

Al escuchar las palabras del sacerdote me di cuenta que no tenia mucha imaginación por eso tuve que dar la vuelta para volver a atrás de los pasos que ya había dado para salir del jardín, pero antes de hacerlo respire profundamente y suspire imaginando que si no se les ocurría algo pronto la reina se molestaría con todos.-Usen su imaginación…quizás con algo de música para que estén tranquilos…o quizás que tal si les traen unos cuantos bocadillos, lo que se les pueda ocurrir para entretenerlos hasta que lleguen.

Al acabar de decirle eso me dirigí a un pilar y me pose detrás de el para dar otro suspiro y rascarme un poco la cabeza por lo que se estaba propiciando en el lugar.-Que será lo que esta apunto de ocurrir…-Me decía a mi mismo mientras caminaba lejos de la multitud para acercarme a una pequeña fuente en el jardín me hinque en frente de ella para tomar un poco de agua con mis manos ya que tenia un poco de sed además de echarme un poco en el rostro.-Porque me sentiré adormilado?...-Era extraño pero me sentía algo adormilado como si no hubiera dormido en mucho tiempo.

Ahora que me estará pasando…-Por unos cortos instantes comenzaba a sentir mucho sueño y cansancio como si hubiera echo un trabajo agotador o algo parecido pero no había hecho nada de eso.-Que será lo que me ocurre…tal vez si camino un poco se me quite esta pesadez que siento.-Me sentía pesado de lo cansado que estaba pero no me explicaba la razón.

Selene había vuelto desde los pasajes secretos del castillo. No sabía si Octavius venía atras de ella pues no se había volteado a observarlo. Se notaba el ambiente algo tenso pues en medio de la ceremonia de matrimonio Selene se había retirado con el señor Octavius. Era lógico que a nadie le agradara en demasia lo que eso podría significar para las negociaciones que evitarían una nueva guerra entre Egipto y Roma.

Selene miró para todos lados, todas las miradas eran devueltas a ella, pero no estaba buscando ninguno de los ojos allí presentes.

- ¿Dónde esta Gelum? - Preguntó indiferente, adivinando que el pequeño heredero Romano no se encontraba ahí, que probablemente su impulsivo actuar lo había hecho desistir de todo el asunto al ver que ella se ausentaba con su primo mayor. - ¿Nadie me va a responder?

Entre todos se miraban pensando si debían contestarle a Selene o no. Conocidas eran sus rabietas cuando las cosas no salían conforme a lo que ella había planeado.

- Pidio que lo llamaran cuando usted volviera... dijo que salía a caminar.

- No lo hagan, no se quien se ha imaginado que es el emperadorcito, pero Selene no espera por nadie.

Selene iba a hacer lo educado y conversar con el muchacho sobre el asunto que estaba por desarrollarse, pero ya que se había marchado, ella no iba a estar ahí esperandolo. El chico podía hacer lo que se le diera la gana, si alguien tenía que hablar con él, era Octavius y no ella.

- Ha habido un ligero cambio de planes. - Le susurró a uno de los abogados presentes sin que nadie más la escuchara, y se aseguro de ello. - Reescribe las capitulaciones matrimoniales.

Durante todo el camino de regreso a los jardines Octavius mantuvo silencio y se dedicó a meditar sobre la situación de Roma y sus siguientes movimientos. Conocía muy bien los protocolos romanos en cuanto a un matrimonio, pero desconocía si necesitaba algo especial en el caso de la ceremonia egipcia. Aunque no duró mucho tal cuestionamiento, ya que a su mente vino una de las características más notables y notorias que había observado en la reina Selene: Su perfeccionismo, casi absoluto. Para él que poco la conocía, le era más que evidente el hecho de que ella era una persona especial y que le gustaba que todo saliera de la mejor forma posible. Eventualmente como una diosa en la tierra, no permitiría que él cometiera algún error durante su pacto de casorio y sólo era cosa de dejarse asesorar adecuadamente para obtener la información necesaria.

En eso estaba, cuando pudo notar lo que hablaba Selene con uno de sus sirvientes. Tal parecía ser que el pequeño e intrépido Gelum se había esfumado de la vista, marchándose en una especie de forma de protesta ante la charla secreta que tuvieron los dos emblemas de sus países. Un ataque de celos? Probablemente, aunque le parecía curioso que se comportara así teniendo en cuenta que él sabía que sólo era un pacto de paz y que, bajo ninguna circunstancia, debía entrometer sus emociones en dicho tratado. Y si no lo sabía, sólo por lógica común debería predisponerlo. Todo aquel “afecto” que pudiese haber sentido por Selene, estaba constantemente condicionado por el hecho de que ocurriera un problema y los lazos se rompieran. Si aquello pasaba, era más que obvio que la reina no tendría problemas en mandar a ejecutar al diminuto romano. Cuestión de asuntos políticos y de guerras, temas que de seguro el hermano menor de Sofía ignoraba totalmente. O por lo menos, eso dejaba ver con su inadecuada acción de berrinche. Gracias a ello, toda la gente se había tensionado aún más y puesto a comentar cosas que, aun sin saber el idioma, podría dar como hecho, serían meras falacias y suposiciones absurdas. No podía permitir que aquello ocurriera, ya que significaban problemas tanto para Selene como para él mismo. Y si bien no tenía nada contra el joven, tampoco iba a tolerar que la delicada situación se estropeara, menos si a su mente volvía el estatus actual de Roma: pendiendo de un hilo. De un frágil y delicado hilo que en cualquier momento se cortaría, con cualquier cosa.

Se acercó a paso calmado hasta su compañera de tratados, sólo para comentarle de forma seria lo que ya había decidido respecto a Gelum. O mejor dicho, reafirmar la postura que la misma diosa terrenal se tomó la molestia de mencionar.

Yo hablaré con Gelum cuando aparezca y le comunicaré que ya es libre.

Después de aquellas escuetas palabras, se cruzó de brazos y admiró el cielo por sobre su coronilla. Estaba totalmente despejado y el calor parecía que en cualquier momento cobraría vida. Era una temperatura extrema, que sin embargo, le agradaba mucho. Como un buen general romano y además, como un soldado de excelencia y caracterizado por ser brutal, aquellas condiciones representaban para él un buen desafío para sí mismo. Y quizás, sólo quizás, disfrutaría más de la cuenta los eventuales pasos que tuviese que dar por Egipto.

Si Octavius pudo tener alguna duda de que tanto había afectado a su cabeza la crianza de Fye a Gelum, ahora lo que pasaba por su mente era que si acaso era tan imbécil gracias a su hermano, o por cuenta propia. Pero de todas formas era lo que menos podía importarle en ese momento, ya que su pequeña entrada llena de imbecilidad había provocado más de un inconveniente.

La cara de Selene era de pocos amigos, estaba realmente furiosa. Tanto, que incluso mandó a callar a sus músicos en su idioma nativo. El hijo del difunto emperador pudo hacerse una idea de la gravedad de la situación ante dicha reacción de la reina, pero prefirió mantener la calma y serenidad hasta que le correspondiera el turno de hablar. Mientras tanto, se dedicó a observar con paciencia a los soldados que estaban siendo guiados por Gelum. Conocía muy bien la vestimenta y los rostros de los más antiguos, por lo que ya sabía perfectamente de que legión provenían. Una de las ventajas de ser el general de todo el ejército de Roma, era conocer todas y cada una de las características de los soldados según a quien obedecerían, hasta en los más mínimos detalles. Por algo era un genio militar, y para serlo tenía que partir por memorizar como su mano a todos aquellos que utilizaría para empuñar la gran espada de Roma.

Ya cuando su futura consorte mantuvo un silencio prolongado, comprendió que era el instante de entrar en escena. Respiró tranquilamente y tomó una posición en la cual quedaba a escasos metros de la faraona, desde donde podría dirigirse a todos los que se encontraban allí presentes. Le era realmente indiferente lo que se pudiese estar comentando en esos segundos a sus espaldas, ya que la situación se había tornado algo molesta y lo mejor era optar por lo sano y simple: contar el cambio de planes.

Bien Gelum, tenía pensado hacer esto de otro modo pero dadas las circunstancias, lo mejor es hacerlo ahora y terminar con este patético y penoso espectáculo. – Comentó con tono indiferente y pasivo, que emanaba una extraña sensación de malestar.

Recuerdas bien a qué has sido enviado a Egipto, no es así? Te refrescaré la memoria por si lo has olvidado. – Se adelantó un par de pasos y repartió una mirada neutral hacia los que le observaban.- Fuiste seleccionado para concretar un pacto de matrimonio en el cual se pudiese garantizar la seguridad y estabilidad entre Roma y Egipto, mediante el mutuo acuerdo de un casamiento arreglado entre la reina Selene y tú persona.

Cerró los ojos por un instante, dando espacio a un breve pero inquietante silencio…

Pero por lo visto, tu conducta no es la más adecuada acorde a la ocasión y es lamentable observar que tu estancia aquí sólo pone en peligro la delicada situación bilateral entre ambas naciones, y por ende, en peligro las vidas de cientos de egipcios y romanos. – Argumentó con voz clara y precisa, sin dar pausas entre palabras y moviendo sus ojos en diversas direcciones.

Independiente de que yo haya retrasado tu boda, tu lugar y posición estaban claramente definidos por el senado, no es así, Gelum?. Desde luego que para ti no, ya que no has demostrado la capacidad suficiente como para guardar la seriedad pertinente ante la complejidad de los hechos que se están viviendo actualmente. No obstante, no podía esperar menos de un sujeto que no comprende las leyes políticas ni militares de nuestra propia nación, la cual es Roma. Ya que si lo hicieras, comprenderías que sin importar el medio el fin es lo que prevalece, el cual es el de enaltecer a tu país y por ende, asegurarte de que la misión que te ha sido encargada no corra peligro alguno de llegar a ser un fracaso. Pero obviamente, con tus invitados y como puedes ver en los ojos de la reina Selene, estás poniendo en jaque la seguridad nacional de Roma y de paso manchando tu propio apellido ya mancillado. – Declaró tajante y sin ningún grado de humor que pudiese ser captado en su rostro o tono de voz.

Por lo tanto, no tengo más alternativa que comunicarte que ya tus servicios han sido declarados inútiles, por lo que puedes considerarte cesado de ésta misión de paz y volver a Roma cuanto antes. Al no poseer una finalidad, está demás decir que pierdes la autoridad ante los soldados que te han sido enviados de la legión del general Noah ya que no los necesitarás más de ahora en adelante. Desde este momento, y siguiendo el principio básico de las legiones romanas que yo mismo he memorizado como general supremo, tus seleccionados deben cumplir con el objetivo principal de cualquier soldado el cual es el de asegurar la tranquilidad y paz en roma cueste lo que cueste. Y dado que tú estás poniendo en juego uno de los medios económicos más imprescindibles para el imperio, no es necesario agregar que te has transformado en un peligro que no requiere ser cuidado, sino desechado a su país de origen a continuar con su vida si es que así te lo permite la reina Selene, ya que has infringido sus normas y ahora tu destino está en sus manos. – Sentenció para ahora dirigirse a la pequeña multitud de guerreros romanos.

Retírense y vuelvan a sus barcos, es orden del hijo del emperador, del alto mando del ejército y jefe de su jefe, aunque no hace falta mencionarles aquello, no?. – En su voz se podía sentir la imponencia y grandeza de un verdadero general romano que estaba acostumbrado a tratar con legiones de cientos de soldados que bordeaban la perfección. Los soldados naturalmente hicieron caso, ya que sería imposible que se negaran a la orden de su superior en más alto rango jerárquico. Sin mencionar el hecho de su ascendencia.

Por tu parte Gelum.- Prosiguió ya más calmado.- Ruega a la reina para que te permita volver a Roma, tu familia te necesita. Es estúpido que insistas con ser rey o mantenerte en un lugar al cual jamás debiste haber entrado, a pesar de que nada justifique tu actuar descortés, te ofrezco unas disculpas. Pero ya es suficiente con este jueguito, eres un joven y no tienes la experiencia como para comandar las negociaciones con un aliado tan importante como lo es Egipto, y desde luego… - Exclamó moviendo ligeramente la cabeza en dirección a la reina. – Tu comportamiento no es el adecuado para tratar con una reina.

Dichas las palabras en tono formal e indiferente, Octavius cruzó los brazos como queriendo decir que zanjaba la discusión y no tenía nada más que hacerse. Las cosas ya habían sido decididas y era una perdida de tiempo el quejarse de algo que simplemente, no debía ser de su incumbencia.