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Restos del coliseo de entrenamientos
Corría con gran ímpetu, sin embargo era un sentimiento de determinación y ansiedad la que la guiaba, hasta su usual sonrisa volvía a dibujarse en su rostro. Estaba dispuesta a dejar las preocupaciones y los caprichos atrás, mas nunca olvidar pues eran el impulso de esa energía de querer crecer, volverse fuerte, nunca nadie más la subestimaría por ser una niña.
La inmensa y maltrecha estructura de un coliseo se abría paso frente a ella a pesar de que era prácticamente escombros seguía reconociéndose. Se preguntaba si el estado de aquel lugar había sido producto del espíritu de los guerreros al entrenar o el de una catástrofe de la guerra. Era algo muy diferente a Roma, al menos en ese preciso momento ese lugar estaba desolado algo que le agradaba mucho a la pequeña, supuso entonces que por un tiempo al menos ese podría ser no solo el lugar donde fortalecerse sino un refugio, aunque sus sentidos percibían que habría más de un lugar para asombrar y embobar su inestable y caprichosa forma de ser. Intento recordar ciertos momentos en los cuales sus ojos eran las puertas a su experiencia y diversión, las horas viendo a los gladiadores entrenar y el tiempo libre practicando acrobacias en los bosques.
Velocidad, agilidad y fuerza. Se pasó horas entrenando arduamente cada movimiento y golpe, si alguien hubiera estado allí para observar como una niña destrozaba prácticamente todo lo que confrontaba, se habría sin duda alguna sorprendido. El estruendo de las maderas y rocas quebrándose y el agitado ritmo de su respiración se elevaban al cielo y se expandían entre ecos por toda la infraestructura. Pensaba para si misma que aunque tuviese que costarle sangre, sudor y lagrimas lograría caminar el sendero que el destino le había presentado. Tener un propósito y una meta la motivaba, quería dar todo de sí y rogaba por no decepcionar a nadie más, menos aún a sí misma.
La inmensa y maltrecha estructura de un coliseo se abría paso frente a ella a pesar de que era prácticamente escombros seguía reconociéndose. Se preguntaba si el estado de aquel lugar había sido producto del espíritu de los guerreros al entrenar o el de una catástrofe de la guerra. Era algo muy diferente a Roma, al menos en ese preciso momento ese lugar estaba desolado algo que le agradaba mucho a la pequeña, supuso entonces que por un tiempo al menos ese podría ser no solo el lugar donde fortalecerse sino un refugio, aunque sus sentidos percibían que habría más de un lugar para asombrar y embobar su inestable y caprichosa forma de ser. Intento recordar ciertos momentos en los cuales sus ojos eran las puertas a su experiencia y diversión, las horas viendo a los gladiadores entrenar y el tiempo libre practicando acrobacias en los bosques.
Velocidad, agilidad y fuerza. Se pasó horas entrenando arduamente cada movimiento y golpe, si alguien hubiera estado allí para observar como una niña destrozaba prácticamente todo lo que confrontaba, se habría sin duda alguna sorprendido. El estruendo de las maderas y rocas quebrándose y el agitado ritmo de su respiración se elevaban al cielo y se expandían entre ecos por toda la infraestructura. Pensaba para si misma que aunque tuviese que costarle sangre, sudor y lagrimas lograría caminar el sendero que el destino le había presentado. Tener un propósito y una meta la motivaba, quería dar todo de sí y rogaba por no decepcionar a nadie más, menos aún a sí misma.
Sylvanas- Amazona Dorada
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Se encontraba sentada, mejor dicho desparramada en el suelo de tierra de aquel coliseo abandonado, respirando agitadamente de tantas horas de arduo entrenamiento. Cada centímetro de su cuerpo dolía, sin embargo sonreía pues a su parecer si iba a controlar el cosmos primero debía fortalecer su cuerpo para que este pudiese tolerarlo. No se volvería a permitir cometer errores. Cerró sus ojos relajando su cuerpo y sintiendo la brisa acariciar su pequeño cuerpo, aliviando levemente el resentimiento de sus músculos. Una tonalidad anaranjada se filtraba por las maltrechas estructuras del lugar, el atardecer le llamaba a descansar. Pero caprichosa como siempre no deseaba hacerle caso a la necesidad de su cuerpo sino a la curiosidad sobre todo lo que le faltaba por conocer.
Se puso de pie con lentitud, apoyando primero sus manos para ayudar a levantarse. Sacudió un poco sus ropas para sacarles el polvo, notando que no llevaba puestas las rasgadas prendas que le había dado su maestro sino otras. Seguramente la habían cambiado por algo que estaba por allí en el recinto de Tauro pues le quedaban un poco grande, sin mencionar que llevaba una pequeña placa metálica en su pecho, para proteger el punto vital humano…su corazón.
Con lentitud y desgano, comenzó a mover sus pies, saliendo de allí. Sin embargo no importaba cuan sucio, cansado o magullado se encontrara su cuerpo, no parecía querer retomar rumbo hacia el santuario. No era fácil perder esa necesidad por explorar, el ruido y las vibraciones de multitudes cautivaron su atención. Si allí había un poblado entonces no quedaría rincón sin investigar, pensó por un instante las dificultades que podría traerle no ver y sobretodo la angustia de no poder admirar tantas cosas, pero aún así no se desanimaba. Estaba preparada para todo lo que pudiese venir, y no quería tener que volver a repetírselo a si misma. Dio media vuelta y con una amplia y entusiasta sonrisa se encamino hacia las calles de Rodorio.
Se puso de pie con lentitud, apoyando primero sus manos para ayudar a levantarse. Sacudió un poco sus ropas para sacarles el polvo, notando que no llevaba puestas las rasgadas prendas que le había dado su maestro sino otras. Seguramente la habían cambiado por algo que estaba por allí en el recinto de Tauro pues le quedaban un poco grande, sin mencionar que llevaba una pequeña placa metálica en su pecho, para proteger el punto vital humano…su corazón.
Con lentitud y desgano, comenzó a mover sus pies, saliendo de allí. Sin embargo no importaba cuan sucio, cansado o magullado se encontrara su cuerpo, no parecía querer retomar rumbo hacia el santuario. No era fácil perder esa necesidad por explorar, el ruido y las vibraciones de multitudes cautivaron su atención. Si allí había un poblado entonces no quedaría rincón sin investigar, pensó por un instante las dificultades que podría traerle no ver y sobretodo la angustia de no poder admirar tantas cosas, pero aún así no se desanimaba. Estaba preparada para todo lo que pudiese venir, y no quería tener que volver a repetírselo a si misma. Dio media vuelta y con una amplia y entusiasta sonrisa se encamino hacia las calles de Rodorio.
Sylvanas- Amazona Dorada
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
En ese momento una mano gigante tomó de los ropajes a la pequeña y la lanzó contra el coliseo, introduciéndola en la arena. Era un tipo enorme, gigante sin armadura, pues la había dejado a un lado. Cubría el sol con su cuerpo, sin duda alguna no era alguien pequeño o de estatura promedio, estaba cruzado de brazos, se podía notar por la inmensa sombra dibujada en el suelo y que cubría a Sylvanas.
¿A dónde crees que vas? – musitó el gigante con una voz completamente estricta pero a la vez suave, como si tuviera un mando sobre ella pero no para darle muerte, sino para enseñarle, como el de un profesor bastante enojado.
Tenía los mismos ropajes que ella, cubrían su pecho, sus brazos enormes desnudos hasta los hombros y sus sandalias bien ajustadas a sus piernas, sujetando el pantalón para evitar que su movimiento fuese incomodo. Tenía ojos completamente inquisitivos, ella de seguro podría saber a la perfección quien era él, pero no quiso decir absolutamente nada más. La miraba con una sonrisa en su rostro. Hasta que en ese momento musitó.
No sería un maestro si no le enseño todo a mi alumno, Athena podrá ser importante pero desde ahora tú eres mi prioridad, si me voy a ir en paz, será cuando tu puedas emprender el camino por ti sola, cuando verdaderamente te puedas valer por ti misma y eso será hoy mismo. Así que demuéstrame de que estas hecha, ¡Ahora! – dijo lo ultimo con un grito que retumbó por cada rincón del coliseo en ruinas.
Niños que jugueteaban por la tarde estaban alrededor del coliseo, y gracias a ese grito algunos comenzaron a treparlo y se quedaron en las gradas, mirando con curiosidad que sucedía. Un hombre gigante contra una pequeñuela era algo de ver, pues parecía abuso a simple vista, aunque muy bien Aldebarán sabia que no. Se posicionó en forma de combate y musitó una vez más. – dije… ¡AHORA!
¿A dónde crees que vas? – musitó el gigante con una voz completamente estricta pero a la vez suave, como si tuviera un mando sobre ella pero no para darle muerte, sino para enseñarle, como el de un profesor bastante enojado.
Tenía los mismos ropajes que ella, cubrían su pecho, sus brazos enormes desnudos hasta los hombros y sus sandalias bien ajustadas a sus piernas, sujetando el pantalón para evitar que su movimiento fuese incomodo. Tenía ojos completamente inquisitivos, ella de seguro podría saber a la perfección quien era él, pero no quiso decir absolutamente nada más. La miraba con una sonrisa en su rostro. Hasta que en ese momento musitó.
No sería un maestro si no le enseño todo a mi alumno, Athena podrá ser importante pero desde ahora tú eres mi prioridad, si me voy a ir en paz, será cuando tu puedas emprender el camino por ti sola, cuando verdaderamente te puedas valer por ti misma y eso será hoy mismo. Así que demuéstrame de que estas hecha, ¡Ahora! – dijo lo ultimo con un grito que retumbó por cada rincón del coliseo en ruinas.
Niños que jugueteaban por la tarde estaban alrededor del coliseo, y gracias a ese grito algunos comenzaron a treparlo y se quedaron en las gradas, mirando con curiosidad que sucedía. Un hombre gigante contra una pequeñuela era algo de ver, pues parecía abuso a simple vista, aunque muy bien Aldebarán sabia que no. Se posicionó en forma de combate y musitó una vez más. – dije… ¡AHORA!
Aldebaran- Caballeros Dorados
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
-¡Ey!- chilló casi siseando la chiquilla mientras se ponía torpemente de pie luego de una feroz derrapada que había exacerbado el dolor de su ya magullado cuerpo. Se quitó el polvo y froto un poco sus brazos para aliviar el dolor, para luego elevar su rostro hacia quien la había lanzado con una expresión furiosa. Pero la voz de aquel al cual encaraba con rabia era de una familiaridad que cambió por completo su temple.
-¿Alde? Pero creí que…¿Qué haces aquí?- preguntó la pequeña, rascando su cabeza algo confundida pero al mismo tiempo contenta de que él aun estuviese cerca. Las palabras del grandote en verdad le iluminaban el día y le surgía una amplia sonrisa, pero a medida que él continuaba sus cejas se torcían mostrándome algo confundida. ¿En verdad le estaba pidiendo enfrentarlo? No, no podía ser eso. Era más que obvio que algo así no era posible a esas alturas, no estaba preparada. Pero por sobre todo, ella no era capaz de levantar sus puños contra alguien quien quería. Eso la enfrentaría con uno de sus mayores miedos, lastimar a alguien que quiere. Ella quería pelear para protegerlos no para ir en su contra.
-Pero…no puedo…yo…- su voz era tenue, se encogía con algo de timidez tratando de comprender, buscando la forma de que no tener que llegar a esa instancia para demostrar su fuerza. Hasta se distrajo un instante con el leve ruido del corretear de curiosos niños. Algo que no debió hacer, tal vez para su maestro fuera una falta de obediencia o de respeto y con más fuerza hizo resonar su imponente voz por todo el coliseo, provocando una vibración en la tierra que le permitió a la chiquilla ver todo como si pudiese ver. Su posición, la de Aldebarán, y cada mínimo movimiento que sus pies pudiesen sentir era algo a su favor. Sin embargo ese grito la hizo estremecer, cerró sus ojos a pesar de no poder ver pues recordaba la imagen de cuando era regañada por los señores de la casa de la cual era esclava. Habrá sido ese pequeño recuerdo, la rabia que le generaba ese pensamiento que concentro un poco de cosmos en sus manos y sus pies, y con una mirada mas determinada se impulsó hacia su maestro moviéndose zigzagueante y veloz. Ni los más rápidos y ágiles de los saltos inmutaban al hombre. Puños iban y venían al igual que algunas patadas, pero no eran nada para el inmenso caballero. Con gran acrobacia caía al suelo posicionada en cuatro patas, casi rozando con su pecho la tierra tratando de usar su cabeza además de su cuerpo. Pero el cansancio que llevaba encima no era algo que le permitiera concentrarse, ya era mucho tratar de calmar la agitación de su pecho y tomar bocanadas grandes de aire para recuperar el aliento.
“No puedo…”
-¿Alde? Pero creí que…¿Qué haces aquí?- preguntó la pequeña, rascando su cabeza algo confundida pero al mismo tiempo contenta de que él aun estuviese cerca. Las palabras del grandote en verdad le iluminaban el día y le surgía una amplia sonrisa, pero a medida que él continuaba sus cejas se torcían mostrándome algo confundida. ¿En verdad le estaba pidiendo enfrentarlo? No, no podía ser eso. Era más que obvio que algo así no era posible a esas alturas, no estaba preparada. Pero por sobre todo, ella no era capaz de levantar sus puños contra alguien quien quería. Eso la enfrentaría con uno de sus mayores miedos, lastimar a alguien que quiere. Ella quería pelear para protegerlos no para ir en su contra.
-Pero…no puedo…yo…- su voz era tenue, se encogía con algo de timidez tratando de comprender, buscando la forma de que no tener que llegar a esa instancia para demostrar su fuerza. Hasta se distrajo un instante con el leve ruido del corretear de curiosos niños. Algo que no debió hacer, tal vez para su maestro fuera una falta de obediencia o de respeto y con más fuerza hizo resonar su imponente voz por todo el coliseo, provocando una vibración en la tierra que le permitió a la chiquilla ver todo como si pudiese ver. Su posición, la de Aldebarán, y cada mínimo movimiento que sus pies pudiesen sentir era algo a su favor. Sin embargo ese grito la hizo estremecer, cerró sus ojos a pesar de no poder ver pues recordaba la imagen de cuando era regañada por los señores de la casa de la cual era esclava. Habrá sido ese pequeño recuerdo, la rabia que le generaba ese pensamiento que concentro un poco de cosmos en sus manos y sus pies, y con una mirada mas determinada se impulsó hacia su maestro moviéndose zigzagueante y veloz. Ni los más rápidos y ágiles de los saltos inmutaban al hombre. Puños iban y venían al igual que algunas patadas, pero no eran nada para el inmenso caballero. Con gran acrobacia caía al suelo posicionada en cuatro patas, casi rozando con su pecho la tierra tratando de usar su cabeza además de su cuerpo. Pero el cansancio que llevaba encima no era algo que le permitiera concentrarse, ya era mucho tratar de calmar la agitación de su pecho y tomar bocanadas grandes de aire para recuperar el aliento.
“No puedo…”
Sylvanas- Amazona Dorada
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Fuertes patadas y golpes impactaban en su pecho, podrían haber tumbado hasta paredes, pero no a Aldebarán que simplemente se ancló al piso con sus enormes pies en diagonal y levantó un poco de polvo en el suelo, pero nada más que eso. – Tauro, amazona y caballero, serán destinados de la misma forma. Si quieres ser como yo, debes pensar como yo, debes saber que voy a hacer y compartir el deseo.
Soy grande, gigante, enorme comparado con tu cuerpo pequeño, pero lo mismo diría una montaña si me tuviera enfrente a mi, y sé que si usara mi cosmos podría romperla. Siénteme, focaliza y piensa que soy una montaña ahora mismo, ¡apunta y dispara! – musitó el caballero de Tauro mientras se quedaba con la guardia baja pero aun posicionado en forma de combate, algo que parecería extraño, pues no tenía su clásica posición de cruzado de brazos.
¡Intenta romperme! No me sientas como tu maestro, no me sientas como poco amenazante, siénteme como el peor de los monstruos que hayas visto en tu corta vida, ¡Lanza golpes a acabarme! ¡Quiero que me intentes derrotar, no que me acaricies! No busco tu perdón, ni tu misericordia aprovecha ahora mismo eso… tienes un ser lo suficientemente fuerte delante de ti y que sabes que no se rompe tan fácil como aquellas paredes. – señaló el hombre los escombros que había hecho añicos la pequeña hacía unos instantes. Si bien ella no podía ver esas paredes, sabía muy bien de que hablaba Aldebarán.
Los que portamos la armadura de Tauro no sé que hacen, pero si seremos dorados, lo mas alto en rango según lo explicado por Leonard, tendremos que ser certeros. Quiero que dejes de lanzar golpes al aire, quiero que te concentres en ser efectiva de esa manera dejarías de cansarte tanto como lo estás ahora. – musitó el caballero de Tauro observando a la niña que apenas podía controlar su respiración.
¡Te daré una oportunidad más de ataque! Porque luego me tocará a mi, ¡sino jamás aprenderás a defenderte ni sabrás lo que es un verdadero combate! Si eres digna de defender a la Diosa que vendrá a salvar a los humanos de la injusticia piensa como ella, alimenta tu poder de justicia y libera tu cosmos, provoca el milagro. ¡Sé que puedes hacerlo! – dijo el gigante colocándose en pose defensiva, esperando el mejor golpe que podría liberar la pequeña y si no podía, pues seguiría intentando hasta que ella cayera exhausta del dolor, aunque sabía muy bien que Sylvanas no era de esas.
Soy grande, gigante, enorme comparado con tu cuerpo pequeño, pero lo mismo diría una montaña si me tuviera enfrente a mi, y sé que si usara mi cosmos podría romperla. Siénteme, focaliza y piensa que soy una montaña ahora mismo, ¡apunta y dispara! – musitó el caballero de Tauro mientras se quedaba con la guardia baja pero aun posicionado en forma de combate, algo que parecería extraño, pues no tenía su clásica posición de cruzado de brazos.
¡Intenta romperme! No me sientas como tu maestro, no me sientas como poco amenazante, siénteme como el peor de los monstruos que hayas visto en tu corta vida, ¡Lanza golpes a acabarme! ¡Quiero que me intentes derrotar, no que me acaricies! No busco tu perdón, ni tu misericordia aprovecha ahora mismo eso… tienes un ser lo suficientemente fuerte delante de ti y que sabes que no se rompe tan fácil como aquellas paredes. – señaló el hombre los escombros que había hecho añicos la pequeña hacía unos instantes. Si bien ella no podía ver esas paredes, sabía muy bien de que hablaba Aldebarán.
Los que portamos la armadura de Tauro no sé que hacen, pero si seremos dorados, lo mas alto en rango según lo explicado por Leonard, tendremos que ser certeros. Quiero que dejes de lanzar golpes al aire, quiero que te concentres en ser efectiva de esa manera dejarías de cansarte tanto como lo estás ahora. – musitó el caballero de Tauro observando a la niña que apenas podía controlar su respiración.
¡Te daré una oportunidad más de ataque! Porque luego me tocará a mi, ¡sino jamás aprenderás a defenderte ni sabrás lo que es un verdadero combate! Si eres digna de defender a la Diosa que vendrá a salvar a los humanos de la injusticia piensa como ella, alimenta tu poder de justicia y libera tu cosmos, provoca el milagro. ¡Sé que puedes hacerlo! – dijo el gigante colocándose en pose defensiva, esperando el mejor golpe que podría liberar la pequeña y si no podía, pues seguiría intentando hasta que ella cayera exhausta del dolor, aunque sabía muy bien que Sylvanas no era de esas.
Aldebaran- Caballeros Dorados
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
La chiquilla posó sus rodillas en la tierra, aún intentando calmar su respiración. Escuchando las palabras que salían de los labios de Aldebarán, tal vez sería por cabeza dura, pero no podía comprender por qué hacía eso. Sabía que debía alcanzar mucho más si deseaba poder sobrevivir y sobretodo poder servir a la causa a la que se había unido, pero no podía aceptar ese método. Sabía que no era capaz de derrotarlo, al menos no en ese momento. Le hablaba de sentir lo que me motiva a luchar, que esa esperanza y justicia que liberaría al mundo encendería mi cosmos. Pero era ridículo suponer que sería capaz de usar toda su fuerza y voluntad contra aquello por lo cual luchaba.
Su expresión se tornaba verdaderamente afligida, no podía comprender la intención tan enigmática de su maestro. Ella había puesto su espíritu en continuar y volverse fuerte para poder proteger lo que amaba, y él la presionaba a ir en su contra, a intentar herirlo, derrotarlo. ¿Cómo podía luchar contra lo único que tenía? En su mente trataba de pensar que debía haber otra forma, pues no se creía capaz de poder golpear con todo su corazón a alguien a quien apreciaba tanto.
-¿Cómo podría? Me haces quererte, pero me pides que vaya en tu contra. ¡Eso va en contra de todo lo que deseo!- a pesar de que su cabeza estaba gacha como si observara el suelo, se podía notar firmeza en su agitada voz. -¿Qué justicia hay en lastimar a los que quiero? ¿Cómo puede hacerme eso fuerte? Hablas…¡Hablas como un espectro!- ni siquiera sabía lo que estaba diciendo, todo lo que pronunciaba provenía directamente de su interior. Algo asombrada por sus palabras, sin completamente comprenderlas observó a su enorme compañero cuya posición de combate era inmutable. Él iba en serio, en verdad pretendía luchar. Sintió calor en su pecho, pero no sofocante sino como una fortaleza ardiendo en todo su cuerpo, podía sentir como el cosmos se había encendido envolviendo su cuerpo. Pero ella continuaba negándose a verlo como un enemigo, incluso si su cosmos se manifestaba en su contra ella no era capaz. Aunque eso la convirtiese en débil.
-Debe haber otro modo…¡Tú no eres un enemigo!-
Su expresión se tornaba verdaderamente afligida, no podía comprender la intención tan enigmática de su maestro. Ella había puesto su espíritu en continuar y volverse fuerte para poder proteger lo que amaba, y él la presionaba a ir en su contra, a intentar herirlo, derrotarlo. ¿Cómo podía luchar contra lo único que tenía? En su mente trataba de pensar que debía haber otra forma, pues no se creía capaz de poder golpear con todo su corazón a alguien a quien apreciaba tanto.
-¿Cómo podría? Me haces quererte, pero me pides que vaya en tu contra. ¡Eso va en contra de todo lo que deseo!- a pesar de que su cabeza estaba gacha como si observara el suelo, se podía notar firmeza en su agitada voz. -¿Qué justicia hay en lastimar a los que quiero? ¿Cómo puede hacerme eso fuerte? Hablas…¡Hablas como un espectro!- ni siquiera sabía lo que estaba diciendo, todo lo que pronunciaba provenía directamente de su interior. Algo asombrada por sus palabras, sin completamente comprenderlas observó a su enorme compañero cuya posición de combate era inmutable. Él iba en serio, en verdad pretendía luchar. Sintió calor en su pecho, pero no sofocante sino como una fortaleza ardiendo en todo su cuerpo, podía sentir como el cosmos se había encendido envolviendo su cuerpo. Pero ella continuaba negándose a verlo como un enemigo, incluso si su cosmos se manifestaba en su contra ella no era capaz. Aunque eso la convirtiese en débil.
-Debe haber otro modo…¡Tú no eres un enemigo!-
Sylvanas- Amazona Dorada
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Me convertiré en uno entonces. – musitó Aldebarán seriamente.
Sus ojos denotaban lo triste que se sentía que ella no comprendiera que sino se hacía fuerte entrenando con él, tampoco tendría la suficiente fuerza en un futuro para enfrentarse a alguien mas. Tensó su puño, agachando su cabeza, observando hacia un lado, no quería ver si realmente le causaría un gran daño a la chica.
Lo siento, te quiero… - pensó para sus adentros, mientras su cabello comenzaba a elevarse hacia los cielos, su cuerpo pareció desprenderse un momento de la tierra y su cuerpo parecía hincharse por el devastador cosmos que corría por sus venas. El suelo del Coliseo comenzó a temblar, la arenilla en ésta se alborotaba para todos lados, un niño saltó de las gradas hacia delante de Sylvanas, mientras que otros se cubrían con su antebrazo la polvareda que sobrevolaba para poder observar aunque sea un poco mas, el niño colocó sus brazos en forma de cruz delante de ella y dijo. - ¡Detente!
Justo en el momento que Aldebarán tenía la mano en alto para liberar toda su energía, pronto descendió a lo más mínimo haciéndola desaparecer. – No puedo permitir que dañes a ésta niña, aunque sea solo un joven prometo hacerte frente…
Aldebarán no musitó absolutamente nada. Se quedó ahí, ido, con su cabeza agacha, su mano seguía en alto y firme, a pesar de que toda su energía se había desvanecido. Una sonrisa corrió su rostro efímeramente y con rapidez alzó su cosmos una vez más.
Si Sylvanas quería saber lo que era justicia debía reaccionar ahora mismo, era un incentivo aquel niño que tenía enfrente, si quería salvar al prójimo, si quería cuidar de los inocentes pues debería enfrentarse a Aldebarán. Pronto una esfera de energía se proyectó en la palma del gigante de Tauro, era una enorme bola de poder, capaz de volar aquel coliseo en pedazos, pero solo él y la niña que manejaba el cosmos efímeramente lo sabían. El niño no sabía que estaba haciendo el gigante pero se quedó ahí estático, un escalofrío recorría su espinilla, algo estaba mal, se suponía que él se debería detener no atacarlo también, así no eran los caballeros dorados; pues en el joven había escuchado la conversación.
Se movió hacia delante y la esfera de energía se liberó a gran velocidad, convirtiéndose en meteoros diminutos al paso que avanzaba, haciendo más difícil de defender esa ofensiva. Si Sylvanas no intercedía, Aldebarán debería hacerlo, ya que eso era solo un incentivo a que la niña comenzara a entrar en acción y dejar de titubear, no quería causarle daño al joven que se había entrometido. El chico con miedo colocó sus brazos para cubrir su cuerpo antes de que ese poder impactara en su cuerpo, era inevitable o Sylvanas defendía o ese niño se volvería polvo, aunque ese poder jamás haría impacto porque se desvanecería en el aire antes de llegar, un secreto que solo Aldebarán conocía.
Sus ojos denotaban lo triste que se sentía que ella no comprendiera que sino se hacía fuerte entrenando con él, tampoco tendría la suficiente fuerza en un futuro para enfrentarse a alguien mas. Tensó su puño, agachando su cabeza, observando hacia un lado, no quería ver si realmente le causaría un gran daño a la chica.
Lo siento, te quiero… - pensó para sus adentros, mientras su cabello comenzaba a elevarse hacia los cielos, su cuerpo pareció desprenderse un momento de la tierra y su cuerpo parecía hincharse por el devastador cosmos que corría por sus venas. El suelo del Coliseo comenzó a temblar, la arenilla en ésta se alborotaba para todos lados, un niño saltó de las gradas hacia delante de Sylvanas, mientras que otros se cubrían con su antebrazo la polvareda que sobrevolaba para poder observar aunque sea un poco mas, el niño colocó sus brazos en forma de cruz delante de ella y dijo. - ¡Detente!
Justo en el momento que Aldebarán tenía la mano en alto para liberar toda su energía, pronto descendió a lo más mínimo haciéndola desaparecer. – No puedo permitir que dañes a ésta niña, aunque sea solo un joven prometo hacerte frente…
Aldebarán no musitó absolutamente nada. Se quedó ahí, ido, con su cabeza agacha, su mano seguía en alto y firme, a pesar de que toda su energía se había desvanecido. Una sonrisa corrió su rostro efímeramente y con rapidez alzó su cosmos una vez más.
Si Sylvanas quería saber lo que era justicia debía reaccionar ahora mismo, era un incentivo aquel niño que tenía enfrente, si quería salvar al prójimo, si quería cuidar de los inocentes pues debería enfrentarse a Aldebarán. Pronto una esfera de energía se proyectó en la palma del gigante de Tauro, era una enorme bola de poder, capaz de volar aquel coliseo en pedazos, pero solo él y la niña que manejaba el cosmos efímeramente lo sabían. El niño no sabía que estaba haciendo el gigante pero se quedó ahí estático, un escalofrío recorría su espinilla, algo estaba mal, se suponía que él se debería detener no atacarlo también, así no eran los caballeros dorados; pues en el joven había escuchado la conversación.
Se movió hacia delante y la esfera de energía se liberó a gran velocidad, convirtiéndose en meteoros diminutos al paso que avanzaba, haciendo más difícil de defender esa ofensiva. Si Sylvanas no intercedía, Aldebarán debería hacerlo, ya que eso era solo un incentivo a que la niña comenzara a entrar en acción y dejar de titubear, no quería causarle daño al joven que se había entrometido. El chico con miedo colocó sus brazos para cubrir su cuerpo antes de que ese poder impactara en su cuerpo, era inevitable o Sylvanas defendía o ese niño se volvería polvo, aunque ese poder jamás haría impacto porque se desvanecería en el aire antes de llegar, un secreto que solo Aldebarán conocía.
Aldebaran- Caballeros Dorados
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
-Me convertiré en uno entonces.-
El largo flequillo azabache cubría sus atónitos ojos, tan solo llegaba a notarse el reflejo de cristalinas lagrimas delineando el contorno de sus mejillas. No podía creer esas palabras, ese no era Alde, no podía serlo. La chiquilla se mantuvo estática sintiendo como aquel que decía querer protegerla encendía todo su poder contra ella. Un escalofrío recorría todo su cuerpo ante esa hostilidad que enardecía a cada segundo.
Sin embargo toda esa confusión desapareció al instante en que escuchó la joven y audaz voz de un pequeño frente a ella, oponiéndose a que algo tan aparentemente injusto y cruel fuese a darse. Pero al ver la reacción de su maestro su estremecimiento fue aún peor. Aquel chico no tenía idea de a lo que se estaba enfrentando, no tenía ni la más mínima oportunidad de defenderse ¡y Aldebarán estaba por atacarlo!
"No..." Pensó, tratando de convencerse de que no haría algo así, que no era capaz. Pero al parecer se equivocaba...
-¡NO!- chilló dando una rápida y ágil vuelta que empujó al niño hacía atrás dejándola a ella frente al ataque. Guiada ahora por una inmensa frustración y furia plantó sus pies en la tierra con firmeza, y elevó con rapidez sus brazos levantando, con todo el cosmos que lograba manejar, un muro de tierra y luz impenetrable. El mismo suelo bajo sus pies era prácticamente un agujero, sin siquiera percatarse estaba llegando a una intensidad inimaginable. Exhaló algo agitada, asimismo aliviada de saber que había detenido el cosmos de Aldebarán y la vida de ese valeroso pero ingenuo joven se había salvado.
-Vete…rápido.- murmuró al chiquillo mientras dejaba caer sus brazos al mismo tiempo que la pared se derrumbaba. Se encontraba aún cabizbaja, sus labios se torcían y su mandíbula se tensaba. – Tú…Tú no eres Alde. Él no sería capaz de lastimar a alguien inocente... ¡Devuélvemelo! - espetó furiosa tomando su hacha con ambas manos, algo temblorosa, mas no estaba segura si era por estar amenazando a alguien que quería o si era por el dolor que le causaba verlo allí parado y estar convencida de que no podía ser el mismo. -Voy a recuperar a mi maestro ¡Así tenga que morir intentándolo!- Su cosmos comenzó a encenderse cada vez mas, alborotando todo a su alrededor, estremeciendo la tierra bajo sus pies.
-¡AAAAHHHHHHHHHHHHHH!- gritó desde el fondo de su alma, un grito de guerra como los que solía escuchar de los gladiadores. Al mismo tiempo que levantaba su arma en alto. Un simple instante y todo fue luz, cegadora y brillante, no había forma que alguien pudiese ver, a lo sumo sería algo extraño ver esos restos de coliseo brillando. Sylvanas agachó un poco su cuerpo y enterró aún mas sus pies, viendo absolutamente todo con las pequeñas vibraciones en la tierra. Decidida a no dudar inhaló profundamente y lanzó su hacha. Se mantuvo quieta sin saber que hacer o pensar hasta que sintió el acero nuevamente en sus manos y la luz se apagó, quedando tan solo una tenue aura dorada envolviendo a la pequeña.
El largo flequillo azabache cubría sus atónitos ojos, tan solo llegaba a notarse el reflejo de cristalinas lagrimas delineando el contorno de sus mejillas. No podía creer esas palabras, ese no era Alde, no podía serlo. La chiquilla se mantuvo estática sintiendo como aquel que decía querer protegerla encendía todo su poder contra ella. Un escalofrío recorría todo su cuerpo ante esa hostilidad que enardecía a cada segundo.
Sin embargo toda esa confusión desapareció al instante en que escuchó la joven y audaz voz de un pequeño frente a ella, oponiéndose a que algo tan aparentemente injusto y cruel fuese a darse. Pero al ver la reacción de su maestro su estremecimiento fue aún peor. Aquel chico no tenía idea de a lo que se estaba enfrentando, no tenía ni la más mínima oportunidad de defenderse ¡y Aldebarán estaba por atacarlo!
"No..." Pensó, tratando de convencerse de que no haría algo así, que no era capaz. Pero al parecer se equivocaba...
-¡NO!- chilló dando una rápida y ágil vuelta que empujó al niño hacía atrás dejándola a ella frente al ataque. Guiada ahora por una inmensa frustración y furia plantó sus pies en la tierra con firmeza, y elevó con rapidez sus brazos levantando, con todo el cosmos que lograba manejar, un muro de tierra y luz impenetrable. El mismo suelo bajo sus pies era prácticamente un agujero, sin siquiera percatarse estaba llegando a una intensidad inimaginable. Exhaló algo agitada, asimismo aliviada de saber que había detenido el cosmos de Aldebarán y la vida de ese valeroso pero ingenuo joven se había salvado.
-Vete…rápido.- murmuró al chiquillo mientras dejaba caer sus brazos al mismo tiempo que la pared se derrumbaba. Se encontraba aún cabizbaja, sus labios se torcían y su mandíbula se tensaba. – Tú…Tú no eres Alde. Él no sería capaz de lastimar a alguien inocente... ¡Devuélvemelo! - espetó furiosa tomando su hacha con ambas manos, algo temblorosa, mas no estaba segura si era por estar amenazando a alguien que quería o si era por el dolor que le causaba verlo allí parado y estar convencida de que no podía ser el mismo. -Voy a recuperar a mi maestro ¡Así tenga que morir intentándolo!- Su cosmos comenzó a encenderse cada vez mas, alborotando todo a su alrededor, estremeciendo la tierra bajo sus pies.
-¡AAAAHHHHHHHHHHHHHH!- gritó desde el fondo de su alma, un grito de guerra como los que solía escuchar de los gladiadores. Al mismo tiempo que levantaba su arma en alto. Un simple instante y todo fue luz, cegadora y brillante, no había forma que alguien pudiese ver, a lo sumo sería algo extraño ver esos restos de coliseo brillando. Sylvanas agachó un poco su cuerpo y enterró aún mas sus pies, viendo absolutamente todo con las pequeñas vibraciones en la tierra. Decidida a no dudar inhaló profundamente y lanzó su hacha. Se mantuvo quieta sin saber que hacer o pensar hasta que sintió el acero nuevamente en sus manos y la luz se apagó, quedando tan solo una tenue aura dorada envolviendo a la pequeña.
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Off: el ataque es el predeterminado AD de Sylvanas, lo dejo aca para que se pueda comprender mas lo que hace.
- Spoiler:
- AD - Eterno resplandor
Sylvanas eleva en alto su hacha pegando un grito de guerra, o mas bien un chillido. Encendiendo su cosmos rápidamente como una chispa generando un intenso destello, enceguecedor como la más brillante de las luces. Por su ceguera este resplandor no le afecta, pero si a todo aquel que se encuentre a su alrededor. Es entonces que ella aprovecha el momento plantando sus pies firmemente en el suelo, agazapa su cuerpo para con su mano libre también posarla en la tierra. Sintiendo las vibraciones en esta de cada movimiento de su/s enemigo/s y ayudándose también con la agilidad de su oído. Apunta finalmente en un ángulo propicio que le asegura no fallar el tiro y así arroja su hacha. Esta ha de volar entre giros en dirección al oponente o a diversos según como la pequeña decida apuntar atravesando a dicho rival, pues el cosmos le permite a esta particular arma perder su materialidad por unos instantes, sin dejar de hacer un tremendo daño. El hacha cual boomerang vuelve a su dueña, pasando una segunda vez por el cuerpo del contrincante infligiendo mas daño aún y terminar llegando nuevamente a la mano de Sylvanas.
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Su sed de justicia, la manera en que defendió al joven hacía feliz a Aldebarán, pero no quería expresarlo en ese momento. Estaba serio, quería demostrarle la finalidad de su plan con todo esto, la niña suplicaba algo que era imposible, él jamás había cambiado ni lo haría; simplemente estaba ahí para enseñarle y ella seguía sin entenderlo. Agachó su cabeza y se contuvo las ganas de darle una bofetada para que se calmara, estaba fuera de sí y eso no despertaría su cosmos, pero no sabía cuan equivocado estaba hasta que vio ese destello enorme que lo cegó por completo.
Colocó su antebrazo apuntando hacia el centro del destello, intentando ver algo, colocó su mano abierta delante de sus ojos, intentando bloquear y poder acercarse sin ver la luz, pero no fue suficiente para bloquear aquel resplandor. Estaba sobre su cuerpo por todos lados, fue ahí cuando comprendió que eso no era cosmos, sino el coliseo hubiese estallado y lo hubiese mandado a volar a él. Era una luz proyectada por ella.
Cerró sus ojos, aun así la inmensa cantidad de fulgor penetraba sus parpados, pero pudo poner su mente en blanco y sintió algo que cortaba el aire, su sexto sentido, ya mucho mas desarrollado pudo ver como un pequeño objeto se acercaba opacando la luz, cuando estuvo cerca de su peto simplemente ladeó su hombro hacia un costado acostando su cuerpo hacia delante y dejando pasar aquello que volaba hacia él, pudo sentir casi como en cámara lenta aquel objeto rasgaba el aire provocando un sonido claramente audible. No quiso abrir sus ojos, pero a una velocidad tremebunda aquella cosa había desaparecido dando giros como si fuese un... – Hacha arrojadiza.
Musitó al aire, recordando que ella tenía una así, pues de seguro era ella y por la forma de volar, estaba a punto de… ¡volver! Pensó Aldebarán rápidamente agachándose y dejando pasar aquella arma que rozó algunos cabellos cortándolos en dos, pero no causando gran daño, más que unos tres o cuatro. Aquella hacha volvió a las manos de su dueña, así como la iluminación se despejaba del campo de batalla.
Abrió sus ojos con ligereza para que éstos recuperaran la tonalidad del día, y se encaminó hacia la muchacha, pasos enormes retumbaban y parecían quebrantar el suelo, a una velocidad enorme se acercaba hacia la joven para intentar lanzar un botazo justo en el centro de sus ojos, quería ver como reaccionaba en algún golpe que no era cósmico, no quería musitar absolutamente nada, el plan de hacer despertar su cosmoenergía fingiendo maldad estaba dando frutos.
Colocó su antebrazo apuntando hacia el centro del destello, intentando ver algo, colocó su mano abierta delante de sus ojos, intentando bloquear y poder acercarse sin ver la luz, pero no fue suficiente para bloquear aquel resplandor. Estaba sobre su cuerpo por todos lados, fue ahí cuando comprendió que eso no era cosmos, sino el coliseo hubiese estallado y lo hubiese mandado a volar a él. Era una luz proyectada por ella.
Cerró sus ojos, aun así la inmensa cantidad de fulgor penetraba sus parpados, pero pudo poner su mente en blanco y sintió algo que cortaba el aire, su sexto sentido, ya mucho mas desarrollado pudo ver como un pequeño objeto se acercaba opacando la luz, cuando estuvo cerca de su peto simplemente ladeó su hombro hacia un costado acostando su cuerpo hacia delante y dejando pasar aquello que volaba hacia él, pudo sentir casi como en cámara lenta aquel objeto rasgaba el aire provocando un sonido claramente audible. No quiso abrir sus ojos, pero a una velocidad tremebunda aquella cosa había desaparecido dando giros como si fuese un... – Hacha arrojadiza.
Musitó al aire, recordando que ella tenía una así, pues de seguro era ella y por la forma de volar, estaba a punto de… ¡volver! Pensó Aldebarán rápidamente agachándose y dejando pasar aquella arma que rozó algunos cabellos cortándolos en dos, pero no causando gran daño, más que unos tres o cuatro. Aquella hacha volvió a las manos de su dueña, así como la iluminación se despejaba del campo de batalla.
Abrió sus ojos con ligereza para que éstos recuperaran la tonalidad del día, y se encaminó hacia la muchacha, pasos enormes retumbaban y parecían quebrantar el suelo, a una velocidad enorme se acercaba hacia la joven para intentar lanzar un botazo justo en el centro de sus ojos, quería ver como reaccionaba en algún golpe que no era cósmico, no quería musitar absolutamente nada, el plan de hacer despertar su cosmoenergía fingiendo maldad estaba dando frutos.
Aldebaran- Caballeros Dorados
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Sus dientes tiritaban de tanta presión, pues a pesar de estar sumida en furia y pena, su cabeza aún era capaz de razonar y aquello que se estaba dando no le agradaba nada. Aún así estaba decidida a no permitirse caer nuevamente en la duda, no después de presenciar lo que había ocurrido. Podía ver con más claridad lo que implicaba la justicia, y el precio que costaba hacer lo correcto. Por más dolor y consternación, por mucho que ella lo quisiera no iba a permitir que el mundo continuara derrumbándose y la gente que esta por debajo tuviese que sufrir por ello, toda su vida lo vivió pero solo ahora sentía la necesidad de evitarlo y hacer un cambio. Incluso si significaba ir en contra de sus sentimientos ¿seria esa la única forma de volverse fuerte?
No eran momentos en los que pudiera verdaderamente pensar, solo dejarse llevar por lo que sentía que debía hacer, lo que su instinto y su corazón le dictaban. Esa seriedad y frialdad con la que la observaba su maestro la frustraba y al mismo tiempo la enardecía. No estaba segura de lo que hacía, apenas entendía como, pero no era suficiente pues Alde continuaba inmutable. Tal vez no estuviese a su altura, pero eso no la detendría, nunca permitiría que quebraran su espíritu.
Los estruendosos pasos del inmenso hombre comenzaban a tomar velocidad, fue en la clave de sus movimientos y su impulso lo que le permitió a la chiquilla saber exactamente lo que él pretendía hacer. Clavó su hacha en el suelo, esperando firme y valiente a su compañero, ahora contrincante. Cuando estuvo frente a ella, en el mismo fragmento de segundo en el que levantó su pierna para mandarla a volar de una patada, ella se encogió llevando su cuerpo al ras del suelo, moviéndose con tal rapidez que se volvía imperceptible al ojo humano. Pasó por debajo de las piernas de Aldebarán enterrando al mismo tiempo su puño en la tierra para cuando lo sacara este estuviese cubierto por una capa sólida de tierra y cosmos. Apoyándose en el mango del hacha se impulsó de un salto a la espalda del gigantón, para su tamaño la pequeña era en verdad fuerte, y además asusta pues había usado el peso y el impulso de ambos para poder tirar a su maestro al suelo, al menos parecía que fuese a caer. Retrajo su puño, cargado de cosmos en esa coraza que parecía endurecerse como una piedra, se detuvo cerrando con fuerza sus ojos. No quería lastimarlo, incluso si no le hiciera nada, no le agradaba levantar su puño contra él, menos aún atacarlo por la espalda. Pero ese no era aquel que ella apreciaba y admiraba, si tenía que intentar corregirlo a cuanto golpe fuese necesario, hasta que se quede sin aliento lo intentaría. Ella recuperaría a su maestro y también le demostraría lo que el valor por ciertos ideales puede lograr. Se dejó llevar, pero mantuvo los ojos cerrados por unos instantes, pues en caso de lograrlo no deseaba ver lo que podría causar.
No eran momentos en los que pudiera verdaderamente pensar, solo dejarse llevar por lo que sentía que debía hacer, lo que su instinto y su corazón le dictaban. Esa seriedad y frialdad con la que la observaba su maestro la frustraba y al mismo tiempo la enardecía. No estaba segura de lo que hacía, apenas entendía como, pero no era suficiente pues Alde continuaba inmutable. Tal vez no estuviese a su altura, pero eso no la detendría, nunca permitiría que quebraran su espíritu.
Los estruendosos pasos del inmenso hombre comenzaban a tomar velocidad, fue en la clave de sus movimientos y su impulso lo que le permitió a la chiquilla saber exactamente lo que él pretendía hacer. Clavó su hacha en el suelo, esperando firme y valiente a su compañero, ahora contrincante. Cuando estuvo frente a ella, en el mismo fragmento de segundo en el que levantó su pierna para mandarla a volar de una patada, ella se encogió llevando su cuerpo al ras del suelo, moviéndose con tal rapidez que se volvía imperceptible al ojo humano. Pasó por debajo de las piernas de Aldebarán enterrando al mismo tiempo su puño en la tierra para cuando lo sacara este estuviese cubierto por una capa sólida de tierra y cosmos. Apoyándose en el mango del hacha se impulsó de un salto a la espalda del gigantón, para su tamaño la pequeña era en verdad fuerte, y además asusta pues había usado el peso y el impulso de ambos para poder tirar a su maestro al suelo, al menos parecía que fuese a caer. Retrajo su puño, cargado de cosmos en esa coraza que parecía endurecerse como una piedra, se detuvo cerrando con fuerza sus ojos. No quería lastimarlo, incluso si no le hiciera nada, no le agradaba levantar su puño contra él, menos aún atacarlo por la espalda. Pero ese no era aquel que ella apreciaba y admiraba, si tenía que intentar corregirlo a cuanto golpe fuese necesario, hasta que se quede sin aliento lo intentaría. Ella recuperaría a su maestro y también le demostraría lo que el valor por ciertos ideales puede lograr. Se dejó llevar, pero mantuvo los ojos cerrados por unos instantes, pues en caso de lograrlo no deseaba ver lo que podría causar.
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Aldebarán caía al suelo, victima de su propio ataque. Estaba cayendo de boca al piso cuando clavó la pierna que había levantado y pudo quedar mas o menos bien, para cuando estuvo a punto de llegar a la tierra colocó las dos palmas de sus manos evitando caer por completo y quedando en la posición de un toro, con Sylvanas encima. Podía sentir aquel cosmos recorriendo su espinilla, estaba la niña sobre su espalda concentrándose para golpear y fue en ese momento que se sacudió haciéndola perder un poco el equilibrio, como si fuera un toro indómito y salvaje queriendo ser domado.
La niña trastabilló y fue en ese momento que Aldebarán giró todo su cuerpo y con el mismo impulso dio un devastador golpe seco a su estomago agarrándola en pleno aire mientras caía. De seguro la había dejado sin respiración. El puño se podía ver sobresaliendo la espalda de la chica de tan fuerte y certero que había sido.
Aprovechó el mismo impulso para de un salto ponerse de pie y aplicarle un codazo en el rostro a la joven y un segundo codazo en el mismo lugar, dando un giro quedando en el mismo lugar y con la misma mano que impactó en el primer golpe, extendía lo más que podía para lanzar un golpe final con fuerza cósmica que impactó en su estomago una vez mas mandándola a volar contra las paredes del coliseo, un enorme cráter provocaba con su cuerpo y las paredes se derrumbaban sobre ella, mientras Aldebarán observaba firme y sin temple alguno mientras se limpiaba sus ropajes.
¡¿Sigues jugando a las acrobacias?! Esto es en serio, Sylvanas. – musitó el gigante con un fuerte vozarrón. Sabía que ella podía escucharla, era lo suficientemente fuerte para soportar aquellos golpes y también las paredes que se habían colisionado sobre ella.
Sigues dudando, tenías la velocidad para aplicar al menos veinte golpes mientras caía y tardaste si quiera en lanzar uno, deja de dudar… ¡DEJA DE DUDAR…! Por favor… - musitó lo ultimo por lo bajo, después de todo quería que ella aprendiera a defenderse. Que ella aprendiera a no dudar y que no se diera cuenta de que estaba actuando para que hiciera eso. – Me dijiste que me ibas a hacer caso como maestro, ¡TE ESTOY PIDIENDO QUE ME ENFRENTES CON TODO LO QUE TIENES!
La niña trastabilló y fue en ese momento que Aldebarán giró todo su cuerpo y con el mismo impulso dio un devastador golpe seco a su estomago agarrándola en pleno aire mientras caía. De seguro la había dejado sin respiración. El puño se podía ver sobresaliendo la espalda de la chica de tan fuerte y certero que había sido.
Aprovechó el mismo impulso para de un salto ponerse de pie y aplicarle un codazo en el rostro a la joven y un segundo codazo en el mismo lugar, dando un giro quedando en el mismo lugar y con la misma mano que impactó en el primer golpe, extendía lo más que podía para lanzar un golpe final con fuerza cósmica que impactó en su estomago una vez mas mandándola a volar contra las paredes del coliseo, un enorme cráter provocaba con su cuerpo y las paredes se derrumbaban sobre ella, mientras Aldebarán observaba firme y sin temple alguno mientras se limpiaba sus ropajes.
¡¿Sigues jugando a las acrobacias?! Esto es en serio, Sylvanas. – musitó el gigante con un fuerte vozarrón. Sabía que ella podía escucharla, era lo suficientemente fuerte para soportar aquellos golpes y también las paredes que se habían colisionado sobre ella.
Sigues dudando, tenías la velocidad para aplicar al menos veinte golpes mientras caía y tardaste si quiera en lanzar uno, deja de dudar… ¡DEJA DE DUDAR…! Por favor… - musitó lo ultimo por lo bajo, después de todo quería que ella aprendiera a defenderse. Que ella aprendiera a no dudar y que no se diera cuenta de que estaba actuando para que hiciera eso. – Me dijiste que me ibas a hacer caso como maestro, ¡TE ESTOY PIDIENDO QUE ME ENFRENTES CON TODO LO QUE TIENES!
Aldebaran- Caballeros Dorados
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
De cierta forma podría decirse que se lo esperaba, sabía que no estaba haciendo las cosas bien, que no estaba dando todo de sí misma. Y en el instante en que el movimiento de su maestro cambió en su contra supo ver su error, y lo tarde que era. Para su gran tamaño el hombre era muy rápido, y mas que obviamente fuerte. Exageradamente fuerte, el primer puñetazo pareció atravesar el abdomen de la pequeña, quitándole por completo el aire. Ni siquiera tuvo tiempo de ver los golpes venir, uno tras otro su cuerpo fue sintiendo esas oleadas de dolor. En cuestión de segundos impactaba contra una de las paredes y quedando bajo los escombros de esta al derrumbarse. Cualquiera podía haber pensado que eso había bastado para matarla, pues lo único visible entre los restos de estructura era su mano inerte. Sin embargo a medida que las imponentes palabras de Aldebarán resonaban, aquella mano comenzó con lentitud a moverse arañando la tierra como para aferrarse a ella y poder moverse. Las rocas comenzaron a moverse, a separarse dejando ver la palidez de la piel de la niña asomándose con gran esfuerzo. Sus músculos antes podían doler del cansancio, peor nada se comparaba al dolor que sentía ahora la chiquilla, tanto física como emocionalmente. Se retorcía y se arrastraba como podía por el suelo alejándose de la sofocante presión de los escombros. Sus ropas estaban rotas, su cuerpo magullado ahora mostraba algunas heridas más prominentes, su boca desbordaba en sangre, la cual caía bañando su pecho y sus brazos. Tosía y se atragantaba en sus intentos por obtener aire al punto de jadear. Continuaba avanzando por el suelo a pesar de que su vista estaba nublada y todo su ser amenazaba con colapsar. Intentó apoyarse en sus rodillas y levantarse pero caía nuevamente al suelo. El corazón parecía querer escaparse de su pecho, pero mas le dolía saber que ese sufrimiento venía de la mano de alguien a quien tanto quería.
Continuó arrastrándose con lentitud, intentando inútilmente por ponerse de pie para volver a terminar en el suelo. –N-no estoy…jugando…- con mucho esfuerzo lograba emitir algunas palabras, tosía y escupía, se limpiaba la boca para quitar la sangre y lograr tomar al menos una bocanada de aire. – Como…como no dudar…cuando mi cariño…duele mas que estas heridas…¿E-esta es tu idea de justicia?¿De fuerza?- se pausó un momento tomando con fuerza su pecho, pero se negaba a dejarse caer, a decir que no podía mas. No se permitiría mostrar debilidad ante ese Aldebarán al que desconocía, que le era ajeno.
-Todo…lo que tengo…- comenzó a ponerse lentamente de rodillas y luego de pie, apenas podía mantenerse pero se esforzaba por no demostrarlo. Y a pesar de lo maltratada que estaba, de la punzante sensación de dolor agobiando todo su ser, jamás se permitiría rendirse. – Es…todo lo que ves.- finalizó con seriedad, demostrándole que podía ser que no tuviese fuerza, o astucia, pero tenía valor y espíritu…y ni siquiera él, ni todo el cariño que le tenía podía quebrar su voluntad. Así dudara, y cometiera errores, en su alma sabía que residía una guerrera imbatible. – Incluso si… me mueles a golpes, no me caeré…así que sigue intentando todo lo que quieras…. Me veras levantarme otra vez. – su voz mostraba toda la determinación que su estado degradaba, su cosmos volvía a encenderse tenuemente y se posicionaba para combatir. En su mente se preguntaba si sería en verdad capaz de soportar lo que fuese, pues apenas podía moverse. Sacudió rápidamente la cabeza, borrando ese pensamiento, no se lo iba a permitir. Así le costara todo su aliento, su vida, ella iba a terminar esa pelea y vencerla. Contaba con lo único que sabía que nunca la abandonaba…la esperanza.
Continuó arrastrándose con lentitud, intentando inútilmente por ponerse de pie para volver a terminar en el suelo. –N-no estoy…jugando…- con mucho esfuerzo lograba emitir algunas palabras, tosía y escupía, se limpiaba la boca para quitar la sangre y lograr tomar al menos una bocanada de aire. – Como…como no dudar…cuando mi cariño…duele mas que estas heridas…¿E-esta es tu idea de justicia?¿De fuerza?- se pausó un momento tomando con fuerza su pecho, pero se negaba a dejarse caer, a decir que no podía mas. No se permitiría mostrar debilidad ante ese Aldebarán al que desconocía, que le era ajeno.
-Todo…lo que tengo…- comenzó a ponerse lentamente de rodillas y luego de pie, apenas podía mantenerse pero se esforzaba por no demostrarlo. Y a pesar de lo maltratada que estaba, de la punzante sensación de dolor agobiando todo su ser, jamás se permitiría rendirse. – Es…todo lo que ves.- finalizó con seriedad, demostrándole que podía ser que no tuviese fuerza, o astucia, pero tenía valor y espíritu…y ni siquiera él, ni todo el cariño que le tenía podía quebrar su voluntad. Así dudara, y cometiera errores, en su alma sabía que residía una guerrera imbatible. – Incluso si… me mueles a golpes, no me caeré…así que sigue intentando todo lo que quieras…. Me veras levantarme otra vez. – su voz mostraba toda la determinación que su estado degradaba, su cosmos volvía a encenderse tenuemente y se posicionaba para combatir. En su mente se preguntaba si sería en verdad capaz de soportar lo que fuese, pues apenas podía moverse. Sacudió rápidamente la cabeza, borrando ese pensamiento, no se lo iba a permitir. Así le costara todo su aliento, su vida, ella iba a terminar esa pelea y vencerla. Contaba con lo único que sabía que nunca la abandonaba…la esperanza.
Sylvanas- Amazona Dorada
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Aldebarán valoraba la perseverancia de Sylvanas, pero tan solo con que se pusiese de pie no iba a bastar para que demostrara que era una digna guerrera. Sus ojos observaban sus manos y a su pequeña discípula, alternadamente. Estaba incorporándose por completo cuando él parpadeó, podía sentir el cosmos recorriendo en su ser, podía sentir como su alma lentamente dejaba liberar el universo que había dentro de ella, tan solo con ver su vulnerable y lastimado cuerpo, podía saber que estaba despertando.
No quiso decir absolutamente nada, para que entendiera que el silencio era la perfecta respuesta de que ella se estaba equivocando. Entrecerró sus ojos, se volvía su vista borrosa, estaba recordando, su antebrazo se elevaba un poco más y su mano quedaba casi delante de su rostro a una distancia considerable, comenzando a arder una llama cósmica entre sus inmensos dedos y en ese momento sintió una voz. – ¡Hazlo!
… Todo parecía oscuridad. Por unos instantes no estaba en el combate, sus ojos se cerraban por completo, tragó saliva, palpitó su corazón como nunca antes. Su boca quedaba entreabierta, parpadeó una vez más y cuando abrió sus ojos todo fue oscuridad.
Se podía sentir la nada, no hacía frío, no hacía calor, no se sentía ni siquiera su propia respiración, era como si el tiempo lo hubiese dejado ahí, sin avanzar ni retroceder, como si todo se frenara de golpe. Abrió sus ojos al tope, pero tan solo había oscuridad en todo su entorno, era como estar en la nada eterna hasta que el sonido de una gota se pudo oír, recorrer entre ecos sus oídos y una leve luz iluminó aquel lugar.
Pudo ver un rostro, gracias a la pequeña luminosidad y pudo sentir otra gota. Que esta vez intermitentemente sacudió su mundo, la oscuridad alternaba en luminosidad y se proyectaba una arena de combate. Que hizo que éste pudiera respirar. Otra gota se proyectó mas lentamente y ésta luminosidad dejó ver a alguien con una capucha, sosteniendo una esfera que lentamente brillaba y expelía un par de rayos.
Aldebarán hizo un paso hacia delante y se esperó lo peor, colocándose en pose de combate pero nada pasó… la oscuridad fue tan profunda que esta vez pareció eterno el tiempo para que llegara la otra gota, pero así no fue. La siguiente gota no proyectó luz y Aldebarán se quedó estático. Fue en ese momento que musitó. – ¿Qué haga que?
No hubo respuesta alguna, pero la esfera que anteriormente había visto ahora brillaba intensamente cegando al gigante, y cubriéndose con su antebrazo para poder observar, era la costumbre a la oscuridad lo que le hizo reaccionar así y cuando se acostumbró al destello quitó sus brazos al ver que no era algo agresivo. Era él, de joven…
Encerrado en esa esfera, sus recuerdos más profundos, a cuatro patas, como si fuese un toro herido, con un par de moretones en la espalda y uno en el ojo izquierdo. Su piel lacerada, con heridas frescas que dejaban caer gotas de sangre cada tanto. – ¿Qué es esto?
La prueba de lo que tiene que hacer un maestro, aunque duela. – musitó el encapuchado para que Aldebarán tragase saliva. Sus ojos se abrieron de par en par, quería musitar algo pero su boca estaba como trabada, sus labios no podían moverse, titubeó un instante y no hizo más que agachar su cabeza, haciendo una reverencia.
La mano blanquecina y demacrada se posó en la cabeza del gigante, sacudiendo su melena y dándole tres palmadas que hicieron que el dorado de Tauro sonriera. Pero una risa pequeña salió del encapuchado que musitó. – Eres un caballero dorado ahora, no tienes porque hacer una reverencia a un viejo como yo… estoy aquí para recordarte que ninguna tumba es suficiente para contener mi cuerpo y aunque creas que me fui, estoy vigilándote desde aquí… siempre.
Ningún entrenamiento es fácil por mas que se de lo mejor de sí, siempre cuesta. No temas dañar a esa pequeña, tiene un gran futuro por delante y sé que no le darás muerte, nunca podrías hacerlo. Cuando sea su momento ella estará orgullosa de morir, pero sé que todavía no lo es… ¡Así que hazlo…! Sé que ella llegará a ser tan buena como tú…
Las manos tomaron de las mejillas al joven, estaban frías como el hielo mismo. Le guió con sus manos para que alzara su rostro y éste se le quedó viendo, con sus ojos emocionados, brillantes orbes de esperanza. Sus ojos no se podían ver, pero por su voz le podía reconocer, la capucha se acercó lentamente y besó su frente, sus labios se sentían gélidos como si el viento soplara en la noche.
Cerró sus ojos sintiéndose calmo por primera vez, resonaron unas campanadas fuertemente pero no sintió miedo, estaba en manos de su maestro. Un rayo parecía que había caído a su lado haciendo un fuerte estruendo y cuando abrió sus ojos no sintió a nadie, un relámpago iluminó el ambiente trayéndolo a la realidad nuevamente, iluminando el día y dejándolo donde estaba. Su mano en alto, sus ojos brillantes de emoción, su corazón palpitante y su cosmos encendido.
Había entendido que no le podía dar compasión a su discípulo, tal como él había sido entrenado. Que si le daba compasión jamás entendería de como combatir en serio, que jamás iba a esforzarse al máximo por darlo todo, estaba de pie, era cierto, pero le faltaba aun algo mas… y era que realmente tuviera la valentía de hacer que su constelación la amparara con solo alzar su cosmos, eso era lo que debería hacer Sylvanas. – ¡Voy con todo esta vez y espero que estés preparada…!
Retrajo su mano unos centímetros para impulsarla hacia delante con fuerza, convirtiéndolo en una ráfaga de energía que corría a través de sus venas recorriendo todo su brazo y se convertía en cosmos, para proyectarse desde la palma de su mano y liberarse, consumiendo todo lo que tocaba. Parecía que iba a destruir el coliseo, pues las paredes comenzaban a temblar, la tierra temblaba provocando vibraciones inestables que de seguro confundirían a Sylvanas y era el paso que quería Aldebarán. Que de ahora en adelante siguiera sus instintos de guerrera y dejara de pensar como una no vidente, para convertirse en una guerrera cósmica.– ¡Sé que con tus ojos no has de ver, hazlo con los de tu alma!
No quiso decir absolutamente nada, para que entendiera que el silencio era la perfecta respuesta de que ella se estaba equivocando. Entrecerró sus ojos, se volvía su vista borrosa, estaba recordando, su antebrazo se elevaba un poco más y su mano quedaba casi delante de su rostro a una distancia considerable, comenzando a arder una llama cósmica entre sus inmensos dedos y en ese momento sintió una voz. – ¡Hazlo!
… Todo parecía oscuridad. Por unos instantes no estaba en el combate, sus ojos se cerraban por completo, tragó saliva, palpitó su corazón como nunca antes. Su boca quedaba entreabierta, parpadeó una vez más y cuando abrió sus ojos todo fue oscuridad.
Se podía sentir la nada, no hacía frío, no hacía calor, no se sentía ni siquiera su propia respiración, era como si el tiempo lo hubiese dejado ahí, sin avanzar ni retroceder, como si todo se frenara de golpe. Abrió sus ojos al tope, pero tan solo había oscuridad en todo su entorno, era como estar en la nada eterna hasta que el sonido de una gota se pudo oír, recorrer entre ecos sus oídos y una leve luz iluminó aquel lugar.
Pudo ver un rostro, gracias a la pequeña luminosidad y pudo sentir otra gota. Que esta vez intermitentemente sacudió su mundo, la oscuridad alternaba en luminosidad y se proyectaba una arena de combate. Que hizo que éste pudiera respirar. Otra gota se proyectó mas lentamente y ésta luminosidad dejó ver a alguien con una capucha, sosteniendo una esfera que lentamente brillaba y expelía un par de rayos.
Aldebarán hizo un paso hacia delante y se esperó lo peor, colocándose en pose de combate pero nada pasó… la oscuridad fue tan profunda que esta vez pareció eterno el tiempo para que llegara la otra gota, pero así no fue. La siguiente gota no proyectó luz y Aldebarán se quedó estático. Fue en ese momento que musitó. – ¿Qué haga que?
No hubo respuesta alguna, pero la esfera que anteriormente había visto ahora brillaba intensamente cegando al gigante, y cubriéndose con su antebrazo para poder observar, era la costumbre a la oscuridad lo que le hizo reaccionar así y cuando se acostumbró al destello quitó sus brazos al ver que no era algo agresivo. Era él, de joven…
Encerrado en esa esfera, sus recuerdos más profundos, a cuatro patas, como si fuese un toro herido, con un par de moretones en la espalda y uno en el ojo izquierdo. Su piel lacerada, con heridas frescas que dejaban caer gotas de sangre cada tanto. – ¿Qué es esto?
La prueba de lo que tiene que hacer un maestro, aunque duela. – musitó el encapuchado para que Aldebarán tragase saliva. Sus ojos se abrieron de par en par, quería musitar algo pero su boca estaba como trabada, sus labios no podían moverse, titubeó un instante y no hizo más que agachar su cabeza, haciendo una reverencia.
La mano blanquecina y demacrada se posó en la cabeza del gigante, sacudiendo su melena y dándole tres palmadas que hicieron que el dorado de Tauro sonriera. Pero una risa pequeña salió del encapuchado que musitó. – Eres un caballero dorado ahora, no tienes porque hacer una reverencia a un viejo como yo… estoy aquí para recordarte que ninguna tumba es suficiente para contener mi cuerpo y aunque creas que me fui, estoy vigilándote desde aquí… siempre.
Ningún entrenamiento es fácil por mas que se de lo mejor de sí, siempre cuesta. No temas dañar a esa pequeña, tiene un gran futuro por delante y sé que no le darás muerte, nunca podrías hacerlo. Cuando sea su momento ella estará orgullosa de morir, pero sé que todavía no lo es… ¡Así que hazlo…! Sé que ella llegará a ser tan buena como tú…
Las manos tomaron de las mejillas al joven, estaban frías como el hielo mismo. Le guió con sus manos para que alzara su rostro y éste se le quedó viendo, con sus ojos emocionados, brillantes orbes de esperanza. Sus ojos no se podían ver, pero por su voz le podía reconocer, la capucha se acercó lentamente y besó su frente, sus labios se sentían gélidos como si el viento soplara en la noche.
Cerró sus ojos sintiéndose calmo por primera vez, resonaron unas campanadas fuertemente pero no sintió miedo, estaba en manos de su maestro. Un rayo parecía que había caído a su lado haciendo un fuerte estruendo y cuando abrió sus ojos no sintió a nadie, un relámpago iluminó el ambiente trayéndolo a la realidad nuevamente, iluminando el día y dejándolo donde estaba. Su mano en alto, sus ojos brillantes de emoción, su corazón palpitante y su cosmos encendido.
Había entendido que no le podía dar compasión a su discípulo, tal como él había sido entrenado. Que si le daba compasión jamás entendería de como combatir en serio, que jamás iba a esforzarse al máximo por darlo todo, estaba de pie, era cierto, pero le faltaba aun algo mas… y era que realmente tuviera la valentía de hacer que su constelación la amparara con solo alzar su cosmos, eso era lo que debería hacer Sylvanas. – ¡Voy con todo esta vez y espero que estés preparada…!
Retrajo su mano unos centímetros para impulsarla hacia delante con fuerza, convirtiéndolo en una ráfaga de energía que corría a través de sus venas recorriendo todo su brazo y se convertía en cosmos, para proyectarse desde la palma de su mano y liberarse, consumiendo todo lo que tocaba. Parecía que iba a destruir el coliseo, pues las paredes comenzaban a temblar, la tierra temblaba provocando vibraciones inestables que de seguro confundirían a Sylvanas y era el paso que quería Aldebarán. Que de ahora en adelante siguiera sus instintos de guerrera y dejara de pensar como una no vidente, para convertirse en una guerrera cósmica.– ¡Sé que con tus ojos no has de ver, hazlo con los de tu alma!
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Despertar de la armadura amazónica de Tauro
La pequeña se mantenía como podía, valiéndose únicamente de la idea de que no podía dejarse caer, no podía desistir. Sus ojos algo decaídos y nublados por la sangre comenzaban a verse algo vacíos y perdidos, en su interior volvía una vez más la duda y la aflicción. Quería no pensar y no podía, porque necesitaba poder entender, y se estaba dando cuenta de algo. Estaba peleando por solo eso, por el capricho de no bajar los brazos, eso no era verdadera valentía. Revolvía sus recuerdos y sabía muy bien que la valentía venia de su interior…y ella no la sentía.
Su corazón no se creía toda esa situación, algo no estaba bien, algo no era correcto. Pero necesitaba poder entender por qué. Por un momento pasó por su mente que tal vez estaba cerrándose mucho a ella misma y en su cabeza, e irónicamente eso no le permitía pensar con claridad. Pero como poder, cuando es ahogada por el sentimiento y el recuerdo de ser maltratada sin razón aparente, por simple crueldad. Pero de alguna forma podía darse cuenta que allí en ese instante, ese presente algo se estaba escapando de su vista.
Fue entonces que hizo lo único que no se le había ocurrido antes, enfocarse en su maestro, cerrar sus ojos que ya inútiles eran y sentir lo que verdaderamente pasaba con él. Fue entonces que se percató de cómo su cuerpo reaccionaba a diferentes sentimientos. Su cuerpo, su cosmos, toda su presencia emitía ese duelo interno, esa frustración. Él era el verdadero Aldebarán por mas que actuara como alguien malvado y sin valores, solo se estaba escondiendo tras esa mascara. Pero qué era lo que pretendía lograr así, le resultaba ajeno. Mantuvo sus ojos cerrados simplemente sintiendo, poniendo su mente en blanco para poder dejarse llevar.
En la nada encontró una chispa en su interior queriendo encenderse. ¿Qué era ese sentimiento, esa necesidad? Por momentos sentía todo adormecido, tan solo su corazón nunca se detenía. ¡Eso era! ¡Se estaba deteniendo! Daba demasiadas vueltas a su cabeza y a sus pensamientos, a su cariño y sus ideales.
“No te aflijas mi pequeña…no pienses mas…todo estará bien, confía y lo verás. Solo espera al mañana, vendrá por si solo a acunarte con su luz y su calor.” Se repetía una de las últimas palabras que había escuchado de su madre, de la última persona que se había permitido querer. Mientras recordaba la tranquilidad que sentía a su lado, hundiendo el rostro en su cuerpo. Tal vez era eso lo que su compañero estaba tratando de mostrarle, la única forma de encontrar la verdadera fuerza estaba en su corazón. En lo único que podía recaer cuando todo era negrura y confusión. Sí, por eso el estaba actuando así, no había forma de saber lo que podía esperar en una batalla o que clase de cosas irían en contra de su mente o de su noción de bien o mal. No se pelea con la razón sino con el espíritu.
-¡Sé que con tus ojos no has de ver, hazlo con los de tu alma! – lo escuchó con claridad y por una vez pudo entenderlo…No tuvo dudas.
No abrió sus ojos, dejo de pensar, simplemente esperó con tranquilidad. Sintiendo la brisa pasar, el aroma de la tierra y la sangre, el calor creciendo en su interior. Todo el lugar comenzaba a estremecerse, sonrió sabiendo que en creer en si misma le valía la vida.
“Es hora de que te pruebes a ti misma que puedes…Que tu corazón puede, porque sabe por lo que vivir y cuando su tiempo finalmente llega a su fin.” Pensó percibiendo la inmensidad de aquello que se acumulaba en la mano de su maestro para probarla.
-Y todavía, no es ese momento.- murmuró para ella misma respondiéndole a su corazón. No estaba dispuesta a morir ni allí ni en ese instante. Porque en su interior ella era una guerrera, y lo probaría, lo quería desde el fondo de su ser. Abrió sus ojos, algo en su mirada había cambiado, pues había ahora una absoluta seriedad pero por sobretodo una irrebatible tenacidad. La determinación de su voluntad, de su alma…la raíz de su poder.
Elevó sus brazos abriendo sus palmas, las cuales contuvieron el impacto del ataque y todo su poder. Era intenso y sofocante, pero la expresión de la niña no se inmutaba, estaba serena. Comenzó con lentitud a avanzar, un paso a la vez, arduo y doloroso. Su cuerpo hablaba por si mismo, dejaba que su impulso la guiara y mientras tanto su cosmos seguía creciendo al punto en que empezaba a envolverla en esa tonalidad dorada y resplandeciente. Su corazón ardía, y jamás se había sentido mas libre y vivo que en ese momento. Como si toda la vida, todos los sueños y anhelos, todo se liberara desde su interior. Y así era, todo el poder que contenía aprisionado se libero en una onda expansiva creando una feroz ráfaga que mando todo, absolutamente todo, a volar. Como las estrellas, había que morir para renacer, pero cuando eso ocurría llegaba a su máximo esplendor.
Por instantes fue todo luz, la mas brillante y cegadora, pero asimismo la mas calida y acogedora que podría haber. Silencio, tan solo el silbido de sus respiraciones, y repentinamente un tintinear metálico, varios. Sylvanas sintió como su cuerpo era envuelto, aumentando esa sensación de protección y armonía. Un cosmos ajeno se fusionaba con el de ella y se convertía en uno solo. Abrió sus ojos y toco su cuerpo, la constelación de Tauro ahora también velaba por ella. La luminosidad se retrajo conteniéndose alrededor de la chiquilla haciéndola ver como una revelación de tan brillante que era esa aura que relucía con fulgor en la metálica armadura dorada. Era momento de que Aldebarán también la aceptara como la guerrera que nacía en ella.
No tuvo palabras pues sabía que no eran necesarias, una leve sonrisa sosegada se dibujó en sus labios, retrajo su puño hasta casi el final de su espalda para echarse a correr a una velocidad increíble hacia su maestro. En menos de un pestañar la niña estaba saltando en el aire a centímetros del hombre, y su brazo que contenía toda la fuerza de su cosmos cual llamas se impulso en un golpe al pecho del este. Un choque tremendo, como el de dos inmensas nubes oscuras en una tormenta, su alrededor relampagueó. Mas cuando sus pies volvieron al suelo y su mirada se posó en el horizonte con ímpetu, su maestro estaba varios metros más lejos en el suelo. Respiró profundamente, sus puños seguían tensos pues no podía saber si había terminado allí la pelea. Pero lo había logrado, había encontrado el verdadero poder y ahora era una amazona de Athena.
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Un destello acunó su rostro, que reflejaba el cosmos que la joven tenía en su puño, pronto dibujó una sonrisa sabía que prontamente iba a recibir uno de los peores golpes que había recibido en su vida, pero solo le atinaba a sonreírse, pues había logrado despertar a la guerrera que yacía dentro de Sylvanas. Entrecerró sus ojos un instantes por aquella luminosidad que cargaba la niña en su mano y sintió un fuerte dolor en el pecho, como si su corazón por un momento se frenara, observó sus pectorales y luego a Sylvanas para con la fuerza que traía la niña, salir volando hacia atrás sin siquiera musitar palabra alguna y quedando a un par de metros en el suelo.
Quedó tendido observando el firmamento, mientras el sol molestaba un poco mas su aturdimiento alumbrando su rostro y produciendo una luz por demás insoportable para sus cansados ojos. Quiso cerrar sus ojos, para descansar un instante y solamente los entrecerró, mientras que sentía los latidos de su corazón como se normalizaban. Aun con la sonrisa en su rostro y tendido boca arriba en el suelo, gritó. – Dotados con una fuerza y espíritus verdaderos y heroicos, se dice de ellos que son capaces de rasgar el cielo con la fuerza de sus puños y perforar la tierra con sus pies; son santos de Atenea.
Se lo contaría a alguien y jamás podría creerlo, no están preparados para esto. Pero desde ahora eres una de las mas grandes guerreras del mundo, aunque te digan niña, aunque piensen que eres inferior… nunca te sientas así, la armadura que te viste comprueba lo contrario. – suspiró un momento, estirando los músculos de su cuerpo, sentándose un instante y haciendo crujir sus nudillos.
Porque eres un Santo de Atenea, ¡Por que eres una Amazona de Atenea! ¡Bienvenida a nuestras huestes, las huestes de Atenea, Amazona Dorada de Tauro…! – dijo con una amplia sonrisa aun marcada en su rostro. Pronto rió y se puso de pie.
Caminó hacia ella con dificultad, pues las amazonas tenían la misma fuerza que un Caballero Dorado, no había que subestimarlas por ser mujer, pues subestimarlas era, posiblemente, el último error que cometían. Cuando estuvo al lado de ella, tan solo palmeó tres veces su casco con cuernos que se ajustaba a la medida de su cabeza y musitó. – Felicidades Sylvanas de Tauro… me enorgullece haber sido tu maestro.
Quedó tendido observando el firmamento, mientras el sol molestaba un poco mas su aturdimiento alumbrando su rostro y produciendo una luz por demás insoportable para sus cansados ojos. Quiso cerrar sus ojos, para descansar un instante y solamente los entrecerró, mientras que sentía los latidos de su corazón como se normalizaban. Aun con la sonrisa en su rostro y tendido boca arriba en el suelo, gritó. – Dotados con una fuerza y espíritus verdaderos y heroicos, se dice de ellos que son capaces de rasgar el cielo con la fuerza de sus puños y perforar la tierra con sus pies; son santos de Atenea.
Se lo contaría a alguien y jamás podría creerlo, no están preparados para esto. Pero desde ahora eres una de las mas grandes guerreras del mundo, aunque te digan niña, aunque piensen que eres inferior… nunca te sientas así, la armadura que te viste comprueba lo contrario. – suspiró un momento, estirando los músculos de su cuerpo, sentándose un instante y haciendo crujir sus nudillos.
Porque eres un Santo de Atenea, ¡Por que eres una Amazona de Atenea! ¡Bienvenida a nuestras huestes, las huestes de Atenea, Amazona Dorada de Tauro…! – dijo con una amplia sonrisa aun marcada en su rostro. Pronto rió y se puso de pie.
Caminó hacia ella con dificultad, pues las amazonas tenían la misma fuerza que un Caballero Dorado, no había que subestimarlas por ser mujer, pues subestimarlas era, posiblemente, el último error que cometían. Cuando estuvo al lado de ella, tan solo palmeó tres veces su casco con cuernos que se ajustaba a la medida de su cabeza y musitó. – Felicidades Sylvanas de Tauro… me enorgullece haber sido tu maestro.
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Refregó su antebrazo en su frente, quitando el sudor y la tierra que comenzaba a picar y demacraba aún más el cansado rostro de la chiquilla. Respiró profundamente manteniéndose firme, sus puños tensados. Al sentir la armadura acogiendo su cuerpo pudo entender lo que Aldebarán esperaba lograr, el costo de lograr despertar en su corazón la voluntad de los guerreros y el poder de la esperanza y la justicia. Abrir sus ojos a un nuevo camino, una nueva luz que guiase su vida y su destino.
El calor que emitía el metal dorado era tan puro y grato que le devolvía las fuerzas que el cansancio y las heridas le habían quitado. Podía estar de pie sin problema alguno, sentía la fuerza crecer en su interior, el ardor de la adrenalina corriendo en sus venas. Pero por mas cálida y apaciguante, por mas feliz que fuese ese momento, ella no estaba del todo contenta. Después de muchos años en la oscuridad había vuelto a ver la luz, irónicamente desde el momento en el que ya no pudo ver. Había vuelto a abrir su corazón a pesar de prometerse no volver a confiar, y que había logrado con eso, nada más que encontrar su vulnerabilidad. Porque aunque fuese su motivo para luchar y ser fuerte, en ese instante sabía que había herido a alguien que quería y eso le compungía el pecho, la sofocaba. La mezcla entre la alegría y la tristeza la dejaban en la nada, carente de sentido y de sentimiento. Podría decirse que se sentía como si estuviese parada en medio del desierto, desolada. Y así la armadura de Tauro comenzaba a perder su brillo, fue entonces que escuchó fuerte y clara la voz de su maestro.
Sus palabras parecían buscar darle aliento, o tal vez trataban de hacerle ver con más claridad lo que significaba ser una amazona de Athena, y el deber que conllevaba y con el cual cargaría a partir de ese momento. Una sosegada sonrisa surcó sus labios, devolviéndole el brillo a su mirada, el rítmico y sereno palpitar de su corazón. Y la armadura una vez mas volvía a brillar, formando esa aura dorada que transmitía paz y calidez. La voz de Aldebarán calmaba su angustia, ese era el Alde que conocía, el que admiraba. Estaba bien, pero por sobre todo estaba orgulloso, y eso era algo mas que valioso para ella.
La imponente mano de su maestro palmeaba su cabeza, y por una vez se sintió conforme consigo misma, con lo que había logrado, lo que era capaz. Supo en ese momento que bajar sus brazos nunca sería una opción. Cristalinas lágrimas desbordaban de sus ojos blanquecinos, y se desviaban en una amplia sonrisa que se torcía en sus labios. Rápidamente se abalanzó hacia el caballero, abrazándose con fuerza de su cintura.
-Aún eres mi maestro, y mi mejor amigo…siempre lo serás.- espetó feliz, aunque algo ahogada por su sollozo. Pronto se separó refregando su rostro, decidida a no llorar más y comportarse como era debido. Y nunca más volver a sentirse débil…
Cerró su puño posando suavemente sus nudillos contra los del gigantón y elevando la mirada como si pudiese ver su rostro sonriente, porque podía sentir sus sentimientos y en su mente se dibujaba su expresión. –Luchamos juntos.- musitó serena y con seriedad sin embargo no perdía esa sonrisa entusiasta.
Pero repentinamente esa expresión se borró y bajó su brazo rompiendo con aquel intenso momento, corrompida por una extraña sensación en su interior, su cosmos comenzaba a alborotarse sin razón aparente. – Alde…Algo esta mal…siento, siento algo extraño ocurriendo. – Mas allá de ser ciega o no, en esos instantes parecía predominar la oscuridad en el mundo entero.
El calor que emitía el metal dorado era tan puro y grato que le devolvía las fuerzas que el cansancio y las heridas le habían quitado. Podía estar de pie sin problema alguno, sentía la fuerza crecer en su interior, el ardor de la adrenalina corriendo en sus venas. Pero por mas cálida y apaciguante, por mas feliz que fuese ese momento, ella no estaba del todo contenta. Después de muchos años en la oscuridad había vuelto a ver la luz, irónicamente desde el momento en el que ya no pudo ver. Había vuelto a abrir su corazón a pesar de prometerse no volver a confiar, y que había logrado con eso, nada más que encontrar su vulnerabilidad. Porque aunque fuese su motivo para luchar y ser fuerte, en ese instante sabía que había herido a alguien que quería y eso le compungía el pecho, la sofocaba. La mezcla entre la alegría y la tristeza la dejaban en la nada, carente de sentido y de sentimiento. Podría decirse que se sentía como si estuviese parada en medio del desierto, desolada. Y así la armadura de Tauro comenzaba a perder su brillo, fue entonces que escuchó fuerte y clara la voz de su maestro.
Sus palabras parecían buscar darle aliento, o tal vez trataban de hacerle ver con más claridad lo que significaba ser una amazona de Athena, y el deber que conllevaba y con el cual cargaría a partir de ese momento. Una sosegada sonrisa surcó sus labios, devolviéndole el brillo a su mirada, el rítmico y sereno palpitar de su corazón. Y la armadura una vez mas volvía a brillar, formando esa aura dorada que transmitía paz y calidez. La voz de Aldebarán calmaba su angustia, ese era el Alde que conocía, el que admiraba. Estaba bien, pero por sobre todo estaba orgulloso, y eso era algo mas que valioso para ella.
La imponente mano de su maestro palmeaba su cabeza, y por una vez se sintió conforme consigo misma, con lo que había logrado, lo que era capaz. Supo en ese momento que bajar sus brazos nunca sería una opción. Cristalinas lágrimas desbordaban de sus ojos blanquecinos, y se desviaban en una amplia sonrisa que se torcía en sus labios. Rápidamente se abalanzó hacia el caballero, abrazándose con fuerza de su cintura.
-Aún eres mi maestro, y mi mejor amigo…siempre lo serás.- espetó feliz, aunque algo ahogada por su sollozo. Pronto se separó refregando su rostro, decidida a no llorar más y comportarse como era debido. Y nunca más volver a sentirse débil…
Cerró su puño posando suavemente sus nudillos contra los del gigantón y elevando la mirada como si pudiese ver su rostro sonriente, porque podía sentir sus sentimientos y en su mente se dibujaba su expresión. –Luchamos juntos.- musitó serena y con seriedad sin embargo no perdía esa sonrisa entusiasta.
Pero repentinamente esa expresión se borró y bajó su brazo rompiendo con aquel intenso momento, corrompida por una extraña sensación en su interior, su cosmos comenzaba a alborotarse sin razón aparente. – Alde…Algo esta mal…siento, siento algo extraño ocurriendo. – Mas allá de ser ciega o no, en esos instantes parecía predominar la oscuridad en el mundo entero.
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Otra Dimensión, una técnica especial que tan solo Géminis, el tercer signo del Zodiaco era capaz de dominar, una técnica en la cual las fronteras del tiempo y del espacio eran retorcidas para lograr un medio de tele-transportación único en el cual la única frontera era la misma capacidad de su ejecutor. Si se dominaba por completo, las posibilidades eran inimaginables. Eso era algo de lo cual el actual Santo de los Gemelos, Aspros, estaba consciente y era por tanto la razón principal de porque la había empezado a usar de forma un tanto…irresponsable; sí, había llegado a la conclusión de que para dominar a los demás Santos de Oro, su control sobre sus propias técnicas y capacidades debía ser impecable, y que mejor manera de pulirse había aparte del uso constante de una habilidad sobre la cual no tenía plena maestría? La respuesta era obvia. Y ya para ese instante, su control era casi absoluto: transportase a sí mismo y a otros dos seres capaces de destruir montañas con tan solo sus puños resultaba ser algo difícil ya que debía evitar casualidades, agujeros temporales y bucles espaciales como mínimo. Después de un minuto en el cual su mente se centraba en identificar a las dos poderosas cosmo-energías que había percibido en Starhill hacía un tiempo atrás, finalmente logró encontrar el punto interdimensional en el que debía golpear y así con un puñetazo certero, volvió a romper las barreras del tiempo y el espacio, abriendo un portal que daba directamente a la parte más alta de las gradas de un antiguo coliseo derruido, ya fuera por el abandono, el descuido o las innumerables batallas que se habían librado en el sitio; la característica más importante era sin embargo, la presencia de dos personas que vestían Armaduras Doradas y se encontraban una frente a la otra en el centro mismo de la arena. Con el cabello azulado ondeando con una brisa espontánea, Aspros cerró la brecha interdimensional esperando que sus dos acompañantes ya hubieran salido de ella, mientras sus ojos se fijaban en la figura más alta de las dos que tenía a unos cincuenta metros de distancia, dejando que la voz de la sombra anclada en su propia Cloth identificara su constelación guardiana.
Tauro. le dijo la siniestra voz, sin atreverse a darle las mismas “sugerencias” que usualmente le proponía a su lado más codicioso…no, la sombra sabía que con la actitud que había tomado esa parte del romano sería peligroso intentar algo de manera descuidada, así que tan solo, se mantenía a raya y respondía solo y cuando se le solicitaba, ni más ni menos.
Tauro, supongo. dijo Aspros, sin levantar la voz y hablando para sí mismo, mientras se mantenía en su posición para esperar una respuesta de parte del enorme hombre. A este no lo conocía y no lo había visto antes, así que no podía arriesgarse, razón suficiente para saber que debía mantenerse quieto y aguardar a que el otro reaccionara ante la aparición de tres de sus compatriotas. Y Aspros esperaba la misma reacción de parte de Aries y Capricornio.
Tauro. le dijo la siniestra voz, sin atreverse a darle las mismas “sugerencias” que usualmente le proponía a su lado más codicioso…no, la sombra sabía que con la actitud que había tomado esa parte del romano sería peligroso intentar algo de manera descuidada, así que tan solo, se mantenía a raya y respondía solo y cuando se le solicitaba, ni más ni menos.
Tauro, supongo. dijo Aspros, sin levantar la voz y hablando para sí mismo, mientras se mantenía en su posición para esperar una respuesta de parte del enorme hombre. A este no lo conocía y no lo había visto antes, así que no podía arriesgarse, razón suficiente para saber que debía mantenerse quieto y aguardar a que el otro reaccionara ante la aparición de tres de sus compatriotas. Y Aspros esperaba la misma reacción de parte de Aries y Capricornio.
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Escasamente prestó atención al viaje auspiciado por el Santo de Géminis. Era extraño, pero desde su encuentro con Aspros juraba que sus acciones él las hacía exclusivamente por hacerlas, como si estuviera programado para ejecutar ciertas cosas. Por ejemplo, perseguirlo, no apartarse de él por un segundo, estar de acuerdo con sus puntos, mas en ningún momento presentaba conflicto con las ideas del otro, al contrario, la parecían lógicas y no manifestaba desacuerdos. Otro podría ser que no estaba concentrado, solamente iba tras Aspros como si fuera su sombra, pero sentía que en cualquier momento podía cambiar su dirección. Sin embargo continuaba pisándole los talones a su camarada, como si fuera indispensable para él. Una extraña sensación de no querer despegarse, pero no encontraba qué era lo que tenía de extraña esa impresión. Había un agujero en el momento en el que aceptó seguir a Aspros, como si no se acordara de cómo se ganó su confianza el peliazul. Era un misterio. Pero algo le indicaba que no debía desconfiar de él, después de todo era un dorado, no podía ser algo malo en ningún sentido.
Cuando aparecieron en el Coliseo él estaba demasiado desconcertado; otra vez le daba esa sensación de que alguien lo había empujado a ir ahí, y al mismo tiempo otra de que fue un acto de su propia voluntad. Esperaba que esa sacudida de ideas se esfumase prontamente. Miró a las personas que se encontraban en el Coliseo pero paso de ellas, no le interesaban mucho sus caras. Era curioso, cuando llegó al Santuario quería conocer a los otros dorados pero, después de su encuentro con el Santo de Géminis ya ni le causaba gran impresión el resto de soldados. Como si fueran más del montón, sin nada de especial. Se sentó en el primer lugar que encontró, cruzando las piernas y dejando caer el peso de su cabeza sobre una de sus manos. Se sentía torpe, mareado, embobado, etcétera. Su mirada registró con desgane los rostros ajenos y se detuvo en el del Santo de Aries, mirando sus ojos verde esmeralda. –Qué bonitos ojos tienes.- Pronunció secamente asomando una sonrisa entre burlona y presumida.
Cuando aparecieron en el Coliseo él estaba demasiado desconcertado; otra vez le daba esa sensación de que alguien lo había empujado a ir ahí, y al mismo tiempo otra de que fue un acto de su propia voluntad. Esperaba que esa sacudida de ideas se esfumase prontamente. Miró a las personas que se encontraban en el Coliseo pero paso de ellas, no le interesaban mucho sus caras. Era curioso, cuando llegó al Santuario quería conocer a los otros dorados pero, después de su encuentro con el Santo de Géminis ya ni le causaba gran impresión el resto de soldados. Como si fueran más del montón, sin nada de especial. Se sentó en el primer lugar que encontró, cruzando las piernas y dejando caer el peso de su cabeza sobre una de sus manos. Se sentía torpe, mareado, embobado, etcétera. Su mirada registró con desgane los rostros ajenos y se detuvo en el del Santo de Aries, mirando sus ojos verde esmeralda. –Qué bonitos ojos tienes.- Pronunció secamente asomando una sonrisa entre burlona y presumida.
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Me encontraba un poco sorprendido por la habilidad del caballero de Géminis para abrir puertas a otras dimensiones pero de alguna manera pensaba que esas habilidades no eran únicas ya que existían los demás caballeros dorados pero también podía estar equivocado ya que en realidad no conocía nada de ellos aunque portara una armadura dorada, Aspros tubo de cierta manera razón ya que era un novato en esto aunque ya me hubiera encontrado con otros caballeros de…Athena…una diosa a la que se supone servimos pero…si todos los que la rodeamos no tenemos las mismas intenciones entonces para que sirve el enorme poder que tenemos?
Dudas sin sentido surgían en mi mente así que con mi palma derecha me di un ligero golpe en la frente para poder disipar esas locas ideas que surgían de entre las que se encontraban en mi mente, enseguida baje mi casco aun mas para que apenas se pudieran ver mis ojos, ¿porque me encontraba dudando a estas alturas?, suspire ya que no sabía el porqué de pronto tantas dudas surgían en mi cabeza.
Paramos de caminar ya que al parecer Aspros había encontrado el lugar indicado en donde debía de abrir de nuevo otra puerta entre las dimensiones pero podía sentir dos presencias que me eran un tanto familiares así que cerré por un momento mis ojos para identificarlas mejor, se trataban de dos cosmos dorados pero que pertenecían a la constelación de…Tauro.
Deben de ser Aldebaran y Sylvanas pensé mientras que caminaba al frente para atravesar la puerta que había hecho Aspros hace unos pocos segundos atrás, escuchaba como al dar mi primer paso algunas piedras comenzaban a romperse bajo mis botas al mirar alrededor me percate de que nos encontrábamos ahora en el coliseo o lo que quedaba de el que se encontraba muy cerca del santuario además de que miraba desde lo alto de las gradas a los dos caballeros dorados de Tauro
Así que te convertiste en una amazona después de todo he?.-Dije mientras que se dibujaba una sonrisa en mi rostro pero como un susurro camine un poco para situarme al lado del caballero de capricornio mientras que esperaba las acciones de los demás pero esa espera fue interrumpida por la voz del caballero a mi lado que menciono mis ojos, al principio me extrañe lo cual se vio reflejado en mi rostro por leves momentos.-Gracias por notarlo.-Respondí un poco nervioso pero con tono amable.-Cual es tu nombre?-Pregunte curioso mientras que lo intentaba mirar a los ojos con una leve sonrisa en mi rostro ya que intentaba ser amistoso con los demás que serian mis compañeros de armas por así decirlo.
Dudas sin sentido surgían en mi mente así que con mi palma derecha me di un ligero golpe en la frente para poder disipar esas locas ideas que surgían de entre las que se encontraban en mi mente, enseguida baje mi casco aun mas para que apenas se pudieran ver mis ojos, ¿porque me encontraba dudando a estas alturas?, suspire ya que no sabía el porqué de pronto tantas dudas surgían en mi cabeza.
Paramos de caminar ya que al parecer Aspros había encontrado el lugar indicado en donde debía de abrir de nuevo otra puerta entre las dimensiones pero podía sentir dos presencias que me eran un tanto familiares así que cerré por un momento mis ojos para identificarlas mejor, se trataban de dos cosmos dorados pero que pertenecían a la constelación de…Tauro.
Deben de ser Aldebaran y Sylvanas pensé mientras que caminaba al frente para atravesar la puerta que había hecho Aspros hace unos pocos segundos atrás, escuchaba como al dar mi primer paso algunas piedras comenzaban a romperse bajo mis botas al mirar alrededor me percate de que nos encontrábamos ahora en el coliseo o lo que quedaba de el que se encontraba muy cerca del santuario además de que miraba desde lo alto de las gradas a los dos caballeros dorados de Tauro
Así que te convertiste en una amazona después de todo he?.-Dije mientras que se dibujaba una sonrisa en mi rostro pero como un susurro camine un poco para situarme al lado del caballero de capricornio mientras que esperaba las acciones de los demás pero esa espera fue interrumpida por la voz del caballero a mi lado que menciono mis ojos, al principio me extrañe lo cual se vio reflejado en mi rostro por leves momentos.-Gracias por notarlo.-Respondí un poco nervioso pero con tono amable.-Cual es tu nombre?-Pregunte curioso mientras que lo intentaba mirar a los ojos con una leve sonrisa en mi rostro ya que intentaba ser amistoso con los demás que serian mis compañeros de armas por así decirlo.
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
El gigante tan solo se colocó de cuclillas y la observó a Sylvanas a los ojos, ella no podía verlo, era obvio, su ceguera tan solo dejaba ver una oscuridad eterna, pero sabía que con su mente podía sentirlo tranquilamente. – Te equivocas, ya no soy tu maestro, desde ahora en adelante seguirás el camino de una guerrera y no tendrás que obedecer las órdenes de nadie excepto las de Atenea, porque somos pares, pero te aceptaré de que eres una gran amiga y compañera, pequeña. - Aldebarán sintió el deseo de calmar sus impulsos cósmicos, eran como extraños y al momento que comenzó a alborotarse tan solo el hombre le quitó el casco y besó su frente en un acto de aprecio para con la niña. La abrazó fuerte con un brazo y le dijo. – Calma, pequeña Syl, todo está bie...
Quería decirlo, quería terminar esa frase cuando justo una sensación de frialdad recorrió su espinilla, pudo sentir el frío de la muerte rozar con sus huesudos dedos su alma y en ese momento dejó caer el casco de la amazona para observar hacia lo mas alto del coliseo, arqueando una ceja en señal de desconcierto. Era normal que se quedara mudo, pues a pesar de que ese hombre era un portador de una hermosa armadura dorada, el reflejo de su aura no era la de alguien común, como si la muerte o peor aun, pecados capitales amparaban con fuerza su espíritu. Sylvanas estaba cansada, agotada y en caso de un combate tendría una gran desventaja, sin embargo eran “camaradas”, al menos notaba aun un poco de camaradería en Arone que estaba a su lado. Se colocó de pie y se puso delante de Sylvanas. – Todo está bien.
Dijo por lo bajo, hablando por encima de su hombro y luego observar a los tres hombres que estaban a lo lejos. Gran sentido de la percepción tenía Tauro para esas cosas, pero sabía que ese peliazul no era de confiarse, de hecho era bastante hábil, ya que ni el desarrollado sexto sentido de Aldebarán pudo percibirlo hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para matarle, de querer hacerlo.
Compañeros… - musitó el dorado de Tauro con un tono seco al decirlo. Aun seguía observando desconfiadamente a los tres, pues Arone tampoco parecía ser el mismo, se lo veía bastante turbio o perdido en sus pensamientos. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Aldebarán mientras se cruzaba de brazos, su postura de combate o tranquilidad, tan impredecible como el mismísimo toro que era.
Aldebarán de Tauro, para servirles, ya que pertenecen a las mismas huestes que yo, ¿Puedo saber los nombres de mis camaradas? – espetó con rudeza en su voz, no era el mismo caballero de Tauro, estaba serio, su temple lo demostraba y respiraba con tranquilidad, mientras el pequeño vestigio de sol reposaba en su mejilla y el viento, único sonido ante el silencio duradero, ahora un poco mas gélido por el atardecer hacía mecer sus cabellos un poco.
Quería decirlo, quería terminar esa frase cuando justo una sensación de frialdad recorrió su espinilla, pudo sentir el frío de la muerte rozar con sus huesudos dedos su alma y en ese momento dejó caer el casco de la amazona para observar hacia lo mas alto del coliseo, arqueando una ceja en señal de desconcierto. Era normal que se quedara mudo, pues a pesar de que ese hombre era un portador de una hermosa armadura dorada, el reflejo de su aura no era la de alguien común, como si la muerte o peor aun, pecados capitales amparaban con fuerza su espíritu. Sylvanas estaba cansada, agotada y en caso de un combate tendría una gran desventaja, sin embargo eran “camaradas”, al menos notaba aun un poco de camaradería en Arone que estaba a su lado. Se colocó de pie y se puso delante de Sylvanas. – Todo está bien.
Dijo por lo bajo, hablando por encima de su hombro y luego observar a los tres hombres que estaban a lo lejos. Gran sentido de la percepción tenía Tauro para esas cosas, pero sabía que ese peliazul no era de confiarse, de hecho era bastante hábil, ya que ni el desarrollado sexto sentido de Aldebarán pudo percibirlo hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para matarle, de querer hacerlo.
Compañeros… - musitó el dorado de Tauro con un tono seco al decirlo. Aun seguía observando desconfiadamente a los tres, pues Arone tampoco parecía ser el mismo, se lo veía bastante turbio o perdido en sus pensamientos. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Aldebarán mientras se cruzaba de brazos, su postura de combate o tranquilidad, tan impredecible como el mismísimo toro que era.
Aldebarán de Tauro, para servirles, ya que pertenecen a las mismas huestes que yo, ¿Puedo saber los nombres de mis camaradas? – espetó con rudeza en su voz, no era el mismo caballero de Tauro, estaba serio, su temple lo demostraba y respiraba con tranquilidad, mientras el pequeño vestigio de sol reposaba en su mejilla y el viento, único sonido ante el silencio duradero, ahora un poco mas gélido por el atardecer hacía mecer sus cabellos un poco.
Aldebaran- Caballeros Dorados
- Reino : Santuario de Athena
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AD - Unlimited Strength (750)
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Great Fortress
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
El prolongado uso de la técnica llamada Otra Dimensión había hecho que los sentidos de Aspros se enturbiaran un poco, no lo suficiente como para no notar que detrás de el mismo, Aries se encontraba ciertamente nervioso al mismo tiempo que Night tan solo se mantenía indiferente a casi todo lo que sucedía a su alrededor. Menuda forma de hacer las cosas, se dijo el lado dominante de Géminis, recordando el instante en que su parte codiciosa se había encargado de manipular la mente del joven de la forma más “delicada” posible y el resultado se mostraba frente suyo…un soldado perfecto que no cuestionaba órdenes, fueran cuales fueran. Conteniendo las ganas de suspirar y de voltearse a ver a Capricornio, el geminiano simplemente mantuvo la vista hacia el frente, observando como Tauro se acercaba a sí mismo sin dejar de clavarle los ojos, un gesto que el romano no dudaba en regresar de la misma forma. Aquello no era un juego, se podría hasta decir que había iniciado el verdadero primer reto del Tercer Guardián del Zodiaco…un reto que de una forma u otra, ganaría sin dudar. Antes de que el Toro Dorado llegara y al mismo tiempo que Night y Arone intercambiaran palabras, el tiempo pareció detenerse…no por el efecto de una técnica o algo parecido, sino más bien era la forma en que el cerebro de Géminis daba una pausa para dejar que sus tres personalidades dominantes deliberaran entre sí mismas.
Tauro…solo es una masa de músculos sin cerebro. dijo la sombra anclada en la Armadura Dorada, basándose en su conocimiento de la era pasada sin miedo a expresar su desdén por el guerrero del Templo del Gran Toro. Bien podríamos reconectarle los circuitos del cerebro y tener una segunda marioneta, un muro como este nos serviría bien como saco de peleas.
Limítate a dar los puntos claves de los guerreros con los que nos encontremos, sombra…aquí no tienes potestad, eres un invitado con una función específica, no lo olvides. dijo la parte más noble de Aspros, sin dejarse llevar por las palabras del Géminis del pasado.
Ciertamente...pero no nos ha quitado el ojo de encima…esto será interesante. expresó el lado más codicioso del romano, sin agregar más nada y dejando al mando al otro. Desde su perspectiva, lo que pudiera pasar a continuación sería determinante pero fuera de su potestad…en resumen, le dejaba el trabajo a la voluntad actualmente dominante. Todo tuyo...señor “noble”. finalizó aquella faceta, mientras el tiempo parecía volver a un ritmo normal…no había pasado ni un solo segundo en el transcurso de aquel intercambio de ideas, pero ya Aspros estaba preparado para actuar.
Aspros de Géminis, sucesor al Trono del Patriarca del Santuario. respondió el aludido, sin quitarle de encima la mirada a Aldebarán y sintiendo la enorme presión que la mera aura de Tauro emanaba…y aún así, la del gemelo de Cambre no se quedaba atrás: su propia voluntad de continuar pasara lo que pasara ejercía su propia fuerza en el ambiente, y seguro que tanto Aldeabarán como Arone y Night también, eran capaces de percibirla. Dando un instante para que los otros dos se presentaran como era debido, Géminis tomó la iniciativa, dejando que una brisa cuasi nocturna meciera su melena azulada. Como ya he mencionado y tal cual le he informado a Arone de Aries, hay una cierta situación que se me ha encargado controlar a la brevedad posible en vista de la ausencia de nuestra diosa Athena y de la mayoría de los Santos de Oro que deberían encontrarse protegiendo el Recinto Sagrado. Ahora mismo me encontraba reuniendo a los Caballeros en activo y con usted, habré completado esa tarea. Lo que falta por hacer es discutir los menesteres…pero este lugar es poco adecuado para tal propósito…sugiero retirarnos a un sitio más privado, si le parece. informó y propuso Aspros con una voz indolente pero no por eso, libre de autoridad y persuasión, manteniendo su semblante tranquilo y postura recta e impecable tal cual solía hacer al momento de hacer una petición en el senado…curioso que aquella educación particular que en su momento parecía superflua, ahora resultara tan útil. Sin moverse ni un solo instante y esperando la respuesta de Tauro, el gemelo de Cambre notó que los colores brillantes de la tarde eran casi imperceptibles: finalmente, había anochecido.
Tauro…solo es una masa de músculos sin cerebro. dijo la sombra anclada en la Armadura Dorada, basándose en su conocimiento de la era pasada sin miedo a expresar su desdén por el guerrero del Templo del Gran Toro. Bien podríamos reconectarle los circuitos del cerebro y tener una segunda marioneta, un muro como este nos serviría bien como saco de peleas.
Limítate a dar los puntos claves de los guerreros con los que nos encontremos, sombra…aquí no tienes potestad, eres un invitado con una función específica, no lo olvides. dijo la parte más noble de Aspros, sin dejarse llevar por las palabras del Géminis del pasado.
Ciertamente...pero no nos ha quitado el ojo de encima…esto será interesante. expresó el lado más codicioso del romano, sin agregar más nada y dejando al mando al otro. Desde su perspectiva, lo que pudiera pasar a continuación sería determinante pero fuera de su potestad…en resumen, le dejaba el trabajo a la voluntad actualmente dominante. Todo tuyo...señor “noble”. finalizó aquella faceta, mientras el tiempo parecía volver a un ritmo normal…no había pasado ni un solo segundo en el transcurso de aquel intercambio de ideas, pero ya Aspros estaba preparado para actuar.
Aspros de Géminis, sucesor al Trono del Patriarca del Santuario. respondió el aludido, sin quitarle de encima la mirada a Aldebarán y sintiendo la enorme presión que la mera aura de Tauro emanaba…y aún así, la del gemelo de Cambre no se quedaba atrás: su propia voluntad de continuar pasara lo que pasara ejercía su propia fuerza en el ambiente, y seguro que tanto Aldeabarán como Arone y Night también, eran capaces de percibirla. Dando un instante para que los otros dos se presentaran como era debido, Géminis tomó la iniciativa, dejando que una brisa cuasi nocturna meciera su melena azulada. Como ya he mencionado y tal cual le he informado a Arone de Aries, hay una cierta situación que se me ha encargado controlar a la brevedad posible en vista de la ausencia de nuestra diosa Athena y de la mayoría de los Santos de Oro que deberían encontrarse protegiendo el Recinto Sagrado. Ahora mismo me encontraba reuniendo a los Caballeros en activo y con usted, habré completado esa tarea. Lo que falta por hacer es discutir los menesteres…pero este lugar es poco adecuado para tal propósito…sugiero retirarnos a un sitio más privado, si le parece. informó y propuso Aspros con una voz indolente pero no por eso, libre de autoridad y persuasión, manteniendo su semblante tranquilo y postura recta e impecable tal cual solía hacer al momento de hacer una petición en el senado…curioso que aquella educación particular que en su momento parecía superflua, ahora resultara tan útil. Sin moverse ni un solo instante y esperando la respuesta de Tauro, el gemelo de Cambre notó que los colores brillantes de la tarde eran casi imperceptibles: finalmente, había anochecido.
Aspros- Caballeros Dorados
- Reino : Santuario de Athena
Ataques :
AD - Ignición (4200)*
AD - Disrupción (4300)*
AM - Golpe Centrado (4500)*
AM - Sentencia (4600)*
AF - Satan Imperial (4800)*
AF - Canción de la Muerte (4850)*
AF -Explosión de Galaxias (4900)*
AFa -Megiddo (5100)*
TS -Destrucción Dual
TE -Apoteosis
Defensa :
Otra DimensiónDE - Niebla Cósmica
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
No pude evitar estremecerme, sabía porque Alde no había terminado sus palabras, yo también lo sentía. Aquel escalofrío calando hasta lo más profundo de los huesos, una extraña mezcla entre la intensidad del calor y la sequedad de un invierno crudo y despiadado. Pero estaba demasiado ensimismada en las emociones del momento que mi reacción fue lenta, demasiado para mi rapidez usual. Me volteé dirigiendo mi rostro ante las nuevas presencias, desde el momento en que mis ojos se habían hundido en la negrura había descubierto una nueva forma de ver las cosas, el mundo, de sentirlo. Y lo que sentía en ese momento me inquietaba.
Mas allá de mi ceguera, la luz, la esencia que emanan las armaduras doradas podía vislumbrarla como estelas en un abismo. Escuchaba sus voces, las voces que duermen en el sagrado metal, como murmullos cargados por el viento buscando relatar sus historias. Escuché las voces de sus portadores…
“¿Arone?” Pensé por un instante reconociendo su voz sin embargo había algo diferente en él de la última vez que lo había visto. Pero a decir verdad yo tampoco me sentía igual. "¿Será que la armadura puede cambiar quién eres? No, no puede ser."
No le di importancia, indague a los otros dos individuos. En el primero de ellos solo pude sentir una alma perdida, como si aquel hombre no supiese donde estuviese su mente, estaba confundido, eso lo afligía y se notaba pues emanaba por todo su ser. Sin embargo fue cuando me concentre en la presencia mas intensa de entre los tres y sentí como si mi cuerpo se petrificara. No me tomaban en cuenta, seguro por mi aspecto de niña, algo tan predecible. Pero no entendía la actitud de Aldebarán, le había demostrado hasta hace unos minutos que podía por mi misma pero se mostraba protectivo de todas formas. Tal vez era su forma de apreciarme, anteponerse al peligro estando a mi lado, pero éramos compañeros ahora y yo estaría siempre a su lado. Di un paso al frente posicionándome junto a mi amigo y tomándolo con ambas manos del brazo, para que no continuara avanzando. Agaché levemente mi cabeza gruñendo entre dientes como si fuese un animal, por mero instinto. Si pudieran ver lo que yo veo…
-No me fío de él…- murmuré tenuemente para mi maestro, bajo mi largo flequillo y la sombra que esta generaba en mi rostro podía notarse la seriedad en mi expresión. Hablaba muy en serio, algo no me agradaba de él, fuese o no un caballero dorado. A medida que sus palabras resonaban por el coliseo yo me distraía en el ínfimo murmullo de su armadura. En mi mente comenzaron a dibujarse imágenes y sentía un extraño calor crecer en mi pecho. Mi armadura, estaba ¿dándome una señal?
-Mientes.- espeté sin percatarme de que aquellas palabras salían de mi boca, sin tener en cuenta que la razón por la que lo decía me era desconocida. Como si cosas de las cuales jamás había aprendido u oído escuchar fuesen sólidos conocimientos en mi cabeza.
-No te creo el que seas el próximo patriarca.- mi voz resonaba con severidad, mas adulta de lo que podría imaginarse con mi plena imagen, pero aun así mis palabras siseaban en desconfianza. – Solo Athena puede dar ese puesto, o el antiguo patriarca, quien no ha vivido para declarar un sucesor.- no era mi voz, ¿Yo diría algo así? Era…era la armadura.
-El líder de los ejércitos de la justicia y la esperanza…no podría ser alguien tan oscuro como eres bajo la mascarada de tu armadura… No te creo, demuéstralo.- musité algo desafiante. Mis dientes castañeaban rabiosos sintiendo como en su interior se contenía una turbia ola de hostilidad, no me cabía duda ese hombre ocultaba algo y no me agradaba en lo absoluto.
-Sin el brillo de tu armadura habría jurado que eras un espectro. Vamos, no ocultes esa ansiedad agresiva y amarga. Puede que mis ojos no vean tu cara, pero puedo verte la verdadera que escondes, ¿o es que ni te conoces a ti mismo, Señor Aspros?- puede que me estuviera pasando de la raya, pero cuando algo no me sentaba bien, no me quedaba sentada a observar. Al menos ya no mas, demasiados años observando sin actuar como para ahora ser tan ciega como todos me veían. Mi pecho se sentía sofocado, tal vez fuese por el agobio de semejante pelea que acababa de tener, pero tenía la sensación de que era mas por sentir que algo tan puro estaba queriendo ser corrompido.
-No me refería a él, aunque su esencia este tan podrida, hay algo mas allá. Energías… emm…cosmos mas intensos. Creo que algo esta ocurriendo, algo muy malo. Sino mira el cielo.- esta vez solo me dirigía a mi inmenso compañero, me pause para elevar mi dedo índice al cielo que comenzaba a estar prácticamente sumido en la negrura de la noche. –Las constelaciones, apenas puedo verlas, y al sentirlas…Algo malo esta ocurriendo, lo sé, pero no se dónde o qué.- Estaba en mi interior, esa inquietud y alteración. Era algo que nos superaba, incluso como santos, como guerreros. Mi instinto no se equivocaba, parecía que el cielo temblaba.
Off: cambié el modo de narración a primera persona por gusto y comodidad, espero no moleste y a partir de ahora lo mantendré así.
Mas allá de mi ceguera, la luz, la esencia que emanan las armaduras doradas podía vislumbrarla como estelas en un abismo. Escuchaba sus voces, las voces que duermen en el sagrado metal, como murmullos cargados por el viento buscando relatar sus historias. Escuché las voces de sus portadores…
“¿Arone?” Pensé por un instante reconociendo su voz sin embargo había algo diferente en él de la última vez que lo había visto. Pero a decir verdad yo tampoco me sentía igual. "¿Será que la armadura puede cambiar quién eres? No, no puede ser."
No le di importancia, indague a los otros dos individuos. En el primero de ellos solo pude sentir una alma perdida, como si aquel hombre no supiese donde estuviese su mente, estaba confundido, eso lo afligía y se notaba pues emanaba por todo su ser. Sin embargo fue cuando me concentre en la presencia mas intensa de entre los tres y sentí como si mi cuerpo se petrificara. No me tomaban en cuenta, seguro por mi aspecto de niña, algo tan predecible. Pero no entendía la actitud de Aldebarán, le había demostrado hasta hace unos minutos que podía por mi misma pero se mostraba protectivo de todas formas. Tal vez era su forma de apreciarme, anteponerse al peligro estando a mi lado, pero éramos compañeros ahora y yo estaría siempre a su lado. Di un paso al frente posicionándome junto a mi amigo y tomándolo con ambas manos del brazo, para que no continuara avanzando. Agaché levemente mi cabeza gruñendo entre dientes como si fuese un animal, por mero instinto. Si pudieran ver lo que yo veo…
-No me fío de él…- murmuré tenuemente para mi maestro, bajo mi largo flequillo y la sombra que esta generaba en mi rostro podía notarse la seriedad en mi expresión. Hablaba muy en serio, algo no me agradaba de él, fuese o no un caballero dorado. A medida que sus palabras resonaban por el coliseo yo me distraía en el ínfimo murmullo de su armadura. En mi mente comenzaron a dibujarse imágenes y sentía un extraño calor crecer en mi pecho. Mi armadura, estaba ¿dándome una señal?
-Mientes.- espeté sin percatarme de que aquellas palabras salían de mi boca, sin tener en cuenta que la razón por la que lo decía me era desconocida. Como si cosas de las cuales jamás había aprendido u oído escuchar fuesen sólidos conocimientos en mi cabeza.
-No te creo el que seas el próximo patriarca.- mi voz resonaba con severidad, mas adulta de lo que podría imaginarse con mi plena imagen, pero aun así mis palabras siseaban en desconfianza. – Solo Athena puede dar ese puesto, o el antiguo patriarca, quien no ha vivido para declarar un sucesor.- no era mi voz, ¿Yo diría algo así? Era…era la armadura.
-El líder de los ejércitos de la justicia y la esperanza…no podría ser alguien tan oscuro como eres bajo la mascarada de tu armadura… No te creo, demuéstralo.- musité algo desafiante. Mis dientes castañeaban rabiosos sintiendo como en su interior se contenía una turbia ola de hostilidad, no me cabía duda ese hombre ocultaba algo y no me agradaba en lo absoluto.
-Sin el brillo de tu armadura habría jurado que eras un espectro. Vamos, no ocultes esa ansiedad agresiva y amarga. Puede que mis ojos no vean tu cara, pero puedo verte la verdadera que escondes, ¿o es que ni te conoces a ti mismo, Señor Aspros?- puede que me estuviera pasando de la raya, pero cuando algo no me sentaba bien, no me quedaba sentada a observar. Al menos ya no mas, demasiados años observando sin actuar como para ahora ser tan ciega como todos me veían. Mi pecho se sentía sofocado, tal vez fuese por el agobio de semejante pelea que acababa de tener, pero tenía la sensación de que era mas por sentir que algo tan puro estaba queriendo ser corrompido.
-No me refería a él, aunque su esencia este tan podrida, hay algo mas allá. Energías… emm…cosmos mas intensos. Creo que algo esta ocurriendo, algo muy malo. Sino mira el cielo.- esta vez solo me dirigía a mi inmenso compañero, me pause para elevar mi dedo índice al cielo que comenzaba a estar prácticamente sumido en la negrura de la noche. –Las constelaciones, apenas puedo verlas, y al sentirlas…Algo malo esta ocurriendo, lo sé, pero no se dónde o qué.- Estaba en mi interior, esa inquietud y alteración. Era algo que nos superaba, incluso como santos, como guerreros. Mi instinto no se equivocaba, parecía que el cielo temblaba.
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Off: cambié el modo de narración a primera persona por gusto y comodidad, espero no moleste y a partir de ahora lo mantendré así.
Sylvanas- Amazona Dorada
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
La verdad es relativa… respondió Aspros ante la respuesta inesperada que había soltado la Amazona de Tauro, a quien apenas si había notado debido a la distracción que causaba naturalmente su compañero Aldebarán. Cerrando los ojos y con un aura de calma extrema, el peliazul tan solo escuchó todas y cada una de las frases proferidas por la chiquilla, todas y cada una con una cierta razón de peso sobre ellas, pero aún así insuficientes como para dar un argumento sólido. La enana se basaba en perspectivas subjetivas y presentimientos, por otro lado, Aspros se basaba en hechos concretos y recuerdos vividos de primera mano. Si quería, no, mejor dicho, si ellos tres, Arone, Aldebarán y Sylvanas necesitaban pruebas para comprender su perspectiva, el estaría encantado de mostrárselas con pelos y señales a través de un sistema que incluso un ciego podría “disfrutar” a plenitud, como si el impedimento de la vista fuera algo inexistente. Dejando que la cháchara de la chiquilla terminara, Aspros sintió la fuerza del viento nocturno soplar y revolver sus cabellos azulados, justo antes de que un fuerte pitido resonara con increíble fuerza a través de todo el Coliseo del Santuario. La fuente del agudo sonido? Era el mismo Géminis, quien no buscaba dañar a nadie, tan solo mostrar un punto. Lamento decir que no comparto tu punto, Amazona de Tauro. empezó el gemelo de Cambre, mientras el ambiente empezaba a ser rodeado por una profunda capa de oscuridad y chasquidos eléctricos inconfundibles. Los ojos del ex-senador se encontraban abiertos de par en par mientras su expresión se mantenía inmutable y su armadura destellaba con un brillo dorado incomparable. El mundo no es blanco ni negro, no existe bien perfecto ni mal perfecto…que sería de la justicia sin un poco de corrupción y a su vez, que sería del mal sin un toque de bondad en su interior? Y esto lo digo según tu perspectiva…porque para alguien como tu, un soldado de Athena, un Espectro y Hades es la maldad misma; pero para un Espectro, Athena es una mancha sobre la faz del mundo…no pretendo decir que comparto esta ideología, claro está…pero la comprendo, y eso es algo que tu inmadurez no deja ver. explicó Géminis, mientras la negrura los rodeaba por completo. Me pediste una prueba, no? Se las daré…despejaré las dudas que existen en tu mente, en la de tu compañero y en la de Aries. inmediatamente y sin demora, una proyección total de los recuerdos del geminiano se abalanzaron sobre los cerebros de todos los Santos Dorados presentes, pudiendo ser repelidos por aquellos que fueran lo suficientemente tercos como para no querer ver la verdad…pero, al ser Caballeros con dudas, de seguro que eso les permitiría experimentar todo de primera mano.
Dijiste que oculto una ansiedad agresiva y amarga, verdad? Es cierto…pero sabes porque, pequeña Amazona!? Te lo mostraré… dijo la voz de la sombra anclada en la Armadura de Géminis, revolviendo los pensamientos de todos aquellos que estuvieran recibiendo la “transmisión” para hacerlos ver una escena peculiar: en el Templo de los Gemelos, el tercero en la línea de ascenso del Santuario se encontraba una chiquilla de cabellos azabaches frente a un sujeto que les parecería conocidos a los demás, era el mismo Aspros pero en otra vida…simplemente, la Sombra les estaba mostrando sus últimos instantes en vida, esa era la primera prueba que presentaría el Géminis actual ante sus pares. Primero que nada...acaso has percibido el cosmos de un Espectro? No. El cosmos de un Espectro no está cargado de tristeza, dolor, impotencia, ira justificada o confusión. El cosmos de un Espectro es ESTE!!! declaró con fuerza el Aspros del pasado, dejando que sus recuerdos fluyeran con libertad hacia los presentes.
La vida no es perfecta, pensar en aquello solo es engañarse a si mismo. Solo buscas una excusa para tu propio dolor. El vacío de tu alma se termino llenando de llanto y tristeza hasta pudrirse llegando finalmente al Odio. Te odias a ti mismo.
Aquellas palabras resonaban una y otra vez, mientras un dolor inconmensurable sofocaba cualquier otra sensación corporal. El crujido de los huesos partiéndose, el fluir de la sangre salpicando sobre el suelo sagrado del Templo de los Gemelos y el desgarre total de la piel que se volvía jirones…aquello era revivido por la Sombra y ello era lo que les hacía sentir a cualquiera que hubiera solicitado una prueba de las intenciones del Géminis actual. Si querías ver la naturaleza de nuestra tristeza, desesperación, ansiedad, agresividad y pesar, aquí la tienes, Tauro. Decir cosas a la ligera como comparar el cosmos de un Santo y un Espectro fue una estupidez, más cuando no has probado de primera mano lo terrible que es sentir semejante energía despedazando tu cuerpo. pronunció aquella voluntad, mientras el cosmos de uno de los Pecados Capitales, más precisamente la Ira se hacía sentir junto al dolor que desgarraba el cuerpo y los sentimientos negativos que embargaban la mente. No era un cosmos común y corriente, no era un cosmos corrupto…era la más pura e imponente muestra de Rabia, Soledad y Agresividad, algo que si un humano común percibiera por más de un segundo, seguramente terminaría por volverlo loco, destruyendo su voluntad y alma para no poder volverlas a armar nunca jamás. La escena, los sentimientos y la Ira se prolongaban por lo que parecía una eternidad o bien, un ínfimo instante…tal cual había dicho Aspros, todo ello era inherentemente relativo. Para alguien la experiencia habría sido de meros segundos mientras que para otros, se trataba de una agonía de Siglos y Siglos. El hecho de que en la Armadura de Géminis hubiera vivido un espíritu que había cargado con semejante peso durante doscientos cincuenta años era incluso, más terrible y sobrecogedor.
Las rosas seguían ahí quietas, las enredaderas seguían apretujando a Aspros y al sangre continuaba salpicando con un goteo incesante…de pronto, todo volvía a ser de un negro total.
Esa es la respuesta a tu pregunta, Amazona
Entienden ahora nuestro sufrimiento y pesar?
Ahora comprenden nuestra carga?
No, no lo han hecho. Les mostraré lo demás.
La escena antes expuesta había desaparecido y las palabras del romano llegaban cargadas de todos los sentimientos antes mostrados, mientras que un torbellino de luz y color los rodeaba para formar un escenario mucho más diferente: el Coliseo en Roma, pero no como normalmente se le veía, animado y lleno de gente emocionada que asistía a los sanguinarios eventos, sino que estaba abandonado y el cielo de la tarde dominaba todo. En el centro de la arena se encontraba un simple sujeto, enorme, ancho y musculoso, era el primogénito del Emperador y heredero primario al trono de Roma conocido como Octavius. Si bien la escena no tenía nada de especial, todo se transformó para dejar ver un caos como ningún otro. Era el despertar del dios que el Aspros actual había presenciado hacía ya algún tiempo atrás.
El viento rugía, las piedras se elevaban y la tierra se partía. El cielo por otro lado se encontraba furioso: rayos chocaban contra el suelo y las nubes se arremolinaban alrededor de un inmenso tornado que por su parte rodeaba al próximo César, encerrado en una esfera de energía roja. Si ya los elementos eran algo adverso, los sentimientos que embargaban al gemelo de Cambre eran otros muy, muy diferentes a lo que en realidad sentía…eran sentimientos que el mismísimo Octavius parecía generar en al ambiente y que podía transferir a cualquier humano que se encontrara cerca: Odio, Ira, Malicia, Rabia, Destrucción, Confianza, Orgullo, Venganza, Ansias asesinas y cualquier cantidad de pensamientos negativos capaces de enloquecer al que fuera…no era algo fácil de sobrellevar, solo una mente fuerte era capaz de aguantar tal castigo tanto mental como físico. Y Aspros lo había hecho.
Esa es tu respuesta, Amazona…ese es el mal que se extiende sobre la Tierra en estos instantes. Pueden sentirlo, verdad? El cosmos que destruyó el Coliseo es la misma fuente de la catástrofe que se cierne sobre nosotros. Si eso hizo de forma inconsciente sobre semejante estructura, que queda para nosotros cuando este ser se encuentre avanzando? Nada…nos matarán a todos, a nuestros seres queridos y la Tierra perecerá. Explicó Géminis, dejando que la memoria avanzara por sí sola hasta que la imagen se detuvo y así, se destruyera como una delicada pantalla de cristal. Pueden confiar en Athena, pueden desconfiar de mi, no me interesa…yo tengo mis razones y esta es la segunda prueba de lo que digo. Mi único objetivo es proteger aquello que más añoro, así como el de ustedes será hacer lo propio.
Instantáneamente, todo volvió a la normalidad, se encontraban de nuevo en el Coliseo de Entrenamientos del Santuario de la diosa de la Sabiduría y la Guerra Inteligente en medio de la noche. Dejando de lado a Aldebarán, Arone y Sylvanas, Aspros dio varios pasos hacia delante para bajar las escaleras de las gradas y llegar al centro de la arena y dejar escapar nuevamente su voz con un tono claro y conclusivo:
Esas fueron mis pruebas, si no han entendido todo el peso que cargo sobre MIS hombros, si no han entendido el peso que USTEDES portan sobre los suyos y si aún creen que Athena llegará mágicamente a salvarnos a todos a último instante sin haber dejado preparadas las cosas desde hace tiempo, y si no han entendido que nos toca a TODOS los presentes por igual proteger aquello que más queremos, pueden venir y plantearme sus dudas de la forma que más crean conveniente…les mostraré…les mostraré quien tiene la razón. declaró Aspros dejando que su cosmos cargado de todos aquellos sentimientos fluyera con libertad a través del Coliseo, ya fuera destruyendo el delicado suelo o levantando nubes de polvo. Lo que pretendía era simple…si aquellos Santos Dorados eran tan tercos como para desestimar todo lo que les había enseñado hasta los momentos, si eran tan estúpidos como para subestimar todo lo que ahora él llevaba sobre sus hombros y más sí pensaban que sus motivos carecían de intenciones nobles después de semejante experiencia…no le quedaba más opción que mostrar que se equivocaban. Sí…el era un ser manchado, oscuro y corrupto, pero que sin embargo lo único que quería era protegerlos…proteger a aquellas personas que valían más que mil títulos de Emperador en el mundo, lo único que quería era…Salvarlos.
Mercaderes, madres de hogar y niños…todos lo que lo habían acogido tanto en Rodorio como en la Isla Kanon…sin duda alguna, los protegería. Esa era su intención. Y no dejaría que ningún Santo cuestionara sus motivos, no a esas alturas y bajo esas circunstancias.
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Offrol: Bueno, aquí lo dejo planteado: reto a una narrada con Jueza Velia a cualquiera de los Santos Dorados que sigan desestimando la lógica de Aspros. Es cuestión suya si aceptan o no, no importa. No es nada personal y solo sigo la lógica de mi personaje, la cual dejé bien clara en este post. Motivos inquebrantables de un Santo de Géminis noble y molesto se podría decir…como sea, ahí queda.
Saludos a todos.
Dijiste que oculto una ansiedad agresiva y amarga, verdad? Es cierto…pero sabes porque, pequeña Amazona!? Te lo mostraré… dijo la voz de la sombra anclada en la Armadura de Géminis, revolviendo los pensamientos de todos aquellos que estuvieran recibiendo la “transmisión” para hacerlos ver una escena peculiar: en el Templo de los Gemelos, el tercero en la línea de ascenso del Santuario se encontraba una chiquilla de cabellos azabaches frente a un sujeto que les parecería conocidos a los demás, era el mismo Aspros pero en otra vida…simplemente, la Sombra les estaba mostrando sus últimos instantes en vida, esa era la primera prueba que presentaría el Géminis actual ante sus pares. Primero que nada...acaso has percibido el cosmos de un Espectro? No. El cosmos de un Espectro no está cargado de tristeza, dolor, impotencia, ira justificada o confusión. El cosmos de un Espectro es ESTE!!! declaró con fuerza el Aspros del pasado, dejando que sus recuerdos fluyeran con libertad hacia los presentes.
La vida no es perfecta, pensar en aquello solo es engañarse a si mismo. Solo buscas una excusa para tu propio dolor. El vacío de tu alma se termino llenando de llanto y tristeza hasta pudrirse llegando finalmente al Odio. Te odias a ti mismo.
Aquellas palabras resonaban una y otra vez, mientras un dolor inconmensurable sofocaba cualquier otra sensación corporal. El crujido de los huesos partiéndose, el fluir de la sangre salpicando sobre el suelo sagrado del Templo de los Gemelos y el desgarre total de la piel que se volvía jirones…aquello era revivido por la Sombra y ello era lo que les hacía sentir a cualquiera que hubiera solicitado una prueba de las intenciones del Géminis actual. Si querías ver la naturaleza de nuestra tristeza, desesperación, ansiedad, agresividad y pesar, aquí la tienes, Tauro. Decir cosas a la ligera como comparar el cosmos de un Santo y un Espectro fue una estupidez, más cuando no has probado de primera mano lo terrible que es sentir semejante energía despedazando tu cuerpo. pronunció aquella voluntad, mientras el cosmos de uno de los Pecados Capitales, más precisamente la Ira se hacía sentir junto al dolor que desgarraba el cuerpo y los sentimientos negativos que embargaban la mente. No era un cosmos común y corriente, no era un cosmos corrupto…era la más pura e imponente muestra de Rabia, Soledad y Agresividad, algo que si un humano común percibiera por más de un segundo, seguramente terminaría por volverlo loco, destruyendo su voluntad y alma para no poder volverlas a armar nunca jamás. La escena, los sentimientos y la Ira se prolongaban por lo que parecía una eternidad o bien, un ínfimo instante…tal cual había dicho Aspros, todo ello era inherentemente relativo. Para alguien la experiencia habría sido de meros segundos mientras que para otros, se trataba de una agonía de Siglos y Siglos. El hecho de que en la Armadura de Géminis hubiera vivido un espíritu que había cargado con semejante peso durante doscientos cincuenta años era incluso, más terrible y sobrecogedor.
Las rosas seguían ahí quietas, las enredaderas seguían apretujando a Aspros y al sangre continuaba salpicando con un goteo incesante…de pronto, todo volvía a ser de un negro total.
Esa es la respuesta a tu pregunta, Amazona
Entienden ahora nuestro sufrimiento y pesar?
Ahora comprenden nuestra carga?
No, no lo han hecho. Les mostraré lo demás.
La escena antes expuesta había desaparecido y las palabras del romano llegaban cargadas de todos los sentimientos antes mostrados, mientras que un torbellino de luz y color los rodeaba para formar un escenario mucho más diferente: el Coliseo en Roma, pero no como normalmente se le veía, animado y lleno de gente emocionada que asistía a los sanguinarios eventos, sino que estaba abandonado y el cielo de la tarde dominaba todo. En el centro de la arena se encontraba un simple sujeto, enorme, ancho y musculoso, era el primogénito del Emperador y heredero primario al trono de Roma conocido como Octavius. Si bien la escena no tenía nada de especial, todo se transformó para dejar ver un caos como ningún otro. Era el despertar del dios que el Aspros actual había presenciado hacía ya algún tiempo atrás.
El viento rugía, las piedras se elevaban y la tierra se partía. El cielo por otro lado se encontraba furioso: rayos chocaban contra el suelo y las nubes se arremolinaban alrededor de un inmenso tornado que por su parte rodeaba al próximo César, encerrado en una esfera de energía roja. Si ya los elementos eran algo adverso, los sentimientos que embargaban al gemelo de Cambre eran otros muy, muy diferentes a lo que en realidad sentía…eran sentimientos que el mismísimo Octavius parecía generar en al ambiente y que podía transferir a cualquier humano que se encontrara cerca: Odio, Ira, Malicia, Rabia, Destrucción, Confianza, Orgullo, Venganza, Ansias asesinas y cualquier cantidad de pensamientos negativos capaces de enloquecer al que fuera…no era algo fácil de sobrellevar, solo una mente fuerte era capaz de aguantar tal castigo tanto mental como físico. Y Aspros lo había hecho.
Esa es tu respuesta, Amazona…ese es el mal que se extiende sobre la Tierra en estos instantes. Pueden sentirlo, verdad? El cosmos que destruyó el Coliseo es la misma fuente de la catástrofe que se cierne sobre nosotros. Si eso hizo de forma inconsciente sobre semejante estructura, que queda para nosotros cuando este ser se encuentre avanzando? Nada…nos matarán a todos, a nuestros seres queridos y la Tierra perecerá. Explicó Géminis, dejando que la memoria avanzara por sí sola hasta que la imagen se detuvo y así, se destruyera como una delicada pantalla de cristal. Pueden confiar en Athena, pueden desconfiar de mi, no me interesa…yo tengo mis razones y esta es la segunda prueba de lo que digo. Mi único objetivo es proteger aquello que más añoro, así como el de ustedes será hacer lo propio.
Instantáneamente, todo volvió a la normalidad, se encontraban de nuevo en el Coliseo de Entrenamientos del Santuario de la diosa de la Sabiduría y la Guerra Inteligente en medio de la noche. Dejando de lado a Aldebarán, Arone y Sylvanas, Aspros dio varios pasos hacia delante para bajar las escaleras de las gradas y llegar al centro de la arena y dejar escapar nuevamente su voz con un tono claro y conclusivo:
Esas fueron mis pruebas, si no han entendido todo el peso que cargo sobre MIS hombros, si no han entendido el peso que USTEDES portan sobre los suyos y si aún creen que Athena llegará mágicamente a salvarnos a todos a último instante sin haber dejado preparadas las cosas desde hace tiempo, y si no han entendido que nos toca a TODOS los presentes por igual proteger aquello que más queremos, pueden venir y plantearme sus dudas de la forma que más crean conveniente…les mostraré…les mostraré quien tiene la razón. declaró Aspros dejando que su cosmos cargado de todos aquellos sentimientos fluyera con libertad a través del Coliseo, ya fuera destruyendo el delicado suelo o levantando nubes de polvo. Lo que pretendía era simple…si aquellos Santos Dorados eran tan tercos como para desestimar todo lo que les había enseñado hasta los momentos, si eran tan estúpidos como para subestimar todo lo que ahora él llevaba sobre sus hombros y más sí pensaban que sus motivos carecían de intenciones nobles después de semejante experiencia…no le quedaba más opción que mostrar que se equivocaban. Sí…el era un ser manchado, oscuro y corrupto, pero que sin embargo lo único que quería era protegerlos…proteger a aquellas personas que valían más que mil títulos de Emperador en el mundo, lo único que quería era…Salvarlos.
Mercaderes, madres de hogar y niños…todos lo que lo habían acogido tanto en Rodorio como en la Isla Kanon…sin duda alguna, los protegería. Esa era su intención. Y no dejaría que ningún Santo cuestionara sus motivos, no a esas alturas y bajo esas circunstancias.
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Offrol: Bueno, aquí lo dejo planteado: reto a una narrada con Jueza Velia a cualquiera de los Santos Dorados que sigan desestimando la lógica de Aspros. Es cuestión suya si aceptan o no, no importa. No es nada personal y solo sigo la lógica de mi personaje, la cual dejé bien clara en este post. Motivos inquebrantables de un Santo de Géminis noble y molesto se podría decir…como sea, ahí queda.
Saludos a todos.
Aspros- Caballeros Dorados
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
No creo que Athena llegue mágicamente a salvarnos a todos de repente. – dijo Aldebarán que había visto todo sin musitar palabra alguna y siempre cruzado de brazos, inmutable. Sus ojos reflejaban el brillo cósmico que expelía su “camarada” que estaba frente a él. – Pero pienso sí, que por más que hayas sufrido tanto, cargado con el peso del mundo en tus hombros y demás, no es motivo para tener tanta oscuridad en tu alma, simplemente no es así como un Santo se convierte en un santo. Es verdad sí, que debe sufrir, que cada acción que tome tiene que pensarla mil y un veces y cuando llega la hora, actuar por instinto por el simple hecho de que el mundo siga estando como está. Pero no es motivo para que muestres tu violencia frente a un compañero. – hizo un paso hacia delante y observó a Sylvanas por encima de sus hombros, estaba serio, mas serio de lo común, eran una de esas miradas que podrían poner a temblar al mas valiente. Pronto miró a los ojos a Géminis, tan puros e impuros al mismo tiempo, tan enigmáticos, tan inestables y cargados de vacío, sentimientos incomprendidos. – Pero también es verdad que un Patriarca simplemente no puede nombrarse por si mismo, porque simplemente no sería aceptado como tal, ¡No sería un Patriarca, si no es elegido correctamente por el anterior Patriarca o la mismísima Athena!
Puedes querer dominar el mundo a tu antojo o quizás a tus compañeros, puedes tener el poder para eso, pero no quiere decir que sea correcto. Si quieres ser alguien digno de ser un Patriarca, primero tienes que ser un caballero dorado y para serlo, debes saber bien que no es correcto que hables mal de Athena. Ella no puede estar aquí, puedes pasarte por alto las reglas, puedes ser el ser supremo todopoderoso inmenso, tanto como el mismísimo Zeus e incluso mas, pero blasfemas contra la misma Diosa que hoy te viste. – dijo apuntando hacia el centro de su pecho, mas claramente hacia su armadura. Bajó pronto su brazo y volvió a cruzarlo con el otro.
Sé que ella aun tiene que despertar, que debe encontrar el cuerpo correcto donde hacerlo, y si ya lo tiene, esperar el momento indicado. Pero no me parecen suficientes pruebas para tu elijas el camino… ¿Quién no dice que lo que hiciste hace momentos pueden ser unas meras ilusiones y unas viles mentiras? Falsos profetas hay muchos y estúpidos aun más, y pecaré de traidor si me equivoco, pero… no te creo.
Tu agresividad, tu tono irónico, tu oscuridad, tu violencia, tu mentalidad, todo lo que envuelve tu ser, no es digno de proclamarse un patriarca. De mas está decir que si fueras uno digno, no responderías con violencia, todo lo contrario, serías compasivo y tratarías de explicar todos tus puntos, y ya sé lo que dirás, que ya lo hiciste… pero no es algo que a mi me interese lo que haya pasado en la Anterior Guerra Santa. – bajó sus brazos, estando pegados a su cuerpo y con los puños tensados, dispuestos a entrar en combate en cualquier momento. Observó a Night, luego a Arone y por ultimo a Aspros.
Los caballeros deben estar preparados para morir, pero también para vivir, si tu muerte fue sentenciada por la ira, no tienes porque adoptar el pecado que te dio tu perecer. Porque formarías parte de las huestes de la oscuridad, un espectro. No me importa si eres géminis, si eres un traidor, un Dorado, un Patriarca digno o el más grande guerrero que se haya visto en este mundo, no confío en ti.
Ahora… - vociferó haciendo un paso hacia delante dejando atrás a la chiquilla. Sin miedo alguno a ser lastimado por el cosmos de quien se proclamaba santidad del Santuario. –… te doy tres opciones, porque me cansé de tus juegos.
O te marchas del Santuario para siempre por haber blasfemado, haberte demostrado hostil frente a un compañero e ir en contra del Santuario al querer controlar la mente de uno de tus camaradas y ser considerado un traidor… - dijo observando a Night, Aldebarán ya se había dado cuenta de todo. –…O pides perdón y te retractas de todo los que has dicho… - dio un paso mas hacia delante. -… O me demuestras que tanto brilla tu cosmos.
Se posicionó justo enfrente de Aspros. Observándolo a los ojos, se cruzó de brazos y encendió su cosmos, sus cabellos se alborotaban a los mas alto del cielo, eran dos presencias que se hacían temibles, una colisión de poder terrible, tan distintas, tan inmensas, tan omnipresentes. Una sonrisa se encendió en el rostro de Aldebarán, esperando por la pronta respuesta del peliazul.
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Off Rol: No acepto la narrada, es fácil la cosa, no estamos en territorio neutral y te puedo atacar con dados. Así que ya vez que haces tú, ojo, no estoy dispuesto a una batalla, simplemente esperaré a ver como se desarrolla tu rol y de ahí se ve que hago.
Puedes querer dominar el mundo a tu antojo o quizás a tus compañeros, puedes tener el poder para eso, pero no quiere decir que sea correcto. Si quieres ser alguien digno de ser un Patriarca, primero tienes que ser un caballero dorado y para serlo, debes saber bien que no es correcto que hables mal de Athena. Ella no puede estar aquí, puedes pasarte por alto las reglas, puedes ser el ser supremo todopoderoso inmenso, tanto como el mismísimo Zeus e incluso mas, pero blasfemas contra la misma Diosa que hoy te viste. – dijo apuntando hacia el centro de su pecho, mas claramente hacia su armadura. Bajó pronto su brazo y volvió a cruzarlo con el otro.
Sé que ella aun tiene que despertar, que debe encontrar el cuerpo correcto donde hacerlo, y si ya lo tiene, esperar el momento indicado. Pero no me parecen suficientes pruebas para tu elijas el camino… ¿Quién no dice que lo que hiciste hace momentos pueden ser unas meras ilusiones y unas viles mentiras? Falsos profetas hay muchos y estúpidos aun más, y pecaré de traidor si me equivoco, pero… no te creo.
Tu agresividad, tu tono irónico, tu oscuridad, tu violencia, tu mentalidad, todo lo que envuelve tu ser, no es digno de proclamarse un patriarca. De mas está decir que si fueras uno digno, no responderías con violencia, todo lo contrario, serías compasivo y tratarías de explicar todos tus puntos, y ya sé lo que dirás, que ya lo hiciste… pero no es algo que a mi me interese lo que haya pasado en la Anterior Guerra Santa. – bajó sus brazos, estando pegados a su cuerpo y con los puños tensados, dispuestos a entrar en combate en cualquier momento. Observó a Night, luego a Arone y por ultimo a Aspros.
Los caballeros deben estar preparados para morir, pero también para vivir, si tu muerte fue sentenciada por la ira, no tienes porque adoptar el pecado que te dio tu perecer. Porque formarías parte de las huestes de la oscuridad, un espectro. No me importa si eres géminis, si eres un traidor, un Dorado, un Patriarca digno o el más grande guerrero que se haya visto en este mundo, no confío en ti.
Ahora… - vociferó haciendo un paso hacia delante dejando atrás a la chiquilla. Sin miedo alguno a ser lastimado por el cosmos de quien se proclamaba santidad del Santuario. –… te doy tres opciones, porque me cansé de tus juegos.
O te marchas del Santuario para siempre por haber blasfemado, haberte demostrado hostil frente a un compañero e ir en contra del Santuario al querer controlar la mente de uno de tus camaradas y ser considerado un traidor… - dijo observando a Night, Aldebarán ya se había dado cuenta de todo. –…O pides perdón y te retractas de todo los que has dicho… - dio un paso mas hacia delante. -… O me demuestras que tanto brilla tu cosmos.
Se posicionó justo enfrente de Aspros. Observándolo a los ojos, se cruzó de brazos y encendió su cosmos, sus cabellos se alborotaban a los mas alto del cielo, eran dos presencias que se hacían temibles, una colisión de poder terrible, tan distintas, tan inmensas, tan omnipresentes. Una sonrisa se encendió en el rostro de Aldebarán, esperando por la pronta respuesta del peliazul.
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Off Rol: No acepto la narrada, es fácil la cosa, no estamos en territorio neutral y te puedo atacar con dados. Así que ya vez que haces tú, ojo, no estoy dispuesto a una batalla, simplemente esperaré a ver como se desarrolla tu rol y de ahí se ve que hago.
Aldebaran- Caballeros Dorados
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Re: Restos del coliseo de entrenamientos
Irritante, intolerable, la situación me superaba. Estaba cansada, harta de ser tratada como una niña ingenua e inmadura. Que me juzguen, que él por sobre todas las personas lo hiciera. ¡Que maldito! Mis doce años de vida habían sido cortos pero mas que suficientes para poder ver las realidades de las que él hablaba, haberla ignorado queriendo cegarme a ella no era lo mismo que no saber. No implicaba no haberla sufrido en carne propia, esa forma de huir a la crueldad de la vida la había dejado atrás. Me había demostrado a mi misma lo que era abrir mas allá de sus ojos, comprenderlo, asimilarlo y cargarlo con serenidad y esperanza. Por ello, él no era quien para juzgarme, para reprocharme.
-¡¿A mi vienes a decirme eso?! ¡¿A mi me sermoneas sobre el equilibrio del mundo?! De todas las personas no me lo esperaba de ti ¡Pero que hipócrita! – la rabia le obligo a pausarse y tragar con dificultad la saliva, un nudo en su garganta le ahogaba todos los gritos e insultos que le venían a la mente. – ¿Como puede alguien como tu creerse digno de juzgar?¿De actuar con justicia?- al exhalar todo el aire contenido podía percibirse el tenue siseo, el gruñido de esa incontrolable exasperación.
-¿Es que la locura de nuestro nuevo patriarca le ha quitado la memoria, señor Aspros? ¿O es que ya no puede recordar esa ambición de superioridad que le permitía aterrorizar y maltratar a sus esclavos? O a algo incluso más indefenso, algo como el juguete de los mismísimos siervos. ¿Sabes? Para ser ciega y tan ingenua como me tomas puedo reconocerte a la perfección, a ti y a tu maldito gemelo. ¡A toda esa escoria de Cambre!- me detuve secamente, notando mi respiración algo agitada, tratando de continuar conteniéndome como podía.
-¿Acaso no recuerda, el tan merecedor guía de la justicia y la esperanza, el estruendo de los látigos al lacerar la piel?¿El retumbar de los gritos o el aroma del miedo? Por supuesto que no, los grandes hombres no se detienen a considerar a cucarachas como yo ¡¿No es así?!- la mueca que se torcía en mis labios debía de dejar a plena vista mis dientes presionándose. Pero antes de que pudiera continuar expresándome en mi mente aparecieron imágenes, terroríficas y torturantes escenas.
¿Por qué?¿Por que buscaba trastornar nuestras mentes? Le di poca atención a los momentos que nos estaba metiendo en la cabeza sino a aquello que podía ver, sentir y escuchar más allá de sus recuerdos. El estaba metiéndonos en su mente, y era exactamente esta la cual prefería indagar, ni sus pruebas ni sus palabras. Su mente, su naturaleza, aquello que le nacía en su interior. Y era extraño, algo que no me habría imaginado. Pero las imágenes continuaron, y el auge del caos me hostigaba como oleadas de cuchillas. Tome con ambas manos mi cabeza, esperando que acabara, sabiendo que eso no era nada si en mi destino lo que me esperaba era una guerra. Pero dolía, en lo más hondo de mi pecho tome esa tenue luz, intente abrazarme a ella. Dejarme envolverme por su luz, su calidez y su calma. Mi armadura resplandeció levemente, liberándome de esa intrusión en mi mente. Mi rostro se había tornado a una expresión serena, como si todo el odio y el rencor de hace segundos se hubiese borrado, como si nada. Estaba seria, con la cabeza en alto dejando que mis ojos se elevaran y se perdieran en el cielo, intentando imaginar la noche estrellada. Pero no pude admirarlo, me distrajo la fuerte presencia y el alboroto en el cosmos de Aldebarán. ¡No! ¡La hostilidad no era la respuesta!
-¡Alde! Por favor…- me adelanté tomando nuevamente el brazo de mi compañero intentando detenerlo, pero con lentitud lo solté sabiendo que estaba en él decidir lo que deseara hacer pero antes de liberarlo lo sostuve con fuerza, que pudiese ver en mi cosmos y mi cuerpo mis sentimientos como yo podía ver los suyos. –Una llama solo aviva más el fuego. Me has enseñado más que esto…que clase de compañeros seriamos si luchamos entre nosotros.- me volteé hacia Aspros, sin embargo lo que fuese a decir no era solo por él.
-No lo negaré, no confío en ti, pero... Podría decir que hay un duelo en tu interior…pero estaría mintiendo…no puedes definir ni quien eres, ni que deseas, porque no puedes decidirlo, porque no tienes control sobre el caos en tu propia mente pero lo aceptas de todas formas. Menos aun podrías manejar el descontrol de la guerra que se avecina.- mi voz era cargada por el viento extendiéndose junto a mi cosmos tenuemente. Cargando un aire calido y apaciguante a nuestro alrededor.
-Si viviésemos de la expectativa de que Athena nos salvará, no existiríamos como sus protectores, como guerreros por sus ideales. Lo único que veo en tus pruebas es que deseas demostrar que sabes, cuando realmente no puedes ver mas allá de tu sombra. Deseas hacerlo, tienes anhelos como todos, no estarías amparado por esa armadura si no hubiese en ti la voluntad que nos une como santos de Athena. Pregúntale a la armadura si verdaderamente la mereces, que ella te muestre que no puedes decidir entre la razón y la ambición.- A pesar de lo inmutable y frío que se mostraba mi rostro podía verse en mis ojos los vestigios de esa voluntad, firme y fuerte como el toro, lleno de emoción y vivacidad. Pero era la determinación en mi voz la que golpeaba con ímpetu.
-A diferencia de los dioses no podemos dejar atrás nuestras conciencias y emociones, pero esta luz que he podido encontrar me guía a un camino indiferente a lo que mi vida haya hecho de mí. No he perdonado el dolor que he sufrido, pero pude superarlo y seguir adelante. Entonces creo que es debido que tu busques tu camino antes de pretender ordenarme uno. Esta armadura…-posee mi mano en mi pecho, sintiendo el calor del peto dorado, su fuerza. – …me hace igual a ti aunque, tu orgullo lo desapruebe. Mi corazón, mi mente, mi cosmos y mi voluntad me guiarán a lo que debo hacer, a lo que creo que es correcto y adecuado. Hay una sola presencia a la cual yo haré reverencia sin cuestionar, a la cual seguiré y mi corazón me dirá si estoy en lo correcto. Soy una amazona de Athena, no del patriarca ni de nadie mas…Hasta entonces yo pelearé por el mundo, y actuaré según lo que me indique el sendero que encontré, la voluntad y la fortaleza de la diosa justa y sabia en mi interior. Esta es mi prueba de ello, y es lo único que preciso.- Señalé la armadura que se acoplaba a la perfección con mi pequeño cuerpo, me había escogido y considerado digna, y solo necesitaba ese fundamento. Comencé a alejarme con lentitud, sin voltearme, tan solo demostrándole que la lealtad y el compañerismo no es lo mismo que la sumisión, no tenía poder sobre mí. No mientras me continuara demostrando tal terquedad, era la única verdaderamente ciega allí y sin embargo el me superaba en cierto modo. Me daba pena…
Me detuve, voltee una y otra vez mi rostro como si observara a todos allí presentes. –Ustedes sabrán si son guerreros, o borregos…yo solo se que las ruinas no volverán a ser un santuario sin sus habitantes, sus protectores, y la deidad por la cual existe.- me dirigía a todos, sin cuestionarlos, tan solo dejando aquel pensamiento en el aire. Sin embargo no continué mi retirada, tal vez por cariño o por el simple sentimiento de que aquello no era correcto, no podía marcharme. Debía de presenciar lo que fuese a ganar en aquella situación, la necedad o la fe.
-¡¿A mi vienes a decirme eso?! ¡¿A mi me sermoneas sobre el equilibrio del mundo?! De todas las personas no me lo esperaba de ti ¡Pero que hipócrita! – la rabia le obligo a pausarse y tragar con dificultad la saliva, un nudo en su garganta le ahogaba todos los gritos e insultos que le venían a la mente. – ¿Como puede alguien como tu creerse digno de juzgar?¿De actuar con justicia?- al exhalar todo el aire contenido podía percibirse el tenue siseo, el gruñido de esa incontrolable exasperación.
-¿Es que la locura de nuestro nuevo patriarca le ha quitado la memoria, señor Aspros? ¿O es que ya no puede recordar esa ambición de superioridad que le permitía aterrorizar y maltratar a sus esclavos? O a algo incluso más indefenso, algo como el juguete de los mismísimos siervos. ¿Sabes? Para ser ciega y tan ingenua como me tomas puedo reconocerte a la perfección, a ti y a tu maldito gemelo. ¡A toda esa escoria de Cambre!- me detuve secamente, notando mi respiración algo agitada, tratando de continuar conteniéndome como podía.
-¿Acaso no recuerda, el tan merecedor guía de la justicia y la esperanza, el estruendo de los látigos al lacerar la piel?¿El retumbar de los gritos o el aroma del miedo? Por supuesto que no, los grandes hombres no se detienen a considerar a cucarachas como yo ¡¿No es así?!- la mueca que se torcía en mis labios debía de dejar a plena vista mis dientes presionándose. Pero antes de que pudiera continuar expresándome en mi mente aparecieron imágenes, terroríficas y torturantes escenas.
¿Por qué?¿Por que buscaba trastornar nuestras mentes? Le di poca atención a los momentos que nos estaba metiendo en la cabeza sino a aquello que podía ver, sentir y escuchar más allá de sus recuerdos. El estaba metiéndonos en su mente, y era exactamente esta la cual prefería indagar, ni sus pruebas ni sus palabras. Su mente, su naturaleza, aquello que le nacía en su interior. Y era extraño, algo que no me habría imaginado. Pero las imágenes continuaron, y el auge del caos me hostigaba como oleadas de cuchillas. Tome con ambas manos mi cabeza, esperando que acabara, sabiendo que eso no era nada si en mi destino lo que me esperaba era una guerra. Pero dolía, en lo más hondo de mi pecho tome esa tenue luz, intente abrazarme a ella. Dejarme envolverme por su luz, su calidez y su calma. Mi armadura resplandeció levemente, liberándome de esa intrusión en mi mente. Mi rostro se había tornado a una expresión serena, como si todo el odio y el rencor de hace segundos se hubiese borrado, como si nada. Estaba seria, con la cabeza en alto dejando que mis ojos se elevaran y se perdieran en el cielo, intentando imaginar la noche estrellada. Pero no pude admirarlo, me distrajo la fuerte presencia y el alboroto en el cosmos de Aldebarán. ¡No! ¡La hostilidad no era la respuesta!
-¡Alde! Por favor…- me adelanté tomando nuevamente el brazo de mi compañero intentando detenerlo, pero con lentitud lo solté sabiendo que estaba en él decidir lo que deseara hacer pero antes de liberarlo lo sostuve con fuerza, que pudiese ver en mi cosmos y mi cuerpo mis sentimientos como yo podía ver los suyos. –Una llama solo aviva más el fuego. Me has enseñado más que esto…que clase de compañeros seriamos si luchamos entre nosotros.- me volteé hacia Aspros, sin embargo lo que fuese a decir no era solo por él.
-No lo negaré, no confío en ti, pero... Podría decir que hay un duelo en tu interior…pero estaría mintiendo…no puedes definir ni quien eres, ni que deseas, porque no puedes decidirlo, porque no tienes control sobre el caos en tu propia mente pero lo aceptas de todas formas. Menos aun podrías manejar el descontrol de la guerra que se avecina.- mi voz era cargada por el viento extendiéndose junto a mi cosmos tenuemente. Cargando un aire calido y apaciguante a nuestro alrededor.
-Si viviésemos de la expectativa de que Athena nos salvará, no existiríamos como sus protectores, como guerreros por sus ideales. Lo único que veo en tus pruebas es que deseas demostrar que sabes, cuando realmente no puedes ver mas allá de tu sombra. Deseas hacerlo, tienes anhelos como todos, no estarías amparado por esa armadura si no hubiese en ti la voluntad que nos une como santos de Athena. Pregúntale a la armadura si verdaderamente la mereces, que ella te muestre que no puedes decidir entre la razón y la ambición.- A pesar de lo inmutable y frío que se mostraba mi rostro podía verse en mis ojos los vestigios de esa voluntad, firme y fuerte como el toro, lleno de emoción y vivacidad. Pero era la determinación en mi voz la que golpeaba con ímpetu.
-A diferencia de los dioses no podemos dejar atrás nuestras conciencias y emociones, pero esta luz que he podido encontrar me guía a un camino indiferente a lo que mi vida haya hecho de mí. No he perdonado el dolor que he sufrido, pero pude superarlo y seguir adelante. Entonces creo que es debido que tu busques tu camino antes de pretender ordenarme uno. Esta armadura…-posee mi mano en mi pecho, sintiendo el calor del peto dorado, su fuerza. – …me hace igual a ti aunque, tu orgullo lo desapruebe. Mi corazón, mi mente, mi cosmos y mi voluntad me guiarán a lo que debo hacer, a lo que creo que es correcto y adecuado. Hay una sola presencia a la cual yo haré reverencia sin cuestionar, a la cual seguiré y mi corazón me dirá si estoy en lo correcto. Soy una amazona de Athena, no del patriarca ni de nadie mas…Hasta entonces yo pelearé por el mundo, y actuaré según lo que me indique el sendero que encontré, la voluntad y la fortaleza de la diosa justa y sabia en mi interior. Esta es mi prueba de ello, y es lo único que preciso.- Señalé la armadura que se acoplaba a la perfección con mi pequeño cuerpo, me había escogido y considerado digna, y solo necesitaba ese fundamento. Comencé a alejarme con lentitud, sin voltearme, tan solo demostrándole que la lealtad y el compañerismo no es lo mismo que la sumisión, no tenía poder sobre mí. No mientras me continuara demostrando tal terquedad, era la única verdaderamente ciega allí y sin embargo el me superaba en cierto modo. Me daba pena…
Me detuve, voltee una y otra vez mi rostro como si observara a todos allí presentes. –Ustedes sabrán si son guerreros, o borregos…yo solo se que las ruinas no volverán a ser un santuario sin sus habitantes, sus protectores, y la deidad por la cual existe.- me dirigía a todos, sin cuestionarlos, tan solo dejando aquel pensamiento en el aire. Sin embargo no continué mi retirada, tal vez por cariño o por el simple sentimiento de que aquello no era correcto, no podía marcharme. Debía de presenciar lo que fuese a ganar en aquella situación, la necedad o la fe.
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